Renuncia: Todo es propiedad de Hirohiko Araki.

Personajes: Kakyoin; Dio; Jotaro.

Notas: Estaba revisando la escena donde Dio conoce a Kakyoin. El viaje a Egipto duró 50 días, Kakyoin tuvo el brote de carne en su cerebro 25 días. Esto tiene algo de Kakyoin/Dio y un leve Jotakak. Por supuesto, carece de total sentido.


Corpses will bloom

(Sé que no es fácil, pero no estás solo)


i.

A veces en las noches se encuentra con las dulces garras, grandes y asquerosas (heladas y carcomidas por ciento dos años de soledad y resignación) que le acarician desde el cuello hasta los sonrosados labios. Son aquellos puros (tan puros, Dio, que han comenzado a secarse esperándote) que aprietan contra las gélidas manos de la muerte. Hay entonces a su alrededor rosas sin espinas que se envuelven contra él y el suelo repleto de cadáveres es el mejor lienzo que Kakyoin alguna vez ha concebido.

–Es que, Kakyoin-kun, eres un campo de flores

(déjame despedazarte pétalo a pétalo entonces)

«Seamos amigos, Noriaki»

ii.

Dio se ha coronado en su vida como una pesadilla, piensa entonces, y hay una muerte infinita que le cubre la piel. Mientras unos colmillos perfectamente afilados le despedazan los pulmones y sus ojos ansiosos degustan sus órganos chocando con aquellas garras (tan perfectas, y es que aquel hombre lo era todo para él

era su muerte de cuento de hadas).

iii.

Y entre sus jardines marchitos está la muerte revestida en oro acariciándole las hundidas mejillas, con ternura, y entre el sufrimiento es arrullado hasta que todo es cálido y está bien, Dio está conmigo. Mientras las pinzas le infectan con aquel veneno inmortal Kakyoin piensa ¡monstruo! Está lleno de versos improvisados hacia su dulce final.

Sonríe contra su pecho.

–Oh, Kakyoin-kun, cuán débil eres.

La pesadilla bella que le acosaba cada noche, la pesadilla bella atornillaba sus huesos y destrozaba sus vísceras. Su rostro era un retrato desquebrajado que ha caído de un segundo piso, sus piel era cuan papel ante su captor. La tortura es ese cuadro irrepetible, hermoso, donde se ha devorado a su amor.

iv.

–Mírate–sonríe en gozo–: ahora me has sorprendido.

(déjame comerte y arrancarte el esqueleto ¿sí, Kakyoin? Déjame, déjame usarte)

Hay entonces una risita cantarina y quebrada. La felicidad morbosa que Dio le entregaba le quemaba el interior del pecho y el cerebro infectado amenazaba con estallarle –como aquellos espectáculos que tanto le encantaban, quería morir–

v.

Kakyoin comprende entonces que ya está muerto, pues estaba condenado a aquel veneno que destrozaba su cordura (y el verdadero yo gritaba desde adentro, sin embargo tengo un amigo, tengo un amigo ¿qué tan desastroso puede ser entonces asesinar por él?

vi.

De repente, Star Platinum le ahorca hasta la inconciencia.

–¿Quién..e-eres?

–Si hay que reconstruirte de nuevo, lo haremos.

vii.

Kakyoin Noriaki no está solo.