Hacía un hermoso día en el distrito 5. El sol brillaba en su punto más alto y soplaba una suave brisa que refrescaba el ambiente. De haber sido un día normal, ella se habría pasado el día sentada en el pequeño jardín de su casa leyendo alguno de los libros de su padre, o charlando con sus amigas hasta bien entrada la noche. Pero no era un día normal, de modo que se calzó sus zapatos de vestir, se alisó su vestido azul y comprobó su reflejo antes de salir. Aquello era una bobada. No sólo el hecho de tener que arreglarse (que tampoco llevaba muy bien) sino los Juegos en general. No eran más que una forma cruel de recordar a la población algo que sucedió cuando muchos de ellos ni siquiera habían nacido y sólo servía para disminuir la población del país. Un escalofrío le recorrió por todo el cuerpo; pensar que aquel año morirían otros veintitrés... Pero no era el momento de pensar en eso, tenía que irse ya. Dio una vuelta frente al espejo, se volvió a cepillar su melena pelirroja y se permitió un guiño a su reflejo antes de salir.

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Una vuelta por encima, luego por debajo... Thresh frunció el ceño a su reflejo en el espejo. Era la quinta vez que intentaba hacerse el nudo de la corbata y la quinta vez que fracasaba. ¿Era todo aquello necesario? ¿No sólo pretendían hacerles ver cómo uno de ellos era prácticamente sentenciado a muerte, también tenían que obligarles a llevar prendas como aquella? Negó varias veces con la cabeza y acabó tirando la corbata a la cama. La gente del distrito tendría que conformarse con verle sólo con pantalones y chaqueta de vestir y camisa, nada de adornos. Se metió la camisa dentro de los pantalones, se colocó bien la chaqueta y cruzó una mirada con el espejo. No estaba del todo mal, no excesivamente arreglado pero tampoco muy informal. Su abuela se alegraría de verle tan elegante. Ese pensamiento le proporcionó la sonrisa que necesitaba. Se permitió un guiño a su reflejo y salió de su cuarto bajando las escaleras hacia la calle de dos en dos.

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"Hace calor" pensó volviéndose a recolocar el vestido. Apenas llevaba unos minutos esperando pero la multitud a su alrededor había ido creciendo y, por suerte o por desgracia, el sol no dejaba de brillar. "¿Por qué no me habré recogido el pelo?" miró con algo de envidia a las otras chicas que sí habían decidio llevar un moño o una coleta alta. "No me habría costado tanto, simplemente es una cinta". Pero algo la decía que había hecho bien en llevar el pelo suelto. Era de las pocas pelirrojas de su distrito de modo que llamaba la atención sin quererlo. "¿Y qué?" susurró una voz en su cabeza, "Ese tipo de atención sólo es buena para..." El sonido de un micrófono encendiéndose interrumpió el hilo de sus pensamientos. El alcalde de su distrito se acercó al estrado y comenzó con el largo y aburrido discurso de todos los años. La pelirroja se cruzó de brazos y miró al escenario con aire aburrido. ¿Cuánto faltaba para que eso acabara? No podían acelerar la Cosecha de algún modo? Tenía hambre y no creía que fuese capaz de soportar sus zapatos de vestir durante mucho más tiempo. Y por si eso fuera poco... El sonido de su nombre resonando por toda la plaza volvió su atención al escenario. En él, un hombre con las ropas del Capitolio sujetaba un papelito en la mano y tenía la vista perdida entre la multitud de chicas buscando a alguien. A ella. ¿Ella? ¿De verdad había sido su nombre el que había oído? Las cámaras del Capitolio fueron acercándose hasta acabar enfocándola en todas las pantallas de la plaza. De modo que sí que era ella. Se alisó el vestido y caminó con la cabeza alta hasta el escenario. Por el rabillo del ojo echó un vistazo a una de las pantallas y se vió destacando entre la multitud con su melena pelirroja. Bien, así la gente no la olvidaría con facilidad. También se alegró de ver que no daba la impresión de estar asustada (como realmente estaba), sino que parecía astuta, como si ya estuviese pensando alguna estrategia para los Juegos. "Que lo piensen" se dijo colocándose al lado del alcalde, "Si eso me ayuda a volver a casa, que lo piensen".

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Rue. Thresh se quedó mirando al escenario sin saber qué hacer. Rue, había salido Rue. Rue, la niñita que les avisaba a todos del fin de jornada cuando estaban trabajando. Rue, que tantas veces se había cruzado con él al ir al mercado a intentar comprar algo para sus hermanos. Rue, la pequeña Rue. Apretó los puños al verla subir al escenario. Era injusto que una niñita como Rue fuese a los Juegos y la culpa la tenía el Capitolio. Ellos eran los que habían organizado todo aquello, ellos eran los que acababan de condenar a Rue. Y ellos tendrían que pagarlo tarde o temprano. "Qué sueñas" dijo una voz amarga en su cabeza, "Ellos siempre ganan. Además, aunque pudieras, ¿cómo se lo harías pagar?" Para eso no tenía contestación. Se limitó a ver a Rue situarse al lado del alcalde, tan pequeña que daba la sensación de que en cualquier momento podía echar a volar lejos de allí. "Vuela", pensó Thresh, "vuela lejos de aquí, pajarito". El sonido de su nombre resonando por toda la plaza interrumpió sus pensamientos. "No" pensó apretando los dientes, "Cualquiera menos yo". Pero era él. Las cámaras no tardaron en enfocarle pero notó que se alejaban unos metros al ver la ira en sus ojos. Comenzó a andar hacia el escenario con paso firme. Tenía que controlarse. Tenía que calmarse o acabaría gritando y destrozándolo todo con los puños. Él. De todas las personas que había en la plaza tenía que ser precisamente él el elegido para ir a una muerte segura. Y tenía que ser Rue su compañera de distrito. "El Capitolio pagará por esto" se dijo colocándose al lado de la niñita para recibir el aplauso del público, "De un modo u otro". Pero cuando se giró a estrechar la mano de su compañera (ahora rival) toda su ira controlada dio paso a la duda. "Es tan pequeña..." ¿Cuántos años tendría? ¿Doce? ¿Trece? La verdad, poco importaba. El contador de la vida de la niñita había empezado su cuenta atrás y quizás fuese él el que acabara poniéndolo a cero. "Vuela, pajarito" pensó estrechando la mano de Rue con ternura, "vuela lejos de mí".