Saint seiya y sus personajes le pertenecen a Masami Kurumada y TOEI animation. Excepto los OC'S.
Capítulo 0: Introducción.
Una nube negra se formó en el despejado cielo de color rosa, la nube bajó haciéndose un remolino. De ése remolino empezaron a salir relámpagos, haciendo unos terribles daños en las afueras del castillo.
Una joven de tez pálida, cabellos platinados, rizados en la punta hasta la cadera y ojos lilas. Miraba desde el balcón principal, el remolino negro, y su cielo rosa, se había tornado en un rojo sangre. Se escuchaban gritos de terror por parte de los aldeanos.
Se volvió hacía dentro. Caminando con su elegancia natural, se sentó en su trono.
—¡Marutaro! —llamó a unos de los guardias, el cual se presentó inmeaditamente.
—Dígame, mi señora.
—Llama a Kaizen y Leo.
Jardines del Castillo.
—Kaizen… —llamó un joven de estatura alta, piel dorada; ojos miel y cabello cenizo, corto, adornado con una coronilla de hojas en dorado. Vestido con una armadura medieval dorada, con unos detalles en azul eléctrico.
—¿Sí, Leo? —respondió sin apartar la vista de su libro, un joven de igual armadura, pero en vez de detalles en azul, eran en rosa neon.
Kaizen, un muchacho de no tan alta estatura, piel blanca muy pálida, cabellera hasta mitad de la nuca, adornada con unas cuentas doradas, que resaltaban en su pelo violeta pastel, mantenía su mirada grisácea en su lectura, desde ya varias horas.
—¡Chicos! —gritó Marutaro acercándose. Marutaro era el hermano gemelo menor de Kaize, lo único que lo diferenciaba era su color de cabello que en su caso era el marrín chocolate y sus ojos verde esmeralda. También vestía armadura, pero con detalles en amarillo fosforescente— ¿A qué no van a creer que?
—¿Qué? —preguntaron los dos a unísono.
—¡El tornado que estaba soltando relámpagos, ahora está aventando conejos blancos, gordos y peludos! —soltó entusiasta.
—¿Conejos? —Kaizen y Leo intercambiaron miradas, y vieron al remolino, que ahora había cambiado a un gris claro, y efectivamente lanzaba bolas de pelo blancas.
—¡Sí! Conejitos peludos. Los aldeanos están maravillados, todos tienen un conejo. —informó—. A propósito, Snow nos está buscando.
Sala principal del trono.
Los tres jóvenes se presentaron ante su princesa, en una reverencia. La chica se levantó del trono, e indicó a sus guerreros ponerse de pie.
—Si no lo saben —comenzó Snow—, mi hermano mayor, Hilston viene hacia acá, para cuidar el castillo.
—¿Cuidar el castillo? ¿Por qué, princesa? —se apresuró a preguntar Kaizen.
—Pues, porque…
—¡Aquí está por quien lloran! —Y Hilston hizo su "glamurosa" entrada…
Hilston, un chico de larga cabellera platina, lisa, hasta las rodillas. Piel pálida, como su hermana y ojos rosa pastel.
—¡Hilston! ¡Causaste un gran desastre en mis dominios! —ladró furiosa Snow.
—Cálmate, hermanita —dijo en su tono hippie—. Como sea me quedaré aquí y arreglaré el desastre. Además, tus súbditos están felices con sus conejos.
—Lo siento por mi imprudencia, señorita —se disculpó Leo—. Pero… ¿Qué hace el señor Hilston aquí?
—Claro, como le decía… —volvió a empezar— Athena nos ha invitado al Santuario por el fin de semana. Ella quería que desde hace mucho nos reuniéramos, pero claramente que no dejaré que venga ella aquí con sus caballeros, ¡se comerían la ciudad! —dijo refriéndose a que su ciudad era de dulce. —. Así que iremos al mundo humano, dentro de unas horas. Hilston se quedará aquí a cuidar el trono.
Santuario de Athena, Cámara del Patriarca.
Ahí estaba Saori, explicándole sobre la situación a la orden dorada.
—Así que quiero que todos ustedes se porten bien, mis caballeros —decía la reencarnación de la diosa—. No son humanos, pero tampoco extraterrestres, trátelos con amabilidad. ¿Entendierón?
—¡Si, señora! —respondieron todos al unísono.
