Antes de nada voy a escribir lo que siempre se pone al comienzo en los fics de otras series:
- El Mentalista no me pertenece.
- He intentado no hacer eso de OoC o como se llame (XD), aunque puede que algo esté fuera de lugar.
- La historia es fruto de mi imaginación y completamente inventada.
Cap. 1: Rescate Sangriento.
Todos los agentes rodearon la casa de la agente Lisbon, la cual se encontraba secuestrada en su propio apartamento. Rigsby y Cho se acercaron a la puerta dispuestos a entrar. Van Pelt les guardaba la espalda con el arma en la mano. Jane estaba tras un arbol, a una cierta distancia para su seguridad, desde donde observaba ansioso y preocupado al mismo tiempo. Por primera vez en mucho tiempo tenía ganas de estar al frente con Rigsby, Cho y Van Pelt; pero no lo hizo, pues sabía que sería un estorbo y de ninguna utilidad frente a tal situación. Aún no se creía cómo no había notado aquello antes de llegar hasta este punto.
* Cuatro días antes *
- Día tranquilo, eh -dijo Lisbon entrando en la oficina con un vaso de café en la mano.
- Eso parece -comentó Rigsby desde su mesa, sentado cómodamente en su silla con las manos en el estómago.
- Sí, tal vez demasiado -aportó Cho, el cual estaba apoyado en su mesa con las manos entrelazadas, pensativo, como siempre.
- Es mejor así, ¿no? -preguntó inocente Van Pelt- eso significa que hacemos bien nuestro trabajo.
- O que los malos están actuando y nosotros aún no sabemos nada -sentenció Jane entrando por la puerta.
- Buenos días a ti también -contestó la chica con sarcasmo.
- Llegas tarde -le reprochó Lisbon.
- Había tráfico -se excusó Jane mientras se sentaba en su sofá.
- Y un cuerno -se quejó Lisbon-. Antes te he visto desayunando en la cafetería de aquí al lado sentado tranquilamente en la terraza.
Jane la miró con una pequeña sonrisa y luego miró al resto del equipo, los cuales esperaban una respuesta convincente por su parte. Sin embargo, Jane se estiró en el sofá y puso las manos tras la cabeza.
- Cierto, así es. La próxima vez recuérdame que no me ponga en la terraza para no ser visto, ¿me harás el favor, Lisbon?
Lisbon suspiró fulminandolo con la mirada; pero antes del contraataque le llegó un e-mail de un correo electrónico que, por mucho que lo rastrearan, no llegarían a ninguna parte. En él decía:
Algo va a comenzar,
algo inexplicable va a pasar.
Todo por tu culpa será
pues tu ignorancia
te ha llevado a
perder tu dignidad.
No intentes escapar
pues no lo conseguirás.
Si a tus amigos quieres salvar
al pasaje del muelle debes llegar
antes de que el reloj fatal
marque la hora final.
Aquella maldita poesía fue la causante de todo. Lisbon quiso averiguar de qué trataba aquella inquietante nota e ignoró por completo las ordenes de Hightower de olvidarse de aquello. Asintió en todo lo que le dijo, pero luego se fue directa hacia el muelle sin decir palabra alguna. Jane sabía lo que iba a hacer, sabía lo que se proponía hacer, y aún así no la paró, no la detubo cuando tuvo la oportunidad y ahora se encontraba en aquella situación, la cual cosa le remordía la conciencia.
Lisbon llegó al muelle 17. Se encontró con un hombre cerca del borde del muro de hormigón, donde seguidamente se encontraba el océano pacífico a unos tres metros de altura. Lisbon se detubo a pocos metros de él, el cual iba tapado y completamente de negro; tan sólo se le veían los ojos, unos ojos claros de color azul preciosos.
- Ya estoy aquí. ¿Qué quieres?
- A ti, Teresa.
- ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Quién eres?
Sin embargo el hombre no volvió a abrir la boca. Lisbon se llevó la mano al cinturón y acto seguido lo vió todo negro. Otro hombre le había un buen golpe en la nuca. Cayó al suelo, inmóvil, inconsciente.
Jane se lamentaba de no haver ido con ella, de no haverle hecho una de sus jugarretas para colarse en su coche. De todas formas, fue gracias a él que Hightower aceptó enviarle a él junto con Cho, Rigsby y Van Pelt para buscar a su jefa. Pero cuando llegaron una hora más tarde, lo único que encontraron fue su placa y una nota.
Sería tontería decir que tenemos a vuestra jefa
puesto que es obvia la respuesta.
Tenéis tres días para encontrarla,
ya que si llega el cuarto día
encontraréis su cadáver en la entradilla.
Patrick, Wayne, Kimball y Grace
son los únicos que
en su búsqueda deben participar
si queréis su vida salvar.
No hagáis trampa ni truco,
pues no nos gusta el juego sucio.
Nunca antes se habían esforzado tanto en su trabajo. Tenían, debían y querían encontrar a su compañera, a su jefa, a su amiga...
Tan solo les quedaban unas pocas horas para que se cumpliera el plazo de los tres días y ninguno había logrado sacar nada claro. Pero Jane tuvo un momento de iluminación en el que se le ocurrió una gran pregunta seguida de una corazonada:
- Si tuvierais que esconder algo muy importante, ¿dónde lo esconderíais?
Los tres agentes se miraron.
- En un lugar muy seguro, evidentemente -dijo Van Pelt.
- Donde nadie sospechara -añadió Rigsby.
- En un lugar donde supiera que nunca iban a buscar -añadió por último Cho.
Entonces se dibujó una sonrisa en la cara de Jane. Los tres agentes se miraron y acto seguido reaccionaron. Van Pelt marcó rápido el número de la casa de Lisbon. Siempre le saltaba el contestador o a partir de cierta hora lo cogía ella, pero esta vez alguien colgó, lo que dió soporte a la teoría de Jane.
- ¡La tienen en su propia casa!
Jane sabía que habían llegado hasta ella gracias a él, pero seguía culpándose por no haberla detenido antes de que fuera al muelle. Pero no tuvo más tiempo para pensar y recordar los días pasados, pues la acción estaba a punto de comenzar.
Cho dió una patada a la puerta y la abrió del tirón. El primero en entrar fue Rigsby y después Van Pelt. Entraron con el arma en la mano y se aseguraron de que no había nadie en la planta de abajo. Pero al acercarse a la mesa vieron a Lisbon en el suelo, estirada de cara a la pared, atada con sus propias esposas a una gran lámpara que había cerca de un sillón. Van Pelt se acercó rápidamente mientras que Cho y Rigsby subian arriba para comprovar si había alguien más, cosa que no resultó ser así. Jane entró después. Van Pelt se agachó al lado de Lisbon y la puso boca arriba. Estaba inconsciente y llena de heridas, sangre y magulladuras por todo el cuerpo.
- Diós Santo, Lisbon -dijo horrorizada al ver tanta sangre.
Cogió unos alicates y cortó las esposas, ya que no encontró la llave por ningún lado. Jane se acercó lentamente, con miedo pero intrigado a la vez. Pero cuando vió el estado de Lisbon se puso blanco. Se quedó clavado en el suelo, mirando a su compañera inconsciente en el suelo. Entonces bajaron Cho y Rigsby, los cuales fueron a buscar a los de la ambulancia que esperaban fuera inmediatamente. Van Pelt le tomó el pulso. Por suerte aún seguía con vida, aunque no por mucho tiempo si seguía allí. Pero no pudo decir u hacer nada porque en ese instante llegaron los médicos con la camilla. Los tres se pusieron al lado de Lisbon, la cual no tenia buena cara. Los tres agentes más Jane estaban allí detrás, mirando, impotentes delante de tal situación.
- Tiene el pulso muy débil -dijo la chica- a este paso no aguantará.
- Pues tiene que hacerlo -dijo uno de los médicos cogiendo a Lisbon por los hombros-. A la de tres la subimos a la camilla -el otro médico la cogió por la cintura y la chica por los pies-. Una, dos, ¡y tres!
Una vez en la camilla la elevaron y se la llevaron rápidamente hacia la ambulancia, bombeando oxígeno y con la botella de suero en la mano. Los tres agentes aún estaban dentro de la casa, observando aquel panorama sangriento y rojizo que hacía enfermar a cualquiera. Van Pelt no pudo evitar abrazarse un poco a Rigsby. Cho, después de recuperarse de tal escena, fue a fuera para informar de lo sucedido. Sin embargo, la cabeza de Jane iba a toda máquina. La primera persona que se le ocurrió para realizar tal sangrienta azaña fue John el Rojo, pero no era su estilo, así que lo descartó. Entonces su mente quedó en blanco. No podía pensar con claridad después de ver aquello. Estaba clavado en el sitio, inmóbil, sin apenas parpadear. Pero justo cuando Van Pelt iba a acercarse a él se giró de repente y echó a correr hacia la ambulancia, la cual estaba a punto de salir. Entró como un rayo y cerró la puerta.
- Voy con ustedes.
Los médicos se miraron un poco sorprendidos, aunque tampoco se atrevieron a decirle nada puesto que con la cara ya pagaba. Pusieron rumbo al hospital a toda velocidad. Seguidamente, Rigsby y Van Pelt les siguieron en un coche mientras que Cho se quedaba para peinar la zona. Lisbon aguantaba, pero cada vez estaba peor. Apenas tenia pulso. Pero cuando estaban a punto de llegar al hospital su corazón dejó de latir.
- ¡Parada cardíaca!
- ¡¿Qué? -gritó Jane.
La chica se puso encima de Lisbon y empezó a hacerle el RCP, la respiración cardio pulmonar. Cada un periodo determinado uno de los médicos le bombeaba oxígeno mientras que el otro médico le ponia suero. Jane estaba de los nervios, pero sabia que si se ponia a gritar lo único que haria seria molestar a los médicos. Así pues, se quedó quieto en su sitio, con las manos en la cabeza y ésta agachada, rezando a todos los dioses del Olimpo para que no ocurriera tal tragedia. Por fin llegaron al hospital. Bajaron todos rápidamente mientras que la chica seguía haciendole el RCP. Entraron por la puerta de urgencias a toda prisa. Jane les siguió. Varios médicos también les siguieron para intentar ayudarles.
- Al box 2, ¡rápido, rápido!
- Señor, usted no puede entrar -dijo uno de los médicos parando a Jane en la entrada de los boxes.
Jane se detubo, aunque no quitó los ojos del cristal. Entonces llegaron Rigsby y Van Pelt. El médico entró y dejó a Jane fuera, el cual no pudo aguantar más las ganas de desahogarse. Dió un par de golpes contra la pared y luego se sentó en el suelo, cogiéndose fuerte la cabeza.
- Jane, tranquilízate -le dijo Rigsby en voz baja.
- ¿Que me tranquilize?-dijo levantándose- ¿Tu has visto el estado en que se encuentra Lisbon?¡¿Lo has visto? -le gritó señalándole la puerta.
Rigsby se quedó callado, con la mirada baja, mirando de reojo la puerta. Jane respiraba fuerte. Estaba cabreado y dolido a la vez. Entonces Van Pelt se acercó a la puerta y miró por el cristal. Vió cómo intentaban reanimarla con el electroshock, pero no respondía. Entonces Van Pelt vió cómo el médico que estaba al lado de Lisbon se ponía la mano en la cabeza y también cómo dejaban la máquina a un lado. Van Pelt no pudo evitar llevarse la mano a la boca.
- Oh, Diós mío -dijo empezando a llorar.
Se giró hacia sus compañeros y se apoyó en Rigsby, el cual miró a Jane con la boca abierta. Abrazó a Van Pelt con alguna lágrima en los ojos, aunque ninguna le llegó a caer por el rostro. Jane se acercó al cristal, atónito, incrédulo ante tal situación. Entre tanto jaleo la única cosa que oía era el ruido de la máquina, ese pitido constante e insufrible que indicaba lo peor. Vió cómo apagaban la máquina y recogían el electroshock. Se dió la vuelta y dos lágrimas cayeron de sus ojos. Entonces la puerta se abrió y un médico salió con una libreta en mano. Se detubo ante ellos y tomó aire.
- Sé que no es fácil, pero debo...
- ¡Doctor! -gritó una voz desde dentro.
El doctor calló y les miró a todos antes de entrar nuevamente en el box, seguido de Jane. Rigsby y Van Pelt se miraron y le siguieron. La doctora que le habia llamado le entregó una hoja.
- Es increíble, pero -encendió de nuevo la máquina- su corazón vuelve a latir.
La cara de los tres se iluminó por completo. Una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en la cara de Jane mientras que, a causa de la euforia, Van Pelt le dió un beso en los labios a Rigsby.
