Una nueva bomba biológica acaba con la paz en el planeta, desatando una nueva guerra que decidiría el futuro de la civilización. Luego que Simon fuese consumido por el poder de la corona, Marceline decide tomar un camino diferente en el que se enfrentará a diversos peligros productos de los fuertes cambios que recibió el planeta. Algo grande estaba a punto de suceder, mientras la raza humana se condenaba a un trágico final. Lo que trajo consigo el comienzo de grandes héroes y nuevas leyendas.


El Origen.

Capítulo 1: La Visión.

El sol resplandecía en pleno apogeo con una cálida sensación en el aire, el cielo pintado de un celeste tan puro que aislaba a la tierra de todo el cosmos, retocado de nubes extravagantes que abrían como un libro a la imaginación. Una brisa iba y venía descendiendo hasta las plantas y ascendiendo con un tacto que erizaba la piel. En el suelo un campo con un bello césped que se extendía sin fin hasta donde alcanzare la vista

Delgado, cabello castaño, moreno, con gafas de lentes azulados. Vestía de traje gris oscuro que combinaba con su pantalón, camisa blanca debajo de otra negra de cuello abierto con una corbata de moño color rojo. Su nombre era Simon, de mirada en calma y una apariencia pasiva. Se relajaba de espalda contra el único árbol que se podía observar. Prontamente la frescura de aquel lugar le adormeció, y con todo oscuro, entre un escalofrío escuchó.

Simon… susurró una débil voz de tono femenino –. Simon… –repitió.

Rápidamente abrió los ojos con la mirada frente a una colina empinada que se extendía como muralla. En lo alto se divisaba la silueta de una mujer, delgada y morena al igual que él, pelirroja con gafas de lentes más extendidos, vestía un suéter verde claro que cubría por completo sus brazos, un vestido negro algo ajustado que bajaba poco más de las rodillas. Con una alegre sonrisa y un agitar de brazo en su saludo que le caracterizaba como expresiva.

¿Betty? –se preguntó mientras se levantaba devolviendo el saludo.

–¡Vamos Simon! ¡Ven conmigo! –exclamó llamándole con el brazo.

Entonces sin decir nada comenzó a caminar hasta la sima con algo de dificultad sin perder el suelo, mientras ella clamaba su nombre apresurándole. En eso miró hacia arriba y no logró verle más, inmediatamente apresuró su paso con el pulso acelerado. Al llegar a lo más alto logró notar que la tierra se extendía rodeada por un gran bosque de bello follaje, en el centro sobre una gran roca permanecía Betty de pie, con la mirada en alto dándole la espalda. Y junto a un suspiro de alivio prosiguió.

Mientras más cerca estaba, más pronto se oscurecía, y a cada paso un punzar en su pecho, sin quitarle de la vista casi sin pestañar. Temía que si cerrase sus ojos no podría verle más. De pronto algo le detuvo, su mente frenó sus músculos y su cuerpo simplemente dejó de reaccionar. Y antes que pudiese decir algo, Betty se dio la vuelta.

Un rostro cubierto en llanto y una mirada centrada solo en él, fue lo último que pudo ver antes que un gran resplandor partiera el cielo en dos cegándole la vista. Un gran estruendo se dejó sentir junto a un molesto pitido en su oído, y sin darse cuenta, contra el suelo. El crujido de la madera ardiendo se apoderó del lugar, un denso humo negro hasta el vacío, un airé que hería al respirar. Un rojo profundo había teñido el cielo, como si las nubes cayesen o el cielo se hubiese desprendido. Con fuertes latidos y lentos pestañeos trataba de asimilar, en busca de su chica.

¡Betty! –gritó desesperado y con todas sus fuerzas, desgarrándose el alma.

–¡Simon, Simon! ¡¿Qué te sucede?! ¡Despierta! –exclamó Betty sacudiéndole de los hombros.

En eso abrió sus ojos de golpe, mientras su respiración se normalizaba, unos cuantos pestañeos mientras de apoco observaba su alrededor. A su izquierda sobre el velador se encontraba un reloj de mesa, un libro abierto a par y una lámpara, en el centro una ventana clásica con el paisaje de muchos árboles y claros cielos tras el cristal, mientras una radiante tela dorada se extendía de fuera hacia los bultos de las sábanas.

–Betty… –dijo con mirada perdida, recorriéndole la cintura con sus brazos, a su espalda y con una mano sobre su hombro la atrajo hasta su pecho.

–¿Qué… que haces? –preguntó sonrojada encogiendo los hombros.

–Lo siento… es solo que… pensé que te perdería.

–Pero Simon… –dijo apartándole –. ¿Porque dices eso? Sabes que jamás me alejaría de ti.

–Lo sé, pero.

–Bueno tal vez debamos esperar hasta después de la boba para vivir juntos.

–No, no es eso… es solo que. ¿Sabes qué? Olvídalo... fue solo una pesadilla.

–¿Está bien? Tú tranquilo, no pasará nada –agregó besando su mejilla –. Ups, se me hará tarde –comentó observando el reloj.

–¿En serio? ¿Tienes que ir?

–Sabes que si no voy me despedirán –. En eso observó aquel libro, lo tomó en sus manos y prontamente lo cerró frente sus ojos –. Y ya basta de los libros de ficción antes de dormir.

–De-de acuerdo.

A semanas de nuestra boda Betty había decidido venir a vivir conmigo, y aunque le repetí que me parecía muy apresurado, no me negué, pero aun con ello siempre le guardé respeto y distancia. Todo iba de lo mejor hasta hace unos días, cuando comencé a despertar con el cuerpo sudado, he tenido constantes pesadillas desde entonces. En todas se repite el mismo acontecimiento, el cielo se derrumba ante mis ojos. No le tomé importancia y atribuí esos sucesos a la gran cantidad de libros de ficción que acostumbraba a leer, pero hasta entonces Betty no había estado involucrada, y por primera vez en muchos años temí perder a alguien que me importase tanto. Aunque conocí a mis padres y los vi irse delante de mis ojos, siempre me sentí un huérfano más, perdí la noción del tiempo y aquel cariño se perdió dentro de mí, me volví frío y poco expresivo. Al menos eso fue hasta que conocí a Betty, sus ánimos, sus fuerzas, sus ganas de vivir me las devolvieron a mí. Desde entonces juré protegerla y que no dejaría que nada malo le sucediera.

Luego de recorrer el mundo muchas de mis investigaciones, logre dar con muchos tesoros extraños que aumentaron aún más mis temores y ahogándome en miles de pensamientos no lograba sentirme en paz. Aun cuando el planeta se encontraba al fin en calma, se sentía como una bomba de tiempo que en cualquier momento podría estallar. Nací en medio de guerra y me di cuenta de la devastación, de mis seres queridos cayendo delante de mis pies, con días y noches envueltas en sangre, solo deseaba que algo como eso jamás volviese a ocurrir, vivía con miedo en medio de un silencio aterrador.

–Nos vemos Simon, recuerda que no volveré hasta la noche.

–Claro, cuídate –. Al oír la puerta cerrar, bajó rápidamente hasta su sótano donde de primera impresión se observaba como si fuera una biblioteca, con librerías enormes. Se acercó hasta un cuadro de Betty y él, que colgaba junto a su bata de trabajo –. Todo por ti… princesa –agregó acariciando el cristal.