Finalmente, y después de mucho tiempo, pude lograrlo. Estaba en las escaleras del templo de las sombras. Moria de ganas de contarle a mi maestro todo lo que tuve que pasar para cumplir mi misión y convertirme en el líder.

Abrí las puertas del templo y me arrodillé en señal de respeto.

—Sensei Zed. —dije.

—Kayn. —Zed se levantó del piso y caminó hasta mí. Le mostré el arma.

—He cumplido mi misión. —dije. Zed miró la guadaña con recelo, como si supiera lo que pasaría si la tocara.

—Creí haberte pedido que la trajera en el estado que estaba. No iba a ser tuya. —dijo dándome la espalda.

—Pero maestro…

—Eres muy talentoso, Kayn —dijo haciendo ademán de que me levante—, pero a la vez eres muy ambicioso hasta el punto de desobedecer. —Zed no hablaba como siempre, estaba teniendo cuidado con sus palabras. Desconocía a mi maestro.

—¿Eso…?

— ¡No te he dicho que hables! —gritó. ¿Qué le estaba sucediendo? Suspiró—. Te felicito por completar tu misión, pero aún no estás listo para ser el líder —Mi mundo se derrumbó con esas palabras—. Puedes retirarte. —Duré en silencio unos segundos. La guadaña comenzó a palpitar en mis manos.

—Maestro, necesito su guia. —dije volviéndome a colocar en el suelo. Zed me miró cuestionando.

—No vale la pena. —susurró Rhast. No de nuevo.

—Hay algo de la guadaña que debe sa… —No pude terminar, sentí un golpe seco en mi estomago. Zed se arrodilló en busca de mi auxilio, pero me levanté y me alejé. La guadaña temblaba en mi mano.

— ¿Kayn?

—Está… vivo… —Comencé a llorar.

—Todo por lo que has luchado —susurró Rhast—, todo lo que imaginabas, lo que hiciste para ser el líder y así te lo paga.

— ¡No! —grité, luchando contra él—. ¡Zed lo hace por mi bien! —Sentí que se quemaba mi brazo, de nuevo, comenzó a crecerme aquella piel que no era mía hasta llegar a mi pecho. Ahora no podía respirar bien, necesitaba volver a tener el control.

— ¿Por tí? ¿Crees que le importas, al menos? —Cerré mis ojos, intentando no escuchar, no sentir, ignorar el dolor y encontrar paz interior—. Mató al que consideraba su hermano, su maestro y sus compañeros. ¿De qué valdría un simple niño? —Su voz comenzaba a distorsionarse. ¿De qué estaba hablando Rhast?

—Zed… él me salvó. —Intentaba concentrarme lo más que podía.

—Y te limita. Yo te ofrezco un mayor poder, mucho mayor al de las sombras.

—Kayn, ¿qué está sucediendo? —preguntó Zed. Lo miré.

—¿Crees que le importas? ¡Miralo! —La guadaña tomó control de mi brazo y le arrancó la máscara. Pude volver a verlo, ver ese cabello castaño mal cortado, ver esa piel blanca por la falta de luz, la nariz que fruncía en vez de ser el ceño cuando se enojaba—. Miralo a los ojos, ¿no lo ves? Está consumido por el poder, ni siquiera son reales. —Decía. Lo miré a los ojos, estaban rojos por la magia de las sombras, tanto que no se le notaba la iris. Miré más adentro y pude ver humanidad, la poca que le quedaba dirán algunos, podía ver la preocupación en sus ojos. Eran iguales a mis llegadas al templo con alguna herida de misión. Zed estaba preocupado por mi.

—Te equivocas. —dije.

Cerré mis ojos y me dejé llevar por la sensación de posesión, estirando el brazo contrario con el que sostenía la guadaña. Un disparo escarlata salió de mis dedos envuelto en un aura azul. Destrozando una de las puertas del templo.

Miré a Zed, le sonreí, caí en una eterna oscuridad.


Desperté en mi habitación. La guadaña estaba a un costado de la cama y mi ropa había cambiado. Me miré al espejo, seguía siendo mi hermoso rostro con ese copete azul. Mi brazo comenzó a palpitar y tomé la guadaña desesperado. No podía estar sin ella un momento o mi brazo se quemaba de dolor.

— ¿Qué sucede con esa guadaña exactamente? —dijo Zed sentado en las sombras. Dudé en decirle por la descarga que me dió la guadaña en ese momento.

—Tiene algo dentro, algo vivo que desea poseer mi cuerpo —Zed no dijo nada, esperando a que siguiera, deduci—. Se llama Rhast.

—Rhast —repitió lentamente—. Eso significa que no puedes deshacerte de él y siempre luchas contra él —Asentí sorprendido por su conocimiento—. Es un Darkin. Una de las 5 armas.

— ¿Cómo….?

—Sí —interrumpió—, el arquero que perdió el sentido durante la invasión de Noxus.

— ¿No había ya alguien completamente corrompido?

—Aatrox —La guadaña comenzó a temblar cuando escuchó ese nombre—. Si. —Miré a la silenciosa Guadaña.

—No lo he escuchado.

—No todo en el arte de las sombras es malvado. Lo he sellado. Estará así hasta que se consuma el papel —Giré a ver y efectivamente tenía un papel con un hechizo—. No sabia que conocias esa técnica de dejar pasar la energía a través de ti. Como la piedra en un río, dejando pasar las molestas aguas. —dijo acercandose a mi.

—Disculpe, sensei, por lo de la máscara. —Zed sonrió. Hace mucho tiempo no lo veia sonreir, hace años.

—Tengo más, no importa —Caminó hasta la puerta—. Ve y come algo. —Y se fue.

¿Qué le estaba pasando a mi maestro? Él… no se comporta así. No tan cariñoso.


Por la noche, y como cada una de ellas, no podía dormir.

—...luego tomó el hacha y la destrozó contra la cabeza de Pantheon. —exclamaba Rhast emocionado en mi cabeza. Hubiera deseado tener otro de esos papeles para callarlo.

— ¿Me estas diciendo que Pantheon estaba vivo para esa época? —pregunto aburrido de escuchar la misma historia cientos de veces.

—Y repito, Pantheon es una entidad, no una persona —Sonreí divertido—. Como decía, Pantheon aún así pudo… —Pero dejé de prestarle atención cuando sentí ruidos afuera. Me vestí rápido y tomé la guadaña.

Afuera, seguí una sombra que se adentraba en el bosque. No pude descansar hasta llegar a un lago que brillaba en la oscuridad. De la sombra salió Zed y se dirigió hasta otra figura que estaba sentada en una piedra, ¿esperándolo? ¿Zed reuniéndose con alguien?

— ¿Para qué me trajiste aquí? Sabes que no puedo perder el juego con sentimientos, Zed. —exclamó la figura. Llevaba dos espadas en la espalda.

—Te necesito. —La figura rió.

— ¿A mí? ¿Tú? —Se levantó y tomó una de las espadas hasta ponerla en el cuello de mi maestro. Agarré fuerte la guadaña en caso de tener que ayudar—. ¿Qué te hace pensar que no te mataré aquí mismo? ¿O que te ayudaré?

—Tenemos un pasado, Shen. Si me quisieras matar, lo hubieras hecho. —Pero Shen no bajo la espada. ¿Qué está sucediendo?

— ¿Y piensas que te ayudaré por eso? —Zed lanzó una bolsa. Un sonido metálico resonó. Shen rió—. ¿Dinero?

—No es ningún favor sucio. —Shen bajó la espada y suspiró.

—Estoy perdiendo mi tiempo. Contigo todo es sucio. —dijo yéndose del lugar. Mi maestro apretó los puños, ¿frustrado?

—Encontré un Darkin. —Shen paró en seco, pero no se dió la vuelta.

—Sabes lo que debes hacer. Destruyelo. Esas cosas solo pueden detenerlas personas con una mente poderosa.

—Mi mejor alumno la posee. —Shen se dió la vuelta.

— ¿Posee? —Guardó el arma—. Es decir, ¿puede controlarla?

—No del todo, puede controlar lo mínimo. Está en una lucha con esa cosa. Hoy lo vi desviando la energía del Darkin que lo consumía.

—No te creo. —Zed lo tomó de los hombros, levantando una alerta sobre Shen.

—Le enseñé a meditar como hacia nuestro maestro, puede controlarse tan bien sí lo decide. Pero esa cosa lo va a consumir, es Noxiano. —Shen se rió.

—Tu mejor alumno es Noxiano y puede controlarse a pesar de estar con un Darkin en su mente. Zed, esto es muy rebuscado. Nadie puede controlar un Darkin, tienen miles de años de edad. Además, ¿cómo conseguirías que un Noxiano se vuelva tu alumno?

—Era un niño en la invasión de Noxus. —Shen empujó a mi maestro. ¿Cómo se atreve?

—Estoy perdiendo mi tiempo. ¿Cómo podría ayudarte igualmente?

—Tu espada fue dada para seres espirituales. —Shen miró la espada que no había usado.

—Es un Darkin, no una entidad. Eso no lo destruirá.

— ¿Y ambas? —Shen se quedó en silencio.

—Ya hace parte de su mente.

—Su mente es fuerte.

—No lo suficiente. Aún está en duda, ¿aún es un niño, verdad? —Zed se quedó en silencio—. Lo siento Zed. Ya no tiene caso —dice y empieza a irse. Shen para y se gira—. ¿Por qué te importa tanto? —Hubo un largo silencio. Mi maestro apretó los puños y enderezó la espalda.

—Me preocupa que el Darkin se libere. —dijo y se giró para irse.

—Zed —Shen corrió hasta él, le quitó la máscara y lo besó. Zed correspondió y lo abrazó—, jamás has servido para mentir.

¿Qué acababa de pasar?

—Esto no puede suceder. No otra vez. —susurraba Zed acariciando su mejilla. Shen se separó.

—Lo siento. —Zed se volvió una sombra y desapareció. Shen se quedó un rato mirando la máscara de mi maestro en el suelo. La levantó, la abrazó y se la llevó.

—Dime que eso me lo hiciste ver tú. —pregunté a Rhast.

—No, y estuvo genial. —respondió de vuelta.


Me dirigí de vuelta al templo, entrando a su habitación atravesando las paredes.

— ¡Buenas noches, maestro! —dije anímicamente. Zed, que estaba sentado en la cama pensando, se volvió sombra y me amenazó antes de reconocerme. Bajó las cuchillas y suspiró.

—Kayn, te he dicho que uses la puerta. —Me acosté en su cama, detrás de él.

—Hubieran preguntado.

—Yo te voy a preguntar. —dijo echándome la almohada encima.

—Quiero saber algo. —Se tiró encima.

— ¿Qué pasó ahora, niño curioso? —Hace mucho tiempo que no pasaba algo así, desde que era niño.

— ¿Qué soy para ti? —Zed se levantó. Sentí furia hacia mi mismo por haber preguntado.

—Ya es muy tarde, Kayn. Vete. —respondió frío. Me levanté y me mantuve frente a él, a su altura.

—Has estado actuando muy raro. Exijo saber que te sucede. —dije serio. Zed me miró con rabia a los ojos.

Comencé a sentir la misma sensación de cuando tomé a Rhast entre mis dedos, esa sensación de poder, de oscuridad. Me sentía más fuerte, más capaz. Esto era algo que debía usar. Volví a sentirme merecedor de todo el poder que se me había sido negado.

—No tienes la autoridad ni el derecho de exigir algo así a tu maestro. Ahora, retírate, Kayn. —Apreté la guadaña con fuerza, tembló en respuesta.

—Hagámoslo. —susurró Rhast en mi mente. Zed se preparó para luchar.

— ¿Kayn?

Me deje guiar casi completamente por Rhast. Golpeé la guadaña contra el suelo para aturdir, pero escapó volviéndose una sombra. Salí a través de las paredes hasta la parte trasera donde me esperaba con una nueva máscara.

Entré en él de manera que no podía hacerme daño. Lo ataqué, pero se volvió una sombra en ese momento. Para cuando me di cuenta, Zed ya había llegado hasta mí creando dos sombras adicionales para atacarme. Me volví sombras de nuevo, evitando su ataque. Comenzamos una lucha entre sombras y golpes metálicos durante un rato.

—Kayn, no sabes lo que estás haciendo. —dijo Zed en un momento de dominio. Me zafé de su agarre y lo empujé lejos.

—No puedo confiar en alguien que cambió de la noche a la mañana. No eres mi maestro. —dije corriendo hasta él. Salté, pero se volvió una sombra. ¿Cómo aguantaba tanto?

— ¿A qué te refieres? —quiso saber.

—Has sido amoroso y pasivo como no lo has sido durante años —dije, desapareciendo entre el suelo. Zed miró a todos lados, pero lo tomé por debajo y lo lancé contra árboles—. Además, te vi encontrándote con Shen —Zed se estremeció al escuchar eso—. ¿Tú? ¿Shen? ¿Pidiéndole ayuda? Y… lo que sea que hayas hecho con él.

—Acaba con esto. —susurró Rhast.

—Por Supuesto que lo haré —le susurré de vuelta. Me acerqué a él y levanté la guadaña, decidido a terminar con el que se hacía llamar mi maestro—. Me mentiste. ¡No me diste nada! —Y la arrojé.