Un nuevo proyecto.

Es la primera vez que voy a tener dos proyectos en Fanfiction activos al mismo tiempo

Apenas el primer capitulo

Espero sus comentario, de verdad necesito un poco de aliento con esta historia porque a pesar de que ya tenia un tiempo con la idea por la mente no me decidía a hacerla. Hasta hoy y a pesar de que en mi mente era mucho más divertida, creo que fue porque se me olvidaron la mitad de los chistes que le iba a poner.

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Y vivieron felices para siempre, Nanami Hara.

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Erase una vez, en un tiempo remoto y en un lugar desconocido de Francia, una mansión de intrincados caminos y bellos paisajes, una familia.

Un rico mercader y sus tres hermosas hijas

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—¡Espera, espera, espera! ¿Qué no era esto para historias de terror?

—Lo sé, pero esta es más linda y nada más ve a Naruto cuando siquiera mencionas fantasmas y cuentos de espanto.

—No soy un miedoso

—Lo eres

—Continuare con la historia

—Espera, eso ya está muy visto, te ayudare.

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Un rico mercader y sus tres apuestos hijos

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—Naruto no tengo intenciones de ser un chico

—Oh, espera y verás

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Dos de ellos eran presuntuosos y vanidosos, y el menor, al que por su belleza llamaron Naruto—ya saben, ese condimento delicioso y bastante vistoso que se encuentra sin falta en esos platillos celestiales de ramen—, era, sin embargo, humilde y bondadoso.

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—No puedo creer que de eso vaya tu historia

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Los mayores se llamaban Sasuke y Sai.

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—Jijiji te lo mereces, Teme.

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Todos tenían siempre pretendientes dispuestos a casarse con ellos. Pero mientras los dos primeros rechazaban despectivamente a todas las candidatas, ya que ansiaban casarse con una noble, que ellos creyeran dignos de su porte y estupideces del honor—pobres idiotas— Naruto los recibía y conversaba con ellas, aunque los rechazara cortésmente. Incluso les invitaba un plato de ramen, al menos así tendrían un pedacito de Naruto para cada una. ¿Entienden? Porque en el ramen está el… bueno, seguiré.

Un golpe de mala fortuna hizo que el mercader perdiera todas sus riquezas, sus tres barcos repletos de tesoros, se perdieron en las profundas aguas del mar, tragadas por una tormenta. En consecuencia a la catastrófica desdicha todas las pretendientes desaparecieron, ya que el dinero era el único motivo para casarse con semejantes barbaros.

Naruto, sin embargo, siguió recibiendo proposiciones, pero las siguió rechazando, dinero no influía del nada en sus decisiones, él deseaba una mujer con la que pasar la eternidad. Incluso al perder la bonita mansión y dejar el pueblo hacia lares más humildes, por donde fuera que pasaban, Naruto atraía miradas, propuestas y buena fortuna. Bien decían que la muerta madre de Naruto le había dejado su enorme belleza, al ser fallecida en el nacimiento del apuesto muchacho. Instalados en un humilde pero acogedora choza, los días pasaban apaciblespara el rubio. Sin en cambio los hermanos eran presa de incertidumbres para el futuro y una vida tan vulgar que llevaba.

Cierto día llegó la noticia de que uno de los barcos del mercader había llegado a puerto con mercancías. Sus dos hijos mayores le pidieron que les trajera joyas y trajes, algo digno de retornar a casa con el mejor porte, pero Naruto le dijo que solo con una rosa ya la haría feliz. Puesto que en Japón no son muy dadas las rosas.

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—¿Japón? ¿No qué Francia?

—Ay, si es cierto. Mmmmm

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Una Sakura puesto que en ningún otro lugar que Japón se podía apreciar la hermosa pero efímera belleza de las flores, primaverales.

Regresando del puerto, el mercader se acuerda del pedido de su menor hija, llevando a cuestas las excentricidades de sus hijos mayores, y con la promesa de un fructífero retorno a casa. Decide acercarse a un lúgubre castillo que se hallaba de camino en el oscuro y pedregoso bosque tendría que cruzar para llevar las buenas nuevas. El castillo, por muy horrible que pareciera a la vista, tenia, a lo lejos, una vista de una hermosa aureola de un brillante color rosa que se entrecruzaba como murallas alrededor del castillo. Sakuras. Justo después de coger una pequeña rama con un brote de la preciada flor, una horrenda silueta lo sorprende y lo encierra en su castillo, sin ser capaz siquiera de divisar al captor o explicar la razón del pequeño hurto.

Las semanas pasaban y en la casa, los tres hermanos, muertos de la preocupación pasaban los días encerrados en casa, esperando por el retorno de su padre, sin en cambio Naruto, no podía hacer otra cosa que mantener la esperanza y trabajar hasta el regreso del padre.

El mercader suplica por poder ver a sus hijos una última vez, a lo que la bestia responde que puede marcharse para verlos una vez más, pero a cambio tendrá que traer a uno de ellos para que ocupe su lugar. El mercader vuelve a su hogar y le explica lo acontecido a sus hijos, tras lo cual Naruto se ofrece a matar a la bestia.

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—¡Naruto!

—Bueno, ya.

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Naruto se ofrece para ocupar el lugar de su padre, para regocijo de sus hermanos y desesperación de su anciano progenitor. Naruto le recuerda a su padre que las promesas se dan para cumplirse. Y que si él no hubiera pedido la flor nada habría sucedido.

Que buen muchacho.

Sin embargo, una vez allí la vista del castillo mucho menos detestable de lo que espero, aprecio con felicidad la gran franja de enormes arboles de cerezos japoneses. Cuando pensó que no podría haber lugar más hermoso para habitar, la apareció, alta e imponente, la criatura peligrosa que lo obligaba a separarse de su familia, le concedió la libertad a su padre exhortándole a no volver jamás, echándolo del castillo sin más honores que advertirle que no podría volver por su hijo por mucho que lo quisiera. Y gentilmente llevó a Naruto a unos ricos aposentos, teniendo la desconocida figura, una voz cantarina, alegre y dulce. Naruto, no del todo convencido, le dejo en claro a la bestia que si estaba ahí, no era por gusto. Enfurecida la bestia le esclareció, viviría en ese castillo, quisiera o no, por el resto de su vida. Destapándose de las arropas, dejó al descubierto un abominable y peluda bestia. De colmillos salientes, una cresta de pelo oscuro, trepante por la columna, cuernos y patas feroces. Garras y ojos brillantes, verdes. Algo peculiar en la feroz criatura, tenía el pelaje rosa.

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—¡NARUTO!

—¡Ay! ¡Duele! ¡Ay! Está bien, lo siento. ¡Auch, que duele Sakura-chan!

—No quiero ser una bestia

—Muy tarde, la historia ya tiene bastante, no hay cambios.

—Bueno, al menos que no sea peluda y fea, algo más enigmático ¿sí?

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Se erguía sobre una sola de serpiente que la engullía desde la cintura, terminando en una cola de apariencia de sirena, pero con una textura de un frio reptil, una piel fría y de un verde brillante. Un tersa dermis se desenvolvía desde el ombligo, blanco, cremoso. Cubriendo los montículos de toda dama con escamas de brillantes colores, brazos de doncella y cabellera de un eléctrico rosa, indomable. Los ojos, de un verdoso jade, eran rodeados por una piel negra, unos colmillos largos asomaban del labio superior.

—¡No te atrevas a mirarme al rostro! ¡Ya sabes qué soy! ¡No quiero seguir viendo el reflejo de la abominación en la que me he convertido en esos ojos zafiro que tanto me juzgan! ¡Baja la mirada, te digo!

Asustado, el chico, por la explosiva actitud, más que su extraña apariencia, corrió hasta sus aposentos y ahí, seguro, se tendió a pensar.

Las semanas pasaban y el joven no hacía más que pasear por los jardines, jugar por los pasillos con los objetos encantados y comer solitario todos los días a las mismas horas.

—Bien puede no ser una preciosidad pero cualquier cosa por no estar solo—murmuro ignorante de ser vigilado por un mágico espejo.

—¡Te escuché mocoso!—resonó en los desiertos pasillos por que paseaba.—Y he escuchado claro, a partir de ahora, comeré contigo. Y todos los días, en la biblioteca, tendrás una cita conmigo a las 7, pobre de ti si no te apareces, que fue tuyo el deseo.

Un poco asustado pero con un renovado animo, se preparó ese día para la cena.

La mesa, dispuesta de manjares como siempre, tenía una silla extra frente a la suya.

—Por fin llegas—la figura serpentina de la bestia, apareció de entre las sombras, esta vez utilizaba un vestido que no dejaba a la vista su cola, pero el movimiento de arrastre con la que se desplazaba era indudable de un reptil. Un peinado complicado acompañaba al vestido, que hacia juego con la ropa que ese día fue arreglada en su habitación para él.

—Pues dijiste que pobre de mí si no venia

—Y aquí estas

—Si

La cena pareció transcurrir en un incomodo silencio.

—¿Quién prepara la cena?

—Mis súbditos

—¿De verdad? No los he visto

—Por supuesto que los conoces, has estado jugando con ellos desde que llegaste

—¿De qué hablas?

—Hace años una celosa bruja de mi belleza, maldijo este castillo, no solo a mí. Mis sirvientes, los terrenos y yo, fuimos todos presas del encantamiento.

Sin creerlo, siguió con su cena. ¿Alguna vez esa criatura había sido una chica? ¿Y tan hermosa para despertar los celos de una bruja?

—¿Cómo te llamas?—Preguntó la fémina frente a él.

—Naruto. Supongo que tú también tienes un nombre

—Por supuesto que sí, hasta la cosa más inútil y sinsentido tiene nombre.

—Bueno, entonces ¿cómo te llamas?

—Sakura

—¡Ahá! Como la flor de los arboles

—La bruja, en burla a mi nuevo estado—señaló su rostro— puso esos árboles, del mismo nombre que el mío. Hermosos ¿no? Como lo habrás notado, esta eternamente floreciendo, no son como los originales que sus frutos mueren con rapidez.

—Sí, son hermosos

Y esta vez los envolvió un silencio, de lo más cómodo. Apreciativo.

—Si ya has terminado, podemos ir a la biblioteca—ofreció Sakura

—Claro, pero…¿Puedo decirte algo?—la criatura rió—Hay muchas cosas deliciosas aquí, pero nunca he encontrado ramen qué comer

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—Naruto ¿En serio? ¿Ramen? ¿En Francia de 1740?

—¡Si!

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—No conozco ese platillo

—¿No? Pues en cuanto pueda, te enseñare a prepararlo, es la mayor delicia del mundo.

Un tanto escéptica, pero también curiosa, la chica condujo a su prisionero hasta la enorme biblioteca.

—¿Y? ¿qué te parece?—orgullosa, presumió de su basta colección, que si bien la había leído ya varias veces al verse tan sola en el castillo.

—Pues es muy grande

—¿Eso es todo?

—Y muy bonita

—¿Nada? ¿No tienes ganas de leer? ¿De saber? Es muy grande y tiene libros muy antiguos

—No me gusta mucho leer

—¡Ay por todos los cielos, ven conmigo!

Y sin siquiera notarlo, lo tomó del brazo y lo guio hasta unos cómodos sofás, se sentó a leerle al rubio por horas.

Esa cálida noche marco la diferencia en la vida del castillo. Sakura y Naruto pasaban el día juntos, terminando este ultimo por olvidar con el paso de los días, que convivía con un ser que era físicamente diferente. Tomaban todas las comidas del día juntos, Naruto le enseñaba a cocinar de vez en cuando, salían a caminar por los prados por las tardes y a leer a la biblioteca de noche.

Empezaron a reír juntos, a bromear, a apreciar de manera insospechada, la presencia del otro.

De vez en cuando, cada tantos días veían entre ambos, el desarrollo de la vida fuera del castillo a través del espejo mágico.

Un día silencioso de invierno, un año después de la llegada de rubio, a Sakura se le ocurrió preguntar en la cena.

—¿Sera acaso que algún día tu podrás amarme?

Sorprendido, Naruto, se quedó en silencio hasta que la chica salió sin mediar palabra por la puerta de su encuentro.

—Toda mi vida he rechazado a personas que han dicho amarme, pero las he rechazado a todas porque no veía en ellas más futuro. A ti, te aprecio lo suficiente para decirte con sinceridad, eres mi amiga.

Exhalo las palabras, seguro de ser escuchado por la carcelera, de su jaula de oro.

Pasaron meses agradables en el castillo, donde Sakura y Naruto pasaban sus días juntos, pacíficos y sin contratiempos.

Hasta que cierto día, Naruto vio en su espejo mágico que su anciano padre estaba muy enfermo, muriendo de tristeza entre riquezas, la partida de el menor de sus hijos y la incertidumbre de lo había sido su destino a garras de la terrible bestia, lo tenía postrado en cama.

Trastornado, sintiéndose culpable del peor de los mares que podría llevar a su padre a la tumba rogó a la bestia que le permitiera verlo una última vez, a lo cual ella se negó rotundamente. Quedarse solo no era la mayor de sus preocupaciones, bien podría raptar a cualquier otro chiquillo ingenuo, pero ya no era el asunto de ser este o aquel. Solo podía ser él. Sin él, tan solo un día, de imaginarlo siquiera, sentía que la vida se le iba.

—Te irás y no regresaras. Romperás tu promesa de pasar aquí el resto de tu vida. —Había dicho con una tronadora y exigente voz, ocultando detrás el sufrimiento de imaginarlo partir sin mirar detrás, añorando lo que dejaba, porque ella era tan solo una criatura de cuento de hadas, pero era aquella que secuestraba y comía niños, no la chica solitaria que dormitaba debajo de la máscara oscura.

—Regresare—prometió sin pensar. Ni un momento dudo, el pensamiento de volver a dejarla en aquel enorme castillo, no pasó por su cabeza— tras una semana, aquí estaré.

Pero poco después aceptó, creyendo en él, en su palabra. Preparo todo para su partida y con el corazón en el puño, lo vio cabalgar por la pradera hasta ver su silueta desaparecer entre arboles.

Una vez allí, sus hermanos, tristemente casadas con personas de bajo nivel—Jijijii— maquinaron una trampa para que Naruto estuviera en su casa cuidando de su enfermo padre. Celosas de su rostro rebosante de vida, de felicidad y de cuidados. El traje que ocupaba, su caballo, todo él exudaba riqueza, la riqueza que ellos bien habían buscado toda su vida.

El séptimo día, mientras cuidaba a su padre, recuperándose ahora que sabía que su hijo era feliz, y estaba vivo, sus hermanos, atrancaron la puerta.

—Aquí te quedaras a cuidar de él, por mentiroso. Por disfrutar de tantas riquezas sin compartirlas, por egoísta y tacaño.

Desesperado por cumplir con su promesa el joven hizo hasta lo imposible por salir de la casa de su padre.

Mientras tanto en el castillo, la bestia, decepcionada, con el corazón roto y muriendo de tristeza, se echa en la hierba frente al prado de Sakuras, a morir, porque después de conocer el amor, ya no se puede vivir sin él.

Naruto, después de liberarse de la cárcel en la que sus hermanos no metieron sin contemplaciones—Qué perros—parte raudo hacia el castillo. Preocupado, con una sensación pesadumbre en el pecho, atravesaba el camino sobre su caballo a todo cabalgar.

Nada más a lo lejos, ver el castillo, una silueta de sirena, tendida en la superficie de pétalos rosas frente al muralla, encuentra a la bestia tendida en la hierba, agonizando, por la tristeza que le había causado la imagen de verse sola sin Naruto por el resto de sus días.

Ella se arrodilla ante Sakura, acercándose, preguntándose ¿qué le acontece? ¿Qué es este peso en el pecho? ¡No! Sakura no podía morir. No debía, si ella se iba, él con ella.

Exhalando ya sus últimos estertores de vida y, entre lágrimas, le suplica que no muera.

—Lo siento Naruto. Para este momento, a pesar de lo feliz que estoy de saber que regresaste, por mí, por tu promesa, no hay vuelta atrás. De todos modos llegaría un momento que la misma maldición me mataría, mejor morir por amor. —extendiendo un brazo, delineo la cara de su amado, lo ultimo a ver antes de morir. —Te amo Naruto

—¡No! Sakura. Yo no regrese por ninguna promesa, yo no puedo estar sin ti. Te amo

Tras un momento de silencio de lagrimas, yacía el rubio lamentando la pérdida de su única amada. Al escuchar estas palabras, un quejido salió de los oscuros labios de la criatura.

Las escamas empezaron a desvanecerse dejando largas y níveas piernas, pechos desnudos y un rostro sonrojado y hermoso.

—¿Qué?

—Solo aquél que ame a un ser tan repúgnate podrá librarte de tu destino, hermosa hada. Eso fue lo que dijo la bruja—con una voz aun más melodiosa que antes, susurro una voz al oído del chico.

—¿Sakura? ¿Tu cabello siempre ha sido rosa?

—¡Idiota!

Naruto y la princesa pasaron el resto de sus días felices en el castillo, junto a su padre, mientras que los hermanos fueron transformados en estatuas, pero sin perder la consciencia, para que fueran testigos de la felicidad de su hermano.

Y vivieron felices para siempre, con un castillo lleno de niños rubios y sirvientes felices de ser liberados de la maldición.

Fin

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—No estuvo mal Naruto

—¿Verdad?

—Ya que terminaron con sus cursilerías, par de idiotas. Es mi turno de arreglar esta noche en vela

—¿Sasuke? Pero si es mi turno, Naruto se robó el mío

—Mi turno, y esta historia, poco tiene de princesas.


Bye-bye