Título: Algo nuevo.
Fandom: Twilight/The Host.
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, la trama sí.
Claim:Ian/Alice.
Rated: K+
Advertencias: Al raiting me remito.
Summary: Había visto una nueva vida en los ojos de Alice, una que le permitiría escapar del aburrimiento; supo que le quedaban muchas cosas por descubrir.
Notas: Para el reto Palabras para el recuerdo, del Foro LOL. (Palabra clave: Escape).
Algo nuevo.
Amaba a Wanda, no tenía duda alguna de eso (aún cuando pareciera que ella lo había dejado en el olvido con el tiempo, que ahora la novedad era ese tal Burns con el que se entendía al ser ambos almas), pero estaba comenzando a desear algo de acción en su vida. Le faltaba emoción a las salidas desde que Wanda y Burns los acompañaban, era demasiado fácil, carente de adrenalina.
Ian odiaba lo fácil. Siempre estaba pensando en formas de que su vida no fuera la misma al despertar cada mañana, generalmente lo conseguía. Desafortunadamente, escondido en esas cuevas ya no había nada que cambiar puesto que ya lo había intentado todo.
Alice pudo verlo con total claridad. Él corría por el desierto, sin rumbo fijo, sus cabellos oscuros moviéndose con el movimiento a pesar de estar mojados por el sudor causado por el esfuerzo. Era alto, casi tanto (o quizás tanto) como lo era Jasper; tenía los ojos profundamente azules y sin rastro de ese halo de luz característico de las almas que dominaban el mundo. Era humano, claramente un rebelde. Desafiaría un poco las reglas de no salir mucho de casa, ni muy lejos,
Era de noche cuando Ian llegó a una cueva y, aún cuando estaba solo y el frío le calaba en los huesos, se sintió feliz de ser libre. Una de las cosas que más le gustaban era escapar. Sonrió radiante y recargó su cabeza contra una roca. Quizás luego extrañaría a todos, a Wanda, a Melanie, incluso al idiota de Jared, quizás luego se arrepentiría. Pero no le importaba nada de eso ahora.
—Hola —murmuró una voz aguda, pero dulce. Él saltó en su puesto. Pudo distinguir una pequeña figura caminando hacia él—. Tranquilo, Ian, no te haré daño.
—¿Sunny? —preguntó, aún sabiendo que no era ella. La chica rió.
—Mi nombre es Alice —contestó—. No soy un alma y sé que tú tampoco lo eres.
—¿Cómo? —cuestionó, sin tener idea de quién era ella y por qué lo conocía.
—Puedo ver el futuro, ¿sabes? Y te vi correr por este desierto, escapando —acercó el rostro, tan cerca que Ian pudo distinguir su nariz y el brillo tierno de sus ojos, a pesar de la oscuridad—. Decidí ayudarte y llevarte con mi familia.
Ian dudó, no sabiendo si confiar en la chica, pero finalmente asintió. Había visto una nueva vida en los ojos de Alice, una que le permitiría escapar del aburrimiento; supo que le quedaban muchas cosas por descubrir junto a ella y su familia antes de sentir la necesidad de volver donde aquellos con los que había compartido ya cuatro años de su vida.
Alice sonrió y lo tomó de la mano. Afuera de la cueva, un Porsche amarillo se destacaba entre la sabana.
