Parte De Mi Alma
Todos los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi.
Capítulo I
El sol que se asomaba a través de las lejanas colinas de oriente iluminaba el hermoso valle por donde los recolectores de la perla de las cuatro almas caminaban. Hasta hacia unos momentos habían tenido un encuentro muy cercano con un demonio de varias cabezas que les había costado mucho trabajo el eliminar.
Y a fin de cuentas no había ningún fragmento, no entiendo qué demonios te pasa Kagome, nos has venido guiando desde hace tres días con el mismo cuento de que cada demonio que vemos tiene uno- La joven sacerdotisa con ropas extrañas para la época permaneció en silencio.
InuYasha tenía razón. Había estado sintiendo la presencia de los fragmentos de Shikon pero cuando llegaban al lugar no había nada. Estaba comenzando a preguntarse si sus poderes espirituales se estaban debilitando.
No deberías tratar así a la señorita Kagome, InuYasha. Sabemos que está usted haciendo su mejor esfuerzo y se lo agradecemos mucho- El monje Miroku de una u otra forma había estado consolando a Kagome cada vez que algo así ocurría.
Por su culpa estamos perdiendo el tiempo- Susurró el hanyo molesto. Kagome seguía sin pronunciar una palabra.
Sango por su parte se hallaba distante. Su reciente encuentro con su hermano menor Kohaku la había dejado en una especia de trance, Naraku lo estaba volviendo más un muerto viviente sin sentimientos con cada día que pasaba.
Aunque habían pasado algunos días el recuerdo de la imagen de su hermano no se borraba de su mente, en compañía de Kagura y Kanna, el parecía uno más de las extensiones de Naraku.
Flash Back
¡Abajo!- El sonido del grito proveniente de Kagome alertó a toda clase de vida existente en la zona boscosa donde se encontraban.
InuYasha ¿cuándo crecerás?- El pequeño Shippo movía la cabeza repetidamente hacia los lados mostrándose molesto por el comportamiento del medio demonio. La cara y cuerpo de InuYasha se hallaban estrellados contra la tierra, pero aun así se podía notar su creciente enojo.
Maldita seas Kagome- Gruño entre dientes. Ambos jóvenes habían estado peleando con respecto a la comida proveniente de la época contemporánea de Japón que por cierto había sido preparada por la chica.
Si dejas de cuestionar la forma de cocinar de la señorita InuYasha, no te volverá a pasar eso- Dijo Miroku mientras disfrutaba de un poco de sushi moderno.
Es su culpa por obligarme a comer esto- El medio demonio tardó más en decir aquello que en lo que la sacerdotisa volvía a repetir el conjuro.
La brisa sopló de manera poco común alertando a todos los presentes. Sango cogió su hiraikotsu y se puso a la defensiva antes que los demás. InuYasha olfateó en varias direcciones sin éxito.
Hay una presencia cerca- Dijo Miroku con una voz muy seria. El viento volvió a soplar de forma alarmante. Antes de que pudiesen evitarlo, una ola de cuchillas se aproximó hasta ellos rasgando parte de sus ropas. InuYasha protegió a Kagome ocultándole bajo su túnica de ratas de fuego.
Están más despistados que de costumbre, muy mal chicos- Comentó una voz muy familiar.
Kagura- Gruñó InuYasha mientras desenvainaba a Tessaiga.
Un grito llamó la atención de todos. Kanna había aparecido junto a Kagome que yacía inconsciente en el suelo. Había algo diferente en la pequeña niña demoniaca, su espejo estaba roto y sus ojos parecían lagunas sin fondo, más de lo normal.
¡Kagome!- Gritó InuYasha mientras corría hacia ella atacando a la niña sin alma.
Miroku, Sango, Shippo y Kirara volvieron sus rostros preocupados.
Ustedes dos, monje y exterminadora, pelean conmigo- De un momento a otro fueron atacados por varias cuchillas. Miroku, con clara intención de abrir su agujero negro, se vio interrumpido por los insectos venenosos de Naraku que comenzaron a volar alrededor de Kagura protegiéndola.
Sango ignoró la presencia de los insectos y lanzó su boomerang gigante. InuYasha por su parte lanzaba ataques al aire pues Kanna era bastante difícil de detectar, Kagome seguía inconsciente.
Los ataques sin efecto de cada uno de los bandos continuaron hasta después de varios minutos.
Un sonido bastante parecido a un objeto atravesando la piel humana llamó la atención del resto, Kohaku había aparecido con su arma característica. Pero al notar que en la punta de esta había sangre, volvieron sus rostros hacia Sango quien yacía tirada en el piso.
Miroku corrió en su auxilio mientras InuYasha se abalanzaba sobre Kohaku para quitarle el arma sin éxito pues el chico se había vuelto mucho más rápido.
¡Kohaku ven aquí maldito engendro!- InuYasha lo perseguía por entre los árboles, Sango alzó la mirada encontrándose de nuevo con el desagradable espectáculo. No pudo evitar soltar algunas lágrimas. Su hermano la había intentado asesinar de nuevo.
De un momento a otro Kanna apareció a lado derecho de Kagura, después de que ambas se dirigieran una mirada de complicidad desaparecieron.
Kohaku a su vez lo hizo también dejando a un enfurecido InuYasha gritándole maldiciones.
Maldita sea, Sango ¿estás bien?- Miroku ayudó a Sango a levantarse mientras esta asentía. InuYasha regresó donde Kagome. Pasó sus dedos por entre su cabello azabache, suspiró resignado a la vez que se acercaba a su pecho para rectificar si estaba con vida.
Llevémosla a la aldea- La tomó en brazos y a paso lento todos regresaron con la anciana Kaede.
Fin Flash Back
Desde ese día Kagome había perdido parcialmente su capacidad para detectar los fragmentos. Aún se preguntaban si Kanna había hecho algo con ella. Siguieron caminando durante unas horas más hasta que Shippo se quejó de tener hambre, poco después los ruidosos estómagos de todos confirmaron el hecho.
¿Podemos comer ya?- Preguntó impaciente el pequeño. Kagome asintió mientras comenzaba a sacar las cosas de su gran mochila amarilla.
Si seguimos a este paso jamás encontraremos a Naraku- Gruño InuYasha mientras daba grandes mordidas a su comida.
Y si tú sigues hablando tendremos que continuar la búsqueda sin ti- Aquellas fueron las primeras palabras que decía Sango en todo el día.
Kagome se había apartado del grupo para comer sola. La sombra del árbol donde se hallaba recargada cubría las lágrimas que resbalaban por sus mejillas.
Eres un tonto InuYasha, un tonto- Susurraba con la voz entrecortada.
Su mirada se dirigió al lago que había frente al árbol. Por un instante observó su reflejo detenidamente ¿cómo había podido enamorarse así del chico que la trataba de esa forma? Estaba segura de que jamás lo entendería, aunque no lo quisiera, aquello era un hecho irreversible.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por un sobresalto causado al sentir la presencia de alguien a su lado. Volvió su rostro topándose con un par de orbes dorados.
Si vienes a reclamarme de mi falta de capacidad para detectar fragmentos ya has hecho mucho con…- Pero fue interrumpida por el mismo medio demonio en cuanto este tomó su rostro con ambas manos y acercó sus labios a sus mejillas limpiando las lágrimas que ahí habían.
No vengo a reclamarte nada tonta- Pasó su brazo alrededor de los hombros de la chica y la acercó con cuidado hasta su pecho para poder apretarla contra él en un abrazo.
Kagome dejó reposar su cabeza sobre el pecho del hanyo, no tenía idea de cuánto tiempo tardaría en dejar escapar las lágrimas nuevamente.
Yo lo siento, de acuerdo- La joven no pudo evitar sorprenderse de lo que acababa de decir el hanyo, jamás lo había escuchado disculparse por nada ¿cómo era posible que ahora lo hiciera?- Siento el haberte gritado como lo hice.
InuYasha, tienes razón, hasta ahora he sido una inútil en cuanto a los fragmentos- Sintió como las garras del medio demonio la apretaban más contra aquel pecho que tantas veces había tenido la dicha de curar.
No eres una inútil Kagome y lo repetiré cuantas veces sea necesario para que lo creas- El tono de voz usado por el hanyo mezclaba ternura y preocupación. Pronto, la sacerdotisa comenzó a sentirse mareada- Además no es tu culpa, no quise hablarte como lo hice, perdóname.
Kagome asintió levemente con la cabeza, los mareos aumentaban cada vez más.
Y yo también quisiera decirte… bueno yo no he sabido como pero- El medio demonio dirigió su mirada hacia la chica cuyos ojos estaban a punto de cerrarse- Kagome ¿estás bien? ¿Qué tienes?
InuYasha, me duele- La respiración de la joven cada vez se volvía más pesada. Lo único que sus ojos casi cerrados podían contemplar era la silueta del rostro preocupado del medio demonio, pronto sintió un abismo bajo ella. Todo se volvió negro.
¿Kagome? ¡Kagome!- InuYasha agitó el cuerpo inerte de la miko, sin respuesta. Miroku se aproximó preocupado.
¡¿Qué sucede?- Dijo observando la escena.
¡Kagome no reacciona!- Gruño el hanyo sin quitarle la mirada de encima a su compañera.
