Zeno se encontraba en la cima de una colina, mirando al frente con una expresión seria y determinada.
El ejército enemigo estaba cada vez más cerca. En cuanto cruzaran el río que marcaba la frontera de Kouka, podría comenzar la batalla.
El rubio apenas podía contener su impaciencia porque esto pasara. Lo único que le contenía de ir él mismo a su encuentro, era que aún conservaba la suficiente cordura como para querer evitarles un conflicto diplomático a sus reyes.
Como si estos pensamientos se hubiesen tratado de una invocación, pudo escuchar el sonido de un caballo que se acercaba rápidamente a su espalda. No se molestó en voltearse, porque ya se imaginaba de quién se trataba. Solo conocía a alguien lo suficientemente seguro de sí mismo e imprudente como para acercarse solo a lo que iba a convertirse en un campo de batalla.
Escuchó al recién llegado bajar del caballo y acercarse hacia él hasta quedar de pie a su lado. Una mirada de reojo le bastó para confirmar sus sospechas.
-No deberíais estar aquí, alteza – habló Zeno con tono neutro.
-Yo soy el capitán de todos los ejércitos. Si hay una batalla en mi reino debo estar presente – le respondió sacudiendo su lanza despreocupadamente -. Además, cualquier excusa es buena para deshacerme de esa pandilla de inútiles que tengo por escolta. Puedo derrotarles a todos ellos con los ojos cerrados y se atreven a decirme que ya debería retirarme del campo de batalla – bufó molesto -. Aún soy la bestia del Trueno de Kouka. Lo que van a conseguir es que me oxide.
El semblante serio de Zeno no vaciló ni un segundo, a pesar de los intentos de Hak para amenizar el ambiente. Su mirada seguía fija en el ejército enemigo.
-No puedo impediros que estéis aquí si es lo que deseáis. Después de todo sois el rey de Kouka. Solo os pido que no os metáis en mi camino.
-Me temo que no podré hacerlo. Después de todo, nuestra reina me ha enviado aquí para evitar que cometas ninguna locura.
-No voy a hacer nada que perjudique al reino. Eso puedo jurarlo. Así que su presencia no es necesaria.
-También les prometí a ellos qué…
-No moriré. Así que no es necesario que esté aquí. Márchese – le interrumpió con un tono frío y cargado de amargura.
-Pero…
-¡Necesito hacer esto solo! – gritó lanzándole una mirada amenazante, cargada con todas las emociones que ya apenas podía contener en su interior.
Hak le sostuvo la mirada impasible, pero aún así Zeno pudo notar la tristeza en la mirada del rey. Sabía que él también estaba sufriendo, y por un momento el rubio tuvo la tentación de ceder. Pero ese repentino impulso desapareció tan rápido como había aparecido en medio de la desesperación que reinaba en su mente. Bastante tenía con tratar de mantener algo de cordura.
Finalmente el pelinegro cortó el contacto visual y soltó un suspiro cargado de resignación. En ese instante Zeno supo que había ganado la discusión, y una parte de él quiso agradecerle por entenderlo. Pero permaneció en silencio y volvió a mirar al ejército enemigo, que ya había cruzado la frontera casi al completo.
Los soldados parecían aliviados al no ver ningún ejército esperándolos. Debían creer que su ataque sorpresa estaba teniendo éxito. Una fría sonrisa se formó en los labios del rubio. Pobres desgraciados. No tenían ni idea de lo que se les venía encima.
Zeno comenzó a andar decididamente hacia el ejército. Ansioso por empezar cuanto antes. Pero la voz de Hak a su espalda le sorprendió y rompió su concentración. Se le había olvidado que aún estaba allí.
-Te esperaré aquí – aseguró con tono inflexible.
Zeno se detuvo y meditó durante unos segundos antes de hablar:
-No va a ser una visión agradable.
-Las batallas nunca lo son – aseguró con una risa burlona -. Pero como Yona me vea aparecer en el castillo sin ti, me acribillará a flechazos. La reina nunca ha tenido piedad cuando se trata de sus queridos dragones – el rubio no pudo evitar que una breve sonrisa cruzara su rostro al imaginárselo, que rápidamente desapareció con las siguientes palabras que dijo -. Se lo prometí a ella, pero también a ellos.
Hak no dijo nada más, pero Zeno sabía de sobra a quiénes se refería. Una fugaz imagen de ellos sonriéndole cruzó su mente, haciendo que apretará los dientes hasta casi rompérselos en un intento de contener sus lágrimas. Apretó los puños, incándose las uñas en la piel con tanta fuerza que se hizo sangre. Pero casi al instante los cortes se cerraron como si nunca hubiesen existido. Su maldición, la fuente de su desgracia, nuevamente burlándose de él. Haciendo que lo que tuviera que contener ahora fuese una risa amarga.
-Haz lo que quieras – habló finalmente con tono despectivo, dejando a un lado el tono respetuoso que le debía a su rey. Ya no le quedaba paciencia para seguir discutiendo, así que comenzó a correr hacia el ejército enemigo. Con la desesperación y la frustración gravada en su semblante, pero una profunda tristeza oculta en la frialdad de su mirada.
La batalla comenzó. Zeno simplemente se lanzó hacia ellos, sin molestarse en intentar esquivar ninguno de sus ataques, ansioso por que se realizase su transformación y así comenzar la pelea de verdad.
Al principio los soldados se mostraron confiados, como siempre lo hacían. Pero sus expresiones se llenaron de terror cuando las heridas del rubio comenzaron a sanar rápidamente.
-Es el monstruo Ouryuu – gritó alguien -. Retirada, rápido.
-Demasiado tarde. Ninguno de vosotros va a salir con vida del reino de Kouka – murmuró el nombrado con una sonrisa sádica, al sentir como las escamas doradas comenzaban a surcar su piel. En otra ocasión hubiese permitido su retirada satisfecho, pero no ese día -. Reclamad a los dioses vuestra mala suerte cuando os encontréis con ellos en el más allá -. Con esas últimas crueles palabras la carnicería comenzó.
Tal y como prometió no tuvo piedad. Con sus ojos de dragón podía ver a todos los soldados que trataban de huir, la velocidad de sus piernas le permitía interceptarlos rápidamente y después con sus afiladas garras les despedazaba con facilidad.
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Hak contemplaba la batalla, si es que se podía llamar así a esa matanza, con la mirada llena de pesar. Apretaba fuertemente su lanza en un intento por contener sus ganas de intervenir. Le partía el corazón ver como el siempre alegre Zeno se había convertido en una despiadada máquina de matar, en medio de su desesperación y su locura. Lo único que le consolaba era que Yona no estuviese allí para verlo.
Le había costado mucho convencerla de que permaneciera en el castillo. Le entristeció aun más el hecho de acordarse de que solo había cedido cuando le dijo que alguien debía a quedarse a velar a Jae-ha. Apretó los puños cuando la imagen de su cuerpo de su amigo sin vida le pasó por la mente. También recordó la última charla que mantuvo con él hace unos días.
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Hak entró al cuarto del dragón verde y tuvo que contener un escalofrío y al ver el estado en el que se encontraba su compañero. Estaba tendido en la cama con los ojos cerrados, su respiración era trabajosa y presentaba un aspecto demacrado. Su piel estaba mortalmente pálida, y de lo delgado que estaba se podían distinguir sus huesos debajo de la piel a simple vista.
Se tomó unos segundos para asimilar lo que le mostraban sus ojos. Por su mente pasaron las imágenes de Kija y Shin-ah, que habían presentado un aspecto aterradoramente similar antes de fuesen llamados al descanso eterno. Un instante después sintió como se desmoronaban las pequeñas esperanzas que había puesto en que lo que le había dicho Yun esa mañana no fuese cierto. Que Jae-ha estaba muriendo.
A pesar de la terrible congoja y pánico que le invadieron ante esa certeza, hizo un esfuerzo por recomponerse. No podía desmoronarse ante su amigo. Debía ser fuerte por él. Así que formó la mejor sonrisa que pudo y dijo con tono despreocupado:
-¿Me has mandado llamar, ojos caídos?
Este abrió los ojos y le miro. La resignación que reflejaban sus ojos le dolió a Hak aún más que cualquiera de las patadas que este le había dado con su pierna de dragón, cuando aún poseía la totalidad de sus poderes. Ese sentimiento se debió reflejar en su expresión, por las palabras que le dirigió su antiguo compañero:
-No pongas esa cara. Sabíamos que esto tarde o temprano pasaría. Yun se ha convertido en un gran doctor, pero no se puede luchar contra lo inevitable – sus palabras solo hicieron que Hak se sintiera aún peor. Tenía que ser él el que consolara a su amigo agonizante, no al revés -. Lo que ha sido una sorpresa es que yo vaya a ser el último en morir, a pesar de que yo era el mayor de mi generación. Mi predecesor también vivió más de la cuenta. Supongo que los que poseemos la sangre de Ryokuryuu somos testarudos por naturaleza.
-¡Deja de hablar sobre tu muerte tan tranquilamente! – espetó fuera de sí interrumpiéndole -. Todos vosotros hacéis siempre los mismo, dragones estúpidos. Es desagradable -. Le dio la espalda y se encaminó a grandes zancadas hacia la puerta -. Si solo vas a decir estupideces, mejor me voy.
-Espera, Hak – la repentina fuerza de sus palabras le frenaron en seco. Volvió a mirarle por encima del hombro y se sorprendió la determinación que había en su mirada -. Hay algo que debo pedirte.
La bestia del trueno suspiró pesadamente, cogió una silla y se sentó al lado de la cabecera de la cama de su compañero.
-Habla. Te escucho – dijo con tono determinado.
Jae-ha le dirigió una breve sonrisa de agradecimiento, antes de retomar su expresión seria.
-Se trata de Zeno – Hak se tensó, aunque ya se había imaginado que su petición iba a tener que ver con el eternamente joven rubio -. No sé cómo reaccionará cuando yo…
-A mí también me preocupa – le interrumpió, no queriendo volver a escuchar la palabra muerte de sus labios -. Yona temía que abandonara el castillo cuando todo empezó. Sin embargo parece que ha decidido quedarse hasta el final.
-Nosotros ya le preguntamos al respecto hace tiempo. No estábamos seguros de si sería bueno para él permanecer con nosotros hasta que nos llegara la hora – continuó Jae-ha, entendiendo la indirecta de su compañero sobre la palabra muerte -. Sin embargo nos contó que siempre se había arrepentido de no tener el valor para estar con sus antiguos compañeros cuando les llegó el momento, y que no quería que le sucediese lo mismo con nosotros. Tenía una mirada tan abatida cuando nos lo dijo que no nos atrevimos a volver a comentar nada al respecto, y decidimos respetar su decisión – su ceño se frunció por el recuerdo desagradable -. Cuando lo inevitable comenzó a pasar, él se esforzaba por mantenerse entero, pero era obvio para nosotros lo mucho que sufría – Hak asintió en conformidad. Nadie se había creído las sonrisas apagadas de Zeno -. Ninguno de nosotros quería dejarle solo, aunque sabíamos que luchar contra nuestro destino era imposible – añadió con tono amargo -. De modo que decidimos que, aunque nosotros no pudiéramos permanecer para siempre a su lado, nos encargaríamos de que siempre hubiese alguien de confianza para cuidar de él – suspiró pesadamente -. Kija nos lo encargó a Shin-ah y a mí, y cuando le llegó el turno a Shin-ah la responsabilidad pasó totalmente a mí – hizo una breve pausa -. Ahora es mi turno de entregar el relevo, sin embargo los nuevos guerreros dragones aún son muy jóvenes para cargarlos con algo así – Jae-ha miró seriamente a Hak, y este ya sabía lo que iba a decir antes de que las palabras salieran por su boca -. Así que tú eres el único al que le puedo encargar esta responsabilidad.
Entre ambos se formó un tenso silencio mientras Hak se esforzaba en asimilar todo lo que le había contado.
-Me alaga que confíes en mí para esto. Aprecio mucho a Zeno, y te puedo jurar que habría estado pendiente de él aunque no me hubieses dicho nada. Pero no estoy seguro de estar a la altura de las expectativas que estas depositando en mí. Consolar a la gente nunca ha sido mi fuerte, y lo sabes. ¿No sería mejor que hablaras con Yona sobre esto? Aunque sé que ella ya tiene en mente no quitarle el ojo de encima.
-Ya he hablado con Yona al respecto, y por supuesto que no he olvidado tu falta de tacto – Jae-ha sonrió burlonamente y Hak le lanzó una breve mirada resentida -. Pero mucho me temo que las palabras amables no sean suficientes. Por eso te lo pido a ti.
Hak se tensó, alerta por sus últimas palabras.
-¿Qué quieres decir?
-Yo estuve con él mientras pasaba los anteriores duelos. Se mantuvo sorprendentemente entero, dada la situación. Era obvio que estaba conteniendo sus emociones, y eso es algo bastante preocupante de por sí. Pero lo que realmente me preocupa era lo que veía en sus ojos cuando creía que nadie le estaba mirando – se detuvo un momento, luchando por encontrar las palabras para describirlo -. Era una desesperación tan profunda que me temo que rozara la locura.
El silencio volvió a reinar en la habitación, hasta que al final Hak habló:
-Después de todo lo que ha vivido, lo extraño es que se mantenga cuerdo. Eso es algo que siempre he admirado de él. Estoy seguro de que yo no habría resistido tanto como él en su situación. ¿Acaso temes que esta vez se derrumbe completamente?
-Estoy seguro de que él se repondrá. Si lo ha hecho tantas veces, en esta ocasión también lo hará – aseguró Jae-ha sin atisbo de duda -. Lo que temo es que haga algo de lo que pueda arrepentirse antes de que eso pase – hizo una mueca de disgusto ante la posibilidad -. Si esa locura que hay dentro de él le consume, dudo que las palabras sean suficientes para aplacarlo – le dirigió una mirada grave a su compañero – Lo más seguro es que hubiera que usar la fuerza, y tu eres el único capaz de hacerlo.
-Que tengas en tan alta estima mis habilidades de lucha me alaga, pero ambos sabemos que no tendría nada que hacer contra él si decidiese pelear en serio – se esforzó por ser objetivo ante esa posibilidad, a pesar de que el simple hecho de que eso pudiese suceder le repugnara.
-Soy consciente de que no podrías someterlo llegado el caso – era obvio en el semblante del guerrero dragón que a él también le desagradaba estar hablando sobre ello -. Solo te pido que por lo menos impidas que arremeta contra quien no debe si pierde momentáneamente el entendimiento. Si llegase a hacer daño, aunque fuese inconscientemente, a Yona, Yun o incluso a alguno de los nuevos guerreros dragones no podría perdonarse a sí mismo. Entonces sí que le perderíamos.
Hak estuvo a punto de espetarle que eso no iba a pasar nunca, pero al final se contuvo. Era consciente de que su compañero pensaba lo mismo que él al respecto. Pero aunque fuese desagradable, había que prepararse para lo peor. Por el bien de todos, y sobre todo por el del mismo Zeno. Así que lo que finalmente dijo fue:
-Te juro que, llegado el caso, haré todo lo posible por proteger a Zeno, incluso de él mismo.
Sus palabras solemnes parecieron aliviar a Jae-ha, que suspiró y se permitió relajarse contra el colchón.
-Gracias, Hak. Así ya podré ir al descanso eterno sin remordimientos.
-Te he dicho que dejes de hablar así – espetó molesto a la vez que se levantaba de la silla -. Si eso era todo entonces me voy. No tengo tiempo que perder con tus tonterías.
Jae-ha se rio divertido por su pequeña pataleta mientras él salía de la habitación. Pero, antes de que se cerrara la puerta, Hak pudo oír cómo le decía:
-Adiós, Hak.
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Hak apretó aún más fuerte la lanza, y se obligó a volver a prestar atención al campo de batalla. Zeno ya había acabado con más de la mitad del ejército enemigo.
Después de oír las palabras de despedida del dragón verde, le había invadido el terrible presentimiento de que esa iba a ser la última vez que le vería con vida. En ese momento se negó a creerlo, pero al final había sido así.
Ese mismo día el imperio Kai les volvió a declarar la guerra, envalentonados por los rumores de que el reino de Kouka ya no contaba en sus ejércitos con la fuerza de los guerreros dragones. Él se encargó de todo, para que Yona pudiera permanecer junto a Jae-ha. Ella le aseguró que también estaría pendiente de Zeno.
Los días pasaron rápidamente entre batallas e infructuosos intentos de firmar un nuevo tratado de paz entre los reinos. Hasta que finalmente esa misma mañana uno de sus sirvientes llegó su despacho con la noticia. Jae-ha había muerto.
Él había abandonado el despacho inmediatamente porque necesitaba comprobarlo con sus propios ojos. Tenía que preparar una estrategia para el nuevo ataque del imperio Kai que le habían comunicado sus espías. Pero eso podía esperar. Tenía un mal presentimiento, que desgraciadamente se vio confirmado cuando se encontró a Yona a mitad de camino. Ella se dirigía corriendo a buscarle con ojos anegados en lágrimas. Esperaba que solo se tratara de su tristeza por la muerte de su querido amigo. Pero se le heló la sangre en las venas cuando le dijo que Zeno se había ido del castillo sin que nadie pudiera detenerlo cuando se enteró del nuevo ataque del imperio Kai, asegurando que él solo se encargaría del ejército enemigo.
"No quiso escucharme. Solo dijo eso y se fue" le había dicho Yona desesperada. "No parecía él mismo, Hak. Nunca le había visto con una mirada así. Tengo miedo de que haga alguna locura"
Después de eso, la bestia del Trueno solo se entretuvo en convencer a su esposa de que le dejase a él encargarse de todo. Se dirigió a las caballerizas y confirmó que Zeno se había llevado su caballo. Sin más demora ensillo su propio caballo y se apresuró en seguirlo, dando orden expresa de que nadie más saliera en su búsqueda.
Mientras corría a máxima velocidad en su caballo no tenía claro qué iba a hacer para ayudar a Zeno. Ni siquiera ahora lo sabía, mientras lo veía consumirse en su locura despedazando a un enemigo tras otro.
Ese comportamiento tan violento y la falta de remordimientos al matar no hablaban muy bien de su cordura. Sin embargo Hak quería tener un poco de confianza en su amigo.
La muerte de esos soldados, aunque podría haber sido innecesaria, era justificable. No dejaba de ser de un ejército que había entrado sin permiso en su territorio con malas intenciones. Zeno no había arremetido contra lo primero que se había encontrado en su camino, había elegido un objetivo racionalmente, e incluso había esperado a que el ejército entrara en el territorio de Kouka para que no hubiese dudas sobre quién había atacado primero.
Las acciones del guerrero dragón, aunque estaban siendo frías y despiadadas, no dejaban de tener un razonamiento detrás. Quería creer que su amigo no había sucumbido completamente a la locura.
Sin embargo, cuando el último soldado enemigo cayó y solo quedó Zeno en medio de un campo de cadáveres despedazados grotescamente, Hak contuvo la respiración expectante. Se obligo a agarrar firmemente su lanza y esperó.
Durante unos minutos que se le hicieron eternos, el guerrero dragón no hizo ningún movimiento. Solo se quedó ahí de pie, dándole la espalda. Su melena dorada ondeando al viento y las escamas doradas de su piel brillando con la luz del sol. Una visión que habría sido hermosa si no fuese porque la gran mayoría estaban teñidas de rojo por la sangre que las cubría, dándole un aspecto macabro.
Finalmente vio como Zeno se dejó caer de rodillas al suelo, como una marioneta a la que hubiesen cortado los hilos, a la vez que lanzaba un fuerte grito desgarrador aterradoramente similar a un rugido.
A Hak se le partió el corazón mientras le veía soltar un grito furioso tras otro a la vez que alzaba su cabeza al cielo. No le cabía duda de que lo que estaba haciendo era maldecir a los dioses. Le costó un triunfo mantenerse en su lugar mientras su amigo seguía consumido por la locura, decidido a no intervenir como había prometido.
Después de unos minutos o una eternidad, ya no lo sabía, los gritos de ira se terminaron transformando en lamentos angustiados, para finalmente convertirse en un llanto desgarrador. Vio como las escamas doradas desaparecían lentamente de su piel y como el rubio se derrumbaba de cara contra el suelo mientras aún emitía apagados lloriqueos.
Hak soltó el aire, que no era consciente de haber estado conteniendo, en un suspiro. La tormenta parecía haber cesado, al menos de momento.
De todos modos esperó unos minutos más para acercarse, solo por si acaso, durante los cuales Zeno se quedó inmóvil en el suelo sin dar ninguna señal de vida. Se habría preocupado por la integridad física de su amigo si no supiese tan bien lo efectiva que era la maldición que arrastraba su amigo para mantenerle eternamente con vida.
Se adentró en el campo de batalla con precaución, pero decidido. Teniendo cuidado de no pisar a ninguno de los soldados enemigos, o lo que quedaba de ellos. Se agachó junto al caído guerrero dragón y lo agarró del hombro para ponerle boca arriba cuidadosamente.
Como sospechaba, estaba inconsciente. Su piel estaba limpia y completamente sana, los restos de sangre habían dejado su cuerpo junto con las escamas doradas que se habían desprendido de su piel. Las únicas señales visibles en él de lo que acababa de pasar eran sus ensangrentadas ropas desgarradas y los restos de lágrimas que había en sus mejillas.
Hak hizo de tripas corazón y sujeto su lanza en su espalda para tener las manos libres y así poder coger en brazos a su compañero. Le sorprendió lo ligero que era mientras yacía inerte en sus brazos, y miró de reojo los restos de la sangrienta batalla que le rodeaban. Si no lo hubiese visto con sus propios ojos dudaría que alguien tan menudo fuese capaz de hacer algo así él solo. Muchos matarían por tener un poder así en sus manos, por lo menos hasta que fuesen conscientes de la magnitud del precio que había que pagar por ello.
El rey levantó su mirada al cielo y lanzó una pregunta al aire:
-¿Cómo puedo ayudar a Zeno? – se quedó inmóvil en esa posición durante unos angustiosos segundos, aguardando una respuesta que obviamente no llegó -. Maldita sea. Cuando vaya allí arriba me aseguraré de golpearos bien fuerte por dejarme una carga tan pesada, así que ya podéis iros preparando – añadió en un tono que pretendía ser burlón, aunque se quedó muy lejos de llegar a serlo. Solo fue un esfuerzo inútil para evadirse de la angustia que le invadía y que estaba seguro que se reflejaba en su rostro.
Sin decir nada más, con el cuerpo inerte de Zeno firme y cuidadosamente agarrado, comenzó a caminar en dirección al castillo, lejos de aquel mar de cadáveres.
Solo esperaba que cuando su amigo despertase, pudiese ser capaz de superar la pena y volver a ser ese chico alegre y despreocupado que todos querían. A pesar de la terrible locura de la que había sido testigo, quería creer en ello. No podrían soportar perder también a Zeno.
Que el cuerpo de Ouryuu fuese inmortal, no quería decir que su espíritu no pudiera morir.
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Esta es mi primera historia de Akatsuki no Yona. Espero que os haya gustado.
Me ha quedado muy triste y melancólico, pero tenía ganas de escribir algo así sobre Zeno. Siempre ha sido mi personaje preferido desde que salió y estoy en un sin vivir desde que se reveló triste pasado y el futuro que le espera. Mi pobre Zeno ToT
Ya estoy escribiendo otra historia de Akatsuki no Yona, esta vez un poco más alegre y tierna. También tengo en mente una continuación para esta historia, en la que se vea si Zeno de la depresión en la que se encuentra o no. ¿Queréis que lo escriba?
Por cierto, os animo a pasaros también por mi cuenta en la página "Archive of our own", tengo el mismo nombre de usuario. Allí estoy subiendo algunas historias traducidas de inglés a español de Akatsuki no Yona de usuarios de esa página. Os animo a pasar a leerlas también.
Nos vemos pronto en otra de mis historias.
