Kyoko sonríe antes de besar con cariño la mejilla enrojecida de Tsuna y pasar sus brazos por los hombros del joven, abrazándolo con fuerza y susurrándole al oído una risa corta y ligera. Tsuna curva sus labios, abraza a la muchacha y la atrae mas hacia él, apretándola contra su cuerpo y sintiendo la calidez que emana, el aroma a fresas de su cabello y el dulce olor a uvas de su piel.
Es un sueño, se repitió Tsuna internamente. Y lo sería de no ser por que ella estaba ahí, entre sus brazos, sonriéndole con gracia, dulzura y un toque de complicidad que le alegraba el momento. Ese brillo en sus ojos caoba llenaba, de alguna manera, esa sensación de vacío que se ahondaba en su pecho.
—Te quiero, Kyoko-chan —ella no responde, y Tsuna entiende, entonces, que no todo es felicidad.
De un momento a otro todo se oscurece a su alrededor, Kyoko se separa y solloza antes de desaparecer lentamente, dejando una sombra blanca en el aire que se esfuma con ligereza. Ella ya no está, y recuerda claramente que no es otra más que una de las múltiples alucinaciones que sufre luego de haber tenido entre sus brazos el cuerpo caliente pero inerte de Kyoko, después de haber visto los labios de ella abrirse levemente para exhalar una ultima vez y el brillo de sus ojos apagarse bajo sus parpados.
Ignora que la puerta de la habitación ha sido abierta, en penumbras se pone de pie y camina hacia la pequeña mesita de luz a un lado de su cama, donde yace una fotografía enmarcada y la aprieta contra su pecho, sollozando. No llora pero sufre internamente, escuchando de soslayo como Gokudera lo llama durante unos minutos, hasta hartarse y volver a dejarlo solo en la habitación.
Es que él ni nadie entendía lo que ocurrió cuando Kyoko los abandonó. De alguna forma u otra, Tsunayoshi también había muerto junto a ella, justo antes de que exhalara por última vez.
Editado: 18/7/2013.
