Grados de perfección.

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Resumen: Kagome siempre buscaba lo perfecto de cada cosa: No toleraba errores, y mucho menos tropezones. —Ella era perfecta a su manera… —Perfecta en todo sentido. ¿Qué pasará cuando el desaliñado, orgulloso, arrogante y seductor InuYasha Taisho entre a su vida?, ¡Dios!, Un Cataclismo sin duda.

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Introducción.

Perfección en todo sentido… ¿Acaso es mucho pedir?

Los gráficos se extendían por toda la pantalla multicolor, mientras que ella con una vara pequeña señalaba los puntos que debía explicar. Utilizaba ademanes, y sus labios se movían con cautela, midiendo y pulimentando sus palabras, interactuando con movimientos sutiles y nada exagerados. – Hasta el más tonto en economía, comprendería lo que ella empezaba a fundamentar, tanto así que los hombres que componían la ronda, ya habían captado casi todo de su fundamento.

—Las empresas orientales no estarían debiendo un favor, después de esto— Culminó, ofreciendo una sonrisa muy victoriosa en sus labios.

—Nos has asombrado, de nuevo, señorita Higurashi. — Homenajeó el hombre más imponente de todos, inclinándose sobre la mesa y entrelazando sus dedos. Sus ojos azules brillaron con entusiasmo, mientras que entre sus labios se formaba una sonrisa muy convenida. —No sé cómo lo hace, pero termina convenciéndonos…

Todos asintieron de manera frenética, observando los gráficos de la pantalla.

—Lo sé, señor Oheda— Kagome mostró sus dientes, en una sonrisa demasiado radiante. —Pero cómo eh dicho, esto es algo que debe realizarse con suma rapidez, la moda no perdona.

—Y eso lo sabemos— Rió el jefe, enarcando una ceja. —Entonces, el trabajo es suyo… No nos decepcione señorita Higurashi.

—Obviamente, de eso no hay que preocuparse— Caminó hasta la mesa y dejó algunos volantes sobre ella, mientras sujetaba el maletín que estaba reposando a un costado. –Nos veremos en otra ocasión señores- La mayoría agachó su cabeza, en un ademán de despedida, mientras que el jefe sonrió. —Hasta luego. — Y se retiró, con pasos victoriosos y el pecho inflado de orgullo.


—No puedo creerlo— Chilló su amiga, moviendo bruscamente su copa medio vacía y haciendo que el contenido de vino, se balanceara por los bordes. —Eres toda una tigresa, Kagome… ¡Los tienes comiendo de tu palma!

Kagome rodó los ojos, bebiendo despreocupadamente el licor dulzón que contenía su copa. –Tampoco es para exagerar, Sango, solo me dieron el trabajo y ya.- Concluyó, degustando el sabor delicioso que se fundía en su paladar. —Así debía de ser, ¿No?

—El mejor trabajo— Rió ella, señalándola con la copa en la mano. Kagome suspiró, si Sango seguía haciendo eso, pronto su vino quedaría chorreado por todo su atuendo. — Ahora te tomarás unas merecidas vacaciones ¿No?, después de todo lo que te preparaste… Lo mereces.

—No lo sé, Sango— Hizo un mohín, entornando sus ojos en la espesura de su trago. —Quiero empezar con mi trabajo de una buena vez, es una gran responsabilidad.

—Aguafiestas.

El camarero se acercó, dejando unos tentempiés en la mesa, junto con algunos cubiertos y servilletas. Sango le dedicó una sonrisa muy traviesa al hombre, mientras elevaba su copa fuertemente, como si quisiera hacer un brindis. Obviamente el líquido se desperdició en la falda clara de Sango, quien metió un gritito ahogado. Kagome solo suspiró con más cansancio, observando el teatro que su amiga hacía con el camarero y aún la copa que no contenía nada en la mano.

Derrepente si necesitaba unas muy merecidas vacaciones, algunas semanas en el trópico con su ropa de baño que nunca llegó a estrenar y la bebida de coco que necesitaba probar. Sí, sonaba tentador, pero las responsabilidades eran primero.

Sango rió al ver la emoción del mesero, cuando trataba de limpiarle las piernas embarradas de vino. Realmente era muy divertido observar como un hombre hacía de todo por complace a una mujer. Dejó la copa en la mesa, y le ofreció disculpas al hombre, aclarándole el hecho que ella misma se las podía limpiar. El hombre pareció desilusionado con esa respuesta, pero igual con un 'Lo siento' de por medio, se fue, dejando las servilletas para que ella se limpie.

—Eres un caso perdido— Aseguró Kagome, observando con cansancio a su amiga.

—Al menos sé divertirme, señorita yo soy lo mejor. — Sango rodó los ojos.-Y hablaba en serio de acuerdo a las vacaciones.

—Sango eso es…— Su charla se detuvo, al tiempo que el sonido melódico de su celular llegaba a sus oídos. Se disculpó con su amiga, y sacó el fastidioso aparato de su cartera. Apretó el botón verde y lo llevó a su oreja. —Kagome Higurashi, diga.

Hola, bebé— Una voz atolondrada se escuchó a través del aparato.

—Mamá— Se quejó, apretando los dientes de manera molesta. —Ahora qué pasa.

Oh, lo siento mi niña preciosa, ¿Estás ocupada para tu madre?

—No, no… Tranquila— Suspiró imperceptiblemente, acomodándose sobre la silla. Sango la observó reticentemente, mientras se llevaba un bocadillo a la boca.

Mi amor, no sabes quién se casa.

—Mamá, sabes que me importa un comino si tu vecina se casa con su amante— Renegó Kagome, pasándose una mano por todo el rostro. –Solo deja de chismosear ¿Sí?, ¿Qué dirá la gente si se entera?

No, no… Pandorga sí se casará con su amante, pero la cosa no va por ahí. —La voz de su madre sonó demasiado emocionada. —Se casa nuestro bebé, ¿Puedes creerlo?

— ¿Sota se va a casar? — Los ojos de Kagome asemejaron a un plato, mientras que Sango casi se atoraba con el bocadillo. — ¿Sota se va a casar? — Repitió luego, erguiéndose sobre la silla y sujetando su copa de trago instantáneamente. De un sorbo bebió el contenido, mientras trataba de calmar a su acelerado corazón. —Dime que no será con ella, por favor.

Entonces no te lo digo. — Su madre carraspeó. —Sí, amor, se casará con Kikyo esta semana.

— ¿Se va a casar? —Sango chilló. —Oh, no Kagome. Tendrás una serpiente como cuñada.

—Dios, no— Jadeó, volviéndose a recostar en la silla, asimilando todo. — ¿Cómo evitar esa boda?

Kagome, por dios— Reprochó. —Ellos son felices así que dejémoslo ahí

—No iré — aclaró después, recuperando la compostura.

Claro que vendrás, bebita. Sota está haciendo las reservaciones en la casa de tu padre, en el monte Fuji. Tú eres dama de honor, querida… Así que imposible no faltar.

— ¿Dama de honor? — Escupió incrédula Kagome.

— ¿Dama de honor? — Repitió su amiga, casi mofándose.

Sí, dama de honor. Kikyo ha sido tan buena en otorgarte ese puesto, ella quiere verte y también Sota.

—No puedo, dile que me moriré entrando la semana o que…-

Kagome, vendrás. Ya está todo decidido. — El tono de la voz de su madre fue seria, muy seria. –Los boletos están a tu nombre, ya sabes… Solo durará una semana, no creo que tu jefe tenga inconvenientes. —Rió— Todo por acá está avanzando, así que yo de ti me voy apurando… Los ensayos empezarán mañana por la mañana…

Alejó el teléfono de su oído, colocándolo sobre su pecho. Apretó sus ojos de manera cansada, y sus labios se fruncieron. Sango la observó en silencio, masticando lentamente el bocadillo que recién había ingerido.

—Serán bonitas vacaciones ¿Eh? — murmuró, luego de acabar con su bocadillo. —La casa de tu padre es lo bastante amplia como para soportar un ejército de elefantes… Tu cuñadita planea algo grande ¿No?

—No iré— Vociferó Kagome, entreabriendo sus ojos. —Tengo cosas que hacer por acá, y no dejaré mi trabajo para ir a complementar el nuevo capricho de mi hermano. ¡Definitivamente no lo haré!

Sango rió, elevando un poco sus cejas.

—Entonces díselo a tu mamá— Y señaló el móvil, con aparente diversión en el rostro.

—Duh…


'Ramen, Ramen, Ramen'

Con el dedo en su mentón, observó las miles de sopas instantáneas de diferentes colores, sabores y texturas que se cernían por el aparador del supermercado. No sabía cuál tomar, así que estaba en el debate de escoger la que tenía pedazos de pollo, pero luego se dio cuenta que había de carne, y después una que decía que tenía sabor a pizza. ¡Dios!, ¿Por qué a pizza?, se supone que son fideos instantáneos con condimentos y punto. Tronó sus dedos, y eligió una de cada sabor, llenando el carrito de puras sopas instantáneas. Bueno, nada se perdía con probar ¿No?

Empezó a silbar una melodía cualquiera, apoyándose sobre el tuvo que permitía guiar el carro, observando sin interés las demás cosas que estaban por ahí. Todo iba bien, hasta que un ladrido demasiado sonoro hizo que ladeara su rostro, aún con ese aire despreocupado, hasta el can enorme que lo seguía como si estuviera permitido. – InuYasha le sonrió, pasando una mano por su cabeza, palmeándolo.

—Señor— Una voz demasiado tímida hizo que girara rápidamente. Sus ojos se toparon con una mujer muy bonita, de mirada grisácea y facciones delicadas. Le sonrió ladinamente, deteniendo el carrito. —U-usted n-no…

—Hola— Le interrumpió, observándola con ojos de galán. La chica tenía un traje que equivalía al uniforme de ese supermercado, y aunque solo consistía en un delantal rojo con letras japonesas en una esquina, tenía que admitir que le quedaba bien. — ¿Pasó algo?

La mujer se sonrojó, bajando rápidamente la mirada.

—Su perro…— Señaló con su cabeza al gran animal, haciendo una mueca muy nerviosa. —No se permiten animales.

—Ou— InuYasha miró al perro por dos segundos, y luego volvió su mirada a la mujer. Su sonrisa se enanchó al ver cómo se ponía la mujer con su presencia; al menos podía hacer algo. Se irguió, mostrando su porte alto, y su pecho amplio. — ¿En serio?, bueno… Es que él me sigue… No tengo la culpa— Encogió sus hombros, demostrando lo poco que le importaba el tema. —Pero, podríamos arreglar eso… — Le sonrió con demasiada sensualidad, mostrando sus dientes blancos y perfectos.

— ¿En serio? — La mujer levantó sus ojitos pequeños, empezando a animarse por la proposición que llevaba algo más. —Yo…

—Kasune— La voz gruesa y temeraria de alguien, resonó muy cerca de ellos.

InuYasha giró su rostro, encontrándose con una mujer rechoncha. Tenía un traje diferente a la muchacha, parecía que ella era la gerente. Sonrió con sorna, colocando una mano en el bolsillo de su jean. Bueno, la presencia de esa mujer significaba problemas.

—Señor, le ruego que saque a su animal del lugar en estos momentos. ¿Entiende? — Rugió la mujer, pasándole una mirada demasiado agria.

—Pero…— La chica intentó protestar, arrugando entre sus manos la tela de su delantal. Sus mejillas estaban sonrojadas y su mirada esquiva a la de su dueña. InuYasha rodó los ojos, empezando a caminar con serenidad hasta su carrito. 'Qué mal', se dijo, apoyándose de nuevo en el carrito.

— ¿Pero que usted no me escuchó? —La mujer obesa avanzó con paso decidido hasta él, interponiéndose en su camino. —No quiero ver ese animal en mi tienda. O se va, o deja al animal afuera.

—Me pregunto…— InuYasha levantó la mirada, con los párpados caídos y con esa actitud grosera que lo caracterizaba. —Me preguntó quién será más animal. ¿Usted, o el perro?

Golpe bajo.

La mujer hirvió de pura cólera, tanto que su rostro se puso rojo de pura frustración. Con un movimiento rápido, tomó el radio que estaba escondido entre su cinturón que rodaba su nula cintura. Apretó el botón y acercó el móvil a su boca.

—En el pasillo ocho hay una escoria, ¿Podrían venir a limpiarla? — Le sonrió con sorna a InuYasha, moviendo su rostro en muecas vulgares.

—Bueno amigo— Murmuró InuYasha, viendo a su perro fiel. El can estaba sentado en el piso, jadeando con la lengua afuera, observando divertido a su dueño y luego a la mujer cascarrabias que ahora se mofaba de InuYasha. —Tendrás que irte, o si no habrá problemas.

—Es imposible que ese animal le entienda— La mujer rió, devolviendo el pedazo de ladrillo a su cinturón. —Además ya viene seguridad. ¡Ya le advertí…

El can se levantó, luciendo su color blanco impecable. Su larga cola, esponjada se movió alborotadamente. Sus orejas caídas, eran de un color crema; un poco más oscuro que el pelaje de su cuerpo. Luego tenía esos ojos azules, muy intensos con un centro verdoso.

—Es bonito— Opinó la chica kasune, mostrando una sonrisa demasiado infantil.

—Cállate— La calló la mujer, observando al perro con desdén.

—Nos vemos en el estacionamiento, colmillo— Resopló InuYasha, pasando una mano por la cabeza de su amigo. El perro ladró a modo de afirmación, mientras con paso rápido desaparecía por la esquina de un estante gigante. El dueño negó, pasando una mano por su rostro, y luego lo ladeó hasta la señora con cara de ogro en concurso de caras más feas. — ¿Contenta?

—Uy, sí… Mira tú, el niño bonito tiene entrenado a su perrito— Se mofó la mujer, sujetándose el estómago con cada sacudida que daba su cuerpo. Luego se enderechó rápidamente, poniendo mala cara al instante. —Pero seguridad ya viene, así que tendrá que irse usted también.

—Está bien— InuYasha le sonrió, pasando una mirada por la chica. Le guiñó un ojo, y la muchacha volvió a sonrojarse, esquivando como mojigata su mirada. — ¿Podría esperarse que pague esto?, tengo prisa. —Dijo como si nada, empujando el carro.

— ¿No me entendió?

—Sí, sí— Detuvo el carrito, y rebuscó algo entre sus bolsillos. Sacó una galleta en forma de hueso, y se volteó algo apresurado. Tomó la mano regordeta de la señora, y dejo en su palma el pedazo de comida de Can. La señora observó incrédula el pedazo de comida, mientras que InuYasha volvía a su carrito. —Bueno, espero que con eso ya no ladre.

Kasune rió entre dientes mientras la regordeta mujer renegaba abiertamente, ladrando improperios vulgares hacia el niño bonito. InuYasha volvió a silbar, dirigiéndose victorioso e inclinado sobre el cochecito relleno de sopas instantáneas, con destino a la caja registradora. La señora bajó la mirada, observando su reloj muñequera, preguntándose a qué hora vendrían los refuerzos.

Los refuerzos no llegaron porque el can se había ocupado de ellos, haciendo un desastre demasiado atroz en el pasillo contiguo.


InuYasha puso las bolsas del supermercado en la parte de atrás del coche, regándolas como si no hubiera nada importante dentro de ellas. Cerró la compuerta, y rodeó el carro para entrar por la puerta del piloto. Se sentó, recibiendo un lengüetazo por parte del can, que se sentaba en el asiento contiguo. Rió apenas, al recibir tal caricia.

—Eres un pillín, Colmillo— Logró sostener el rostro del perro entre sus manos, refregándolo levemente. El perro gimió, e InuYasha siguió con su torturadora caricia. —Mira que me hicieron pagar todo lo que rompiste ¡Eh!

Dejó al perro, lanzando un suspiro.

— ¿Sabes?, esa chica del supermercado era muy bonita. —Pensativo, dejó descansar su espalda en el asiento. — ¿Tú crees que debo regresar y pedirle su teléfono?

El perro gruñó.

— ¿No te gustó? — Le preguntó cansado. —Temía eso.

Colmillo meneó la cabeza, y con una pata rascó el brazo de su amo. InuYasha giró el rostro, observando al perro con demasiado interés. El perro se volvió y empezó a revolver algo en el asiento trasero.

— ¿Qué haces Colmillo? — InuYasha se giró, viendo como su can le alcanzaba unos sobres de diferentes colores con su boca. — ¿Qué tienen las cuentas? — Preguntó confundido, tomando los sobres. El perro gimió, acercando su hocico a los sobres, empujándolas un poco más. Su dueño observó un rato las cuentas, y empezó a rebuscar cada una, hasta que se topó con un sobre crema. — ¿Qué…

Dejó caer los demás sobres, abriendo el que tenía en mano. Sacó el papel de color, fijándose en su contenido. Su quijada se descolocó un poco, mientras observaba incrédulo el papel.

— ¿Sota se casa? — Rugió, tornando su humor al de un huracán. — ¿Con Kikyo? — Levantó la mirada hasta su can, mostrándole el papel que contenía letras impresas de pura elegancia. —No puedo creerlo. ¡Se casan! — Dijo irónico. — ¿Ella se va a casar?

El perro ladeó la cabeza, emitiendo un sonidito bajo.

—Esto es tan…— Observó de nuevo la carta, pero esta vez preció quedar demasiado asombrado. —Es una invitación… Sota quiere que sea el padrino. —Rugió, arrojando la carta por ahí. —No puedo y tampoco quiero. — El perro ladró, y él negó de nuevo. —Que se joda Sota, no iré.

Continuará…


Lo primero: Mi anterior Historia, ha sido borrada. No es por siempre, pero la subí con errores y ahora la modificaré como pueda. Más adelante volveré a colocarla, así que... No hay homicidio.

Esta es una nueva historia que temí publicarla, pero bueno, como dicen: El que no arriesga, no gana -O como sea. Como verán no es tan orginal pero trataré de ponerle puntos diferentes y eso sí : NO prometo nada, osea... Si desaparece en un par de semanas. No, no .. Sepan comprenderme pero soy un poco inestable —Estúpida— con las historias. Pero haré lo posible para no sacarla, pondré a Coraje a vigilarme todos los días así que, trataré no desanimarme.

Ahora sí, me voy y ya saben.

Review. -¿Qué tal?

—Eso, Eso—

Crayola Multicolor- Pff, Coraje de Metiche.