Descargo de responsabilidad: Harry Potter y casi todos los personajes son propiedad intelectual de J.K. Rowling.

Traducción al castellano, autorizada por la autora, del original en francés Il fallait bien ça

Autora: labulle

Hacía falta todo eso

Capítulo 1 – Feliz cumpleaños, Harry… o no

Esa noche la fiesta no estaba tan animada como debería haber sido. En efecto, tanto en el mundo mágico como en el muggle, alcanzar la mayoría de edad era siempre una ocasión más fausta que cualquier otro cumpleaños, pero no en este caso. En este caso el pasaje de la infancia a la edad adulta implicaba demasiadas otras cosas, y no precisamente positivas.

Harry permanecía en silencio pero tratando de sonreírles a todos. Respondiendo lo mejor posible a las sonrisas tristes, angustiadas y preocupadas que le dirigían los reunidos. Ni siquiera sus dos mejores amigos, Ron y Hermione, hablaban. Sólo los mellizos festejaban ruidosamente, y Harry les estaba más que agradecido por eso. Sin sus bromas hubiera sido un cumpleaños aun más deprimente.

Había dejado para siempre el hogar de los Dursleys algunas horas antes. No había habido despedidas por la sencilla razón de que no había nadie en casa cuando los miembros de la Orden habían aparecido sorpresivamente para conducirlo a Grimmauld Place, la antigua mansión familiar de Sirius Black, su padrino. Quizá había sido mejor así, sus familiares nunca lo habían querido, los adioses podrían haber sido sumamente incómodos.

El que viniera toda una escuadra a escoltarlo lo había sorprendido, el ataque del que fueron objeto, no. Les habían tendido una emboscada. Había habido un combate muy violento, por fortuna ninguno había salido gravemente herido. Así y todo el clima del festejo era depresivo. La señora Weasley había insistido en la celebración a pesar de las protestas de Harry que lo único que hubiera querido era retirarse cuanto antes a la habitación que había sido de Sirius.

El ataque había confirmado lo que ya todos sospechaban, tenían un traidor en el círculo más cercano que le estaba pasando información al enemigo. Por eso la fiesta era tan triste. Harry ya no estaría nunca seguro, en ninguna parte, dondequiera que estuviere.

–Harry, ¿querés un pedazo de torta? –preguntó tímidamente Ginny.

Ginny tenía un carácter muy fuerte, sin embargo con él siempre se mostraba tímida, Harry se preguntaba por qué sería así. Él siempre la había considerado como una especie de hermana, y la trataba como a una amiga, igual que a Ron y a Hermione. Por eso su timidez se le hacía tan extraña.

–Gracias, Ginny. Pero no tengo hambre. Ya es tarde, creo que es mejor que me vaya a descansar. Tuvimos un día muy duro.

Sonrió resignado, agradeció a la señora Weasley, saludó a todos los miembros de la Orden del Fénix y subió a su habitación seguido por Ron.

–Ron, cambiá esa cara de velatorio. Ya sabíamos que una vez que ya no contara con la protección de mi tía, me iba a transformar en un blanco. Y por suerte no pasó nada grave y acá en los cuarteles de la Orden estoy seguro.

Tratar de levantarle el ánimo a Ron lo hacía sentir también mejor a él mismo.

–Ya sé, Harry, pero es más fuerte que yo. ¡Mierda! ¿cómo podés estar tan tranquilo! ¿Y qué es lo que va a pasar de ahora en más? ¿en la escuela? Dumbledore quiere que vayas a Hogwarts porque es segura, pero acá también es seguro, ¿por qué no…?

–¿Quedarme escondido? ¿Es lo que me aconsejás? ¿Esconderme y que otros pierdan la vida en mi lugar? Gracias, ¡pero eso ya pasó demasiadas veces para mi gusto! Mirá cómo fue a terminar Sirius.

Ron se sintió culpable de dejarse llevar así por los miedos, en tanto que Harry se esforzaba tanto para resistir los suyos. No debería haberle suscitado esas ideas, sabía cuánto se culpaba Harry por la muerte de sus allegados y sobretodo por la muerte de Sirius. Se quedó con la cabeza gacha sin decir nada más, por miedo a empeorar aun más las cosas.

Harry le posó una mano sobre el hombro. –Perdoname, Ron, creo que me dejé llevar. Por mí todos se están poniendo en peligro. Dumbledore me dijo que habrá aurores montando guardia y patrullando en Hogwarts. Y que me van a asignar mis propia guardia personal, ¿podés creer?, ¡como si fuera una superestrella del rock! –diciéndole eso logró hacerlo sonreír.

oOo

–¡Arriba, chicos! ¡Levántense ya!

La irrupción violenta de Hermione en la habitación que compartían Ron y él no los sobresaltó, ya estaban acostumbrados. Todos los años, era el mismo ritual. Hermione estaba siempre súper ansiosa por el nuevo ciclo que comenzaba y no podía soportar verlos tan despreocupados, sin haber preparado nada durante la víspera y al punto de seguir durmiendo cuando faltaban apenas tres horas para que saliera el tren.

Todos los años llegaban muy cerca de la hora y con riesgo de perder el tren. Y en esta ocasión era peor. Hermione había recibido la carta con el nombramiento como Prefecta Mayor, debía por lo tanto dar el ejemplo. Y dos holgazanes medio dormidos como ellos no se lo impedirían.

–¡Vamos! Molly me encargó que les dijera que si en diez minutos no estaban abajo, ella misma iba a venir a levantarlos. ¡Y ya saben que no les conviene!

–¡Piedad Hermione! Y no nos vengas a asustar con mi mamá, te tenemos más miedo a vos que a ella. –masculló Ron.

Hermione lo perforó con la peor de sus miradas indignadas y sin agregar nada más dio media vuelta y se fue maldiciendo por lo bajo.

–Esta mina me mata, Harry. –se quejó Ron– Es tan… sexy cuando está enojada.

Harry lo miró comprensivo y algo exasperado. Si los dos pusieran de su parte ya haría rato que serían felices, pero no, ninguno de los dos quería ceder, persistían en tratarse con hostilidad y como a punto de declararse la guerra.

–Ya sabés lo que yo pienso, Ron, y gran parte de la culpa es tuya. ¡Y movete de una buena vez!

A Ron lo aterrorizaba la idea de confesarle a Hermione cuánto lo atraía; no dijo nada y se apresuró a levantarse.

Harry tenía otras cosas que lo preocupaban. Esperaba que no los atacaran camino a la estación de Kings Cross. Y se puso a pensar en la guardia personal que iba a tener todo el tiempo en la escuela, ¿podría siquiera ir al baño solo?

oOo

–¿Están todos listos? –gritó la señora Weasley.

A Molly, Grimmauld Place no le gustaba, extrañaba su casa, pero por razones de seguridad se veían obligados a vivir allí. Y estaba siempre muy nerviosa, alterada. Como siempre, Harry se echaba la culpa también de eso. Miró a Molly a quien quería como si fuera su mamá y rogó interiormente que nunca le pasara nada malo.

En ese momento se oyó un doble pop, los mellizos aparicionaron. Sobresaltando a su madre… como siempre.

–Ya estamos listos, mamá. –dijo Fred con una sonrisa angelical.

–¿Y estos dos por qué vienen con nosotros? –le susurró Harry a Ron al oído.

–Quieren ir a ver un negocio muggle cerca de Kings Cross que está a la venta. –respondió Ron revoleando los ojos– Dijeron que querían aprovechar el auto… pero bien podrían aparicionar.

Molly no iba a perder la oportunidad de sermonear a los mellizos. –¿Y ustedes dejaron la habitación ordenada?

–Por supuesto, –dijo George– pero…

–…mejor no vayas a ver como está en toda la mañana. –completó Fred.

Molly se aprestaba a darles una filípica pero en ese momento llegó Arthur y los instó a que partieran sin demora o perderían el tren.

oOo

Como la vez anterior, el Ministerio les había asignado un coche para llevarlos a la estación. Y aunque lo habían agrandado mágicamente, eran tantos que igual iban muy apretados. Los acompañaban tres aurores que al parecer se tomaban muy en serio su obligación porque se sentaron estrujando a Harry flanqueándolo durante todo el trayecto. Todo presagiaba que el año escolar iba a ser muy duro.

oOo

Como todos los años, la estación bullía de muggles y de magos, eso en general nunca lo había molestado. Pero a diferencia de otras veces Harry se sentía muy oprimido. Detrás de cada vendedor de revistas, de cada pasajero que caminaba apresurado, de cada mano que se metía en un bolsillo sospechaba un posible ataque para matarlo. Y aunque estaba rodeado de amigos se sentía solo.

–Acordate de mandarme a Pig, mamá. –dijo Ron antes de subir al tren.

–Perdé cuidado, te lo voy a mandar con algún postre. –replicó la señora Weasley despidiéndolo con un movimiento de la mano.

Finalmente estuvieron en el tren, pero como habían llegado sobre la hora, lo más probable era que casi todos los compartimentos ya estuvieran ocupados, les iba a ser difícil encontrar lugar. Y para peor, iban acompañados por los tres guardias.

–Chicos, yo tengo que dejarlos, voy al vagón de adelante. –dijo Hermione y partió por el pasillo.

–¡Ahí hay un compartimento vacío, Harry! –gritó Ron entusiasmado tirándole de la manga.

Uno de los aurores, que tenía aspecto de verdugo, los empujó a un lado para poder entrar primero y verificar que no hubiera ningún peligro. Harry revoleó los ojos, se sentía como en una película de gángsteres, rodeado de guardaespaldas armados hasta los dientes. ¡Recién empezaba y ya estaba harto! Después de todo ya se había enfrentado con Voldemort y con mortífagos en más de una ocasión. ¡Sabía bien cómo arreglarse solo! ¡Seguían tratándolo como a un chico!

–¿Ustedes van a viajar adentro con nosotros? – preguntó Harry ansiando una respuesta negativa.

–Por supuesto, muchacho. –dijo uno de los aurores, se llamaba Tom, parecía bastante afable pero no de muchas luces– Aunque no todos, también hay que cuidar el pasillo.

Les hizo una seña a los otros dos, que salieron y se quedaron de guardia afuera.

–Sus colegas no son muy agradables que digamos. –masculló Ron.

–Ah… ya saben… son jóvenes. Para Davis es la primera misión y se la toma muy en serio y Stanislas… bueh… no es de los divertidos precisamente… pero nadie mejor que él para sentirse seguro. –dijo Tom con una sonrisa y se repantingó en uno de los asientos.

Ron y Harry hubieran preferido estar solos, naturalmente, pero era mejor Tom que Stanislas con su cara de verdugo.

Media hora después Tom roncaba, los chicos se distendieron un poco, no habían hablado mucho, no que tuvieran nada que ocultar pero se sentían incómodos de conversar sobre cosas personales delante de un casi desconocido.

–¡Pero déjenme pasar!

Los gritos de Hermione les llegaron desde afuera. Tom siguió durmiendo como si nada, ¡buen guardia iba a resultar si ya empezaba así!

–¿Cómo puede probarnos que no es un mortífago que tomó polijugos? –demandó Stanislas con voz áspera.

–Bueno, les puedo decir quiénes son ustedes, y para qué están acá y les puedo dar cualquier otro detalle que se les ocurra. –replicó Hermione impaciente.

–De acuerdo, ¿cuál es…?

Harry abrió la puerta exasperado, agarró a Hermione de la manga y la metió adentro. Tom se despertó. –¿Qué pasa?

–Stanislas no quería dejar entrar a Hermione. –dijo Harry tratando de controlar la cólera.

–Ah… ya veo. Entiéndanlo… sólo hace su trabajo. –con eso dio por terminada la cuestión y volvió a tirarse en la butaca y empezó a roncar de nuevo.

–Esto va a ser duro. –bufó Ron, los otros dos asintieron. –¿Y al final quién fue el que acertó?

–Todos… o ninguno según se vea. –respondió Hermione– Hopkins Wayne es el segundo prefecto de Hufflepuff como había predicho Harry, Amelaïe Greengrass es la prefecta de Slytherin como habías dicho vos, Ron. Y como había dicho yo, Draco Malfoy es el prefecto de Slytherin.

Los chicos hicieron una cara cuando escucharon el nombre pero Hermione les recordó con una sonrisa que ella era la Prefecta Mayor y que por lo tanto lo iba a tener como subordinado.

Hubo risas de alivio.

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Caía la tarde, ya estaban llegando.

Harry estaba ansioso de volver a Hogwarts, siempre la había considerado su hogar, pero también estaba muy inquieto por cómo irían a desarrollarse las cosas ese año. ¿Qué les depararía? ¿aventuras? ¿combates? ¿tristezas?

Lo ignoraba, pero había algo que era seguro, los aurores que iba tener pegados todo el tiempo no iban a pasar inadvertidos, sobretodo para algunos; como por el ejemplo para el chico de pelo rubio platinado que en ese momento se acercaba a ellos a grandes pasos.

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Nota: Los primeros capítulos son relativamente cortos, durante la primera semana las actualizaciones serán diarias.