Hola persona :D este es mi primer fic, así que no me traten demasiado mal.
Se me ocurrió esto después de ver un capitulo de hetalia, mientras leía los cuentos de Beedle el bardo y comparar a los personajes con los de Hetalia.
Espero les guste =w=
Hetalia le pertenece a Himaruya-sama [si fuese mio habria yaoi] y los Cuentos de Beedle el Bardo a J.K. Rowling.
Había una vez un anciano y bondadoso mago de nombre Roma, que empleaba la magia con generosidad y sabiduría en beneficio de sus vecinos. Como no quería revelar la verdadera fuente de su poder, fingía que sus pociones, encantamientos y antídotos salían ya preparados del pequeño caldero que él llamaba su cazo de la suerte. Llegaba gente desde todas partes para exponerle sus problemas, y el mago nunca tenía inconveniente en remover un poco su caso y arreglar las cosas.
Ese mago tan querido por todos alcanzó una edad considerable, y al morir, le dejo todas sus pertenencias a Lovino, el mayor de sus nietos (ya que el hermano de este, huyo con un noble de nombre Ludwig). Lovino no tenía el mismo carácter que su abuelo. En su opinión, quienes no podían emplear la magia, eran seres despreciables, y muchas veces había discutido con su abuelo por la costumbre de éste de proporcionar ayuda mágica a sus vecinos.
Tras la muerte de su abuelo, el hombre encontró un paquetito con su nombre escondido dentro del viejo cazo. Lo abrió con la esperanza de encontrar un tomate, o en su defecto, oro, pero lo único que encontró fue una blanda zapatilla de suela gruesa, demasiado pequeña para el. Dentro de esa única zapatilla había un trozo de pergamino con este mensaje: "Con la sincera esperanza, Lovi, de que nunca la necesites"
Lovino maldijo (nada extraño en el) la debilitada mente de su abuelo. Luego metió la zapatilla en el caldero y decidió que, a partir de ese momento, lo utilizaría como cubo de basura.
Esa misma noche, un campesino llamo a su puerta.
-A mi nieto le han salido unas verrugas, señor-dijo el hombre, de largo y rubio cabello, ojos azules y expresión severa (*)-. Roma preparaba una cataplasma especial en ese viejo cazo…
-¡Largo de aquí!-gritó el-. ¡Me importan un rábano las verrugas de tu nieto!
Y le cerró la puerta en las narices.
Al instante se oyeron unos fuertes ruidos metálicos provenientes de la cocina. El mago encendió su varita mágica, se dirigió hacia allí, abrió la puerta y se llevó una gran sorpresa: al viejo cazo de su abuelo le había salido un solo pie de latón, y daba saltos en medio de la habitación produciendo un ruido espantoso al chocar contra el suelo de losa. El mago se le acercó atónito pero retrocedió precipitadamente al ver que la superficie del cazo se había cubierto de verrugas.
-¡Maldito y repugnante cacharro!-gritó, e intentó lanzarle un hechizo desvanecedor, luego limpiarlo mediante magia y, por último, obligarlo a salir de la casa.
Sin embargo, ninguno de los hechizos funcionó y Lovino no pudo impedir que el cazo saliera dando saltos tras él, ni que lo siguiera hasta su dormitorio, golpeando y cencerreando por la escalera de madera.
No logro dormir debido al ruido que hacia aquel viejo y verrugoso cazo, que permaneció junto a su cama. A la mañana siguiente el cazo se empeño en ir tras un cabreado Lovino hasta la mesa de desayuno. ¡Cataplum, Cataplum, Cataplum! No paraba de brincar con su pie de latón, y el mago ni siquiera había comenzado a comer su plato de pasta cuando volvieron a llamar a la puerta.
En el umbral estaba Antonio, un joven muggle moreno, de cabello castaño y hermosos ojos verdes, con el que su abuelo había comprometido y con quien se casaría la siguiente primavera.
-¿Qué quieres bastardo?
-Se trata de mi toro, lovi-explico-se ha perdido o me lo han robado, y como sin él no puedo llevar mis tomates al mercado, esta noche yo y mi hermano (*) pasaremos hambre.
-¡Pues yo tengo hambre ahora maldición!-bramó Lovino y le cerró la puerta en las narices.
¿Por qué se le habrá ocurrido a ese viejo comprometerme con alguien tan estúpido? Pensaba el mago hasta que ¡Cataplum, Cataplum, Cataplum! fue interrumpido nuevamente, esta vez, por el cazo, que seguía dando saltos con su único pie de latón, pero a los sonidos metálicos se habían añadido mugidos de toro (**) y gemidos humanos de hambre que salían de sus profundidades.
-¡Silencio, silencio!-chillaba el mago, pero ni con todos sus podres mágicos consiguió hacer callar al verrugoso cazo, que se paso todo el día brincando tras el, mugiendo, gimiendo y cencerreando, fuera a donde fuese e hiciera lo que hiciese su dueño.
Esa noche llamaron a la puerta por tercera vez. Era un hombre bajito, de ojos violeta, con cabello corto y rubio, que lloraba como si fuese a partírsele el corazón.
-Mi hijo Peter está gravemente enfermo-declaró-. ¿Podría usted ayudarnos? Su padre dijo que viniera si tenía problemas…
Pero el mago le cerró la puerta en las narices [NA: Jo, que malo eres lovi].
Entonces el cazo torturador se llenó hasta el borde de agua salada, y empezó a derramar lágrimas por la casa mientras saltaba, rebuznaba, gemía y le salían más verrugas.
Aunque en la semana ningún otro vecino fue a pedir ayuda a Lovino, el cazo lo mantuvo informado de las numerosas dolencias de los aldeanos.
Pasados unos días, ya no solo rebuznaba, gemía lloraba, saltaba y le salían más verrugas, sino que también se atragantaba y tenia arcadas, lloraba como un bebé, aullaba como un perro y vomitaba queso enmohecido, leche agrias y una plaga de babosas hambrientas.
Lovino no podía dormir ni comer con el cazo a su lado, pero éste se negaba a separarse, y él no podía hacerlo callar ni obligarlo a estarce quieto.
Llegó un momento en que el mago no pudo soportarlo más,
-¡Traedme todos vuestros problemas, todas vuestras desgracias y todos vuestros males!-gritó, y salió corriendo de la casa en plena noche, con el cazo saltando tras él por el camino que conducía al pueblo-. ¡Venid! ¡Dejad que os cure, os alivie y os consuele! ¡Tengo el cazo de mi padre y solucionare todos vuestros problemas!
Y así, perseguido por el repugnante cazo, recorrió la calle principal de punta a punta, lanzando hechizos en todas direcciones.
En una casa las verrugas de un niño desaparecieron mientras el dormía; el toro, que se había perdido en un lejano brezal, apareció mediante un hechizo convocador y se poso suavemente en su establo; el niño enfermo se empapo de díctamo y despertó curado y con buen olor. Lovino hizo cuanto pudo en cada una de las casas donde alguien padecía alguna dolencia o aflicción; y poco a poco, el cazo, que no se había separado de él en ningún momento, dejó de gemir y tener arcadas y, limpio y reluciente, se quedó quieto por fin.
-Y ahora que, Cazo-preguntó el mago, tembloroso, cuando empezaba a salir el sol.
El cazo escupió la zapatilla que el mago le había metido dentro y dejó que se la pusiese en el pie de latón. Luego se encaminaron a la casa del mago y el cazo ya no hacía ruido al andar.
Pero, a partir de ese día, el mago ayudó a los vecinos como había hecho su padre, por temor a que el cazo se quitara la zapatilla y empezase a saltar otra vez.
Se me olvidaba, despues de las historias pienso hacer ovas con lo que faltó (hasta ahora la huida de Feli y Ludwig y la boda entre Lovi y Toño) ;)
(*)si...hablo de portugal, pero como no se cual es su nombre (y me da flojera averiguarlo) lo dejo como "el hermano de Antonio".
(**)tampoco se si el sonido que hacen los toros se le dice mugido, o si se le dice solo al de las vacas.
Nos leemos en el próximo capitulo Ü
