Rozan
¿Cuanto ya había pasado desde que despertó? ¿Un mes? ¿Dos meses? La verdad que no estaba seguro. Su cuerpo todavía parecía no responder totalmente, pero al menos tenía mayor movilidad. Observó su mano cubierta por una venda. El entrenamiento era básico, había tenido que regresar a aquellos días en los que aún no controlaba del todo su cosmos. Estaba al nivel de un aprendiz. Odiaba admitirlo, pero…. Hasta Kiki parecía ser más fuerte. Le había costado resignarse, no podía negarlo. Lo único bueno que quizás podía rescatar de todo esto, era que Shunrei parecía mucho más contenta y más dispuesta a cuidarlo. No es como si antes no lo hiciera, pero ahora no parecía tan asustada ante la idea de quizás, en algún futuro, en alguna batalla… él falleciera.
Santuario.
Su hermano estaba desaparecido, como era usual. Había sido el primero en despertar, y el primero en desaparecer. Apenas si lo había visto cuando Apolo los revisó y les dio la noticia de que sus cosmos estaban en un nivel demasiado bajo, incluso había ido Asclepio para revisarlos y reafirmar el diagnóstico.
Shun observó el lugar, ahora se encontraba en uno de los jardines del santuario. Quizás no era tanto de los que gustaba andar a solas, pero en ese momento lo necesitaba. Se sentía en una encrucijada: por un lado odiaba las batallas, odiaba lastimar gente y si podía evitar las peleas lo hacía. Eso le había traído una infinidad de problemas, pero… Suspiró y elevó la mirada para enfocar en la copa de unos árboles que estaban siendo mecidos por una brisa. ¿Cómo podía proteger a sus seres queridos si no tenía el nivel suficiente? ¿Cómo iba a proteger a la diosa si no tenía ni armadura ni poder? Aunque eso no era lo que más lo atormentaba, la otra cosa era que no sabía exactamente qué había pasado. Cuando despertó, había tenido la sensación de que ella había estado allí pero no había ningún indicio.
-Exactamente… ¿Qué pasó? - murmuró mirando al cielo.
Lo último que recordaba era que había peleado, y luego despertar en la enfermería. Le había costado bastante retomar solamente actividades básicas, al inicio incluso había sido una lucha levantarse. Según Shaka era porque casi toda su energía había sido drenada y había estado al borde de la muerte.
Suspiró. En cierta forma todos estaban tratando de salir adelante porque todos estaban en la misma posición solo que… Como Seiya y él habían decidido quedarse en el santuario (Shiryu había regresado a Rozan, y Hyoga había partido a Siberia) sus antiguos maestros los controlaban más que antes. Agradecia que Albiore se preocupara por él, pero… no le gustaba que lo trataran de inútil.
-Suficiente descanso, creo que es momento de regresar al entrenamiento. O al menos a lo que puedo hacer…
Estiro un poco y comenzó a trotar. Era una de las actividades que podía completar sin terminar totalmente agotado. Quizás ya no podía pelear como antes, ni encender al máximo su cosmo pero eso no significaba que no pudiera reafirmar su cuerpo. Encontraría la manera de defenderse sin depender de nadie.
Límites del Santuario.
Se detuvo en un lugar determinado, estaba cerca de la entrada del santuario pero algo lejos de la parte turística. No quería que lo descubrieran antes de tiempo, ni que lo echaran sin poder llegar hasta la diosa. En verdad... No le gustaba nada lo que estaba a punto de hacer, pero era por el bien de su Señora.
-Ah... ¿por qué me toca el trabajo difícil? -suspiro y retomo la marcha.
Cuando llegó al límite, pudo sentir la barrera que rodeaba el lugar. Aún no comprendía porque necesitaba justamente ir él. ¡Su Señora bien podía hacerlo! Sí, seguía negándose un poco a la tarea que le había encomendado, especialmente porque creía que alguien más podría ser útil.
-¿Quien eres y qué quieres? - escuchó de pronto sintiendo una presencia demasiado fuerte justo detrás de él y que en cualquier momento podía cortarle la cabeza.
¿Lo ven? Por eso no quería ir. ¡Él solo venía a traerles un dato y lo trataban de enemigo! Y sus compañeros se reían cuando decía que en verdad estos sujetos eran paranoicos. No sabía bien de quien se trataba, pero seguro era uno de los de rango alto.
-Me llamo Alain, y soy solo un humilde servidor de una vidente.- explicó mientras alzaba las manos a modo de paz- Solo deseo hablar con Athena, si me es posible. Mi Señora me envió...
-¿Y por qué debería dejarte pasar? Puedes estar mintiendo...
Milo miró bien al que consideraba un intruso. No le gustaba el sujeto, ¿venir sin anunciarse y encima querer una audiencia con la señorita Athena?
-Porque el gran tronador, Zeus, Padre de los Dioses le encargó a mi señora que asistiera a su hija, Athena. Es... para restaurar el universo de los caballeros caídos…
Ok. Al menos eso era una información que solo los dioses y sus protectores sabían (había sido algo imposible ocultar la información con lo chismosos que eran los dioses). Pero de todos modos aún no había decidido si dejaría pasar o no al sujeto.
-Insisto: ¿por qué debo dejarte pasar? Nadie nos avisó que vendrías, ni siquiera Hermes ha vuelto al santuario para avisarnos de tu llegada.
Rayos. A su señora se le había olvidado ese detalle. Suspiró algo resignado. Aún no daba la vuelta, no quería crear malos entendidos con el sujeto. Sabía perfectamente por los datos que tenía, que últimamente no estaban de humor.
-Bueno, mi señora pensó que sería mejor mantener el perfil bajo -comenzó a hablar manteniendo la amabilidad- Sé que mis palabras suenan vacías, y entiendo que puedo parecer sospechoso pero… ¿cómo podría alguien como yo ir en contra de ustedes? Ni siquiera sería un contrincante.
Shura, que era el dorado encargado de la guardia y quien lo había divisado, lo observó. Definitivamente su cosmo no era agresivo, ni presentaba sed de sangre. Parecía amistoso y hasta podría decirse que le creía… Solo que no le creía y no confiaba ciegamente.
"Shion, llevaré alguien al Gran Salón. Dice que tiene información acerca de cómo recuperar el cosmos de los bronceados"
No obtuvo respuesta de inmediato, pero pudo sentir como otros de sus compañeros comenzaban a sentirse curiosos y escépticos. Si Apolo había dicho que nada podía hacerse… ¿por qué este sujeto venía y decía que sí había solución?
"Esta bien. Puedes traerlo, después de todo tu guardia ya casi termina" fue la respuesta del Patriarca. Tenía que evaluar las posibilidades y si se les presentaba una… era mejor escucharla. Y si hacía algo estúpido….
-Si intentas algo, lo que sea…. Te cortaré la cabeza con excalibur- lo amenazó dándole a entender que lo llevaría- Iremos hasta el Gran Salón, el Patriarca determinará si eres apto o no de ver a Athena.
-Me parece justo. ¿Ya puedo darme la vuelta? - preguntó aun dando la espalda.
-Solo cállate y sígueme.
En ese mismo momento.
Campamento de los elementos. Sala de las armaduras.
Las armaduras de las guardianas habían regresado a esa sala ni bien sus dueñas habían vuelto de la batalla para salvar a los santos de bronce. Era un lugar sagrado para ellas ya que allí recibían energía de los elementos y podian reconectarse con ellos. Junto a cada una estaban las armas, descansando como si las armaduras mismas fueran las que estuvieran haciendo guardia.
El lugar estaba iluminado por los rayos del sol que se colaban por algunas aberturas, en donde estaba la armadura de María habían diversas enredaderas con pequeñas flores que eran bañadas a su vez por un pequeño arroyo que también bañaba a la armadura perteneciente a Cristain. Justo donde caían los rayos del sol, estaba ubicada la del fuego y a su lado la del viento que recibía las brisas. Las cuatro parecían estar en perfecta armonía con el entorno, como si estuvieran durmiendo tranquilamente.
La tranquilidad y armonía del lugar se vio interrumpida cuando una figura se materializó dentro del lugar. Extendió la mano hacia las armas, pero cuando una ventisca helada lo hizo retroceder al tiempo que comenzaba a escucharse un silbido típico de tormenta (¡¿Cómo era posible?!. ¡No había ninguna tormenta!) Siseó dándose cuenta que estaba siendo descubierto, y al ver que el lugar comenzaba a tornarse mucho más pesado como si se tratase de un volcán, o dentro de una selva húmeda (La temperatura había cambiado totalmente de un momento a otro)
-Malditos espíritus…- gruñó tratando de no dejarse llevar por el cambio y extendió la mano hacia las armas. ¡Las necesitaba y no iba a dejar que cuatro estupidos espíritus se lo impidieran!
Pero no contaba con que un golpe de electricidad lo hiciera retroceder y una luz envolviera las armas haciéndolas desaparecer totalmente. Quedaban solo las armaduras pero no era lo que quería, no las necesitaba. Lanzó un ruido de fastidio y desapareció. Maldecía su suerte: se había arriesgado por nada.
Segundos después de la desaparición de la figura, un grupo de mujeres entró al cuarto.
-¡Rayos, el desgraciado se fue! - gruñó Atalaya claramente fastidiada.
-¿Quien rayos pudo haber llegado hasta aquí sin notarlo? ¡Todas las entradas estaban vigiladas!
-Cristain, es mejor que vayas por María al santuario. Yo me encargaré de rastrear a este sujeto… Sea quien sea, el desgraciado logró entrar y eso no es normal.
-Chicas…- Weiss había sido la que había caminado hasta las armaduras para ver si estaba todo en orden, las otras dos se habían separado para ver si había rastros- Las armas no están.
-¡¿QUÉ?!
-Tampoco los cristales que estaban junto a ellas…-miró a sus compañeras claramente preocupadas- Creo que debemos informar a los Espíritus, aunque ya deben saberlo.
Atalaya golpeó el suelo con el pie claramente fastidiada. ¡Acababan de salir de una cosa y entraban en otra! ¡Sabía que aceptar encargos de Zeus era tentar la suerte!
-Andando, debemos movernos rápido.
-Fin Prologo-
