Giros del Destino
Advertencia:
En bastante tiempo he leído tantos fics de Lady Oscar y en honor a tan buenas historias, la mía es apenas un homenaje sincero a Ikeda y a tantas fic writers. Pasen a divertirse!9
Introducción:
Dicen que cuando soñamos o cuando estamos cerca de morir , espíritus nos rodean velando el umbral entre lo consciente y lo inconsciente, así como el paso entre la vida y la muerte.
En esta historia un espíritu mágico en forma de paloma, se apareció ante aquella nefasta escena de muerte, el 14 de julio de 1789.
- De vuelta. Estos humanos, viven tantas vidas desaprovechando la oportunidad de ser felices. Una más... ah! Vamos a intentar de vuelta cambiando algunos "pequeños" detalles en la historia de Oscar y André. Venimos repitiendo sólo tragedias a lo largo del tiempo... Patricios y plebeyos, señores feudales y vasallos, cristianos y moros, católicos y protestantes, conquistadores y conquistados... No entiendo como siempre se las arreglan para terminar tan mal. Solo quiero que sean felices! En fin... – Se posó sobre un tejado y tomó su forma real. Miró en los alrededores y vio solo destrucción y desolación. Entonces alzó un dedo y dibujó figuras en el aire, y dijo- ¡Aquí Vamos!
Capítulo 1.
De cómo comenzaron de nuevo las cosas... Francia, 1754. Casa de la Familia Jarjayes.
El General Jarjayes se encontraba ansioso pues "tras seis hijas, esta vez debía ser un varón" - pensaba al mirar la copiosa lluvia que caía en ese caluroso día de agosto. De pronto, un rayo cayó en alguna parte de su propiedad haciendo estremecer la estancia.
Luego oyó cómo el llanto de un bebé siguió aquel estruendoso sonido.
- ¡Ah! ¡Un varón! ¡Esta vez debe ser un varón! -subió las escaleras como poseído por el grito de aquel recién nacido - esa garganta, esos pulmones fuertes, ¡debe ser un varón! - se repetía mentalmente mientras cruzaba la puerta de la habitación de Madame.
-General, -le dijo la anciana ama de llaves - vais a despertar a vuestro bebé. Por favor tened un poco de paciencia!
- ¡Nanny, por favor, muéstrame a mi hijo, dime que es un varón de una buena vez!
La mujer extendió sus brazos para mostrar al bebé que sostenía arropado contra su pecho. - Acérquese General, con cuidado, ah! Dejadme entregarle a vuestro hijo. Es un hermoso varón, Señor.
El General al oir esas palabras, se acercó y henchido de orgullo, tomo en brazos a su hijo y lo levanto en el aire, ante el horror de las mujeres que habían asistido al parto, ayudando a la matrona.
- ¡Es un varón! ¡Por fin esta casa tiene a su heredero! Por generaciones la familia Jarjayes ha servido a los monarcas de Francia. Tú serás quien continúe con la tradición. ¡Ah! ¡Al fin un hombre! ¡Te llamarás André! ¡André Jarjayes!
Los primeros 6 años de André Jarjayes transcurrieron de la manera que se esperaba pues no estuvo falto de cariño o afecto prodigado por un padre complaciente y a la vez exigente ante su heredero, una madre afectuosa y una nana que lo adoraba. Eso sí, desde pequeño tomaba clases de esgrima, equitación, idiomas y etiqueta... cuyos avances eran estrictamente supervisados por su padre.
Cierto día, ocurrió que tras ausentarse su querida Nanny por unas largas semanas de viaje a su pueblito, apareció de vuelta en la mansión Jarjayes acompañada de una niña pequeña, más o menos de la edad de André.
Él la estudió con singular atención al llegar, pues en su vida había estado tan cerca de una niña, ya que su padre lo había apartado de sus hermanas mayores para encargarse él mismo de su educación.
La niña al principio parecía algo asustadiza; apenas miraba a la gente a quien Nanny le presentaba, oculta tras los pliegues de la falda de su abuela.
Hubo una especie de acuerdo por parte del General y Madame en que la nieta de Nanny ingrese a la mansión ya que la pequeña recientemente había quedado huérfana y no tenía ningún pariente en Arras.
Tenía la cabecita rubia y vestía un vestido sencillo y limpio pero se notaba que a pesar de los cuidados era bastante viejo. Cuando abrió los ojos y lo miró, André quedó admirado al ver un par de ojos azules muy bonitos, enmarcados en gruesas pestañas.
-Vamos querida, saluda al Señorito de la casa. Anda no seas tímida.
- Hola, me llamo André. ¿Cómo te llamas? Vengo de practicar con las espadas con mi padre. Nanny, me podrías servir jugo por favor? Es que es muda tu nieta? - lo dijo alternando la vista entre su nana y la niña que no terminaba de salir de aquellas faldas.
- No soy muda. -dijo por fin
-Entonces eres sorda? Te pregunté cómo te llamas.
Ella sabía que su nombre era algo singular y que siempre venían muchas preguntas después de mencionarlo. Miró con grandes ojos a su abuela y dijo -Puedo contárselo?
-Claro mi niña, el Señorito André te lo está preguntando.
- No se burlará abuela?
- Oh No, pequeña. El tiene un gran corazón y sabe tratar muy bien a las personas. Jamás se burlaría de ti - Dijo ella mirando también a André que tenía los brazos cruzados y una leve mueca en el rostro por tener que esperar su respuesta y su jugo.
La niña tomó entonces coraje, se soltó de su abuela e hizo una mal ensayada reverencia ante André- me llamo Oscar, Oscar Françoise Grandier, para servirte amo. - y luego volvió detrás de abuela.
André miró a Nanny sorprendido por aquella presentación algo inusual, mientras recibía su vaso de jugo. La abuela sólo asintió y le dio a entender al niño que lo declarado era verdad.
-Pues me parece un bonito nombre. Me gusta, sabes? Es mucho mejor que te llames Oscar y no te llames Frambalda o Armaglia o Sulpicia. Mi madre tiene amigas con nombres así, y sé que sus hijos e hijas han heredado semejantes nombres. Ellos creen que son rimbombantes, a mí me suenan a jarabe para tos.
Aquello arrancó pequeñas risitas de la niña. Si había algo que ese niño tenía es que siempre era muy ocurrente y tenía mucho ingenio en sus respuestas. Nanny también se río ante aquellos nombres tan rebuscados.
-Algún día te contaremos la historia del nombre de la pequeña Oscar. Puedes entregarle el vaso de jugo a ella cuando hayas terminado.
Y así lo hizo.
- Nos vemos Mademoiselle Oscar, nos vemos Madame Nanny. - E hizo una pequeña caravana guiñando un ojo a ambas. - Mi padre estará esperándome en su estudio para las clases de latín. A revoir!
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Pasaron los días y luego los meses. Oscar ayudaba en lo que podía a su abuela en la limpieza de la casa. Sus manos eran al principio pequeñas por lo que no era de gran ayuda. Pero cuando tenía tiempo y la abuela lo consentía, correteaba por el jardín persiguiendo mariposas y juntando flores como cualquier niña de su edad.
Pronto cumpliría 8 años, y podría salir a conocer el mercado. Siempre escuchaba con atención a los demás criados de la casa de sus aventuras en París cuando ocurría algún incidente entre los mercaderes y los clientes. Oscar soñaba con salir de la mansión y conocer el mundo exterior. Ese iba a ser el mejor regalo de cumpleaños prometido por su abuela.
Aquella mañana, detrás de un pequeño bosquecillo, había espiado como siempre venía lo haciendo, las prácticas de esgrima que el amo daba al Señorito André. Gustaba de ver los movimientos y escuchar el ruido al chocar las espadas. Lo mismo soñaba con alguna vez hacer uso de una espada o un florete. Pero no se atrevía siquiera insinuarle eso a nadie. Era su mayor secreto.
- ¡Eres un flojo André! ¡Levántate, pareces una niña! ¡Eres muy hábil en tantas cosas, hijo mío, y hoy estas realmente torpe! ¡Qué te ocurre por Dios!
El General era muy enérgico en sus palabras.
-Padre, estoy cansado. Ya no quiero practicar por hoy.
-¿Cómo te atreves? Si quieres ingresar a la Guardia Real, debes esforzarte más. Los hijos de otros nobles en Versalles están al acecho de algún puesto a tu edad. Deberías esforzarte más!
- Es que no sé si quiero estar en la milicia Padre.
Una bofetada cruzó la cara del niño y quedó en el suelo. André comenzó a temblar de rabia e impotencia mientras gruesas lágrimas surcaban sus mejillas.
- No vuelvas a mencionar semejante estupidez André. Estas destinado a servir a los Reyes de Francia. Esa será tu misión en la vida. Jamás vuelvas siquiera a mencionar lo contrario.
Su padre ofuscado se fue del lugar mientras el chico seguía en el suelo con los puños cerrados, producto de la impotencia.
-Ya verás Padre -alcanzó a decir.
Oscar presenció aquella escena, y quedó muy dolida por cómo el General había tratado a aquel niño que siempre era amable con ella. Había subido a un árbol para que no la notaran y cuando quiso retirarse, una rama se atascó a una de sus medias y parte de su falda, lo que provocó un sonido al rasgarse ambas prendas y ella cayó al suelo aparatosamente.
Obviamente aquello llamó la atención de André que pensó se trataba de algún ave u otro animal suelto. Corrió sin pensar, preso de la curiosidad y se frenó de golpe al encontrarse con una Oscar con el vestido roto y la pierna rasguñada, herida de la cual ya brotaba un hilo de sangre. Ella evidentemente traía en el rostro una mueca mal contenida de dolor, pero por dentro se sintió arder de la vergüenza al saberse pillada.
-Oscar,¿ te encuentras bien? ¿Caíste del árbol? Dime¿ te duele algo? ¡Contesta niña! -Pronto se encontraba arrodillado revisando la pierna y las manos que también estaban lastimadas.
-Se-señorito . . Le- le pido disculpas.
-Dime donde te duele por favor y dejémonos de ceremonias. -tomo la mano derecha de Oscar entre la suya y presionó la muñeca. Oscar emitió un quejido y él soltó la mano para inspeccionar la herida de la pierna que comenzaba a manchar las prendas de la niña. Sacó un pañuelo del bolsillo y comenzó a restregar en la pierna.
-Debo llevarte de aquí. ¿Crees que puedes caminar?
Oscar se incorporó algo dubitativa y André la sostuvo de forma delicada porque suponía que podría tener otras heridas. Al comprobar que podían hacer a pie el trayecto, André comenzó a preguntarse cómo ella llegó hasta ese lugar, y si lo estuvo espiando.
-Señorito, caí del árbol, porque me gusta estar a solas algunas veces. Dio la casualidad que esta vez no tuve opción que presenciar el entrenamiento con vuestro padre. Creo que lo hacéis muy bien, tenéis mucha destreza manejando las espadas.
-Y también presenciaste nuestro enfrentamiento, ¿es así?
-Sí. Perdonadme esa impertinencia. Os prometo que no voy a repetir lo que vi.
-Oscar, cuántas veces, voy a pedirte que suspendas el tratamiento de Vos, y solo tutéame. –Se agarró de este comentario para desviar la conversación, pues notaba que ella estaba muy avergonzada con aquella confesión.
-¡Me cuesta muchísimo Señorito! Además mi abuela…
-Vamos, ¡inténtalo! No tengo ni el título ni la jerarquía de mi padre, ya viste que me pega como a cualquiera de sus criados. No te avergüences.
-Está bien, Señ… André. Lo intentaré.
Llegaron hasta el establo, y André desenganchó un pequeño carro de madera, y pidió a Oscar que subiera para llevarla hasta la cocina de la mansión, para que sea atendida. - Es mucho lo que has caminado con la pierna así. Sube, y te acerco con la abuela. Seguro que tiene un poco de su pomada especial, siempre me la ponía cuando me lastimaba con las espadas al principio, o cuando caía de los caballos.
Oscar no hizo nada, más que observar y obedecer lo que el hijo del amo le ordenaba. Quería entablar una amistad con él, porque, tal vez, él la ayude a cambiar su situación con respecto a las cosas que a ella le gustaría realizar en la vida. Sabía que no era boba, que era capaz de lograr sus sueños infantiles aún, pero, también era consciente de que siendo apenas una sirvienta, no tenía muchas posibilidades.
Para André, aquella niña, era alguien muy rara. Apenas se saludaban, apenas la veía en la casa, ya que no salía mucho de las habitaciones de los criados. Algunas veces la vio con un trapeador en los pasillos, siempre quiso ser amable con ella, sin embargo, ella huía de la escena, dejando a un André con las ganas de saludarla. Tal vez, esta sería una buena oportunidad. Además de haber presenciado una escena tan íntima entre padre e hijo que nadie en la mansión conocía. Ahora sabía que no quería ser militar como el resto de los ancestros de la familia.
"Ella conoce mi secreto, y pues, conozco el suyo: quien la manda a espiar cosas de hombres", pensaba mientras tenia a sus espaldas a Oscar que iba revisando su herida con miedo y con asco de la sangre que iba pegoteándose a su piel y aquel pañuelo de seda.
-Oscar. Seamos amigos. ¿Quieres? – Una idea comenzaba a asirse en la cabecita de aquel niño, para matar sus horas de aburrimiento entre tantas lecciones y reproches de su padre.
-Eres mi amo. Lo que quieras deberé de aceptarlo. – Lo dijo ella cabizbaja y algo sorprendida ante semejante propuesta. " El Señorito de la casa, ¿qué se estará imaginando este?"
-Amigos, Oscar. Eso significa que también me puedas decir lo que te parece, no simplemente aceptar lo que te diga. Si algo no te gusta, tienes la libertad de contármelo. Puedo contar con dos cosas desde hoy: La primera, me tutearás. Y la segunda, si algo te molesta de mí, me lo harás saber sin pensar que soy tu amo. Y podría pedirte una tercera: No huyas cuando te saludo. Me es muy molesto pensar que saludo a un fantasma cuando te veo.
Oscar simplemente asintió.
-Es un trato? ¡Puedes responderme niña!
-Sí, es un trato, André.
-Creo que podremos hacer grandes cosas juntos. Recuérdalo, ¡nuestra amistad será una leyenda!
-André. Creo que si no quieres entrar a la milicia, tu padre debería entenderlo. Creo que no mereces que te trate mal, ni te pegue. Te veo como a mi héroe favorito.
André dio vuelta y paró aquella carreta, para mirarla sorprendido. No pensaba que la misma haya razonado lo que había presenciado y menos que se solidarice a su causa o que lo tuviera en tan alto concepto. Abrió los ojos, y la boca, para pronunciar algo… pero solo alcanzó a sacar aire de sus pulmones, y decir:
-Llegamos. Voy a avisar a la abuela.
Luego de haber inventado ambos la excusa de haber subido Oscar al árbol para alcanzar una última rama verde de aquel otoño, y que André la encontró en el patio tratando de caminar así, Nanny lavó y desinfectó aquella herida. La misma, si bien tenía algo de profundidad, era cuestión de tiempo para que sanara. Lo que preocupaba era la mano… y la ropa de la pequeña, pues además de manchada, estaba hecha jirones por la caída.
-Pero cómo osas ocupar el tiempo del Señorito André en tus travesuras, Oscar. –Le decía al tiempo de terminar el vendaje. – Ahora, qué haremos para conseguirte ropa decente?
La cuestión era, que la niña había venido de Arrás co vestidos hacía casi 2 años, y la misma, se fue estirando. Las faldas ya dejaban ver sus piernas y el invierno que se acercaba era duro. Madame Jarjayes, había tenido la gentileza de regalarle un par de vestidos de las últimas hermanas de André, prendas que se salvaron de las donaciones anuales que ella realizaba a los barrios pobres de París y a los criados de Arrás. Ahora no quedaría otra que recurrir a los ahorros que la abuela tenía para regalar algo a su niña en su próximo cumpleaños.
-Nanny, Oscar puede usar mi ropa que ya no me queda. – Intervino por fin André, verdaderamente intrigado por el rostro preocupado de la abuela, pues, en el caso del niño, él no sabía lo que era utilizar ropa descosida, remendada, o simplemente que le ajustara o quedara corta.
-Ella es una niña. No puede usar ropa de niños, menos del Señorito.
-Pero si no tiene con qué vestirse, Nanny, piénsalo. Ropas y zapatos. Puedo prestárselos, y cuando pueda me los devuelve. Además, le han puesto nombre de niño, y no les importó. ¿Qué va que ahora use ropa también de niño? Será solo una temporada.
-Solo a ti se te ocurren esas cosas, pequeño – Dijo la Nana, pero evaluó qué chances tenía. Y la verdad, no habían muchas. La única dificultad que tendría sería la de dar explicaciones a los patrones, que su nieta utilizara prendas de su hijo y que correteara por la casa, vestida de niño.
Pasaro días, y el reposo en el cuarto, no medró el movimiento que había en la casa. Pero para Oscar, era la eternidad mirando el techo. Estando en cama, no tenía mucho que hacer. La pobre, ya se sabía de memoria cada grieta en la habitación, y la cantidad exacta de tejas que se utilizaron en su cuarto. Solo alcanzaba a hablar con alguna criada que le acercaba sus comidas, si su misma abuela no venía a revisar su progreso. Pero la mano se le había hinchado algo y adquirido un color morado en la zona del golpe.
Una tarde, en que el General estaba en el Palacio, André tenía tiempo ocioso, y se escabulló para llegar al cuarto de Oscar.
La encontró dormida, quiso salir del cuarto sin hacer ruido, pero fue en vano. El sonido de la puerta de madera, hizo que ella despertara de un salto. – No te vayas .
-Pensé que estabas dormida, no quiero importunarte.
-Es lo único que hago, para no imaginar que aquella mancha de la pared es la cara de un monstruo, y que esta otra, es la silueta de un hada mágica.
-¡Qué cosas dices! Bueno, a decir verdad – dijo mientras se acercaba a la primera mancha – se parece a algo feo si lo miras desde este punto. Tal vez de noche ¡quiera comerte! Y el Hada te protegerá del monstruo?
-Con que el hada me cure esta mano, me sentiré mejor. – Dijo mostrando la mano a André.
-¿Alguien te ha revisado? ¿Te duele mucho?
-Si, anoche soñé que un monstruo me tomó de la mano muy fuerte y no me quería soltar. Me dolía horrores.
-Creo que voy a pedir a mi madre que traiga un cuadro para tapar esa mancha. – Consiguió una risa de Oscar. –Vuelvo en seguida – Dijo en seco, y se retiró. Oscar quedó algo confundida, y se volvió a acostar. El Señorito de la casa, nada más y nada menos, vino a preocuparse de su salud.
André se dirigió a la cocina, se acercó a su nana, y espetó – Nanny, ¿has visto la mano de tu nieta? Hace tiempo que tuvo que verla alguien. Mi padre siempre manda por el médico a que revise mis golpes. Pudiste avisar para que el médico de la familia pase por aquí a mirarla.
Evidentemente, el niño tenía el don de mando de su padre. Había heredado el carácter enérgico del General, y también la generosidad de Madame, pensaba Nanny. Ahora, el ingenio que desprendía, era todo un misterio de dónde lo habría sacado.
-Hijo, no, no la revisó el médico. Pero sabes que pronto mejorará. Tiene buenos huesos y está tomando medicinas para evitar que se le inflame.
-¿Me permites que hable con mi madre para que la revise el médico, Nanny?
-Señorito, no creo que esté bien que los patrones tengan tantas atenciones con los criados de la casa.
-Déjame intentarlo.
La mujer observó cómo el pequeño se retiró corriendo, como si tuviera el mundo resuelto con su leve asentimiento. Confiaba en que su inocencia, tal vez obtenga una respuesta positiva de Lady Jarjayes.
Oscar escuchó unos golpes en su puerta, y se incorporó de inmediato. Desde el otro lado, escuchó:
-¿Puedes levantarte Oscar? Tengo las manos ocupadas para abrir la puerta.
Oscar apoyó el cuerpo en el lado sano, y caminó dos pasos para abrir a duras penas con la mano izquierda el picaporte.
André irrumpió en la habitación con un tremendo cuadro al óleo, que le abarcaba el ancho de ambos brazos. Bajó el cuadro apoyándolo en la pared, y volvió a salir.
Oscar miraba aquella pintura algo extrañada. Nunca vio un cuadro tan de cerca. Los había visto en la sala y en el estudio del General, solo de paso, cuando cambiaba los floreros. Tras el polvo y las telarañas acumuladas, se notaba que había un personaje a caballo, pasó un dedo, y vio que el guerrero de armadura reluciente, tenía unos ojos azules muy bonitos.
-¿Te gusta? – Preguntó André, que tras tocar la puerta y no recibir respuesta, no tuvo otra opción que abrirla.
-Si, es un cuadro muy grande. - Realmente, Oscar no tenía muchas palabras para comentar la impresión que le causaba no sólo el cuadro, sino, que André estuviera trayendo a su cuarto un objeto así de valioso.
-Toma, ¿podrías ayudarme a limpiarlo? – Le pasó un trapo de lino – Tú sacas el polvo, mientras me encargo de las telarañas. También traje clavos y un martillo, para que ya no tengas pesadillas a causa de esa mancha.
-Gracias. No era necesario.
-¿Sabes quien es la mujer del cuadro?
-¿Es una mujer? No, no sé. Pensé que era un guerrero.
-Es Juana de Arco. La heroína francesa por excelencia.
Ah. – dijo sin prestar mucha atención.
-¿Cómo que "ah"? Conoces su historia, ¿verdad? ¿Alguna vez leíste sobre ella?- Lo dijo con grandes ojos. André era muy aficionado a leer libros y novelas del medioevo. Gustaba mucho de los capítulos sobre la Guerra de 100 años, por lo que aquella respuesta sin entusiasmo de Oscar, lo dejaba por el suelo.
-Pues no, no conozco su historia. – Dijo mientras iba sacando el polvo del óleo, y con algo de vergüenza, confesó que no sabía leer.
-Ni una palabra?
-Si, algunas palabras si. Mi padre solía llevarme a la Iglesia a que el sacerdote nos enseñara catecismo y a leer y escribir.
-Entonces te falta práctica. Y sé cómo arreglar eso. Si vamos a ser amigos necesito que leas historias.
- Bueno. Tú eres el amo.
- Ya está listo este cuadro. - Dijo incorporándose del suelo y sacudiendo el polvo que le había caído en la ropa.
Oscar trató de imitarlo pero al apoyar la mano para tomar impulso, un gran dolor le hizo lanzar un quejido.
André aprovechó la ocasión para acercarse y tomarle la otra mano y ofrecer ayuda para que pudiera incorporarse. No podía desaprovechar lo que Madame Jarjayes le había enseñado sobre modales y ser siempre un caballero.
- Mi lady, permitidme que os ayude.
Oscar lo miró extrañada. Aquel niño hablaba algo raro... pensó, pero se dejó ayudar igual.
-¿Sabes? Mañana vendrá el Dr Lassone a visitarte y revisar esa mano. Mi madre ha mandado a buscarlo.
- Oh. ¡Gracias! ¡Gracias Señorito! -Dijo ella con profunda devoción.
- ¿No habíamos acordado que ya no me tratarías de señorito?. También tengo una sorpresa más. Mi madre ha aceptado que te preste mi ropa. ¿No te molesta eso?
- Creo que usar ropa de niño es más divertido que usar vestidos viejos. -La pequeña comenzó a tomar confianza. -En realidad hacer cosas de hombres es más divertido que vivir encerrada y sin hacer nada.
André sólo asintió y pidió disculpas para volver a salir de la habitación. Al volver lo hizo con Jean, uno de los mozos que atendían en la mansión. Le indicó que quería ese cuadro para ocultar la mancha de la pared y el chico procedió a cumplir con lo que pedía el amo, quien a su vez lo ayudaba facilitándole el martillo y los clavos.
Cuando finalizó le agradeció y autorizó a que se retire.
puso frente al cuadro y preguntó
-¿Te gusta?
-Si, me gusta mucho. En verdad te agradezco. No sabría cómo pagarte.
- No es nada. Ese cuadro estaba en el ático del ala oeste. Estaba tirado y abandonado. Aquí servirá para inspirarte.
-¿Inspirarme?. ¿Para qué?
-Pues, ya veremos.
Finalmente los días transcurrieron y el otoño dio paso al invierno. La mano de Oscar sanó tras unos ejercicios y masajes que el médico indicó a Nanny. Al recuperarse de las heridas Oscar dejó la cama y comenzó a vestirse con los pantalones que gentilmente André le prestó y la amistad entre ellos fue creciendo.
El General fue destinado un tiempo a dirigir una misión en la frontera, por lo que André no sufriría la presión de la estricta supervisión paterna. Lady Jarjayes sin embargo, tomó más protagonismo en la educación de su hijo insistiéndole en transmitir valores como la generosidad, honradez y caballerosidad. Gustaba mucho de ver que tenía un muy buen trato con las personas y que velaba por los desprotegidos. Ella conversaba mucho con André y conocer de su propio hijo que genuinamente quería ayudar a aquella niña, significaba que sus enseñanzas no eran en vano.
Sabía que al volver su esposo, podría reprobar "el tiempo perdido" en "tonterías de mujeres" sin embargo, ella sabía que estaba invirtiendo esa temporada en formar a un gran caballero.
- ¡Hola Nanny! -saludó André apoyándose en la punta de los pies para alcanzar a ver lo que había en la mesada. - Hmmmm... ¡huele delicioso! ¿Que es?
- Es un pastel de cumpleaños, hijo. En tres días, cumple 8 años mi nieta.
- ¡Es cierto! ¡Lo olvidé! ¡Esperé más la Navidad que se me pasó el cumpleaños de Oscar!
La familia Jarjayes tenía por costumbre juntarse en la casa paterna para festejar las Navidades. No solía venir toda la parentela, pero siempre había más de una hermana que llegaba con su marido e hijos por lo menos una semana antes de Navidad.
Era la única época del año, que André no se sentía tan solo, pues, los sobrinos que en algunos casos, tenían su edad, o eran algo mayores que él, jugaban y correteaban por todos los rincones.
Oscar estaba acostumbrada a que su cumpleaños siempre pasara desapercibido. En esa casa, la única que recordaba su fecha especial, era su abuela. Cuando vivía con sus padres, ellos organizaban un festejo con todos los niños del pueblo. No había dinero para grandes lujos, pero siempre un pastel que su madre horneaba y golosinas que el sacerdote de la villa regalaba a los niños por Navidad, "y por el cumpleaños de la querida Oscar Françoise". Desde que llegó a la mansión, solo su abuela quedaba para el obsequio, siempre solía ser el pastel, y algún paseo, alguna prenda de vestir, y estar juntas todo el día.
El General, había enviado un mensaje a su mujer, avisando que llegaría con suerte la noche del 24, pero que después de año nuevo, partiría de inmediato para seguir supervisando a sus tropas en la frontera con Austria.
Esa tarde, Oscar se encontraba en la biblioteca limpiando los muebles con una de las criadas, y quedó deslumbrada al ver tantos libros apilados.
-El General es un hombre muy culto, ¿verdad Marie?
-Supongo que sí, pero, ¿acaso crees que una persona puede leer todos estos libros? ¿No los tendrá solo para fanfarronear como todos los aristócratas? Nosotros los siervos no podríamos leer un solo libro, con tanto trabajo encima. – Al ver que Oscar seguía embelesada mirando y pasando sus finos dedos por el lomo de varios ejemplares, quiso bajar a Oscar de su nube, con un comentario más: - Creo que esto es solo para la gente que no trabaja y puede dedicarse a leer. A una sirvienta como tú, ¿de qué le serviría aprender todo lo que está aquí?
-¿Crees eso? A mí me gustaría leer todo lo que hay aquí. Creo que si aprendo lo que hay en los libros, algún día podré dejar de ser una sirvienta.
-¡Jajajajaja! – Marie se llevó las manos a los labios para evitar que la niña viera su boca desdentada al emitir la carcajada. – Tu destino, es ser una sirvienta siempre. Algún día podrías ser la nana de alguno de los hijos de un noble, como tu abuela, pero no puedes aspirar a ser más que eso.
Esas palabras calaron de manera profunda en el corazón de Oscar, que apenas contenía las lágrimas.
-No creo que porque hoy sea sirvienta, no tenga futuro en otra cosa más adelante.
-Pues bueno, realmente, no hay futuro que no sea sirvienta para ti. Tampoco servirías para agradar a los hombres. No hay algo de atractivo aun en ti niña.
André que pasaba con uno de sus sobrinos, alcanzó a escuchar la conversación, e ingresó en la biblioteca intempestivamente.
-Solo una persona tan insegura, malvada y pobre de corazón puede transmitir semejantes ideas a una niña inocente. Si tu no puedes alcanzar tus sueños porque no luchas por ellos, no quieras venir a apagar los de Oscar. Ella demuestra mucho más coraje por soñar al menos lo que quiere ser en el futuro. Te pido que nunca más vuelvas a insinuar siquiera que Oscar no puede aspirar a ser algo más que sirvienta o una meretriz. Ofendes a Oscar, a mi querida Nana y a mi familia. – Demostraba mucha tranquilidad y dominio de sus palabras para ser un niño de 9 años.
-Seño-Señorito… - Fue lo máximo que alcanzó a decir Marie. André la dejó con la palabra en la boca, y cerró la puerta furioso.
-Por qué increpaste así a la sirvienta? – Preguntó Paul que si bien estaba distraído, puso toda su atención al escuchar el tono que André utilizó con una simple mucama y el portazo que dio.
-Porque no puede hablar así en mi casa. –Dijo simplemente para no dar más explicaciones.
-Ufff… Mis padres no se meten en líos con los criados. Tampoco deberías inmiscuirte en conversaciones con ellos, André.
-Si ves una injusticia, debes actuar. No importa que sea con criados o en la corte de Versalles. Si actúas ante una injusticia, puedes cambiar el destino de una persona.
-Ay querido André… -decía el chico mientras ponía los ojos en blanco. Ya le habían advertido que su pequeño tío (2 años menor que él) tenía estos pensamientos algo quijotescos.
Más tarde estando sola Oscar en la cocina tratando de ordenar la vajilla recién lavada, recordó las palabras de Marie sobre ser sólo una sirvienta en la vida.
Claro que se sentía mal. Sin embargo agradecía que una vez más la haya salvado André, y aún así ella sabía que a pesar de todo, había algo de verdad en lo que dijo Marie.
" sólo ser una sirvienta..." amargas lágrimas corrieron por las mejillas de la niña aquella noche.
Al ir a dormir, miró la figura gallarda de Juana de Arco, que desde su caballo la miraba desafiándola. Ahora iba entendiendo qué iba a inspirarle aquella lejana guerrera de quien no conocía su historia pero en cuyos ojos retratados creía perderse.
El 24 de diciembre la casa estaba en estado de total algarabía pues el General estaba de vuelta en el hogar, los salones principales estaban decorados y se olían diferentes manjares desde la cocina. Los criados estaban vestidos con sus mejores trajes e iban y venían con bandejas repletas de comidas y postres para la cena de Nochebuena.
Las madres dejaron sus regalos bajo el árbol que habían instalado en el salón y los niños se hacían ilusión sobre qué regalo este año iban a recibir.
Ese año André fue el que también puso un regalo para su "amigo Oscar", pero sabía que llegado el momento de la distribución ella probablemente estaría sola o con su abuela festejando de forma íntima su cumpleaños. Estaba feliz de compartir con sus parientes en especial con chicos de su edad... Sin embargo sentía algo de pena por aquella niña que siempre estaba sola.
En la cena el General propuso un brindis a la salud de toda la familia y de los Reyes de Francia. Auguró que el siguiente bebé que estaba próximo a nacer de una de sus hijas, obviamente sea varón y que el próximo año sea próspero para todos.
Respondieron ¡Salud! Y los sirvientes comenzaron a servir comida. En esta ocasión se preparó un asiento especial para Nanny quien gozaba del aprecio de las hermanas Jarjayes.
André buscó con la mirada a Oscar entre la servidumbre y supuso que la niña estaría solitaria en algún rincón de la cocina. Se las arregló para escabullirse llevando dos Ttodos grandes de torta entre sus bolsillos y desapareció del salón rumbo hacia las habitaciones de los criados.
También recogió antes su regalo.
La buscó en varios sitios pero la halló finalmente mirando el cielo desde una ventana en el saloncito de descanso de los siervos.
-¡Oscar! -Dijo quedamente. Se le antojó que la niña estaba como en trance mirando la luna y no quería interrumpir su ensoñación bruscamente-¡Oscar! ¿Puedo sentarme a tu lado?
La niña giró la cabeza levemente hacia donde estaba André y sin decir palabra sólo hizo lugar en el alféizar de la ventana.
- ¿Qué haces aquí así sola?
- Mi abuela está con tu familia cenando y los criados sirviendo. Como no soy tan rápida como ellos , me quedé aquí a mirar el cielo.
-¿Tienes hambre? ¿Ya comiste algo?
Oscar sólo negó con la cabeza. Entonces André comenzó a revolver sus bolsillos y sacó las tortas que había traído.
-¿Quieres cenar conmigo? -y le alcanzó una de esas tortas.
Oscar la tomó y sonrió como agradecimiento. Aspiró el olor de la misma y sintió que la vainilla le picó la nariz.
- ¿Por qué viniste aquí? ¿No mandarán a buscar al heredero Jarjayes?
- No creo. Estarán todos más preocupados por escuchar a mi padre en sus hazañas quien luego pasará a debatir con sus yernos sobre la política del país. Sabes que me aburren esos temas.
Cuando terminaron de comer, André con algo de rubor en su cara producto también de haber bebido ponche y un poco de vino mezclado con agua, se armó de valor (No entendía por qué se sentía así, no ahora... si tanta expectativa había puesto para que llegara este momento) y sacó un paquete envuelto a manera de regalo y se lo extendió a Oscar.
-Sé que mañana es tu cumpleaños. Sé que mañana estarás en el mercado con tu abuela, y pues tal vez tenga que estar mucho tiempo con mi padre. Por eso quise adelantarme y darte mi obsequio. ¡Feliz cumpleaños, Oscar!
La pequeña abrió sus ojos ante aquella grata sorpresa. Otra vez su héroe venía a rescatarla de sus miserias y tenía semejante gentileza con ella.
-Gra-gracias André. No tienes que hacer esto.
-Somos amigos. Te perdono este año. Pero el próximo debes regalarme algo el 26 de agosto. ¡Recuérdalo! - Dijo con una sincera sonrisa.-Espero que te guste. ¿Por qué no lo abres ya? Vamos...¡Abrelo!
Oscar ni siquiera quería deshacer ese envoltorio, como temiendo que con el papel también se desharía el momento tan especial que estaba teniendo con su nuevo amigo.
André ansioso, tomó nuevamente el obsequio y sacó las cintas que sujetaban el papel y descubrió un libro para Oscar. Ella comenzó a mirar detenidamente la portada y el lomo.
-André, son muchísimas páginas. ¿Crees que voy a leerlo todo alguna vez? No soy muy buena leyendo, ya te lo dije.
-Claro que si. Leerás todos los libros que quieras. Te voy a ayudar si me permites.
-Gracias. -y algunas lágrimas comenzaron a aparecer entre sus pestañas. Justamente tenía aún aquel mal sabor de lo que Marie le había dicho en esos días. -Gracias, Gracias.
André notó que las emociones de Oscar estaban aflorando y que estaba a punto de llorar.
Él sabía el significado de aquello. La niña estaba herida por la escena anterior.
- Nadie tiene derecho a despreciar tus sueños. Seremos grandes amigos y tu serás una gran persona. Nunca dejes que alguien se burle de ti. ¡Feliz cumpleaños, mi querida Oscar!
Y sin más, tuvo que retirarse porque oyó que gritaban su nombre para el brindis de media noche.
Oscar abrazó su libro nuevo y se quedó más tiempo mirando las luces de los fuegos artificiales que provenían del Palacio de Versalles.
Al día siguiente, Paul estaba en la biblioteca molesto por no encontrar un libro, sabía que era el favorito de André y que a él también le gustaba. Se acercó a su tío y le dijo
-Oye André, ¿has visto aquel libro sobre Juana de Arco que el año pasado no terminé de leer? Estoy seguro que estaba en el estante que está al lado de la puerta del estudio de tu padre.
-Pues no lo he visto. Hace años que no lo leo. Es raro... - y se alejó con una sonrisa maliciosa en el rostro, dejando a un Paul algo confundido.
Fin del capítulo 1.
Interminable. Ya lo sé. Perdón por hacerlo así. Me costaba encontrar una escena para cortar el capítulo. Espero que no se ofenda nadie con semejantes cambios hechos.
Tengo que agradecer a la querida María Sofía que me ha ayudado y animado a escribir de vuelta.
Con gusto recibiré sus comentarios y sugerencias aquí o en mensajes privados.
Gracias por leer mi humilde aporte al mundo de Lady Oscar.
Fátima.
