Con especial dedicación para The lonely Frozen Wolf y A Frozen Fan.

Frozen Fan: gracias por arrastrarme al mundo de Helsa.

Loba: Gracias por plantear la idea de un fic tan oscuro como "Mi amada obsesión"

¡Notas al final!


Disclaimer: Nada de lo que vean es mio, todo pertenece a Mickey, Loba y Frozen Fan. Yo solo he querido jugar con sus historias.

Segundas oportunidades

Miro por la ventana, atento al patio del psiquiátrico, preguntándome cómo fui capaz de tanto alguna vez, me siento un monstruo, un ser despreciable, alguien que no merece vivir, alguien que debe ser ejecutado, es inconcebible que la vida me dé una segunda oportunidad. No pienso desaprovecharla.

Hace dos años, desperté de un trance, uno muy oscuro que me llevó a realizar actos despiadados y dignos de una condena en el infierno. No sabía dónde estaba, ni por qué me hallaba allí… Pedí explicaciones, me dijeron que dejase de fingir, que nada impediría que me pudriese en ese lugar- ese mismo que hoy voy a dejar con la aprobación de una junta directiva- Cuando mencionaron mis cargos intenté acabar con mi vida. Era imposible… yo no podía haber hecho eso…

No sé mucho de Elsa D´ Arendel, lo juro, nada en comparación con todo lo que sabía antes, en mi estado maniático.

La junta va a comenzar. Una enfermera viene a buscarme, normalmente me visitaban dos y eran hombres fornidos, preparados para cualquier tipo de ataque por mi parte. Puedo entrever que no he sido un paciente sencillo de tratar, mi contextura física ya representa un problema y sumado a mi deplorable estado de salud mental… Era un monstruo. La mujer de cabellos canosos posa una mano en mi mejilla y recorre mi pómulo en un gesto maternal y desinteresado.

-¿Cómo te encuentras, Hans?- me pregunta con voz pacifica y dulce, parece un murmullo, creo que no desea que nada me altere, no sea cosa que…

-No lo sé…- le respondo sincero- estoy confundido.

-No, cariño- dice mientras deja en mis manos una camisa azul. Azul… según recuerdo, ese era el color favorito de Elsa- Durante cinco años estuviste confundido- prosigue- en el sexto año recapacitaste y hoy, en el séptimo año, vuelves a vivir. No te sientas confundido. Todo lo bueno llegará ahora.

-¿Pero me lo merezco?- la pregunta la toma por desprevenida y, como me esperaba, no sabe lo que responder. – Soy un maldito violador, maniático y homicida. No debería…

-Hans…-La enfermera corta mi monólogo mientras deja unos pantalones de vestir color gris sobre la camisa que me dio previamente- Si no te merecieras nada de lo que está por venir… créeme, cuando te digo, que no tendrías esta oportunidad. – asiento cabizbajo mientras observo como ella deja a mis pies unos zapatos de cuero. – Vístete, cariño, ya tenemos que irnos. Volverás a casa, te lo aseguro. – vuelvo afirmar con un gesto de mi cabeza y ella me deja para que me cambie. Espero a que cierre la puerta para comenzar a desvestirme, el camisón enterizo, que portan todos los desequilibrados en rehabilitación, cae al suelo en un movimiento sereno. Lo observo unos momentos antes de patearlo lejos: la enfermera tiene razón, por alguna causa se me ha concedido esta oportunidad. El gesto resulta tranquilizador, es como si arrojara al otro lado de la habitación mi vida homicida. Enfundo mi torso con la camisa, lo cual me trae recuerdos extraños, pequeños momentos oscuros que, según el médico, jamás desaparecerán. Sin embargo, también me aseguró que aprenderé a vivir con ellos, que son parte de mi siniestro, antiguo e incomprendido ser. En esta ocasión, mi cerebro vislumbra un par de hermosos ojos azules, llenos de lágrimas, asustados, mientras que unos gritos de voz suave y suplicantes ruegan que detenga algo, aunque no se qué. Pero puedo imaginarlo.

Lo lamento tanto, Elsa.

Ignoro el llanto de mujer agolpado en mi mente y sacudo mi cabeza queriendo apartarlo, pero es imposible, continúa allí y continuará hasta que me muera. Me lo merezco. Acostumbrándome al sonido, abrocho los botones de la prenda y acomodo el cuello de la misma mientras me contemplo en el reflejo de la ventana que han mandado a instalar hace unos meses en mi cuarto. Antes no era seguro que tuviese vidrio cerca, todos temían que intentase suicidarme de nuevo.

Me fijo en los pantalones grises y comienzo a probármelos, mientras la pared de una habitación aparece en mi clarividencia. No, no es una habitación, es un pasillo… mis manos se encuentran manchadas de sangre, frente a mi hay un hermoso ángel herido por una cuchilla… ¡Basta, Hans! No debes de caer, tienes que encontrar el motivo por el cual te han dado una segunda oportunidad. Mientras me calzo mantengo mis pensamientos enfocados en lograr que me den la libertad, por lo cual el color negro no me trae recuerdos, solo aquel vestido que le regalé a esa hermosa mujer que vivió un calvario de varios meses gracias a mí. Aparto el flashback de mi mente, y abro la puerta de la habitación. La enfermera se pone de pie al verme, toma mi brazo y acomoda unos cabellos de mi frente antes de comenzar a guiarme hasta la sala de juntas.

-Te ves muy guapo- me asegura- los pelirrojos siempre son atractivos con camisa y pantalón de vestir- me río un poco, para ser una señora posee una mente un tanto depravada, pero siempre dentro de los límites. No como mi antiguo "yo". La miro a través de mis ojos verdes y le sonrío con calidez.

-Gracias por confiar en mí, señora- ella me devuelve el gesto.

-Siempre supe que una mente tan atormentada como la tuya no tendría otro destino que un manicomio, querido- admite- me alegra tanto que hoy termines de derrotar los monstruos de tu niñez… Por culpa de eso te convertiste en lo que tanto te recriminas. – Sacude la cabeza con molestia- Pero ya paso, eres joven aún, eres fuerte e inteligente y tu cerebrito ya ha vuelto a funcionar con normalidad- de mi garganta fluye una suave carcajada. Nos detenemos frente a una puerta blanca, al igual que las paredes y la mayoría de las cosas del sanatorio. Blanco… la piel de Elsa era de un blanco pulcro, eso creo… vuelvo a menear la cabeza con hastío- ¿Más recuerdos? –indaga mi acompañante poniendo sus manos sobre mis hombros.

-Nada que no pueda manejar- la tranquilizo. La mujer me obliga a inclinarme y no opongo resistencia, me besa la frente como si fuese su hijo y vuelve a mirarme a los ojos.

-Demuéstrales que el monstruo ya no existe, cariño. Te perdonarán, estoy segura de que, si te viese, hasta Elsa lo haría. – Oír el nombre de esa mujer en un lugar donde no sea mi cabeza y en los labios de alguien que me es tan querido como esa enfermera, causa un leve cosquilleo en mi- Anda entra- me anima mi acompañante con una suave palmada en el rostro- Si te liberan podrás saber al fin mi nombre. – Asiento con una mueca tranquila, es verdad lo que dice. Por una política del psiquiátrico, los enfermeros no deben dar a conocer su identidad a los pacientes. Si las cosas salen bien hoy, yo ya no entraré en esa categoría y podre tener el placer de nombrar por algún apelativo a mi querida enfermera. Realizo un gesto con mi mano antes de suspirar y entrar a la sala.

Siete hombres me esperan en un ambiente intimo y oscuro, todos ellos mayores y con buena presencia. Reconozco a mis tres doctores de cabecera, al director del sanatorio y a mi enfermero personal. Los otros dos, deben ser los médicos de apoyo de los cuales me han hablado con anticipación, serán los encargados de brindar una opinión sobre mi caso desde una perspectiva exterior a mi tratamiento.

-Bienvenido, Hans- me dice el doctor Herrasen, es un hombre de piel oscura y baja estatura, con cabellos cortos blancos y dentadura implacable. Estrecha mi mano y me sonríe- ¿Nervioso?- me encojo de hombros a falta de palabras.- eso pensé- ríe mi médico- siéntate, hijo. – Le hago caso y ocupo el único lugar vacio, una silla desde la cual todos los médicos pueden verme. – De acuerdo, Hans- esta vez mi doctor principal habla en voz alta- Ya conoces a tus otros psiquiatras: el Doctor Phil Renden, encargado de tu psicología elemental, y el Doctor Enrié D´Natenberg, que llevaba el control de tu comportamiento a lo largo de tu… - busca alguna palabra en particular- … estadía, aquí. –Asiento ante sus afirmaciones- También conoces a tu enfermero personal, bueno solo parcialmente puesto que desconoces su nombre ¿Cierto?

-Cierto.- respondo y lo dejo proseguir.

-Se llama Stephen Break, se encargará de aportarnos datos sobre tu rutina en los últimos siete años…- Saludo al enfermero, pasado de la treintena, con cabello mayormente blanco a pesar de no ser una persona de gran edad como casi todas las demás presentes en la sala. Me devuelve el gesto y Herrasen continua- Ya has hablado con el Director Senderan una vez ¿Verdad?- asiento- Entonces solo nos queda presentar a los médicos que nos ayudarán a decidir si darte de alta o no…- su rostro toma una actitud seria que desaparece prontamente- Ellos son el Doctor Derek Berman- inclino la cabeza ante un anciano de cabello gris y abundante, con gafas de marco negro y mandil celeste- y el Doctor Zayn Melok- vuelvo a inclinar la cabeza, esta vez ante un hombre que debe de rondar mi edad, de cabellos oscuros y barba incipiente, con una bata del mismo tono del mandil de Berman.- Señores, para los que no lo saben, el es Hans Westergard, paciente del establecimiento desde hace siete largos y exuberantes años.

-Muy bien, Hans- Berman toma la palabra mientras su compañero, Zayn Melok, prepara una hoja de apuntes y un bolígrafo- Intenta brindar respuestas breves, por favor. ¿Sabes por qué estás aquí?

-Sí.

-¿Por qué?

-Por secuestrar, violar y casi matar a una joven. Además de que mucho antes asesiné a un anciano.- Veo al Doctor Melok deslizar su bolígrafo con un gesto de sorpresa.

-¿Recuerdas el nombre del anciano?

-No.

-¿Por qué?

-He olvidado casi todos los detalles de mi vida.- el hombre asiente con aprobación.

-¿Qué me dices de la joven? Por lo que me han comentado mis colegas, la conocías muy bien.

-Solía hacerlo, ahora solo tengo… momentos espontáneos de ella.

-¿Cómo es eso?

-Me han mostrado cuantas cosas yo decía sobre ella, cosas que la misma joven aseguró que eran ciertas. Dijeron que le investigué y que la acosaba secretamente, al punto de no perderme ni un solo detalle… ahora no logro recordar nada más que nimiedades en comparación a lo anterior. No son características personales… sino vivencias compartidas.

-¿Buenas vivencias?- niego con la cabeza mientras aparto mi rostro, sintiendo asco de mi mismo.- ¿Qué recuerdas Hans?- lo miro con reproche, no deseo hablar de eso. Sin embargo, debo de portarme obediente si quiero salir de aquí.

-Instantes de las múltiples violaciones, detalles de su rostro y su cuerpo, obsequios que le otorgaba, torturas…- el médico asiente aprobando mi respuesta nuevamente.

-¿Qué te genera todo eso, Hans?

-Odio- contesto sin dudar.

-¿Hacia quien?

-Hacia mí mismo.- La sala queda en silencio mientras mis tres médicos de cabecera y los dos doctores intercambian los diferentes análisis de mi persona por medio de notas.

-Hans… ¿Qué características recuerdas de ella sacando esas… vivencias?

-Su nombre era Elsa D´ Arendel. La conocí en la librería en la cual solía trabajar, su color favorito es el azul (al menos solía serlo), su cabello era rubio, casi blanco, su piel… era pálida, sus ojos: azules… su cuerpo: enmarcado, su personalidad: fría y tímida- lo pienso un momento, pero acabo por decirlo- poseía una bonita sonrisa. – los hombres se miran entre sí, portando un gesto que no logro descifrar.

-¿Qué tipo de sentimiento te genera Elsa en este momento, Hans?

-Pena…

-Gracias, muchacho. Enseguida volveremos contigo. - Los hombres dejan de prestarme atención durante un momento e inician una plática con mi cuidador.

-Enfermero Break: ¿Puede detallarnos, en pocas palabras, el comportamiento del paciente durante los primeros años de internado?- indaga Melok, Stephen Break asiente y me mira antes de hablar.

-Hans Westergard ingresó al hospital con un nivel mental deplorable, estaba absolutamente obsesionado con una joven muchacha llamada Elsa, hablaba de sus crímenes como si fuesen algo natural, justificaba que todo lo había hecho por amor. Luego de la visita de la joven…-¿Visita? ¿De qué demonios está hablando? Centro mis pensamientos en esas palabras un momento, pero el enfermero prosigue con rapidez, por lo que me veo obligado a olvidar el tema- …se volvió violento e impulsivo, debió pasar la mayor parte del tiempo sedado. – el Doctor Melok asiente y vuelve a escribir en su cuaderno.

-Ahora mencione los detalles de los últimos dos años en el internado.- Break asiente mientras centra su mirada en la mía.

-Fue un día lunes, acababa de buscar las medicinas del paciente, me disponía a llevárselas… lo hice. Entré a su cuarto y lo encontré mirando hacia todas partes, cuando concentró sus ojos en mi su rostro se llenó de alivio. Empezó a hacerme preguntas "¿Dónde estoy?, ¿Es un hospital?, ¿Me ha sucedido algo?" Él se veía… pacifico, amable, confundido… No le creí. Era un buen mentiroso, cinco años cuidándolo me lo habían enseñado. Pero insistía en saber lo que pasaba con él, los demás enfermeros y yo no hacíamos más que maltratarlo y decirle que dejase de fingir… Hasta que los doctores – señala a mis médicos de cabecera- aseguraron que todo cuanto el paciente decía, era absolutamente cierto… no sabía lo que había hecho, no recordaba nada… -hace una pausa- Comenzó entonces el tratamiento de recuperación… fue evolucionando positivamente, a veces perdía los estribos al rememorar algunos de sus actos, pero aprendió a vivir con ello. Y bien… gracias a todo ese embrolle, hoy estamos aquí hablando. – los doctores aceptan sus palabras con una repetida inclinación de cabeza.

-¿Si estuviese en sus manos, le daría de alta?- pregunta Melok y el enfermero centra sus ojos oscuros en los míos antes de responder.

-Sí.- No añade nada más, le agradezco su confianza por medio de una mueca, él me la devuelve y luego retoma su postura condescendiente. Los médicos prosiguen con sus preguntas.

-¿Recuerdas la visita de Elsa, Hans?- inquiere Berman y lo contemplo extrañado- La visita- repite- la única que te hizo aquí en el psiquiátrico luego de todo lo acontecido- Hago fuerza para sus palabras lleguen a mi cerebro y busco algo relacionado con las mismas. Los gritos de Elsa llegan a mi cabeza, veo su silueta perfecta y su mirada atemorizada, escucho sus suplicas, la rememoro leyendo y hablando conmigo en la biblioteca, sonrojándose ante mi cercanía entre los estantes o asintiendo ante alguna afirmación que hice sobre su autor favorito, la veo coquetear sutilmente con una agitación de cabello, la rememoro besando mi mejilla antes de marcharse de la librería…. Nada más alcanza a mis recuerdos.

-No- respondo con sinceridad. Mis médicos y el enfermero Break se miran con sorpresa entre si, como si estuvieran debatiendo algo a través de los ojos- ¿Por qué?- indago- ¿Acaso hice algo malo en esa reunión?- los médicos vuelven a mirarse, inconformes, inseguros… El director es quien habla por ellos.

-Elsa te comunicó… -inicia poniéndose de pie- algo muy… importante ese día, Hans. Algo que, realmente, me extraña que olvidaras…

-¿Por qué?- inquiero nuevamente, con el ceño fruncido- Lo he olvidado casi todo, mi memoria es inestable, me envía recuerdos de lo que se le antoja y cuando se le antoja…- Todos comparten gestos incómodos.- ¿Tan grave fue lo que me dijo?- El director posa una mano sobre mi hombro.

-En circunstancias como las de ustedes… - comienza a puntualizar- me temo que fue terriblemente grave.

No recuerdo nada de esa plática, pero no debo rememorar ni un poco sobre el tema para darme cuenta de lo que Elsa me comunicó ese olvidado día. Cualquiera con un poco de inteligencia lo descubriría.

La dejé embarazada.

Mi expresión debe de haberse tornado absolutamente ausente y sombría, porque todos me observan con sincera preocupación en sus semblantes. Break se levanta de su asiento e inicia un masaje en mis hombros.

-Estoy bien…- musito y el hombre detiene su tratamiento. Pero lo cierto es que esas palabras se han transformado en las primeras mentiras que he dicho en esta sala. No estoy bien, no estoy para nada bien, siento mucho más asco de mi mismo. Un hijo, un niño, la supuesta bendición más grande que puede recibir alguien… Pobre Elsa, para ella enterarse de su embarazo habrá sido como un castigo enviado desde los mismísimos infiernos. Una pregunta asalta mi mente- ¿Saben lo que ha hecho con el bebé?- los hombres me contemplan con fijeza- ¿Acaso ha abortado?

-Jamás hubiese sido capaz, Hans.- asegura el doctor Enrié D´Natenberg. No respondo, pues no se que preguntar precisamente, tal vez si muestro mi interés en el niño, piensen que buscaré a Elsa si me dan de alta… Y ciertamente deseo hacerlo. Jamás me acercaría a ella de nuevo, jamás la lastimaría como antaño, nunca me permitiría ver su sufrimiento otra vez, antes preferiría la muerte pero… tengo un hijo. Y eso no puedo obviarlo fácilmente. El director parece adivinar mis primeros pensamientos.

-Fue un niño.- articula- tiene seis años, es muy bonito. – dejo que una pequeña mueca se forme en mis labios. No me extraña teniendo en cuenta el porte de su madre. Continúo en silencio- Se parece mucho a ti.- puntualiza D´Natenberg. Al contrario de alegrarme por ello, lo único que hago es mortificarme más. ¿Cómo será para Elsa vivir día a día criando a la viva imagen de su violador?- Nació sano, aunque actualmente, por lo que supimos, sufre de problemas respiratorios. Nada grave, está bajo control.

-¿Mantienen comunicación con Elsa?- la pregunta los toma por sorpresa, pero no me importa. Phil Renden responde a mi cuestionamiento.

-Lo necesario- asegura- Ella suele llamar unas cuantas veces al año… para informarse sobre tu… condición.

-¿Por qué?

-No lo sabemos…

-¡Por favor!-exclama Break- Son doctores, pero también son humanos, señores.- me estudia con la mirada un momento- Es obvio porqué llama. Primero: para asegurarse de que él no ha escapado o nada por el estilo. Segundo: después de todo, y a pesar de lo acontecido, es el padre de su hijo. Además, personas como ella siempre poseen una naturaleza preocupada, a tal punto de que se compadecen hasta del más cretino y canalla. – La habitación se sume en un silencio incomodo y desolado. El doctor D´Natenberg rompe con la extrañamente desagradable tranquilidad.

-Hans… ¿Tienes alguna pregunta de este tema en particular?- Lo contemplo unos segundos, inseguro, luego desvío mi mirada hacia ningún lado en particular hasta encontrar alguna pregunta que pueda realizar. Me gustaría saber el nombre de mi hijo, pero, vuelvo a repetir, no debo demostrar demasiado interés en el asunto. No me darán el alta si manifiesto atracción por la idea de un niño.

-¿Qué le han dicho a Elsa sobre mí en estos últimos dos años?- se me ocurre indagar de repente. Las expresiones se vuelven indescifrables. El director es quien se anima a revelarme la respuesta que me atañe.

-Que continuabas igual que de costumbre- no necesito inquirir nada, puesto que él mismo decide explicarme la situación- Elsa ha sobrellevado su vida, Hans. No necesita de un ataque de histeria o miedo en estos momentos.- asiento con la cabeza en alto. Vuelve a producirse otro pequeño intervalo en la conversación.

-¡Muy bien, caballeros!- exclama el doctor Herrasen, sacándonos a todos de nuestro ensimismamiento- Es hora de evaluar los resultados- las afirmaciones en acuerdo no tardan en esparcirse por la sala. – Enfermero, Break, quédese con el paciente, iremos a otra habitación para realizar el análisis en privado- el interpelado asiente en silencio. Todos toman sus apuntes y sus efectos personales para luego retirarse. Mi cuidador se sienta enfrentando a mi butaca.

-¿Qué tal te sientes?- pregunta en tono confidencial, juntando sus manos mientras se inclina hacia mí.

-Confundido, supongo- respondo no del todo convencido.

-Sorprendido ¿Eh?

-No me lo esperaba. Es increíble que haya olvidado algo como eso.- me reprendo interiormente a mí mismo.

-Deseas conocerlo- no es pregunta.

-Si digo que si, me encerrarán tres años más.

-Nadie te escuchará aquí- me niego a hablar y alejo mi rostro de su suave escrutinio- bueno, no te preocupes. Sé que quieres hacerlo. Puedes convencer a esos hombres, ellos no te ven más que dos veces al mes. Pero yo te veo todos los días desde hace siete años, sé reconocer tus expresiones.

-¿Y eso qué?

-Que no he visto el menor signo de una recaída mental en ti, en toda la reunión.- sonríe- Quieres ver al niño con las mejores intenciones del mundo, careces por completo de ese egoísmo y esa posesividad con la que antes hablabas de Elsa y de tu hijo…- suspiro resignado.

-Pero no puedo acercarme, Elsa se alteraría, no quiero que vuelva a sufrir por mi culpa. – Me mantengo callado unos segundos- además, jamás me permitiría verlo.

-Elsa no tiene porqué enterarse.

-¿Cómo quieres que no se entere?

-Eres listo, Hans, encontrarás la forma.

-¿Te crees experto en el tema?

-Sí, de hecho, si.- me escruta con la mirada de manera intensa- Yo soy un rehabilitado. Maté a mi esposa y a mi hija hace años… También poseía ese egoísmo posesivo. Por eso me asignaron a ti, yo más que nadie era el mejor postor para cuidarte.

-¿Por qué lo hiciste?- le pregunto sin disimular mi sorpresa.

-Por el mismo motivo por el cual tu violaste y casi asesinaste a Elsa. – Se lo piensa un momento- y por el mismo motivo por el cual asesinaste al anciano, también. – Hace otra pausa- estaba ciego, moría de celos… ellas eran mi todo… tan hermosas… no quería compartirlas con nadie, con ningún otro hombre, ni siquiera con mi hijo menor de cuatro años… Jamás me lo perdonaré. Mi pequeño bebé, tampoco. Pero tengo una buena relación con él.

-¿Cómo?

-No sabe que soy su padre.- suspira- ahora tiene catorce años. Lo veo desde hace dos. Me considera su "Misterioso amigo". Aparecí en su vida cuando salía de un concierto para muchachitos con sus amigos. Hice que el encuentro pareciese "accidental". Le dije que había conocido a su madre. Sus ojos se iluminaron al oír eso… me sentí tan miserable…- Soy testigo de cómo las lágrimas llegan a sus ojos- Habló de mi mismo conmigo una vez… me odia. Si supiera que su gran amigo adulto es su padre… no sé cómo reaccionaría. – realizo una mueca, incapaz de saber que decir. – Inténtalo Hans.- Escuchamos las voces de los médicos a través del pasillo- Ya vienen- argumenta el enfermero y retoma su antiguo lugar para fingir que no hemos hablado. – Por cierto- menciona- se llama Connor.

Connor.

Mi hijo se llama Connor. Connor D´ Arendel, claro, pues Elsa jamás le daría mi apellido. ¡Y maldita sea! Connor Westergard suena terriblemente bien. Quiero ver a mi hijo. Asiento a mi enfermero conteniendo un largo suspiro, no puedo agradecer con palabras, no salen de mi garganta, mueren en mis labios antes de que pueda sacarlas a flote.

Los médicos ingresan uno a uno a la habitación. Todos se quedan de pie frente a mí y me contemplan con una expresión apacible. El director toma una hoja que le ofrece uno de mis médicos de cabecera y comienza a leer:

-Hans Westergard, treinta años, interno n° 7778, categoría: Peligroso, tiempo de tratamiento: siete años, Historial Clínico con legajo inadmisible…- levanta los ojos del papel y me mira, los segundos se me antojan eternos, el tiempo me asfixia, deseo que se deje de rodeos y hable de una maldita vez por todas- Me complace informarle que, desde el día de la fecha, ha dejado de ser paciente del Sanatorio Psiquiátrico Internacional. – Dejo caer los hombro mientras siento una mueca escurridiza en mi boca y todos en la sala me aplauden, me felicitan y me palmean el hombro. Soy Libre.

-Muchas gracias- les digo a los miembros del Consejo encargados de brindarme mi alta.

-Te lo has ganado, hijo- habla Herrasen- Tu evolución ha sido impecable. –Asiento apretando los labios en una sonrisa- A comportarse ¿Eh?

-Sí, señor.- Estrecho su mano, también la de Melok y D´Natenberg, cuando llego al director, me detiene con astucia.

-Hans… sabes lo que sigue ahora ¿Verdad?- asiento otra vez - Necesitarás de un empleo. – Abro los ojos, expectante a lo que creo que me propondrá- siempre se necesitan de asistentes con… -busca una palabra- experiencia… para saber tratar a los pacientes ¿Qué dices?

-Será un honor, señor. Gracias por concederme esta oportunidad. – El hombre me sonríe desdentadamente. Fijo mis ojos en los de mi enfermero y él se encoje de hombros con una sonrisa mientras me susurra un "Bienvenido, Compañero". Regreso mi atención al director.

- Bienvenido, entonces. Esta vez como parte de la familia de trabajadores, claro- rio junto con él y continuo recibiendo las felicitaciones, hasta que ya no queda nada por decir. Entre palabrerío y palabrerío, me entero de que me asignarán una nueva casa como parte de mi reinserción en la sociedad y que me aportaran una generosa suma de dinero para que compre mis elementos esenciales. Claro que cuando trabaje me lo irán descontando del sueldo. No me quejo, es más de lo que podría pedir. A decir verdad, supongo que aún tengo bajo mi nombre la librería y la casa en las afueras de la ciudad, pero no quiero saber nada más de ellas. Las venderé en cuanto pueda.

Salgo de la sala, donde mi querida enfermera me espera con una maleta a sus pies y una maternal sonrisa en el rostro. La abrazo, inclinándome debido a su pequeña estatura, es tan menuda que mis brazos llegan a arroparla por completo.

-Mi bello pelirrojo- musita- Tu querida señora Gyda te acompañará a casa…- Beso la frente de la mujer, al fin sé el nombre de una de las pocas personas que me ha brindado sincero cariño aún cuando no lo merecía.


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La casa es lo suficientemente amplia para un hombre como yo, tiene un estilo bastante moderno y a la vez tradicional. Está situada en un barrio apacible, donde no creo que alguien se altere alguna vez, a juzgar por su aspecto. Gyda me otorga tres llaves y tardo unos momentos en descubrir cuál es la que abre la entrada de mi acogedora y blanca morada, con dos ventanas visibles al frente y una puerta de teca revestida de laca y adornada por un pequeño cartel que me da la bienvenida.

La cerradura cede y empujo la abertura para luego buscar algún interruptor de luz. Lo encuentro a mi izquierda y lo presiono. Ante mis ojos aparece una sala, desprovista de muebles ostentosos, solo adornada por una mesa con seis sillas y tres puertas a diestra y siniestra del lugar.

-La llave más pequeña es la del cuarto- me informa la mujer mientras apoya su mano sobre mi antebrazo. – La otra es de la reja, hoy pedí que la dejasen abierta para que no hubiese tantas interrupciones entre tú y este nuevo comienzo. – le sonrío con carisma y avanzo hasta la primera puerta, la cual da a aun baño pequeño y acogedor, con azulejos verdes agua. Me alegra que no sean blancos o azules, ya que eso solo me recordaría a mi estadía en el psiquiátrico. Junto a la puerta hay un lavabo y en la parte trasera del lugar se encuentran el bidet y el excusado. A mi izquierda veo una tina, la ducha de agua corriente y un sostén para toallas. Retrocedo sobre mis propios pasos y me dirijo hasta la puerta más cercana a mi persona, la cual pertenece a la cocina. El espacio es amplio y bonito, lo decoran azulejos con verduras revestidas en mimbrón, una alacena de blanco pulcro, paredes verdosas, una estufa de cuatro hornallas, un refrigerador pequeño, una ventana de caoba con cortinas naranjas, una mesa para tres personas y una mesada que abarca toda una pared con su canilla y sectores de cubiertos correspondientes. – Es bonita- comenta la mujer y yo la acerco mi pecho en un abrazo para luego besar su coronilla. – Anda, guapo, no vengas con galanterías que ya no estoy en edad para eso- me rio ante su broma y una vez más retrocedo hasta el living para abrir la última puerta. Elijo la llave que me señala Gyda y la inserto en la cerradura hasta escuchar el sonido que me indica que puedo girar el picaporte. En efecto, eso hago, solo para dejar al descubierto una habitación color blanca, con una ventana que da al patio trasero y pequeño del hogar, cortinas verdes, un cómoda de alabastro y una cama matrimonial en la esquina opuesta al gran ropero de madera pulida.

-¿Para qué una cama tan grande?- indago mientras paso las manos por las sabanas suaves de tonos anaranjados.

-Tal vez esperan que te cases- bromea Gyda.

-Si lo hiciera, compraría otra casa, señora Gyda.- rio junto con ella y luego adquiero una expresión seria ante los pensamientos que asaltan mi mente- Eso no pasará.

-¿Por qué no, tesoro?- pregunta la mujer mientras acaricia mi cabello de fuego- Podrías darte una oportunidad… conocer a alguien…

-Usted lo ha dicho- espeto- Conocer. Conocer implica ser conocido. Soy un monstruo, señora Gyda, nadie desea compartir la vida con un violador homicida. – la mujer jala mi cabello y suelto un quejido.

-Eres más que eso, Hans.

-Eso no cambia nada- suspiro- Además jamás arriesgaría a una persona de esa manera. ¿Qué tal si recaigo y mato a alguien?

-Eso no sucederá. El pasado, ya pasó. Ahora te encuentras bien. – me golpea el hombro y yo protesto- ¿Entendido?

-Entendido…- no puedo evitar reír ante su efusiva y agresiva forma de socializar, se parece mucho a la hermana de Elsa ese aspecto. Gyda mira su reloj de mano y lleva su mano derecha a la boca para ahogar una exclamación.

-¡Válgame el cielo!- grita- ¡Debo estar en quince minutos con las damas del Club de Lectura!- Camina presurosa hasta la puerta, pero retrocede para dejar un beso en mi frente- Descansa un poco, vendré mañana e iremos a comprar todo lo que te hace falta. Hay comida en la nevera y ropa de dormir en el armario. Procura guardar tu vestimenta si tienes tiempo. –Asiento tranquilo- Te quiero mucho.

-Y yo a usted- le abro la puerta y la veo marcharse- ¡Conduzca con cuidado!- grito para que pueda oírme.

-Claro, cariño. – observo como sube al auto, el modelo destartalado de un Cabriolet blanco. Lo pone en marcha y toca la bocina a modo de despedida antes de alejarse con prudencia.

Ingreso a mi hogar y descanso mi cabeza sobre una de las paredes. Espero tener un buen comienzo. Voy a la cocina, ansioso por encontrar algo de comer, abro la nevera y extraigo una ensalada de tomates y repollo, condimentado con aceite y sal. Encuentro, a su vez, una milanesa lista para ser recalentada y la llevo al horno. Busco bajo la mesada hasta dar con los vasos, escojo uno de los seis disponibles y lo llevo a la mesa. Como no tengo nada ostentoso para beber, extraigo agua de la canilla y la sirvo en una jarra violácea. Cuando el tiempo de cocción se cumple, saco la milanesa del horno y la pongo en un plato blanco (hay siete en total en la mesada). Ceno en silencio, por primera vez tranquilo desde hace mucho tiempo, con la seguridad de que todo va a cambiar.

Siguiendo el consejo de Gyda, termino de cenar, lavo los platos y comienzo a ordenar mi ropa dentro del armario. Una vez acabada la tarea, extraigo del interior las prendas de dormir y descubro un uniforme de enfermero, seguramente lo usaré dentro de poco. Me cambio y aparto las sabanas de la cama para luego cubrirme con ellas. La luz posee dos interruptores, uno junto a la puerta y otro junto a mi cama, así que no debo levantarme para apagarla. Sin nada más que hacer, procuro alejar los malos recuerdos de mi cabeza, procuro alejar a Elsa para dormir sin problemas.

Abro la puerta de mi apartada casa y dejo los libros y la comida sobre la mesa ratona del living. Las hermosas rosas blancas que tengo en las manos no tienen comparación, de seguro te parecerán preciosas.

Oh, Elsa, solo espero que ya no tardes en amarme tanto como yo te amo.

Hoy es un día especial, puesto que se cumplen dos meses desde que estamos conviviendo. Deseo hacer de esta fecha, algo precioso para ti. Amor mío, deseo disfrutar de todos los placeres disponibles, desde la comida que pienso preparar, hasta tu cuerpo inmaculado y marcado por mis besos demandantes y pasionales.

Voy hasta nuestro cuarto, ingreso con cuidado, puesto que aún sigues dormida, o sedada propiamente dicho. Te veo tendida sobre la cama, desnuda y pálida, con los cabellos rubios platinados desparramados por la almohada. Observarte es un acto divino, Elsa, nada se te compara en belleza. Si las diosas griegas existieran, te envidiarían y harían todo lo posible por parecerse a ti, mientras que los dioses competirían por tu amor, por poseerte.

Así como yo te poseo.

Dejo las rosas sobre la mesa de noche y subo a nuestra cama, gateo hasta ti y poso mis labios en tu cuello, tu aroma penetra por mis poros como una droga mortal y excitante. Mis manos descienden por todo tu organismo, deteniéndose especialmente en esa marca que indica que eres mía: una H a punta de navaja que jamás desaparecerá aunque alguien ponga todo su empeño en ello. Te escucho suspirar y gemir involuntariamente mientras comienzas a despertar. Guio mi mano izquierda hasta tu feminidad e inicio una serie de movimientos ascendentes y descendentes que arrancan clamores de tus labios rojizos. Feliz por ello, continúo mi acción para lograr mi cometido. Pero todo cambia de repente, cuando tu cuerpo se tensa ante cualquier contacto. Has despertado. Forcejeas para liberarte, pero te aprisiono con mi peso y antes de que puedas gritarme u suplicar me apodero de tus labios con todo el amor que reboza de mí ser.

Te amo, princesa, te amo tanto…

Luchas contra lo inevitable, Elsa, no puedes resistirte a mis manos o a mis labios. Gritas toda clase de improperios mientras te agitas bajo mi cuerpo deseoso del tuyo, intentas golpearme y lastimarme con frases inservibles. Finalmente te apaciguas, dejándote dominar, sintiendo a mis extremidades experimentadas recorrer tu sexo húmedo, tus pechos turgentes y tu espalda ecuánime. Desciendo con mi boca hasta tu seno perpetuamente apasionante, mordisqueo, succiono, acaricio, te hago gemir, gritar, suspirar…. Lo disfrutas físicamente, quisiera que lo sintieras desde el fondo de tu corazón, tal como yo lo hago. Separo mis labios de las lomas superiores de tu esbelta figura y dejo que mis manos los remplacen. Desciendo procurando besar tu vientre plano, especialmente tu pequeño y peculiar ombligo, hasta llegar a tu monte de Venus. Escucho tus sollozos angustiados acompasados con tu propios gemidos y mis suspiros de pasión, mi cuerpo desea poseerte, quiero estar dentro de ti, quiero oírte gritar mi nombre- aún no sé si deseas que me detenga o si deseas que no pare nunca cuando eso ocurre- quiero que muevas instintivamente tus caderas para intensificar la entrada de mi hombría. Tu cuerpo responde al mío, Elsa, aunque tu mente y corazón no quieran hacerlo.

Con esos acalorados pensamientos, beso tu flor celestial, sintiendo la humedad de tus labios íntimos, prolongo la caricia hasta que escucho el glorioso sonido de tu voz al llegar al orgasmo. Subo mi mirada para apreciar la divina imagen que tu cuerpo, empapado en sudor, con las piernas abiertas, y la respiración agitada, representa. En el trascurso de los hechos, me había quitado la camisa, sin embrago ya no tolero el calor que se acumula en mi entrepierna, mi erección se ha tornado dolorosa. Rápidamente quito el estorbo que representa mi ropa y vuelvo a apoyar todo el peso de mi cuerpo sobre el tuyo, me acomodo en tu entrada, listo para lo que deseo hacer desde que entré a la casa. Al sentirme tan cercano vuelves a llorar, balbuceas incoherencias. Ruedo los ojos, dispuesto a ignorarte, sé que lo disfrutas, princesa.

-Po-por… fa-favor, Hans…. – suplicas, me encanta cuando lo haces por más que deteste verte sufrir. Fijo mi mirada verdosa sobre el azul de tus ojos empapados de lágrimas- No lo hagas… déjame ir… - acerco mi rostro al tuyo y te beso con ternura hasta que debo soltarte por la falta de aire.

-No podría hacer eso, princesa…- me dispongo a seguir, pero siento tu mano pequeña, fría y firme sobre mi pecho desnudo.

-Te lo suplico… - escucho tu llanto angustiado y me quedo quieto, apreciando tu belleza corrompida por las lágrimas- No… no te encuentras bien- te miro confundido- Estoy dispuesta a perdonártelo todo, Hans… ¡Todo!... solo déjame ir… buscaremos ayuda… te acompañaré… estaré a tu lado… no voy a huir, no te dejaré solo…- otro largo sollozo interrumpe tus palabras- algo debe haberte pa-pasado… para que hagas esto… -niego con la cabeza, algo me grita que me detenga por completo y te oiga, pero el deseo por estar dentro de ti lo opaca. Percibo como tu otra mano se posa sobre mi hombro, acercándome a ti, no tardo en sorprenderme al ver como rosas tus labios con los míos en un beso simple y casto- solo déjame volver con Anna y todo irá bien… buscaré la forma de ayudarte- ¡Ahí está de nuevo! ¡ANNA! ¡Siempre Anna! Esa perra no te merece, es indigna de estar emparentada contigo, debería de matarla. Ignoro que me has besado, ignoro todas tus palabras y te silencio por completo, posando mis cinco dedos derechos sobre tus labios. Percibo los sonidos interrumpidos que deben de ser tus gritos, pero están ahogados bajo mi palma. Entro en ti, mientras veo como tus ojos se desbordan y como tu rostro se desarma por el dolor emocional. Aparto mi mano para posicionarla en tus caderas y así perfeccionar el vaivén de nuestros cuerpos. Tus gritos libres, llenos de odio, lastima y placer inundan la habitación. Ambos llegamos al clímax rápidamente, yo extasiado de felicidad, tú con la ira y el dolor expresamente acumulados. Me desplomo sobre tu cuerpo y te hago cosquillas con mi respiración oculta en tu cuello, permanezco en tu interior. Pasan unos minutos hasta que te oigo hablar nuevamente, en realidad exclamas tus palabras con todo el aborrecimiento posible:

-¡Eres un monstruo!

Me despierto sobresaltado, el sudor se agolpa en mi frente, debo acariciar múltiples veces mi cama en toda su extensión para comprobar que solo ha sido un sueño, que ella no está a mi lado, sufriendo e implorando que la deje libre. Enciendo la luz y dejo que la habitación se ilumine en todo su esplendor. Me levanto y salgo del cuarto, voy al baño y mojo mi rostro. Esa pesadilla me destruye poco a poco.

Porque sé que no es un sueño.

Porque sé que es un recuerdo.

Busco las llaves que dejé en la mesa del living y camino con rapidez hacia la puerta principal. Permanezco descalzo y desabrigado, no me importa el frio, no me molesta en absoluto. Bajo los tres escalones del porche y me siento en el último. Aspiro el aire fresco, no deben de ser más de las tres de la mañana. Debo comprar un reloj.

-¿Mala noche, eh?- giro mi rostro hacia un costado y me topo con mi antiguo enfermero, recostado plácidamente sobre la cerca que separa mi casa de la de al lado- Que bueno que seamos vecinos ¿No? – Lo escruto con la mirada- ¿Qué? Mmm… Te explico: el hospital psiquiátrico es poseedor del 57% de las propiedades de este barrio, todas son destinadas para pacientes rehabilitados. Aunque de ese 57, solo el 12% tiene a algún propietario. – Ríe con amargura- Vaya que cuesta recuperarse ¿No? – asiento mientras vuelvo a posar mis ojos en el suelo- Que bueno que te han asignado una casa junto a la mía.

-Seguramente creyeron que necesitaría ayuda- replico haciendo alusión a mis médicos de cabecera.

-¿Y la necesitas?- dudo un momento antes de cruzar mis brazos sobre mis rodillas, asentir con la cabeza y reposar en mis extremidades. Break salta la cerca y lo escucho sentarse a mi lado- Cuéntame.

-Un recuerdo.

-¿De Elsa?- afirmo con la cabeza.- ¿Qué fue esta vez?

-Lo de siempre. – Respondo escueto- Es patético descubrir que los tormentos que yo provoqué hoy me atormentan.

-Sí, realmente es patético- ríe Break- pero es el precio que debemos pagar por una nueva oportunidad.

-¿Todo tiene que tener un precio?

-Es un mundo interesado- responde- ¿Esperabas otra cosa?

No devuelvo palabras ante su nueva indagación y nuevamente me ovillo para observar el suelo. El frio se torna insoportable, pero no hago nada por ir a buscar abrigo alguno. Las agujas de hielo invisible en mi piel, atraviesan hasta el lugar más recóndito de mi alma. El frio puede ser doloroso. Pero si Elsa logró soportar todo el sufrimiento que le he causado, yo puedo tolerar esto. El viento se cuela entre los dedos de mis pies descalzos y por primera vez soy consciente de un detalle.

-¿Qué hay de ti?- le pregunto a Break, pero creo que debería explicarme mejor- ¿Por qué estás despierto? – El hombre centra sus ojos en mi y suelta una carcajada mínima y agotada.

-Si hay algo que no cura el tiempo…- suspira- son los recuerdos, Hans- musita algo ininteligible y lo insto a seguir hablando con un ademán de mis manos- Aunque me encuentre rehabilitado y en perfectas condiciones mentales, jamás olvidaré nada… - se pone de pie y comienza a reír con anhelo- La risa de Britana fue la más hermosa que jamás ha existido… ese sonido era la música más perfecta del universo, fue lo primero que me enamoró de ella… - se pasa una mano por los cabellos- Cuando me obsequió a Aida, me sentí absolutamente completo… ellas eran tan hermosas, me hacían muy feliz… Luego llegó el niño, pero no le di mucha importancia- frunce el ceño- porque esas dos mujeres eran todo cuanto quería y porque me hervía la sangre cuando alguien más se les acercaba… - vuelve a tomar asiento a mi lado- Todas las noches, sin falta, veo los ojos de mi esposa, llenos de lágrimas, abrazando a mi pequeña… todas las noches veo su sangre escurrirse entre mis dedos… y, al mismo tiempo, escucho los gritos suplicantes de Aida, "Papá… yo te quiero… no me mates… ayuda a mami… está sangrando mucho…" Es por eso que estoy aquí ahora… y aquí me encontrarás siempre que también tengas una mala noche. Por poco no duermo…

Asiento de modo casi imperceptible y vuelvo a bajar la cabeza. Gracias al cielo que Elsa pudo salvarse y gracias al cielo que no recuerdo cómo demonios asesiné a aquel anciano que me brindó su confianza. Espero no rememorarlo nunca…

-Ahora, Hans- Break retoma la palabra luego de un buen tiempo- ¿Qué piensas hacer con tu hijo?


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Ingreso a mi hogar luego de un arduo y exhaustivo día de trabajo. Los enfermos mentales terminan por colmarte la paciencia, creo que ya entiendo por qué algunos sanitarios suelen ser violentos a veces. Dejo mi cazadora sobre el respaldo de una silla del living- comedor y me sacudo el polvo del cabello. La luz está encendida, por lo cual supongo que Gyda se habrá pasado a dejarme comida. Doy unos cuantos pasos y suelto un improperio al chocar con la mesa ratona de revestimiento de mármol negro que me regaló Break. Aún no me acostumbro a su inapropiada ubicación. Es increíble cuanto ha cambiado la casa en nueve meses…

Las paredes de la sala de estar se encuentran adornadas por cuadros de todo tipo, en su mayoría abstractos. La mesa posee un mantel verde esmeralda, similar al tono de mis ojos, con bordados un tanto femeninos. No tengo que aclarar que fue elección de mi querida ex enfermera. El suelo es cubierto por una alfombra azul y mullida, con diseños árabes en tonos dorados. Sobre la misma, descansan tres sillones de tapizado oscuro y la mesa de mármol negro. Las cortinas de ambas ventanas frontales, han pasado a ser lisas y uniformes, con apenas unos detalles de color musgo en toda la extensión azabache. Junto a la puerta principal, descansa una mesilla alta y, sobre la misma, un teléfono inalámbrico. Además hay unas flores blancas que perfuman el lugar, cortesía de una enfermera bastante insistente y molesta, es nueva en el hospital y mi apariencia la ha atraído. Si tan solo supiera…

Camino hacia la cocina, la cual no ha sufrido muchos cambios: solo he añadido algunos electrodomésticos y un televisor, además de una foto mía junto a Gyda y Break, las únicas personas a las que realmente considero amigos. Abro la nevera y saco un recipiente con caldo de arvejas, lo paso a una fuente metálica y lo poso sobre una de las hornallas de la estufa para comenzar a recalentarlo. Mientras espero a que esté listo, me permito apreciar el buen sabor de una deliciosa copa de vino y enciendo la televisión, donde una periodista da el informe del clima de modo simpático.

Una vez lista la comida, ceno en silencio para después lavar los platos e ir a asearme. El baño no ha cambiado en absoluto, no había mucho por remodelar. Me desvisto sin prisa y dejo correr el agua para que se caliente, el vapor me rodea y lo aspiro siguiendo el consejo de Gyda. Me encuentro un poco resfriado y ella asegura que el agua en estado gaseoso es ideal para estas situaciones. No me demoro en demasía en lo que respecta a tomar un baño, por lo que, una vez cambiado, voy hasta mi cuarto y me recuesto a leer una de las historias de las que me ha hablado Elsa antaño.

El amor en los tiempos del Cólera, escrito por Gabriel García Márquez, un escritor latinoamericano. Es una de las pocas cosas buenas o neutrales que recuerdo de esa bella mujer. Ella adoraba al autor, aunque siempre solía quejarse de que las traducciones al inglés no eran buenas. Una semana antes de secuestrarla, le había propuesto darle clases de español y gustosa había aceptado. No puedo evitar pensar que, de haber estado en mis cabales, tal vez en este momento podríamos estar juntos, los dos, en una casa amplia y bonita con niños pelirrojos o rubios correteando y sacándonos de las casillas… Mi amor por ella (No, mi obsesión por ella), era tan egoísta que no me detuve a pensar en nada y actué desjuiciadamente.

No sé qué es lo que siento por Elsa con exactitud… pero es algo más que pena y arrepentimiento. Da igual, de cualquier forma no me acercaría nunca a ella, debe de aborrecerme y no podría hacerla sufrir con todos los recuerdos que de seguro se obliga a intentar borrar día a día. Ya bastante difícil debe de serle convivir con nuestro hijo.

Connor es un niño entusiasta por lo que he sabido. A diferencia de su madre, posee un carácter extrovertido y enérgico, muy similar al que yo tenía cuando era pequeño. Ha cumplido siete años este mes y su semblante muta a cada segundo que transcurre, asemejándose cada vez más a mí. Vive en Chicago junto a Elsa, su tía Anna y su tío Kristoff, esposo de la última mencionada. Break me ha dicho que la menor de las D´ Arendel se ve incapaz de alejarse de su hermana mayor desde que yo la apartase de su lado. Su marido la entiende y respeta tal decisión, a pesar de que Elsa insiste en marcharse para que lleven una vida solos en pareja. Agradezco al hombre, es una buena persona y cuida de Connor como si fuese suyo. Break también me ha traído varias fotos de la restaurada familia, él ha viajado hasta el hogar de Elsa y, discretamente, ha buscado por mí toda la información que le fue posible.

Elsa ha cambiado desde la primera vez que la vi, y yo he contribuido en ello en todas las formas posibles. La angustia, el abatimiento y el cansancio han generado muecas y líneas imborrables en su rostro, su cuerpo, antes delgado, se ha visto transformado bruscamente por la maternidad, dándole unas caderas más anchas, una cintura de mujer madura y unos atributos prominentes. El brillo de sus ojos antaño ha desaparecido y el largo cabello que solía trenzar es diariamente recogido en un moño complicado que impide apreciar su autentica belleza, aunque el color no ha cambiado. Sin embargo, su sonrisa es la misma y resulta radiante cuando de mi hijo se trata. Elsa D´ Arendel, a sus veintiocho años, sigue siendo la mujer más hermosa que jamás he visto y su rostro joven de ángel, moteado por pecas, no me produce otra cosa más que odio hacia mi persona.

Anna se ha vuelto más responsable y sobreprotectora, no se separa ni de su hermana ni de su esposo. Ama a Connor aunque Break me ha dicho que la ha visto llorar luego de que el niño dijese o realizase algunas expresiones en particular. Naturalmente que eso sucede porque dichos actos lo vuelven idéntico a mí. Sin embargo, procura ser fuerte por Elsa, para que ella no caiga en viejos y dolorosos recuerdos. Su aspecto es muy similar al que poseía cuando la conocí, a sus dieciocho años. Es una muchacha bonita, de cabellos parecidos a los míos y ojos de aguamarina, cuerpo menudo que se asemeja al que poseía Elsa antes de quedar embarazada, piel acaramelada y salpicada de pecas. Hay que reconocer que Kristoff es afortunado, pero no tanto como lo hubiese sido yo de haber hecho las cosas correctamente. Anna es hermosa, pero Elsa no tiene ninguna palabra precisa que pueda describirla, su belleza no es de este mundo.

Kristoff es un hombre alto, rubio y atlético, con un empleo que realmente ama (es un esplendido oficial de policía), una esposa fiel, una cuñada afable e introvertida y un sobrino enternecedor de origen escalofriante. Break no ha hecho mucho hincapié en él, solo me ha dicho que cuida muy bien de Connor y que desea darle un primo para que se sienta más acompañado.

Y, finalmente, es el turno de mi niño. Nada ha obtenido de Elsa salvo su piel extremadamente pálida. Sus ojos son verdes, un tanto más claros que los míos, pero verdes al fin y al cabo. Su cabello de fuego contrasta con las motas rojizas sobre el puente de su respingona nariz, sus facciones alargadas, y dignas de un príncipe, dan muestras de que se volverá un hombre muy guapo a los ojos de toda mujer, así como yo lo he sido desde que tengo memoria. Su carácter es alegre y curioso, lo cual lo lleva a preguntar mucho por su padre (por mi). Ante esto, Break ha dicho que oyó a Elsa contarle al niño que su progenitor había sido un hombre con problemas, difícil de entender, que debió de llevar una vida dura y que los actos cometidos, de los cuales hablarían cuando fuese mayor, podían ser fácilmente perdonados teniendo en cuenta el pasado. Stephen también mencionó que la familia no planeaba hablar nunca de mí, Connor supo de su padre por error.

-¿Papá fue malo?- preguntó una vez en el parque, mientras veía a su madre tejer y al extraño hombre de cabellos oscuros que leía un periódico a su lado. Break me expresó que Elsa dudo de su respuesta.

-Tu padre no tuvo una vida fácil.

-¿Te lastimó?

-Solo en parte, amor. No podría quererlo nunca, pero tampoco podría odiarlo.

-¿Por qué?

- Porque gracias a él te tengo a ti…

El sonido del teléfono me saca del largo análisis en el cual me había sumido. Me apresuro a atenderlo. Tomo el aparato e inicio la plática.

-Buenas noches, Hans Westergard al teléfono.

-¿Qué tal, imbécil?- el sonido áspero de mi amigo me llega a los oídos.

-¿Qué diablos quieres, Stephen? –Alzo la voz para que crea que me encuentro agotado y molesto, no deseo hablar ahora…- Estaba por dormir.

-Sí, seguro. –Dialoga con sarcasmo- ¿Con dormir te refieres a pensar durante largas horas en tu hijo, Elsa y la vida que podrías haber llevado junto a ella?

-Púdrete.

-Eso pensé. -ríe- Escucha, hablé con el Director hoy- No sé a dónde quiere llegar pero espero que se dé prisa, es una gran amigo pero no estoy de ánimos para hablar.

-¿Y a mi qué?-gruño- ¡¿Puedes dejarme dormir?!

-Cierra tu maldita boca y déjame terminar- vuelve a reír- Le dije que te veía muy cansado, que te habías desenvuelto muy bien en tu labor y que creía que necesitabas un receso.- Bien, ahora sí que estoy confundido…

-¿De qué demonios estás hablando?- inquiero con el tono más desorientado que me es posible.

-Te conseguí vacaciones, hermano. –lo pronuncia como si fuese la cosa más obvia del mundo. Hace una pausa para beber algo, posiblemente la cerveza belga que siempre ingiere- Supongo que buscarás ya mismo un vuelo a Chicago.- soy incapaz de asimilar lo que me está diciendo. Tardo varios segundos en procesar todo- ¿Sigues vivo?

-S...Si.- la emoción y el miedo me invaden…. Viajar, Chicago, hijo, Elsa…

-Me alegro.

-Gracias, Stephen.-pronuncio con lentitud.

-¿Para qué están los amigos?-indaga retóricamente, sin buscar respuesta alguna de mi parte- Además realmente te veías cansado…

-Lo único que me agota es esa estúpida enfermera nueva.- Break ríe de buena gana y yo lo acompaño.

-¿La que te regaló flores?

-Ajam…

-¡Hermano, eso sí fue patético!

-¿Crees que debería decirle que soy uno de los pocos enfermeros sin más experiencia que una rehabilitación psicópata?

-No estaría mal- suelta otra carcajada- si le dices, por favor avísame. Quiero estar presente para verle la cara de espanto- lo acompaño en su nuevo lapso de diversión.

-¿Cuándo me darán vacaciones?- indago para comenzar a organizarme.

-En un mes, tienes tiempo para alistarte- hace una pausa- Tendrás ocho hermosas semanas para ver a tu principito. Parece demasiado tiempo ¿Verdad? Pero es lo justo para la gente que vive tratando con enfermos mentales.-se ríe con ánimos-Pídele a Gyda que te ayude, pero no vayas a decirle a donde te diriges. Pondría el grito en el cielo.

-Lo sé… -hago una pausa mientras pienso con detenimiento- ¿Qué tal Miami?

-Me parece bien, veré si te consigo un pasaje falso para que se lo crea.

-No me agrada mentirle…

-A mi menos, es como si engañásemos a nuestra madre. –Hace una pausa- Pero si da aviso a tus doctores te encerrarán de nuevo y a mí por cómplice.

-Seguro, creo que han estado vigilándonos mucho…

-¡Que se vayan al demonio!- reímos nuevamente- Voy a darme una ducha, hoy he llevado al campeón a jugar soccer al parque y se le dio por armar una pelea con lodo. ¡Es un inmaduro! Acaba de cumplir quince años y sigue con esas estupideces… -suspira- quisiera decirle que soy su padre para reprenderlo como es debido- no acoto nada, yo mejor que nadie sé que las palabras que levantan el ánimo no sirven para personas como nosotros- Bien, hasta luego, hermano.-me saluda luego de tomarse un respiro para aclarar sus ideas.

-Saludos- suspiro un momento antes de añadir- y gracias otra vez…

-No hay por qué…- asegura Break- Averigua lo que necesitas para tu viaje.

-Eso haré.

-¡Hasta luego!- rio ante su inesperado énfasis y cuelgo el teléfono… tengo mucho que hacer. Me dirijo a la cocina y sirvo un vaso con agua, no me lo bebo, solo lo llevo conmigo hasta la habitación y lo dejo en la mesa de noche junto a la lámpara de lava naranja y negra que me ha obsequiado Gyda. Camino hacia el armario y extraigo de su interior un ordenador portátil junto con su cargador. Conecto el aparato en el interruptor que se halla junto a mi lecho y apago la luz. Enciendo la computadora y bebo el agua mientras espero a que se cargue por completo. Aguardo pacientemente, me permito observar las sombras anaranjadas cual ocaso que se proyectan en la pared…

-¿Qué tipo de novela quisieras llevar hoy, Elsa?-te pregunto admirando tus orbes azules y cautivantes. La mueca de una sonrisa asoma en tu rostro pulcro y te devuelvo el gesto con la misma naturalidad… si supieras lo que causas en mí…

-Supongo que alguna de interés amoroso…- respondes tímida al mismo tiempo que tus mejillas se colorean de un rojo enternecedor- Anna me la ha solicitado- agregas de antemano y rio ante tu nerviosismo.

-Por un momento pensé que te habías vuelto una romántica…

-El romance no va conmigo- explicas.

-Así como los libros no van con tu hermana, Elsa. – Me miras de soslayo, intranquila e incapaz de formular una buena excusa- Yo creo que hay algo de romance en ti… incluso, quien sabe, podrías tener un espíritu sensual- el color que adquiere tu rostro me fascina, no hay más bello tono para las mejillas de una mujer, que el matiz con que el rubor las tiñe. Y a ti te sienta de maravilla… podría tomarte justo ahora…

-Sería lo mismo- espetas.

-¿Por qué?- indago, no queriendo que esta plática acabe. Muy pocas veces consigo que hables tanto como estas haciéndolo ahora.

- La espiritualidad de la sensualidad se llama amor- recitas y presiento inmediatamente que no son palabras propias de ti.

-Buena frase- articulo- ¿Dónde la has leído?

-El ocaso de los Ídolos, Friedrich Nietzsche.

El sonido del ordenador encendiéndose al completo me saca del recuerdo que estaba teniendo. Es increíble como una simple palabra, un color, una nimiedad, puede convertirse en Elsa en cuestión de segundos. Aparto mi vista de las sombras naranjas de crepúsculo y fijo mis ojos verdes en la pantalla. Ingreso a Google e ingreso los datos necesarios para la compra de un pasaje. Un sinfín de ofertas aparece de inmediato, comienzo a compararlas y termino por elegir una que incluye una estadía gratis en un hotel cuatro estrellas, próximo a la casa de Elsa y Connor. Siete cuadras será lo que me separe de ellos. Reviso el bastardelo requerido: documento, visa, pasaporte y… certificado de alta médica para aquellos pasajeros que hayan sufrido problemas de índole física o mental… perfecto, todo en orden, supongo. Reservo el pasaje con fecha próxima a un mes y dos semanas y un anuncio destellante me felicita por mi "esplendida elección". El cuadrado brillante es adornado por una mujer bella de cabello rubio…

-¡No por favor!- gritas implorando, te agitas desesperada, enredando tu cabellera platinada como la luna- aún me duele…- sé que es así, puesto que no ha pasado mucho de nuestra primera intimidad, sin embargo las ansias por estar dentro de ti me dominan. Sin hacer caso a tus súplicas, llantos y gritos entremezclados con gemidos, me introduzco en ti lentamente y comienzo a embestirte con todo el amor y la pasión que soy capaz de expresar. Oh, Elsa, quisiera que me correspondieras de igual manera… Tu grito llegando al clímax corona la habitación de mi apartado hogar y el mío se le une, formando así un canto glorioso a mis oídos. Me desplomo sobre tu frágil cuerpo y escucho como tu llanto vuelve a hacer eco en la habitación.

-¿Por qué?...- preguntas desesperada- ¡¿Por qué?!- intentas apartarme de ti pero es inútil. Con mi fuerza considerable logro amainar tus intentos por golpearme.

-¡No me desafíes, Elsa! – Río con sátira- No sabes de lo que soy capaz… y, si no pecas de ignorancia, verás lo te conviene y empezarás a respetarme.

-¡O qué!- gritas mirándome directo a los ojos, llenándome de tu odio- ¿Vas a matarme?- te ríes insanamente- ¡Hazlo! ¡Hasta el infierno y la muerte suenan mejor que tener que estar encerrada contigo en este lugar!- te tomo de la mandíbula y hago presión, ahogas un grito de dolor.

-¡Guarda silencio, Elsa! – Imito tu risa insana mientras acaricio tus labios con la yema de mis dedos- que boca tan insensata… - te beso castamente- Jamás te mataría, Princesa, eso me destruye de solo pensarlo- vuelvo a apoderarme de tus belfos- pero no queremos que nada le ocurra a Anna ¿Verdad? Creo que ya hemos hablado de esto…– la sola mención de su nombre, hace que tu cuerpo tome un temperamento rígido, sin embargo vuelves a removerte buscando hacerme daño.-Si mal no recuerdo hemos tenido esta plática muchas veces… te dije que no te mataría nunca, princesa, pero Anna…

-¡Y yo creo haberte dicho que no te atrevas a tocar a mi hermana, monstruo, basura de primera, asquerosa bestia!- tus improperios no me llegan, sin embargo utilizo fuerza para acallarlos. Vuelvo a llevar una de mis manos hasta tu cuello y corto tus gritos cuando la falta de oxigeno hace acto de aparición en tu organismo. –Anna…- pronuncias con lentitud, entrecortadamente y sin empujes- ¿Por qué?...- vuelves a indagar desesperada, pero con un sonido quebrajado.

-Así está mejor, princesa- deshago mi agarre de tu garganta- Compórtate- Me observas detenidamente, quisiera poder leer tu mente. No soy capaz de anticipar el movimiento de tus labios, de los que brota tu saliva bendita, la cual empaña mi rostro. Me seco la mejilla y formo una mueca perversa antes de alzar mi mano y golpear tu bello semblante. Tu quejido de dolor se extiende por la habitación- Eso, Elsa…- articulo con voz ronca y molesta mientras limpio el rastro de sangre que baja desde tu labio partido- ¡No es propio de una muchacha tan recatada como tú!-termino por gritar. Me escupes de nuevo, sin temerme, sin respetarme, y yo detesto hacerte daño pero… Mi mano vuelve a alzarse contra ti, provocando otro impacto y más alaridos.

Repito la acción hasta que pierdes la conciencia.

-¡Lo siento, Elsa!- exclamo inconscientemente mientras vuelvo a la realidad, arrojo el ordenador lejos de mí, sin llegar a romperlo, como si de un objeto letal se tratase. Respiro agitadamente y cierro los ojos, recostando mi cabeza contra la madera del lecho en el acto. Estúpido anuncio destellante, con su estúpida azafata de estúpido cabello rubio.- De verdad lo lamento… - tardo unos segundos en normalizar la respiración y comienzo a incorporarme para levantar la computadora portátil del suelo. La reviso para comprobar que funcione y me dirijo a guardarla dentro del armario.

-Por favor, Hans, por favor… esto no tiene ningún sentido…

Recuesto la cabeza contra el ropero, buscando apartar la bella voz desesperada que se escurre por mi cabeza, juguetona, malévola, susurrándome que todo esto me lo he ganado por mis actos meramente justificables.

-Eres un maldito enfermo…

Golpeo la superficie de madera repetidas veces hasta lograr hacerme daño. Me odio, soy un monstruo, no debería de estar libre… Mi madre también lo era y pagó el precio: yo la maté con solo doce años. Eso es algo que obviamente el hospital no sabe, así como lo del bebé de una de mis casas de acogida. ¿Qué?... ¿Madre? ¿Bebé?... Los recuerdos me sacuden.

-¡Suéltame, Monstruo!

Llevo ambas manos a los costados de mi sien y hago presión, luchando por no dejarme dominar por todo los gritos ensordecedoramente fatídicos. Lo siento tanto… de verdad… no quiero escuchar esas voces, solo deseo ser otra persona… diferente a aquel niño que ahogó a su madre, a aquel adolescente que asfixió a ese bebé, al joven que traicionó la confianza del anciano y acabó con su vida… Diferente a el demente insano que te acechó, Elsa.

-¡Vete a la mierda, enfermo maldito!

Me dejo caer al suelo por competo. No he tenido ni una crisis desde que me dieron de alta y es por eso que estoy tan preocupado. No sé cómo controlarme… ¿Y si vuelvo a ser el monstruo de antes? ¿Y si me fugo en busca de Elsa y Connor y les hago daño? No quiero… tengo que retomar el control sobre mi cabeza…

-Poe es uno de mis autores preferidos, mi trabajo para el final del semestre va a ser acerca de él…

Mi cuerpo se ovilla por instinto, el suelo frio me consuela y sirve como punzón para mantenerme alerta y sujeto a la realidad. Miles de recuerdos ingresan a mi mente y se escabullen por todos lados. Memorias buenas y memorias sátiras.

-Te odio, Hans -dices en medio de un sollozo-¡No sabes cuánto te odio!

Todo comienza a volverse oscuro a mi alrededor, no logro ver u oír nada, he dejado de sentir el tacto frio de la cerámica del piso, nada tiene sentido. Me voy adormeciendo con un solo pensamiento en mi mente: Quisiera regresar el tiempo atrás y evitar convertirme en un monstruo desgraciado...

-¿Por qué?...

Oh, Elsa, yo me pregunto lo mismo.


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Ahora que me encuentro en el avión, al fin puedo respirar tranquilo. Siento el peso de la espera huir de mis hombros, mi corazón y mi conciencia. El viaje no será largo, según me han dicho, y me resultará placentero puesto que me han promovido a primera clase, todo por mantenerme tranquilo y disoluto ante el certificado de alta que debí de entregar al aeropuerto. Quieren que me relaje, no vaya a ser que me vuelva loco otra vez y los mate a todos. Pobres y cobardes ilusos.

El mes se me había antojado como una maldita eternidad… Gracias al cielo no he vuelto a tener más ataques y nadie, ni siquiera Break y Gyda, se ha enterado de la noche en que ese anuncio provocó uno. ¿Si tengo miedo? Pues naturalmente. No me gustaría que mi pequeño hijo resultase lastimado. Mucho menos la desdichada Elsa.

Me ofrecen unos bocadillos de queso y jamón y una bebida de soda. El sabor del queso y jamón fundido en conjunto con el pan es maravilloso, aunque el refresco tiene un gusto verdaderamente extraño que no logro descifrar. La gente es muy amable conmigo, quizás demasiado. Creo ver al piloto diciéndole a las azafatas: "¿Ven al hombre pelirrojo de allí? Quiero que lo mantengan tranquilo, puede ser peligroso. Es un ex paciente psiquiátrico. Complázcanlo en todo"

Malditos miedosos.

Descanso mi cabeza en el asiento mullido y una de las azafatas me trae auriculares y un reproductor de música portátil. El mismo tiene cargado varios géneros sonoros, aunque ella me lo entrega con la sección de melodía de relax abierta. Me rio discretamente ante esto y le doy las gracias con una sonrisa de complacencia. Ella se sonroja, como es de esperarse, y se aleja contoneando exageradamente las caderas y meneando su cabellera caoba que contrasta con su piel morena, buscando seducirme. Es una ofrecida, pero al menos no me contempla con recelo y pánico.

Coloco los auriculares en mis orejas y salgo de la sección de música pacifica para luego buscar un poco de Rock, aunque en realidad no soy muy apegado a ese género. Sin embargo, nunca está de más probar cosas nuevas. Decido dejarme llevar por los gustos de Break y elijo una canción de Bon Jovi. Welcome to wherever you are comienza a oírse de inmediato. Definitivamente no está nada mal. Voy quedándome dormido. Solo espero que al despertar Chicago se encuentre frente a mis ojos.

Cuando vuelvo a abrir los fanales, me encuentro con el rostro de la azafata morena frente al mío, con gesto dulce y apacible, tiene una de sus manos sobre mi hombro y repite mi apellido con plétora, acompañado de un respetable apelativo, Señor. No es difícil saber que ha estado intentando despertarme desde hace rato.

-Señor Westergard, hemos llegado. – me anuncia cuando por fin soy capaz de enfocar mi mente en la realidad por completo. Es muy extraño, parece que he dormido todo el viaje de doce horas. Es técnicamente imposible. Suelo despertarme sin falta todas las noches, agobiado por las pesadillas que me traen nuevos recuerdos. Algo me dice que me han sedado. Creo saber qué es lo que tenía la soda de gusto extraño.

Me suelto del agarre de la azafata y acomodo mi ropa ligeramente arrugada por la posición en que he dormido. Busco mi pequeño bolso y acomodo las cosas que he utilizado la noche anterior: solo un peine y pastillas de menta. Acomodo mi cabello de fuego con la mano y desabrocho el cinturón. Definitivamente me han sedado ¿Cómo es posible que no me haya dado cuenta de que el avión ha aterrizado?

-Su maleta ya está lista, señor- habla la azafata- solo debe de pasar a retirarla en la sección de despache del aeropuerto. Aquí tiene e ticket- acepto el pequeño papel azul y me giro en todas direcciones. El vehículo carece de pasajeros.

-¿Hace cuanto hemos aterrizado?- Indago con el ceño fruncido. La mujer me observa con algo de reticencia pero termina por hablar.

-Dos horas, señor. Me he encargado personalmente de todos sus trámites. Solo debe buscar su maleta y disfrutar de Chicago.

-¿Por qué no me han despertado antes?- se muerde el labio con preocupación y yo comienzo a reír- No podían- afirmo- ¿Verdad?- ella asiente con vergüenza- ¿Enserio era necesario drogarme?

-Lo lamento mucho, señor, solo cumplíamos ordenes del Piloto…

-Descuide- suspiro- supongo que tendré que acostumbrarme a este tipo de… sucesos- me quito los auriculares y le extiendo el reproductor de música- Gracias por encargarse de todo, ha sido muy servicial.

-Fue un placer, señor Westergard. – me asegura recibiendo el objeto. Comienzo a marcharme pero ella vuelve a hablar, haciendo que me pare en seco- ¿Usted… tiene teléfono? – La miro con la confusión plasmada- es decir… no lo sé… ¿No quisiera… salir? Algún día.

-Créeme, muchacha, no quieres salir conmigo.- respondo brusco.

-No le tengo miedo, señor.

-No es cuestión de temerme o no. – Alego - No puedo permitirme estar con nadie porque… tengo un pasado particular… - Elsa regresa a mi mente- Además, lo siento, preciosa, pero no me atraes. No eres mi tipo de chica.- asiente cabizbaja y yo me retiro a buscar mis cosas para abandonar el aeropuerto. Sin voltearme, vuelvo a agradecerle su preocupación y le deseo suerte en su vida. Espero no volver a cruzármela, es del tipo de mujer insistente.

Desciendo del avión y el aire de Chicago me recibe con una brisa templada y fresca. Me gusta. Voy caminando con decisión hasta la sala de despacho y entrego el ticket azul luego de hacer diez minutos de fila. Me devuelven la maleta y doy con la salida. La gente camina feliz por el aeropuerto, alguno que otro pasa corriendo, preocupado por perder el velo, hay personas tristes también, supongo que las despedidas son dolorosas, la gente de limpieza parece estar siempre enfadada, no los culpo, su trabajo no es precisamente el más bonito del mundo. Cuando atravieso la puerta principal, me llega una mezcla de aroma a pizza, combustible, cerveza y monotonía. Chicago no es mi tipo ideal de ciudad, pero supongo que, para Elsa, habrá sido una localidad prospera como para empezar una nueva vida. Busco mi móvil dentro de mi bolsillo y lo enciendo por primera vez desde que subí al avión. Espero unos segundos hasta que actualiza la información, tecleo táctilmente el archivo con la dirección del hotel y, tras obtenerlo, me paro cerca del asfalto y detengo un taxi extendiendo mi mano. El conductor me ayuda a cargar las dos maletas y luego me pide que le indique el destino. Eso hago, inmediatamente me sumo en el silencio y, contemplo la cuidad pasar ante mis ojos. Qué bueno que el taxista no es muy hablador.

Holiday Inn Express Chicago - Magnificent Mile. El anuncio perpetuamente magnífico, me recibe en la entrada del hotel de equiparable esplendor. Cuatro estrellas de lujo impactante dan giros en mi mente al ingresar por la muy labrada puerta principal, con remaches de madera oscura y cristal notablemente costoso. Un vestíbulo de cerámicas pálidas y una escalera pequeña a la izquierda es lo primero que percibo, además de las flores amarillas en los maceteros que se hallan ubicados en el exterior. Un hombre gentil y vestido de camarero toma mis maletas y me indica la escalera para que realice los trámites de hospedaje. Le agradezco el gesto y sigo sus indicaciones hasta llegar a la mesa de entrada, la cual consta de un escritorio alto y recubierto de vidrio, lámparas modernas que contrastan con la iluminación tenue que ofrece la habitación, un sinfín de tarjetas a modo de llaves (todas con una numeración diferente), ordenadores fijos, teléfonos inalámbricos y tres mujeres atareadas con sonrisas forzadas y miradas de hastío. Debo esperar unos minutos hasta que atienden a las seis personas que hacen fila delante de mío. Cuando al fin es mi turno, muestro el código descargado en la pantalla de mi móvil, una de las mujeres lo escanea y toma la tarjeta número 22 de todas las disponibles y me sonríe sin esfuerzo o disgusto en la mirada.

-Disfrute de su estadía, señor…- lee la tarjeta de identificación- … Westergard- finaliza- Recuerde que estamos para servirle. Si puedo serle útil solo búsqueme, lo serviré en lo que sea… - He estado siete años en un sanatorio mental, supongo que en ese tiempo las mujeres se han vuelto más promiscuas que antaño. Se sirven en bandeja.

-Gracias- respondo escuetamente.

-El joven Alex lo escoltará a su habitación. Lamento no poder hacerlo yo misma- puntualiza llevándose la mano a su escote pronunciado y abriendo el segundo botón de su camisa.

-Escuche- digo poniendo las manos sobre la mesa- Soy casado y tengo un hijo. Estoy aquí por un viaje de negocios. He reservado este hotel porque me han dicho que era excepcional, pero si usted desea transformarlo en un cabaret, le aseguro que volveré sobre mis pasos, atravesaré la puerta principal y buscaré otro lugar.- La cara de la mujer es un poema, debo contener mis ganas de reír. El efecto logrado con mis palabras es magnífico. No podría haber resultado mejor.

-Lo lamento, señor- asegura- Espero pueda disculpar mi desfachatez. No quisiera tener problemas con mi superior.

-Créame, su superior habría sido el último de sus problemas. No le gustaría ver a la señora Westergard enojada. – la empleada ríe nerviosa mientras teclea los últimos datos de mi recibo en el ordenador.

-¿Su esposa es muy celosa, eh?- asiento por respuesta, solo porque soy incapaz de formular una palabra. La idea de Elsa como mi esposa me inunda por completo. Puedo imaginármela con su cabello casi blanco desordenado, en medio de una escena de celos. Una diminuta sonrisa asoma a mi rostro sin darme cuenta. Tomo el papel que me ofrece la mujer y me doy vuelta sin mediar palabras. Alex, el joven maletero, me espera con mi ligero equipaje cargado en un carrillo dorado y me pide que le siga con un gesto de su mano y un asentimiento de cabeza a modo de respetuoso saludo.

-¿Es su primera vez en Chicago, señor?- me pregunta luego de unos momentos.

-Si- respondo, aunque en realidad no estoy seguro. No recuerdo casi nada de mis treinta años de vida Las nimiedades no son prioridades para mi cerebro, el cual se empeña en recuperar las vivencias oscuras de mi existencia: mi madre, el bebé, el anciano cuyo nombre aún desconozco, Elsa. Solo espero no haber cometido ningún otro crimen…

-¿Viene por trabajo o vacaciones?

-Trabajo- miento, no creo que sea conveniente dar dos versiones diferentes en el hotel. Comenzamos a caminar por un pasillo estrecho, con las paredes tapizadas de rojo, cerámicas pulcras y luces atenuadas, en el frontón izquierdo, hay un ascensor y una pantalla con un mapa de todo el hotel. Puedo vislumbrar una moderna cocina comedor general, en la cual han de almorzar las personas que solo se hallan de paso. Como no tardamos en subir al ascensor no puedo detallarla con precisión, solo sé que es muy luminosa y cómoda a juzgar por los sillones blancos y rojos. Tal vez le eche un vistazo más tarde.

El elevador nos lleva a un pasillo de blanco apagado en la paredes y alfombra roja en el suelo, con puertas de caoba- doce en total- y cuadros con la misma fotografía en diferentes gamas de colores, todos citan Hotel Cass, North Wabash Avenue, Chicago. La imagen muestra al edificio en todo su esplendor frontal, con sus flores en las ventanas inferiores del vestíbulo y la entrada y el tejado en forma de caparazón sobre la puerta principal, con los dos letreros de Holiday Inn Express Chicago a la vista, uno de ellos colgando del techo curveo y el otro incrustado en la pared, en el lado derecho de la abertura. Tal como los vi al bajar del taxi.

En el costado de la puerta del ascensor, hay un número grabado en oro y Teca que señala el segundo piso del hotel. No me agradan las alturas en demasía así que me fascina la idea de hallarme a solo unos cuantos metros del suelo, por así decirlo. Caminamos hasta llegar a la habitación 22 y yo inserto la tarjeta en el marcador electrónico. La entrada se abre tras emitir un sonido de aceptación acompañado de una luz verde.

El lugar consta de solamente dos ambientes, el baño y la recamara. Supongo que deberé almorzar en esa cocina-sala tan amplia y moderna. El cuarto de servicio está revestido de tonos dorados por las paredes y los azulejos de la bañera, aunque el posa toallas y otros elementos son plateados y, claro está, el lavabo, el sanitario y el bidet son níveos.

La recamara posee un ventanal, que me enseña a Chicago tan monótono y rutinario, con cortinados blancos y transparentes. La cama es enorme, podrían dormir cuatro personas en ella. El cabecero ocupa media pared y resalta siendo de un verde oscuro. Los acolchados mullidos, son pálidos y cortados por una sabana decorativa de tonos musgos sombreados. A un costado del lecho, se encuentra la mesa de noche, infaltable, con una lámpara cuadrada de luz cegadora. A lo largo de toda la pared que enfrenta a la cama, se extiende una mesada de ébano con tres escasos adornos abstractos y un televisor de alta definición. Por último, junto a una de las paredes que dan al baño, hay un armario individual para guardar la ropa y las maletas.

Es la habitación ideal para un hombre, o una mujer, que viaja sin compañía

-El teléfono está en el cajón de la mesa de noche- habla Alex- lo conectaré y podrá comunicarse sin problemas. – Asiento ante su explicación- Recuerde: el botón grande y azul es para servicio a cuartos.

-Gracias, aunque dudo que se pueda comer aquí- digo señalando la habitación sin mesa.

-Pues si así lo desea solo debe pedir que le faciliten una mesilla- me informa- también puede realizar otros pedidos, como jabones, toallas… lo que usted necesite. – Vuelvo a asentir y lo observo realizar su trabajo- ¡Listo!- exclama al terminar de conectar el objeto- ahora solo debe llamar a quien quiera. ¿El señor necesita de mí para algo más?

-No, gracias- digo mientras busco mi billetera y extraigo cien dólares- has sido muy amable.- el muchacho me mira incrédulo ante tamaña propina- anda, no es una broma, ni es falso. Solo espero que no lo malgastes.- toma el billete aún de forma reticente y luego me sonríe.

-¡Gracias, señor! Hoy llevaré a Jenny a comer- arqueo una ceja y él se ríe nervioso- es mi novia- explica.

-En tal caso… es una buena inversión. Supongo.

-¡Qué va! Hace años que estamos juntos, es una chica maravillosa. Invertir dinero en ella es lo mejor de la tierra. – Se ríe mientras guarda el dinero y yo lo acompaño- ¿Usted tiene novia?- entorna los ojos- lo siento, no quiero ser indiscreto.

-Descuida- le digo y luego me esfuerzo por mantener la compostura y seguir con la farsa de hombre casado- Tengo una esposa y también soy padre- contesto.

-Vaya, tiene su vida hecha- corrección: Tengo mi vida deshecha- Aunque no parece muy mayor…

-Tengo treinta.

-Bueno, alégrese, yo no lo creía mayor de veinticinco- rio junto con él y le agradezco el improvisado alago.

-¿Hace cuanto que estas con… Jenny?-demoro en acordarme el nombre de la chica.

-Cuatro años-dice sonriente- nos conocemos desde hace doce.

-¿Cuántos años tienes?

-Veintisiete y ella veinticuatro.

-¿No piensas pedirle matrimonio?

-Aún no. Creo que no hay que apresurar las cosas.

-Oye, es una mujer. Ella debe estar gritando porque se lo pidas. Tienen cuatro años juntos ¡Por todos los cielos!

-¿Usted cree?- asiento.- Tal vez debería reconsiderarlo….- se sume en sus pensamientos y luego abre los ojos de forma brusca- ¡Ya me he demorado demasiado!- exclama de repente- Un placer conocerlo, señor Westergard. Lo veo luego, si necesita información sobre la ciudad, avíseme.

-Creo que podré apañármelas. – Alego mientras lo veo salir- gracias de todas formas.

-¡Hasta luego!- en cuanto se marcha, me asomo al ventanal disponible en el cuarto y observo el lugar. A siete cuadras de este hotel se encuentran Elsa y mi Hijo, y la vida que jamás podré tener junto a ellos. Creo que iré a dormir un poco antes de buscar a Connor. Me recuesto en la cama y escondo mi cabeza entre los brazos para luego entregarme a una tierra imaginaria y llena de dolorosos recuerdos.

Cuando vuelvo a abrir los ojos, ya casi es de noche. Me he perdido el día y la oportunidad de conocer a mi hijo… supongo que ese sedante era realmente fuerte.

El British International School of Chicago, se levanta orgulloso ante los ojos de cualquiera. Con sus tonos marrones, su letrero digno de respeto, su campo de deportes ocupado por niños de diversas etnias y su patio escolar con pasillos al aire libre que dibujan serpenteantes caminos, basta y sobra para ver cuanta atención le deben de dedicar las personas que allí trabajan. Debe ser muy costoso cuidarlo, tan costoso como la cuota a pagar. Kristoff debe de querer mucho a Connor para gastarse tamaña cantidad de dinero, porque sé que es él y no Elsa quien brinda tal cosa. Naturalmente, ella podría pagarlo con su sueldo de institutriz pero, ante las suplicas de su cuñado, cede esa responsabilidad sobre el niño al tío del mismo.

He venido con una hora de anticipación, por si acaso. Tengo tiempo de sobra para analizar la flamante estructura, aunque, la verdad, la expectativa por conocer a cierto pequeño me impide pensar con claridad. Mi hijo ha de salir en tres minutos y desde ese momento tendré quince conjuntos de sesenta segundos para acercarme sin que ninguna maestra me vea. No puedo dejar que lo hagan, el colegio debe de saber mi historia y que Connor se parezca tanto a mi solo empeora las cosas. Cualquiera sabría que es mi hijo. Debo actuar con cuidado o podrían alertar a la policía y, peor aún, a Elsa.

Mantengo mi mirada fija en la puerta, aplacando las ansias de verlo por primera vez en persona. Quince minutos será poco tiempo pero no puedo quejarme. Es Anna quien viene a retirarlo, Elsa y Kristoff trabajan a esta hora. Ella es la única que puede darse una pequeña escapada para venir por él, aunque siempre llega con esos quince minutos de retraso.

El timbre suena, seguido de los gritos alegres de todos los niños. Centenas de cabezas de cabelleras diferentes, o similares, se esparcen por el lugar, llegando a los brazos de sus respectivos padres o abordando un autobús escolar. Estiro el cuello para tener una mejor perspectiva y entonces lo veo. Tal como me dijo Break. Obedeciendo a las palabras de su madre, el pequeño pelirrojo se posiciona junto a un pilar cercano al estacionamiento, junta sus manos y saluda a un par de compañeros para luego bajar la mirada y esperar la llegada de su tía. Mi respiración se acelera mientras me decido a cruzar la calle, lo único que me separa de él. Los quince minutos resuenan en mi mente y apresuro el paso. Al final, debo de frenarme en seco para no atropellarlo, no puedo pensar con claridad. Mi pierna golpea contra su pequeño hombro cubierto por el color Marron de su uniforme escolar. Suelta una pequeña exclamación y levanta su mirada verdosa hasta la mía, me contempla un poco asustado pero cuando le sonrío su expresión se suaviza.

Es como verme a mí mismo en mi infancia, pero con un ligero matiz diferente. Nos desigualamos en el brillo en los ojos, sus pupilas irradian felicidad, reflejan que es un niño al cual aman y hacen muy feliz. A diferencia de mí, el loco Hans Westergard, cuya madre era una irresponsable y ebria mujer que se acostaba con cualquier hombre que pagara sus cuentas un tiempo. Así terminó por tener trece hijos, siendo asesinada por el último de ellos, su favorito. Ya estoy volviendo al pasado de nuevo. No debo dejar que eso me afecte, solo debo de concentrarme en esos orbes esmeraldas aclarados que me miran expectantes.

-Lo siento, pequeño- articulo y me acuclillo para estar a su altura- venía con la cabeza en otro lado…

-Descuide, señor. Me sucede a veces- su voz me golpea como una dulce melodía matinal y enternecedora, quisiera abrazarlo y pedirle disculpas por ser un maldito maniático, quisiera llevarlo al parque de la mano y compensar todos esos años de ausencia- ¡Es como si estuviese pensando en algo importante y olvidara luego el camino y me tropezara o golpeara y luego volviera a la realidad y… y…! ¡Siempre me sucede! – rio ante sus atropelladas palabras y me atrevo a acariciarle un poco el cabello- Mi madre siempre me regaña por ser un tanto despistado- me cuenta rodando los ojos y es entonces cuando me atrevo a hablar un poco más, es bueno saber de su carácter sociable.

-No debería, a todos nos puede pasar.- le aseguro.

-Pero es que a mí me ocurre siempre… muchas veces me puse en peligro yo solito.

-¿De verdad?- asiente enérgicamente- Cuéntame- le pido enarcando una ceja de forma interesada, debo mantener viva la plática.

-Bueno…- lleva su pequeña manito pálida a su mentón y se lo acaricia mientras piensa- Una vez iba leyendo un comic en la calle con mi tía y ella se paró a ver una vidriera y yo no la vi y seguí caminando y no puse atención por ir leyendo y casi me atropella un auto y mi tía lloró desconsolada todo el día y mi madre me abrazó por horas cuando le contaron y mi tío debió calmarlas a ambas…- vuelvo a soltar una risa ante su forma enérgica de hablar.

-Ese comic de verdad debía de estar interesante- comento.

-¡Sí!- exclama dando un saltito- ¡Era la edición limitada de La Liga de la Justicia! – sus ojos brillan por el entusiasmo y no puedo evitar sonreír bobaliconamente.

-¿Te gustan los súper héroes?- inquiero mientras miro disimuladamente a ambos lados para cerciorarme de que nadie nos esté poniendo atención.

-¡Me encantan!- grita con alegría- Y tengo un cuarto con posters de ellos, y un disfraz de Superman y mis cosas del colegio también son de los héroes de Marvel…

-¿Superman es tu favorito?

-No, me gusta más Thor- admite- pero aún no consigo un disfraz de él, al menos no uno decente- un sonido divertido y mutuo brota de nuestros labios, aunque se interrumpe cuando él se me queda viendo un momento, como si intentase adivinar algo- ¿A usted le gustan los súper héroes?-indaga luego de un momento.

-No mucho- admito- lo que sé de ellos es gracias a mi mejor amigo.

-Yo podría enseñarle mucho más- me rio al apreciar su mirada orgullosa, esa que tanto me caracteriza y que ha heredado, y vuelvo a revolverle el cabello.

-Apuesto a que si… -suspiro.

-¿Porqué no le gustan?

-En realidad, jamás les he puesto atención…

-Ya veo… - baja la mirada un momento- A mi madre no le gustan, dicen que son violentos, igual que mi Tía Anna.- se me acerca un poco y me habla al oído.- es mi tío Kristoff quien me deja leer los comics y me compra cosas de Marvel…

-A tu madre no le gustará mucho eso…

-No, pero deja que mi tío me consienta.- mantiene una postura regia un minuto y luego me extiende su mano con rapidez- Me llamo Connor- su actitud me fascina es como un pequeño hombrecito lleno de educación. Acepto el gesto y le devuelvo la radiante sonrisa que esboza.

-Mucho gusto, Connor, mi nombre es…- dudo si darle o no mi verdadero apelativo pero termino por proporcionárselo- … Hans- completo. No parece reconocer nada malo en esa palabra.

-El gusto es todo mío, Señor Hans.- su inocencia me conmueve, será fácil encontrar un pretexto para que no le cuente nada a nadie de nuestra plática. Contemplo con fijeza todo su pequeño rostro, sus cejas rojizas, sus ojos de un esmeralda suavizado, el puente de su nariz recubierto de pecas, sus labios rosados y su piel de mayólica blanca, tan blanca como la nieve. Él mantiene un silencio seguro durante mi escrutinio y tardo un momento en comprender que también está analizándome. Vuelvo a realizar una mueca de felicidad y su diminuta boquita se apresura a devolvérmela, sin apartar sus orbes de los míos.

-Usted se parece mucho a mi… - pronuncia con lentitud y, por primera vez, inseguridad. Una de sus manos asciende hasta mi rostro y se posiciona bajo mi barbilla. La mueve a un lado y otro, haciéndome ladear el rostro dos veces para ser observado con precisión- mucho…- musita con el ceño levemente fruncido. Recompone su expresión y suaviza el agarre- ¡Que extraño! ¿Verdad?- suelto un largo suspiro, por un momento creí que se daría cuenta, pero es imposible, su inocencia innata le impide ver la realidad. Se nota que ha crecido con Anna.

-Sí, muy extraño- concuerdo mientras rio levemente: no hay nada de extraño en que un hijo se parezca a su padre. Connor empieza a parlotear sobre parecidos y personas desconocidas que se asemejan y, mientras lo hace, aprovecho para darle un vistazo a mi reloj: trece minutos. Anna estará aquí en menos de un parpadeo. Interrumpo a mi pequeño, me apena hacerlo, pero si lo quiero volver a ver debo de conformarme con este escaso tiempo. – Lo siento, campeón- alego mientras le revuelvo el cabello de fuego- pero tengo que irme, me temo que ya me he demorado mucho.

-Oh…- su rostro se ve desilusionado y eso me alegra, significa que no quiere que me marche. Agacha la cabeza y yo se la levanto para que me mire a los ojos.

-¿Qué sucede?-le pregunto expectante por lo que pueda ser su respuesta.

-Nada… - musita dudoso- es que no muchas veces hay adultos agradables con quien platicar- explica y se me acerca cómplice- la mayoría son aburridos- susurra con malicia y no contengo mis ganas de reír- Espero tenga un buen día…- alega sereno- ¿¡De verdad ya debe marcharse?! ¡Hay mucho de Thor que me gustaría contarle! – exclama efusivamente, causándome un sobresalto.

-Sí, de verdad debo irme- su alegría se esfuma y baja la cabeza nuevamente- Pero…- comienzo a decir y su mirada brilla- estaré por aquí un tiempo, tal vez me pase otro día. Quizá mañana…

-¡Mañana!- expresa saltando- Me ha gustado hablar con usted, señor Hans- admite enrojeciendo un poco.

-También me ha gustado, Connor.- le vuelvo a sonreír- vendré mañana.

-¡Sí! ¡Le traeré un comic para que lo lea en cuanto tenga tiempo!

-Bueno, gracias- comento divertido por la situación. Me alegra que sea tan fácil ganarse la confianza de un niño. Pienso que si lo hubiese conocido de adolescente, sería mucho más difícil. Extremadamente difícil. Pero mi hijo apenas si tiene siete años, su dulce edad le impide mirar con malos ojos a las personas que se comportan de buena manera. Eso puede ser peligroso, ahora que lo pienso. Connor, no sé como haré, pero te prometo que contarás siempre con mi protección aún cuando me halle lejos. –Tengo que irme- digo mientras me pongo de pie- tu madre ya debe de venir por ti.

-En realidad es mi tía quien viene a buscarme. – me informa y procuro actuar como si desconociera ese dato.

-Ya veo…- comento- Connor, procura no decirle a nadie de mi. A tu madre no le gustará que hables con extraños ¿Verdad?

-No…- musita dudoso- pero usted no es un extraño. Es mi amigo. – la palabra me alegra en cierta forma.

-Pero los adultos no lo verán así... ¿Entiendes?

-Eso creo.- pienso en algo que me ayude a asegurar su silencio.

-Es porque, como tú has dicho, somos muy aburridos.

-¡Ya entiendo!- enuncia- Aunque usted no es aburrido- me permito una risa antes de llevar un dedo a mis labios y chistar entrecortadamente.

-No digas nada.- le repito mientras retiro mi índice de los belfos.

-No lo haré- me asegura guiñándome uno de sus ojitos. Me inclino un poco y beso su frente de forma lenta, queriendo alargar, definitivamente, el momento juntos.

-Hasta mañana, campeón.

-Hasta mañana, señor Hans… - giro sobre mis pasos y me aparto con rapidez, justo en el momento en el cual el auto de Anna, un flamante Cabriolet Blanco, idéntico al de Gyda, dobla en la esquina. Desde mi anterior escondite, veo como la bonita pelirroja desciende de su vehículo, enfundada en unos ajustados jeans azules, botas marrones y suéter y pañuelo a juego. La mujer avanza hasta mi pequeño hijo y él se lanza a sus brazos emocionado. Ella lo recibe gustosa aunque un tanto incomoda a mi parecer. Juntos avanzan hasta el automóvil y, una vez que mi pequeño se ha sentado, ella le ayuda a abrocharse el cinturón. Está en buenas manos.

Parece que Anna inicia un largo parloteo, muy propio de ella, mientras enciende el auto. Connor mira por la ventana en múltiples direcciones, me atrevo a salir un poco de mi escondrijo, lo suficiente para ser visto. Su carita adorable se torna feliz y agita su manito con secretismo al mismo tiempo que el vehículo se pone en marcha. Le correspondo con sigilo para luego marcharme con una curva emocionada en mis labios.

Hoy he conocido a mi hijo.


Notas del autor:

Cuando comenté el último Capitulo de MAO, no pensé que me metería en un embrollo tan grande como escribir un one-shot. Por un motivo particular, dicho OS ha dejado de existir para dar paso a un Short- fic Helsa. ¿Cual es ese motivo? ¡Pues superaba las 20.000 palabras! XD

Aceptando una sugerencia de A Frozen Fan, decidí dividirlo y transformarlo. Y aquí tienen la primera parte de la historia. Le puesto rating M por algunos recuerdos que pueda llegar a tener Hans, como ya han visto.

Muy pronto continuaré con el próximo Capitulo, espero que este pequeño fic sea bien recibido, es mi primer Helsa.

Sobre el nombre del niño, Connor, seguro habrá preguntas. Si, es un apelativo bastante normal para un pequeño de Chicago pero además existe toda una historia detrás de eso. El escrito fue inspirado por The Lonely Frozen Wolf (Loba) y A Frozen Fan convirtió a nuestro Hans en una especie de lobo malo y feroz (ajajja), sumado a que MAO está basada en la cancion Animals de M5, me pareció que el nombre era perfecto. ¿Por qué? Pues porque Connor significa "Familiar del Lobo" ejejej saquen sus propias conclusiones XD. Además, a los chicos llamados Connor se los describe como sociables, simpáticos y amables en su trato con los demás, seguros de sí mismos, buenos amigos y les gusta que los demás escuchen sus opiniones. Tal y como ha sido descrito el niño.

Si hay lectores de primerizos que se han interesados por este fic, los saludo con alegría, saben que los amo. Pronto tendré la actualización del próximo Capitulo,la cual conlleva una gran sorpresa, ya creo habérselos dicho.

Volviendo con el fandom Helsa, el supuesto OS que se transformó en Short- fic aún nno esá terminado, por lo que creo que esto viene para rato ajajja aunque no van a ser muchos capitulos, puesto que es una humilde continuación de MAO.

Si tienen preguntas o algo serán bienvenidas.

Un beso enorme...

¡QUE VIVAN LOS JUEGOS DEL HAMBRE! uups... esa no era jejeje

¡QUE VIVA EL HELSA!