Como veréis vuelvo al ataque con mis escritos cortitos y drabbles (es mi esencia, para qué lo voy a negar(?)).
Esta vez es otro fic de Hetalia y me ha costado poco escribirlo cosa que me sorprende bastante.
La existencia de este fic se la tenéis que agradecer a Kalrathia, que me abrió los ojos al maravilloso mundo del SpUK. También he de agradecer a Bri Weirdo que me haga de betareader ya que me pilla errores gordos en algunas ocasiones.
Disclaimer: los personajes no me perteneces, si no no serían tan perfectos.
Aviso: uso los nombres humanos de los países.
Isabel: FemEspeña
Arthur: Inglaterra
Lovino: Italia del Sur
Emily: FemAmérica
Cualquier review con crítica constructiva (destructica no, gracias) es bienvenido. Disfrutad ^^
El pequeño café estaba casi vacío, casi.
Dos figuras solitarias, un hombre y una mujer, eran lo único que ocupaban ese lugar. Cada uno estaba en un rincón, en silencio, con su café y sin prestar atención al otro cliente o al único camarero que había, esperando a alguien que nunca aparecería.
La situación de ambos era parecida. A él le había abandonado su novia, a ella su novio. Ambos habían vuelto a su país de origen tras abandonarles y no iban a acudir a la última cita que, sus ahora exparejas, les habían pedido.
Isabel miraba fijamente el café. Estaba cansada, llevaba allí horas esperando pese a saber que Lovino nunca volvería. Su Lovi... La última discusión que habían tenido había sido la gota que colma el vaso y la había abandonado, volviéndose a Italia y dejándola a ella sola en España.
En el otro rincón del café Arthur se quitó la corbata, perdiendo ya toda la esperanza que le quedaba. Emily no iba a aparecer. Su familia era más importante que él para ella y seguramente había cogido ya un avión a Estados Unidos para reunirse con ellos. Suspiró y le hizo una seña al camarero.
– Otro café. Con leche – se tomaría un último café antes de irse aunque preferiría un té, pero allí sólo los tenían de bolsita y esos sabían a papel.
– ¿Algo más?
– No, gracias.
El camarero se fue a por lo que él inglés le había pedido y este comenzó a prestarle más atención a su entorno. Entonces se fijó en Isabel.
Parecía igual de cansada y muy desamparada que él. Seguramente le habían dado plantón, como a él. Observó como ella removía el café lentamente, como se apartaba el pelo de la cara,...
Ella se dio cuenta de que la observaba y le lanzó una mirada interrogante y llena de curiosidad. Arthur bajó la cabeza y miró en otra dirección al ser descubierto. Era guapa, muy guapa. ¿Por qué estaba una chica tan guapa sola?
El camarero le dejó el café sobre la mesa, cortando su hilo de pensamiento, por no decir divagaciones. La chica le miraba con curiosidad, sin disimular lo más mínimo, cosa que puso nervioso a Arthur. ¿Debía decirle algo o no? La expresión de la chica le pedía a gritos que se acercase a hablar con ella... Esos ojos verdes como esmeraldas que reflejaban una tristeza inimaginable, sus labios convertidos en una amarga sonrisilla, sus mejillas sin color...
Se armó de valor y cogiendo su taza de café fue hacia la mesa de ella. No podía perder nada hablando con ella, ¿o sí?
Se sentó en frente de ella y esta le dedicó una sonrisa.
– Me llamo Isabel – le tendió la mano.
– Yo Arthur – le estrechó la mano a la chica.
– ¿Esperas a alguien? – se apartó el pelo de la cara y se lo puso detrás de la oreja izquierda.
– Creo que ya no. ¿Y tú? – se pasó la mano por el pelo, revolviéndoselo un poco.
–Tampoco – Isabel le dedicó una de sus radiantes sonrisas, quizás hasta había sido buena idea ir allí a esperar a Lovino aunque supiese que no iba a ir.
