La inspiración me llegó hoy en clases, así que tomé mi cuaderno y comencé a escribir. Es algo corto, pero espero les guste.

Ah, como si no lo supiera todo el mundo; los personajes no son de mi propiedad. Solo hago estas historias para mi diversión y la de ustedes.

Un beso :D


Conociéndonos

El verde paisaje avanzaba a alta velocidad a través de la ventanilla. Podía observarse, a grandes rasgos, el follaje de un bello bosque a lo lejos.

El tren comenzó a detenerse, hasta que estuvo completamente estático en la estación. Un par de personas subieron por las puertas y de pronto le vio.

Había un chico. Uno que nunca había visto antes.

Todos los días hacía el mismo recorrido en tren desde su casa hasta el centro de la ciudad para asistir a la universidad. Cada día veía a las mismas personas subir y bajar hasta que llegaba a su parada. Ese chico era nuevo. Ciertamente no recordaba haberlo visto antes de esa mañana.

El chico, rodeado por un halo de misterio, se apoyó contra una de las paredes del vagón, muy cerca de la puerta por la cual había abordado. Lejos de ella, pero no lo suficiente para impedir que, disimuladamente, pudiera detallarle.

Alto, moreno, el cabello oscuro y atrapado en una gorra girada hacia atrás. Sus ojos, poseía los ojos más bellos que hubiera visto jamás. Un verde esmeralda que asemejaba al follaje, que admiraba cada día, en un bello día soleado; brillante, limpio.

De pronto le vio sacar un libro. No pudo leer el título, pero gracias a ese halo que desprendía, pudo intuir que se trataba de algo relacionado con el misterio.

Sin darse cuenta, le observó todo el trayecto que faltaba para llegar al centro de la ciudad. Casi se pasa de largo de su parada. Corrió a la puerta y salió justo a tiempo. Se tomó un momento para respirar, arreglar su ropa y apretar la coleta que sujetaba su cabello.

Un suspiro de alivio salió de sus labios. No podía llegar tarde a sus clases, no tenía tiempo que perder pasándose de estación. Miró a su alrededor y se sorprendió al ver al chico del tren a unos metros de ella. Al parecer se reía de ella. Disimuladamente, pero se reía.

La vio. Se dio cuenta de que había descubierto que se reía de ella y su despiste. Casi entra en pánico. Como pudo, le dedicó una sonrisa sincera y, un tanto avergonzado, se dio media vuelta. Rápidamente se fue hacia la salida, perdiéndose de su vista.

Le vio alejarse, totalmente deslumbrada por su sonrisa, olvidando el hecho de que segundos antes se reía de ella.

La brillante sonrisa del chico estuvo dando vueltas en su cabeza todo el día. Pero decidió olvidarle, ya que seguramente no le vería otra vez.

Al día siguiente el chico volvió a aparecer en el tren; mismo vagón, misma puerta. Se miraron un momento y se dedicaron una sonrisa. El se enfrascó en su lectura y ella volteó hacia la ventanilla y el hermoso paisaje que se veía a través del cristal.

Se bajaron nuevamente en la misma estación y caminaron, separados por unos cuantos metros, hacia la salida. Tomaron el mismo autobús y se bajaron en lugares cercanos, pero ninguno de los dos se percató de ello.

Cada día, por más de una semana, la rutina se repitió. Una mirada, una sonrisa y cada uno de vuelta a lo suyo. Se sentaban lejos uno del otro en el autobús, pero cada vez fueron más conscientes de la cercanía de sus paradas, así como de la presencia del otro.

Un día, el chico se acercó a ella en el tren y se sentó a su lado. Estaba nervioso, pero se esforzó en mantener una voz firme.

—Hola.— Dijo a punto de arrepentirse.

Sorprendida, le vio con una mirada extraña, luego le sonrió y devolvió el saludo.

—Soy Hattori Heiji.

—Toyama Kazuha. —Respondió cortésmente.

Desde ese día su relación se estrechó hasta formar una bonita amistad y porque no, tal vez algo más en un futuro.