Disclaimer: los personajes están basados en la serie de OUAT de A/E, no son de mi propiedad (a excepción de la perversión que se me ocurre hacer con dichos personajes). Contenido explícito en capítulos posteriores. Estás advertido, dearie.
What happened to my girl?
Sialia A. Muñoz
Capítulo 1
Las llantas resonaron sobre el asfalto de forma violenta al detenerse frente a la entrada del Rabbit Hole. Sin tomarse la molestia de estacionarlo donde era debido, Mr Gold bajó del Cadillac oscuro y cerró la puerta del conductor con un golpe seco, molesto. El cadenero quitó la cadena, y como se hizo costumbre en las últimas semanas, le dejó pasar sin siquiera dirigirle contacto visual o mencionar algo referente al carro que ahora estorbaba en la acera. Ambos hombres sabían que su visita sería rápida, una vez que cumpliera la razón de su visita; además de que cualquier hombre en la ciudad sabía que era estúpido anteponerse al hombre que poseía las llaves de la ciudad. Mr Gold era temido en todo el pueblo, a excepción de una sola persona.
La taberna fue quedando en silencio conforme el hombre avanzó hasta la persona que buscaba. Solo se escuchó la música de la consola, y los murmullos callaron por completo. Lacey ni siquiera se dignó a girar la vista cuando el hombre se colocó a lado de ella.
—Vaya, ¿adivinen quien llegó?
Mr Gold solo le observó sin decir nada.
—¿Qué? ¿Al fin te has quedado sin ideas para sermonearme?
La joven le miró, desesperada por el silencio del hombre, y se llevó la bebida alcohólica a los labios con ojos desafiantes. De un solo trago, bebió todo, colocando la copa vacía sobre la barra con un sonoro golpe. Lacey levantó una ceja, recalcando el desdén de su presencia.
—Aunque si no vas a decir nada, podrías pagar mi cuenta y esperarme en casa. Estas ahuyentando a mis amigos.
Aquello acabó por completo con la paciencia del hombre. Mr Gold tomó del brazo a la joven, obligándola a levantarse de su asiento, y la arrastró fuera del pub.
—Espero hayas disfrutado el trago, porque será el último que pruebes en un buen tiempo. Hasta aquí has llegado.
Mr Gold abrió la puerta del copiloto y la obligó a meterse dentro del Cadillac. Lacey se revolvió en el asiento, intentando abrir la puerta, pero esta ya estaba con seguro. El hombre tomó su lugar en el conductor y arrancó el carro. En cuestión de minutos, el Cadillac había desaparecido de la vista del cadenero y el Rabbit Hole regresó a su bullicio habitual, como si nada hubiera acontecido en el lugar.
Al otro lado de la ciudad, Mr Gold y Lacey permanecieron todo el camino en silencio. Lacey se permitió vagar la vista por la ventana, regresando de vez en vez, a la persona que la llevaba a casa. Tragó un poco de saliva al percibir al aurea tan hostil que emanaba el hombre, nunca lo había visto tan molesto. Aunque bien, el resentimiento era mutuo, debía ser sincera.
El Cadillac se estacionó a la entrada de una ostentosa casa blanca, en los suburbios de la ciudad. Gotas de agua empezaron a caer sobre el vidrio del auto, y las copas de los arboles bailaron con la brisa que anunciaba la inminente lluvia. No obstante, el silencio continuó dentro del auto.
—¿Y bien? ¿Qué esperas para darme mi regaño? ¿o prefieres qué pase la lluvia para hacerlo?
Mr Gold apagó por completo el carro y quitó las manos del volante. Se recargó en su asiento y tomó aire.
—Oh no, no seré yo quien hable esta noche. Serás tú.
Lacey se reacomodó en su asiento, incómoda.
—¿Y de qué quieres que te hable? ¿del clima?
—Tengo un tema más interesante al respecto. Estoy más intrigado sobre tu constante ausencia y rebeldía sin motivo aparente.
—¿Qué tan difícil es aceptar que he crecido y tengo otros intereses?
—Me cuesta creerlo, porque todavía antes de tu cumpleaños, estuviste apegada a tus "viejos intereses".
—¡Esas eran las ideas de mi antiguo yo que se pasaba pegada a los libros! Te tengo noticias, !la vida real es muy distinta!
—¿Y cómo es que te diste cuenta de un día para otro?
Lacey soltó un suspiro de exasperación.
—Ya habíamos hablado de esto. No tengo porque repetirte la historia al respecto. Más, si de todas formas la vas a ignorar como lo hiciste antes.
—Tu "historia" carecía de argumento si no mal recuerdo. Solo te has estado encaprichado sin motivo alguno. Quieres conocer el mundo, vivir nuevas experiencias, viajar e irte a estudiar a otra ciudad ¿Cómo planeas hacerlo cuando tus calificaciones del último semestre bajan tan drásticamente y en su lugar, te pasas las noches bebiendo alcohol? ¿Crees que eso me da la confianza suficiente para dejarte vivir por cuenta propia, Belle?
Lacey sujetó con fuerza la manija de la puerta.
—No me llames así.
—Ese es tu nombre. El primero para ser exactos.
Lacey dio un golpe a la puerta, desesperada por bajar del carro.
—Tú no me lo diste.
—Como tampoco te asigné tu segundo nombre, solo conservas mi apellido. Gracias por el recordatorio.
—Si lo recuerdas tan vívidamente, ¿por qué te tengo que recordar constantemente que no me gusta que me llames así?
—Lo seguiré usando mientras te siga recogiendo del Rabbit Hole, ¿te parece justo?
Lacey volvió a insistir con la puerta del carro, esta vez de manera más efusiva.
—Ese fue el nombre que me dio mi padre. Tú no tienes derecho a usarlo.
—¡Soy tu padre y autoridad, hasta donde la ley concierne, Belle!
—¡Tú no eres mi padre!
El grito de la joven resonó dentro del auto por varios segundos. Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos azules de la joven, mientas ahogaba los sollozos que buscaban tan desesperadamente por salir. Mr Gold se vio en shock un momento, sin saber qué más decir. Liberó el seguro de la puerta y permitió que la joven bajara del vehículo. Lacey bajó corriendo y se dirigió a la casa sin voltear atrás.
La joven subió directo a su habitación, cerró la puerta tras de sí y se tiró en la cama. Cada día que pasaba la tensión que crecía entre ambos era peor. Primero habían sido unos pequeños roces, desacuerdos, pero nunca habían llegado al extremo de gritarse como hoy. Ambos sabían que aquella tensión debía terminar, pero Lacey no podía aguantarlo más. Se sentía frustrada, y por lo tanto, trataba de estar en lo menos posible en casa, y el alcohol era estupendo para ayudarle a olvidar sus problemas. Estaba convencida de que era mejor, no solo para ella sino para ambos. Pero lo que más le dolía, era que Mr Gold nunca podría entender su dolor. Después de todo, apenas ella podía entenderlo. Sus emociones eran un caos.
Lacey se giró sobre su cama y abrazó un viejo peluche que tenía con ella desde que tenía memoria. Era un regalo de sus padres biológicos. Recargó su rostro en el peluche y dejó que secara sus lágrimas. Ella misma sabía que actuaba extraño y exageradamente sensible. Años atrás, ni siquiera cuando había llegado a la casa de Mr Gold se había mostrado tan recelosa y sentimental con los recuerdos de su familia biológica. Habían convivido pacíficamente hasta hace poco, que jamás se imaginó envuelta en esta clase de montaña rusa emocional. Ella sabía perfectamente que Mr Gold no era su padre, sin embargo no había tenido problema de aceptarlo como una autoridad parental. Hasta el incidente de su cumpleaños pasado.
El solo recordar aquello le causó fatiga y migraña. No era un recuerdo digno de revivirse en ese momento, puesto que solo aumentaría la confusión en su cabeza. Había sido solo un estúpido error, uno que jamás se le ocurrió desencadenaría todos sus problemas y del que no había vuelta atrás.
Sin saber qué hacer con su confusión, cerró los ojos y dejó que el sonido rítmico de las gotas de lluvia al caer sobre su ventana, le arrullara.
Mañana sería otro nuevo día.
Mientras tanto, fuera de la casa, Mr. Gold permaneció en silencio dentro del auto, con la mirada perdida en el volante. ¿Qué acababa de hacer? Su primera intención de resolver el conflicto solo había desencadenado algo peor. Había tocado el talón de Aquiles de la joven, y en lugar de ayudarla había desatado su odio hacia él. Se llevó la mano al rostro, escondiendo las lágrimas de frustración. Solo deseaba ayudar a la joven, pero sin importar lo que hiciera, todos sus intentos terminaban en fracaso. Se encontraba desesperado y confundido. Hasta hace unos meses la joven jamás le ocasionó problemas desde que llegara a su vida, cuatro años atrás. Era una joven obediente, madura para su edad, de carácter más introvertido que amaba pasar las tardes leyendo algún libro en casa.
Pero sus vidas giraron drásticamente después del cumpleaños de la joven. Su intuición le indicó inmediatamente que algo andaba mal, pero al parecer la joven se rehusaba a confiar sus problemas en algo más que no fuera alcohol. La joven era una mente ágil, tenía un futuro prometedor y no deseaba que se perdiera. Todo había parecido brillante hasta ese momento. El hombre sollozó en silencio dentro del carro.
—Mi dulce Belle… ¿qué te ha pasado?
Comentarios:
Lacey bird: Les dije que funcionaría… Si no puede terminar una historia ¡Que inicie otra!
Lexy bird: Eres cruel…
Lady bird: Por cierto, ¿por cuánto tiempo la vamos a tener así?
Lacey bird: ¿A quién le importa? ¡Somos libres! ¡libres! Mientras no se muera de hambre…
Sialia A. Muñoz: ¡Auxilio! He sido secuestrada por mis propias musas. Si alguien lee estas palabras, estoy en una habitación, en el primer piso, no sé cuántos días llevo aquí…
Lacey bird: ¡Calla y escribe! ¡Aún tienes que terminar Hechizo de tres noches!
Sialia A. Muñoz: ¡Ayuda!
