¡FELIZ AÑO NUEVO! Espero todos sus propósitos se cumplan, y tengan la fortaleza de hacer eso posible.

Antes que nada, gracias por decidirse a leer este fic. Sólo he escrito en este fandom una vez en mi vida, en mis tiempos de principiante (Un LxMisa, si alguien gusta leerlo, se llama "Ángel", mejor no, no es muy bueno). Sin embargo, historias que he leído últimamente me han animado a volver a escribir sobre Death Note.

Nada reconocido me pertenece, esto es sin fines de lucro.

Sin más distracciones, ¡disfruten de la lectura!


Perdedor.


Pasa el lápiz con delicadeza sobre el bloc tratando de captar a la perfección las ondas de ese cabello con el que tanto ha soñado desenredar entre sus dedos. Puede ser un deseo estúpido, no importa qué tan inteligente sea o que pueda ser una sucesora del magnífico Van Gogh, pero Linda sueña que es posible robar el corazón de ese extraño pero magnífico niño. Sí, él, aquel que aumenta de sobremanera su incesante curiosidad desde que tenía 8 años.

Near.

Alza la mirada y ve a su alrededor. Adora ese rincón del orfanato, hay una ventana enorme que le permite apreciar el paisaje y le tranquiliza de sobremanera. Incluso también le relaja el constante sonido de las teclas de la máquina de escribir que hace cierta compañera en el cuarto cercano a su lugar preferido. Suspira volviendo la vista a su dibujo.

Continua con su trabajo, los bocetos que hace de él siempre procura que sean perfectos, que logren capturar la esencia enigmática del joven. Lamentablemente, nunca es así. ¡Siempre hay algo que falta! Principalmente sus ojos, nunca ha podido capturar lo que le hacen sentir cada vez que él la mira poniendo sus nervios al límite. Un quejido de frustración se escapa de sus labios mientras frunce el ceño mirando el retrato frente a ella. No, no lo ha hecho bien, sin embargo, parece ser el mejor hasta el momento.

Aun así, Linda jamás ha sido una conformista.

Está a punto de arrancar la página, romperla hasta reducirla a pedazos sin relación, pero justo cuando su mano toma el extremo de la hoja, una voz le detiene. Ella arruga la nariz fastidiándose al instante. Conoce esa voz, ¿cómo no conocerla cuando siempre está ahí para molestarle en sus peores momentos? Es aquel el único problema de su lugar preferido en el orfanato; Mello también suele frecuentarlo.

— Creo que te ha quedado bien, luce igual de idiota en dibujo como en persona. —Ella rueda los ojos a la vez que suelta un bufido. Se olvida de su inseparable bloc por un instante sólo para levantarse del piso y encarar a la persona encargada de hacerla enfadar.

—Near no es un idiota, Mello —defiende la niña. Él joven frente a ella da un mordisco a la barra de chocolate que lleva y algo parecido a una risa sale de sus labios.

—No he dicho eso. Dije que tiene cara de idiota —mira hacia el bloc abandonado haciendo el ademán de acercarse pero Linda se lo impide entrecerrando los ojos en una mirada amenazante que logra provocar en el rubio más risas que temor.

—No toques eso —advirtió a lo que los labios del chico se curvearon dando paso a una sonrisa de completa burla. Ella detestaba esa sonrisa, pues nunca auguraba nada bueno. Mello sólo podía hacerla enojar.

—Vaya que estás demasiado enamorada de ese antisocial—comentó con un dejo de desprecio colándose en sus palabras. Siempre era así cuando él hablaba de Near. —No entiendo el por qué —añadió encogiendo los hombros.

—Puedes ser muy listo, Mello, pero hay cosas que jamás podrás entender —rebatió la castaña con más seguridad de la que acostumbraba tener al enfrentarse al muchacho.

Esta vez fue turno de Mello para sentirse repentinamente enfadado. Parecía que sólo buscaba a Linda para eso, para enojarse sin razón aparente.

—Y por supuesto, —Linda retomó la palabra—, no necesito porqué darte mis motivos. Si me gusta Near o no, si lo quiero o no, es mi problema, no tuyo.

—Me das lástima —soltó sin más Mello, con una mueca despectiva en sus labios— Cuando estés destrozada por darte cuenta que para él no vales nada, no vengas llorando a que te saque de ese problema. — Como si se tratase de un tema sin importancia, encoge distraídamente los hombros al tiempo que da un mordisco más a su barra de chocolate.

Linda aprieta los puños enfadada por su comentario.

— ¿Y por qué querría que tú me sacaras de ese problema?—cuestiona ásperamente inclinándose a levantar el bloc y acunarlo entre sus brazos como si se tratara de su más preciada posesión. Corrección, es su posesión más querida, es el bloc donde siempre lo dibujará a él. — Si sabes que yo te detesto —agregó.

—Un sentimiento que correspondo, sin duda. —Mello no titubea al responder y su tono le resulta más grosero que de costumbre.

Linda aprieta los labios con furia y emprende el camino hacia el frente sin importarle que el rubio obstruya su paso, por lo que no titubea al empujarlo bruscamente con el hombro.

—Y sin duda, eres una estúpida, Linda. —Las palabras escapan de los labios de Mello por mero impulso (todo escapa de él siempre por impulso) y la castaña se detiene, se muerde el labio inferior herida por el insulto pero no responde, simplemente retoma su camino con menor rapidez.

Trata de ocultarlo pero siempre le dolerá cada vez que Mello la llama estúpida.

El chico repentinamente ha perdido las ganas de seguir comiendo de su barra de chocolate y la mira con desprecio. Chocolate, parecido al color del cabello de Linda. No tiene alguna duda de cuánto la desprecia.

Hmp. —El monosílabo llama por completo su atención lo que le obliga a girarse bruscamente a la persona que se ha asomado por el cuarto más cercano al gran ventanal. — ¿Algún día dejaran de pelear aquí? No dejan que me concentre… —La niña asomada por la habitación lleva su mano a la boca y, como es costumbre en ella, comienza a mordisquear sus uñas.

— ¿Y a mí qué demonios me importa si te concentras o no, bruja?—espeta Mello con rabia que no desea disimular pero ella parece ni siquiera molestarse por el insulto o el tono de voz.

Ha contado con años para acostumbrarse, pues él le llama de esa forma desde que llegó al orfanato; a menudo le critica su alborotado cabello negro que le da la apariencia de una bruja.

— ¿Cuándo le dirás que la quieres?—cuestiona la niña recargándose en el umbral de su habitación. Mello oprime los labios tanto como sus puños, su entrecejo parece fruncirse aún más que de costumbre. Fiel a su impulso agresor, lanza lo que queda de la barra de chocolate hacia la chica y suelta un gruñido.

Caty ladea la cabeza mirando el dulce a sus pies. Una ligera sonrisa apenas visible se presenta en sus labios.

— Sólo dices tonterías, bruja—maldice Mello— Regresa a tu cueva. —Y después de estas palabras, se va a grandes zancadas del pasillo. La chica rueda los ojos resignada, se hinca frente a la barra de chocolate y la toma entre sus manos. Se alegra de que la envoltura le haya cubierto bien de la caída y le da una mordida.

Mello es como el chocolate amargo.

.

— ¿Te importa si te hago compañía?—Su voz suave llena la silenciosa estancia en donde Near suele pasar la mayor parte del tiempo armando rompecabezas o algún castillo con naipes. Él no levanta la mirada, puesto que sabe de antemano quién es la intrusa. Aun así, Linda espera paciente su respuesta.

— Nunca me ha importado —responde finalmente el menor después de unos segundos de absoluto silencio que a la joven le han parecido eternos, en su tono sigue intacta esa forma tan monótona y carente de emoción alguna a la que Linda ya se ha acostumbrado.

La sonrisa de ella se ensancha y entra rápidamente hasta quedar frente al niño. Near ni siquiera la mira pero para ella es suficiente con que le deje acompañarlo. Es suficiente con el hecho de que él le permita compartir su soledad.

Él es diferente a todos. Vaya que lo es. Es extraño y, desde la primera vez que lo vio, su curiosidad aumentó como nunca antes había experimentado antes en su vida. Él es algo que ella quiere conocer, descubrir poco a poco, como un rompecabezas al cual armar aún si nunca encuentra las piezas correctas. Es sólo una niña demasiado curiosa.

—Hoy el día parece no ser demasiado bueno, ¿no crees, Near?—mira hacia la ventana de reojo donde el cielo está completamente nublado y amenaza con llover. Ella no espera respuesta alguna, sabe que su acompañante no es de muchas palabras. —Realmente parece que lloverá. No me gusta la lluvia. Prefiero cuando el clima me da oportunidad de salir a jugar. ¿Tú qué opinas?

Él toma los extremos de su rompecabezas y lo voltea haciendo que todas las piezas caigan sobre el suelo haciendo ruido. Sin inmutarse ante esto, vuelve a poner la tabla sobre el piso y comienza a armar de nuevo. Linda frunce levemente el ceño pero casi enseguida retorna a la paciente sonrisa. Le gusta verlo hacer ese tipo de cosas.

— La lluvia me gusta —contesta él sin más y la castaña deja escapar un suspiro de resignación. Así es siempre; ella dice luz y él oscuridad, ella exclama arriba y él susurra abajo. Ella dice día soleado, él contradice con día lluvioso.

Y esas diferencias sólo logran avivar la curiosidad de la artista.

— ¿Y por qué te gusta la lluvia?—pregunta inclinándose hacia el frente. Near alza una pieza del rompecabezas, la mira por unos segundos y la coloca en el lugar adecuado.

— Siempre haces demasiadas preguntas. —Aquello podría haber sido una reprimenda, mas con el tono de voz siempre carente de emoción que caracteriza al albino, Linda no sabe de qué manera tomarlo. Decide hacerlo positivamente, como las cosas deben hacerse en la vida. Encoge de hombros y suelta una risita.

—Me interesa saber de ti —reconoce con tal nivel de seguridad que por primera vez en esa tarde, Near retira la vista de su rompecabezas y mira con fijeza a la niña frente a él.

Linda da un salto en su lugar, obligándose a no ceder ante la vergüenza y por ende, no desviar la mirada de ese par de ojos oscuros que alborotan sus órganos internos. Es seguro que sus mejillas se han sonrojado.

—Lo sé. —Es la contestación del albino, quien vuelve a bajar la mirada al juego de piezas. Parece ser que la ignora, mas ella sabe que no es así. Near puede ser cortante y antipático, pero es amable. No la ignoraría, simplemente no quiere hablar.

La chica tuerce la boca llevándose la mano hacia una de sus coletas, la caricia por un par de segundos y deja escapar un suspiro. (¿Cuántos suspiros lleva en la tarde?) Mira hacia el niño frente a ella y con las mejillas sonrojadas, retoma la palabra.

—Me gustas —dice lo suficientemente fuerte y firme para que él la escuche. Near lo hace y le mira apenas de reojo, casi como si no quisiera mirarla. Quizá porque es cierto, no quiere mirarla.

—Lo sé. —Es nuevamente su respuesta.

Linda no esperaba más de él, después de todo, no es la primera ocasión que expresa sus sentimientos en alto. Sin embargo, ella no es alguien fácil de derrumbarse, también es competitiva como el resto de los niños en Wammy's y no está en sus planes ceder tan pronto con el asunto de Near.

Sonríe dulcemente de nueva cuenta inclinándose hacia él.

—Tu rompecabezas es demasiado blanco. Parece incluso aburrido —comenta arrugando ligeramente su nariz de botón y entonces se lanza hacia atrás, dejándose caer por completo de espaldas en la alfombra de la estancia.

La declaración de hace un momento queda en el olvido.

— ¿Por qué no consigues uno con los colores del arcoíris?—No obtiene respuesta cuando ladea un poco la cabeza para verlo, él sigue demasiado abstraído en las piezas desparramadas por el suelo.

Un quejido escapa de los labios de la castaña y Near piensa que ella es demasiado ruidosa todo el tiempo, incluso cuando no habla, tiene que estar moviéndose a cada segundo como si la tranquilidad y el silencio le molestaran. El niño no la entiende para nada, ¿por qué a alguien le molestaría el silencio o la tranquilidad? Linda siempre es algo diferente a lo usual, es molesta y ruidosa. No obstante, lo que más logra desestabilizar al albino es la simple cuestión de que, a pesar de todo lo que ella es, ¿por qué aprecia su compañía?

— ¿Qué color te gusta, Linda?—Ella se levanta del suelo tal como si tuviera un resorte en la espalda y su infantil y alegre sonrisa lo dice todo; siempre disfruta de los momentos en los que él inicia una plática. Oprime los labios y su gesto luce repentinamente más serio, pues es una artista y una pregunta como esa es algo que no debe tomar tan a la ligera.

Antes de que ella responda, Near ya sabe la respuesta.

— Amarillo.

Por supuesto, piensa River, colocando varias piezas más en el rompecabezas. Era lógico de ti, Lind". Y él no vuelve a hablar, no hace comentario alguno, casi como si la respuesta no le importara en lo absoluto.

— ¿Y a ti, Near?—anima a preguntar ella, no dispuesta a que todo se terminara tan pronto, ella también merece una respuesta aunque todo parezca apuntar a que su color preferido es el blanco.

"El blanco no es precisamente un color, él debe saberlo", piensa con una suave sonrisa. En el fondo quiere que él responda eso para poder corregirlo aunque sabe que eso no es del todo posible.

Nate deja su rompecabezas por un momento, ya está terminado (nuevamente) y lleva sus dedos a su cabello enroscando un mechón en ellos. Linda le espera expectante.

—No me gusta el amarillo. —Es su respuesta y se levanta del suelo. Al verlo, Linda hace exactamente lo mismo pero con más rapidez.

— ¿Y-Ya te vas?—Le pregunta no pudiendo ocultar de todo la decepción que le ocasiona ese hecho. En realidad, casi nunca puede evitar que su emociones se mezclen con facilidad en lo que dice o en sus reacciones.

Near se limita sólo a asentir, da la vuelta y arrastra los pies al caminar hasta salir de la sala. Un día más, como muchos otros, se marcha sin pronunciar alguna amable despedida dejándola completamente sola.

Y mientras camina a su habitación, sólo puede pensar en lo mucho que le molesta el color amarillo. Le desagrada a sobremanera; demasiado brillante, demasiado vistoso, es demasiado alegre. Es escandaloso y pregunta demasiado. Es un color que le da dolores de cabeza y que prefiere mantener lo más lejos posible de su mente. En ese momento no lo está poniendo en práctica y es por ello que se reitera que el amarillo es el peor color que pueda existir.

Alegre, llamativo, demasiado discorde de los colores normales, de los colores pacíficos que a él le agradan.

El amarillo es como un día soleado.

Linda es como el color amarillo.

.

Parece prácticamente un león enjaulado por la manera en que camina de un lado a otro a grandes zancadas por la habitación y lo único posible de escucharse salir de sus labios son apenas sonidos que no tienen coherencia alguna, cual si se trataran de gruñidos. Matt se ve obligado a pausar su tan preciado videojuego y alza la mirada hacia su compañero de habitación, y también, mejor amigo.

— Algo te molesta. —No es una pregunta, sino una afirmación. Matt ha aprendido a leer la personalidad del rubio después de la estrecha amistad que comparten; Mello es explosivo y aunque parece siempre impredecible, jamás podrá negar que el castaño le conoce más de lo que quisiera aunque esto logre molestarlo. — ¿Qué es?—insiste.

— ¡Nada!—exclama el rubio girándose hacia su amigo. Mas no importan sus palabras, el enfado está pintada con tanta claridad en su rostro que cualquier otra persona –que no sea Matt– saldría corriendo lejos. —Es sólo esa estúpida bruja amiga de Linda que se las da de sabelotodo—masculla cruzando los brazos sobre el pecho— Con sus estúpidos análisis, siempre ve cosas donde no las hay —continúa maldiciendo por lo bajo palabras que el castaño ya no escucha con claridad. El interés de Matt aumenta repentinamente.

— ¿Te refieres a Caty?

— ¿Qué otra bruja hay aquí?—ironiza Mello rodando los ojos y se dirige hacia su buró para tomar una barra de chocolate aún cerrada.

— Ah, ya veo —La voz de Mail suena después de varios segundos en silencio mientras una apenas visible sonrisa se pinta en sus delgados labios. —Así que te dijo algo respecto a Linda—Nuevamente, es una afirmación.

— ¿Tú también, Matt?—suelta el rubio irritado y da un mordisco a la barra de chocolate con tal fuerza que parece que se imagina la cabeza de Near siendo arrancada por sus dientes. El sabor del dulce que le tranquiliza la mayoría de veces al degustarlo no hace efecto esta vez.

— ¿Yo también qué?—Mello deja salir algo parecido a un gruñido aún con la barra cerca de su boca y se dirige hacia la puerta sin siquiera prestar atención a su amigo.

Lo que menos necesita ahora es a Matt con ese tipo de comentarios que sabía, pronto llegarían.

— ¿Saldrás? ¿Con esta lluvia?—El castaño no despega la mirada de su amigo, pero el fuerte sonido que hace la puerta al cerrarse es lo que recibe por respuesta. Gira los ojos tomando de nueva cuenta su consola para continuar con el juego no terminado. Decide que dejar a su amigo solo es lo mejor, quizá más tarde, puedan hablar tranquilamente.

Matt siempre estaría ahí para él.

Mihael parece que no encontrará ningún lugar para pensar en paz y por supuesto que no volverá a aquel pasillo de la grande ventana. No quiere encontrarse con Linda y mucho menos quiere ver a la bruja, así que la única opción disponible es salir del orfanato aún con esa fuerte lluvia afuera, ¡no le importa!

Termina el chocolate antes de salir tirando después la envoltura en uno de los botes de basura cercanos a la entrada del vestíbulo. Apenas sale, las gotas de lluvia no tardan en empaparlo por completo, mas a él parece no importarle en absoluto. Camina por el pasto mojado y patea el agua de los charcos que se han formado ya debido a la lluvia del momento cual si fuera un niño jugando. Frunce el ceño cuando un extraño sonido llega hasta él.

Parecen ser campanas.

Se va tan pronto como vino y el rubio no encuentra razón más lógica que haber imaginado el campanear, por lo que niega con la cabeza reprendiéndose por el delirio y continúa con su actividad de mojarse las botas y el entubado pantalón negro que lleva hasta las rodillas. Cuando se ha cansado del juego, sigue caminando; no regresará hasta que su mente esté despejada, hasta que deje de sentirse de esa manera, hasta que deje de pensar en esa estúpida niña.

No obstante, el destino no está de su lado.

Metros más adelante, apoyada contra un árbol, se encuentra ella. Maldice por su terrible suerte y aunque la tentación y el deseo de dar la vuelta y marcharse cuanto antes le dominan, toda idea sobre esto es derrumbada cuando la mira con atención. Linda está llorando.

Eso es suficiente para demoler las barreras que Mello siempre ha puesto ante ella y pese a que su consciencia (que suena extrañamente como Matt) le dice que se detenga, él hace gala de su gran habilidad para desobedecer y se acerca.

A menor distancia puede comprobarlo, el pequeño cuerpo de Linda se mueve ante cada sollozo. Sus siempre infantiles coletas están caídas y completamente mojadas, sus ojos rojos del llanto, sus manos tiemblan del frío. Y él maldice no tener algo para protegerla de la lluvia.

— Linda. —Su voz suena inusual, diferente a su tono burlón que siempre ha usado con ella. La castaña apenas alza la cabeza y lo mira. Nota sus castaños ojos abrirse con sorpresa, debe ser porque no esperaba verlo ahí.

Es casi un minuto el silencio que inunda el momento. Mello la mira detenidamente que ella comienza a sentirse nerviosa, pues nunca la ha mirado de esa manera. Justo cuando está por preguntar qué hace ahí y por qué la mira con lástima, él carraspea y desvía la vista.

— Seguramente estás llorando por Near. —Linda se encoge en su lugar y eso es suficiente respuesta para él. — Linda…—La llama a lo que ella vuelve a mirarlo aun cuando sabe con certeza lo que Mello dirá a continuación. —Eres una estúpida.

Entonces Linda aprieta los puños y se muerde el labio inferior, intenta contar hasta diez, quizá llegue al cinco, al tres… pero la paciencia se acaba. No lo soporta más. Se levanta del pasto mojado y encara al rubio, que no sólo es mayor de edad, sino de estatura.

— ¡Que no me llames estúpida!—chilla la chica, fastidiada.

— ¡Lo eres!—remata Mello alzando la voz— Eres una estúpida, ¿por qué te molesta que te diga la verdad? Near no te quiere, ni siquiera le interesas un poco. ¡No eres nada para él!—Listo, ha pasado. Ambos responden a sus emociones, ambos responden a sus impulsos. Ella gimotea porque sabe que Mello dice la verdad. — Él es un egoísta, ¡no le importa nada más que él mismo! Es apático, a nadie en el orfanato le agrada. ¡Es un…!

Suficiente.

— ¡No te atrevas, Mello!—debate al instante y da un paso hacia él, sorprendiéndolo por tal muestra de valentía. Lo deja mudo, lo encandila, lo hiere. Ella también ha perdido el control de la situación. — ¡Deja de meterte donde no te llaman! Si lo quiero es mi problema. ¡Y no es un egoísta! Yo lo sé…—murmura.

No, no lo digas, Linda, ¡detente!

— Tú, tú sólo… ¡Tú sólo lo envidias demasiado y no soportas la idea de que alguien lo quiera!—Mello da un respingo ante tal declaración.

Tonta, tonta, ¡lo has dicho! Te golpeará, nadie está cerca y él te golpeará.

— Él es mejor que tú, ¡en muchos aspectos!—El rubio aprieta los puños, lo hace con tanta fuerza que sus nudillos se tornan blancos y escucha el chirriar de sus dientes por sobre la lluvia.

¿Por qué continuas, Linda?

— Sólo envidias que él siempre, que él…

No lo digas, repite su consciencia a la que ha ignorado olímpicamente. Mello la mira como si se tratara de un tigre a punto de atacar.

— ¡Tú sólo envidias que él siempre te ga-!

Te lo dije.

El rubio la toma de los hombros y le estampa contra el árbol, aprisionándola. Linda gime por el golpe, parece regresar a la realidad y darse cuenta de lo que ha provocado. Es una ley de supervivencia natural en Wammy's House que nadie debe provocar a Mello sin esperar un castigo severo a cambio y ahora ella experimenta en carne propia lo que romper esa regla significa. En definitiva, la mirada azul y penetrante del muchacho le hacen temblar, sí, es esa mirada y no el frío del atroz clima, por lo que cierra los ojos con fuerza esperando el golpe.

Quiere pedir perdón pero este nuevo nivel valentía recién superado de lo impide; ella sólo ha dicho lo que piensa. Mello no debería tener razones para odiar a Near.

¿O sí?

— Eres una estúpida. —El murmullo de Mello llega hasta sus oídos y Linda abre los ojos lentamente. Entiende porqué ha escuchado su voz de manera tan clara por encima del sonido de la lluvia; se debe a que sus rostros están demasiado cerca, más de lo que nunca antes había estado cerca de alguien. La respiración de Mihael choca contra su rostro y le resulta tan cálida que la desconcierta, incluso sus piernas parecen flaquear y lo único que la detiene es Mello sujetando sus muñecas.

No le gusta cuando él le dice estúpida.

Él se acerca más y Linda lo mira confusa. ¿Qué demonios está haciendo? Mello corta la escasa distancia que aún había entre ambos, ella siente el roce de sus labios contra los suyos. La está besando, no, no es un beso como el que ha visto en películas, es sólo un simple roce como si él estuviera buscando su permiso, como si fuera un cazador pidiendo autorización para atacar. No comprende lo que sucede, no tiene sentido. El olor y sabor a chocolate que desprenden los labios de Mello le imposibilitan pensar con claridad. No tiene sentido.

Finalmente, él separa sus labios de los de ella y Linda siente que el alma le vuelve al cuerpo. A pesar de que no lo desea, su cuerpo responde por cuenta propia y levanta la vista hacia el rostro del mayor. Su fiera mirada ha cambiado haciendo que el azul de sus ojos luzca más oscuro, la mira de una forma que ella nunca antes vio en él y abrumada por todo lo que le invade, oprime los labios y agacha la cabeza.

—Sí, él siempre gana…—musita Mello y algo en su tono suena como desilusión. Aún está demasiado cerca de ella pero Linda no es capaz de mirarlo más. Él parece resignarse, suelta con lentitud el firme agarre en el que la tenía aprisionada y da un paso hacia atrás. —Incluso, sin hacer nada, te ganó a ti, Linda.

Siempre ha sido un mal perdedor.

Un paso más hacia atrás y ella siente que vuelve a respirar con tranquilidad. Mas el rubio no se marcha del lugar a lo que la italiana se ve obligada a alzar la mirada para verlo. Nadie dice nada, ya todo está dicho. Linda quiere preguntar la razón pero eso es estúpido. Tampoco es como si Mello fuera a responderle.

Linda da un paso hacia adelante y seguido de eso, sin mirarlo una vez más, se aparta corriendo del árbol, sigue corriendo por el área verde sin detenerse, la lluvia vuelve a caer sobre su cabello pero a ella no le importa, sólo quiere alejarse de Mello, quiere dejar de ser presa de esa lluvia.

Linda detesta los acertijos. Se tienen que analizar y repasar, tan diferente a un lienzo en blanco que de pronto se llena de color. No soporta resolver acertijos, son un fuerte dolor de cabeza, hacen a su mente dar vueltas y sólo logran confundirla más. No le gustan ni un poco, piensas en una respuesta y todo está perfecto, pero ese maldito acertijo parece ser todo lo contrario a lo que pensaste. Sin embargo, nadie podría vivir sin acertijos en su vida.

Mello y Near son como un acertijo.

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Ha pasado ya una semana desde aquel día lluvioso y extraño. Está sentada de nuevo en su lugar preferido del orfanato. Mira por la ventana y el día es como a ella le agrada. Cálido, como pocas veces se aprecia en Inglaterra. El pasillo es silencioso, por lo que se relaja al escuchar la máquina de escribir en la habitación de Caty.

Mira hacia el bloc en sus piernas y lo abre. Ahí sigue el dibujo de Near de aquel día, el mejor hasta el momento pero que sigue sin ser suficiente. Frunce los labios en desacuerdo con su trabajo, mas decide no arrancar la hoja, simplemente pasa a otra y toma el lápiz para dar inicio a su bosquejo. Tiene a Near en la mente. ¿Por qué está dibujando a alguien completamente distinto?

Pero no hay marcha atrás, ella ya está demasiado concentrada en el dibujo, en el primer boceto que hará sobre esa extraña persona. Siempre creyó que Mello podía ser alguien predecible, ¡cuán equivocada estaba!

El dibujo está casi terminado y la máquina de escribir ha dejado de sonar. Es obvio, por supuesto, ya que Caty ha salido de su habitación para sentarse junto a Linda y mirarla en pleno trabajo artístico. A la castaña no le molesta en absoluto la mirada fija de su compañera, en el fondo, desea una opinión. Finalmente ha terminado y parece satisfecha con el resultado.

— ¿No seguirás escribiendo, Caty?—pregunta a su amiga mientras deja el bloc sobre sus piernas. La niña se retira la mano de la boca, donde hace un momento se mordía las uñas, y niega con la cabeza.

— Se ha ido. Es difícil continuar cuando se ha ido.

— ¿Quién se ha ido?—cuestiona la castaña frunciendo el ceño. — ¿A qué te refieres, Caty?

—Mi inspiración, por supuesto—La menor encoge los hombros como si se tratara de una respuesta bastante obvia— Demasiado humano, por eso me gusta, y se ha ido —repite la chica mientras de levanta del suelo.

Linda entiende de eso, sobre inspiración, ¡siempre será un dilema para un artista! Caty se mantiene de pie antes de dar la vuelta hacia su habitación y mira hacia el dibujo sobre el bloc. Algo parecido a una sonrisa surca sus labios.

—Está mal. …Tu dibujo.

— ¿Qué?—La pintora inmediatamente toma su bloc examinado ese rostro que tuvo tan cerca del suyo.

—La sonrisa, y los ojos—responde la chiquilla— Él parece tener siempre esa expresión de haber incendiado tu posesión más preciada y que está orgulloso por eso —comenta al tiempo que abre la puerta de su habitación. Si no puede seguir con la novela policíaca, terminará con el artículo del New York Times.

Linda aún mantiene su vista sobre el boceto y a regañadientes tiene que darle la razón a su compañera y se regaña mentalmente por haber pasado eso por alto.

— ¡Caty!—exclama antes de que la contraria desaparezca del pasillo. Se levanta del piso, acercándose torpemente a la puerta del cuarto de su amiga. La niña ladea la cabeza, curiosa. — ¿No ha venido Mello por aquí?—pregunta, puede sonar raro viniendo de ella pero no le importa demasiado, es sólo que tiene curiosidad por ese hecho.

Caty parece sonreír, y antes de cerrar su puerta, responde.

—Se ha ido.

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L ha muerto. Por favor, Linda, trata de ser discreta con esta noticia. No todos en Wammy's House tienen porqué saberlo, pero dado que pareces ser cercana a Near, he decidido informártelo.

Mello se fue. No le sorprende, ese chico estaría dispuesto a cualquier otra cosa, vendería su propia alma antes de trabajar en conjunto con Near. Quizá lo extrañará, pelear con él parecía ser ya una rutina y Linda no es alguien fácil de deshacerse de las costumbres.

Además, ella realmente es amiga de Matt, si Mello se marchaba, eso significaba que él pronto marcharía tras él. Wammy's House luce, repentinamente, demasiado solitaria.

Pero hay algo más que da vueltas en su mente, algo que siempre está en su mente. Ni el sabor a chocolate de los labios de Mello ni el sentimiento de que perderá a Matt o la extraña melancolía de Caty esa mañana logran nublar ese algo, porque parece ser que Near siempre estará en la cima de sus pensamientos.

Cada paso es decidido, firme, sin arrepentimiento, ya no tiene más que perder. No lo busca sólo para decir una vez más "Me gustas", no lo busca para reafirmarle cuánto le interesa conocerlo, no lo busca para dibujarlo o simplemente para verlo armar algún castillo con dados. Sabe que no estará en la sala de siempre, sabe precisamente donde encontrarlo y es por eso que está parada frente a la puerta de su habitación.

Nunca lo ha visitado ahí.

Alza la mano dispuesta a tocar pero no logra su cometido cuando la puerta se abre y frente a ella está Nate. Da un paso hacia atrás, temerosa, repentinamente su seguridad se ha derribado ante esa mirada tan profunda que siempre logra desestabilizarla. ¿Por qué tenía que plantar su curiosidad en él? ¿Por qué tenía que enamorarse de esa forma tan estúpida?

Mello solía cuestionarle el por qué querer a Near. Ni ella misma lo sabe. El sentimiento sólo está ahí. No se necesitan razones.

Lo quiere, es algo simple, ¡sin razones! Así es como debe ser, sin dar explicaciones a nadie, si pensarlo demasiado, sólo se quiere y es todo. Despiertas un día, lo ves un instante y entonces lo sabes. Quieres. Amas.

—Near —susurra ella retomando su decisión y él se aparta de la puerta, dejándola por completo abierta; es una invitación a que pase, al menos, así es como Linda lo toma y se adentra a la habitación. El albino está cerca de la cama, ordenando su ropa en una maleta.

Se irá.

—Te vas —señala lo obvio. Nuevamente, su voz y su expresión demuestran demasiado, expresan la abrumadora tristeza que le envuelve.

El infantil amor que profesa jamás crecerá, no podrá entenderlo nunca y quizá eso es lo que más le duele. Las lágrimas se acumulan en sus ojos marrones y resbalan por sus mejillas.

Near no la mira, no quiere mirarla. Sigue empacando en silencio, camina por su cuarto, revisa los cajones, lleva sólo lo necesario. Ha dejado de ser un niño más en Wammy's House, ahora es el sucesor de L. No. Es L.

Debe honrar ese título, el título de su fallecido tutor y es por eso que no mirará a Linda.

La castaña aprieta los puños, nunca antes se ha sentido tan enojada y mucho menos con la otra persona de esa habitación. ¡Pero ya no lo soporta! No puede soportar más ese silencio, el sentirse ignorada, ¡el no ser nada para él! Le duele, el amor duele cuando no es correspondido. Y piensa en Mello. Y eso sólo logra hacerla enfadar aún más.

Near es un egoísta.

— ¿Por qué no dices nada? ¿¡Por qué siempre este silencio!?—exclama Linda y alza la cabeza, él permanece dándole la espalda. La artista siente que su enfado crece y se acerca hasta él para tomarlo del brazo obligándolo a que la mire.

Nate parece no poner objeción alguna. La mira, sus grises ojos se clavan en ella, llorosa, sonrojada por el enfado.

Linda no le gusta.

—No veo razón para decir algo —habla él en el mismo tono desinteresado siempre presente en él. Ella deja escapar un bufido de exasperación soltándolo con cierta brusquedad, se da la vuelta, parece que va a salir de la habitación, pero no es así. Vuelve a girarse hacia el chico clavando su café mirada sobre él.

— Estoy enamorada de ti.

Esa es la primera vez en la que ella admite ese sentimiento en voz alta, nunca esperó que lo haría frente a él y con tanto control sobre sí misma. Aun así, siente sus manos sudar y sus tobillos temblar mientras lo observa detenidamente a la espera de un cambio, mas eso no sucede. Near se mantiene estoico. Él no expresa nada, ¡como si sus sentimientos no importaran nada! Eso sólo logra frustrarla más. Y quiere dejarse caer en el piso y llorar y decirse una y mil veces lo estúpida que es. Mas no cede a sus desesperados deseos porque Linda demuestra ser fuerte, aunque no lo sea, y se queda de pie con la mirada fija en él.

Near se lleva la mano a su cabello y estruja un mechón entre sus dedos.

Linda no le gusta.

— ¿Por qué?

— ¿Qué?

— ¿Por qué te has enamorado de mí?—aclara su pregunta a lo que Linda se sorprende por tal cuestionamiento. Baja la mirada, indecisa, no puede pensar con claridad. Esa pregunta ya la ha escuchado antes, muchas veces, siendo recriminada por otra persona.

— No debe haber razones para sentir esto —responde ella y él se da la vuelta para continuar empacando. Linda se siente más estúpida que de costumbre, ni siquiera desea llorar y todo lo que espera es que él se vaya cuanto antes, que se vaya ya y no vuelva nunca más a atormentarla con su presencia, con su extraña forma de ser. No quiere sentir nada por Near, ni siquiera curiosidad.

— Hay una razón para todo —comenta el albino tras los segundos de silencio.

Siempre utiliza la lógica, nunca se detiene a sentir, no era su manera de jugar el juego, ni con Mello, ni con L y no lo será con Linda. Él es así, necesita tener control de sus emociones, eliminarlos si hace falta para convertirse en aquello por lo que toda su vida trabajó. Debe usar la razón.

Y su razón le dice que Linda no le gusta. Su lógica asevera que él no quiere a Linda. Su análisis a futuro asegura que Linda no es indispensable en su vida.

— ¡¿Por qué siempre tienes que buscar la lógica, Near?!—La joven pierde la calma y no le importa que alguien más la escuche; está enfadada con Near. — Si tan sólo… Si tan sólo yo pudiera ver tu mente, quizá podría hallar alguna señal… —La chica deja de hablar recargándose sobre una de las paredes blancas de la habitación.

Ni siquiera se había detenido a observarla. Todo está perfectamente ordenado, incluso los juguetes. Todo sigue un orden estricto, un ambiente que le resulta tan diferente a las hojas sueltas y los lienzos desordenados en su habitación.

El arte no es orden.

— ¿Qué señal?—Él se gira de nuevo y la observa. No tiene idea de a qué se está refiriendo Linda, no es un comentario lógico, ni siquiera parece tener razón alguna con la conversación. Todo ese asunto no tiene sentido.

— De todo lo que nunca dices, Near. —responde Linda en un reproche bajo mientras él ladea un poco la cabeza, toma un mechón entre sus dedos y lo enrolla. Ella vuelve a confundirlo con tales palabras. ¿Qué es lo que ella busca con toda esa escena? Jamás le dirá lo que Linda desea escuchar.

Él no se deja llevar por emociones.

Él no es un perdedor.

— Digo sólo lo necesario.

Ella cree que ya es imposible, que su ilusión termina ahí, que sólo fue ella quien se enamoró, tal como la niña estúpida y sentimental que es, coma la perdedora que Near siempre le hace sentir.

Pero él dice la verdad. Jamás dirá nada que no sea necesario decir porque eso sólo sirve para gastar tiempo, son distracciones, piezas perdidas, errores significativos.

Linda no le gusta porque ella logra hacerle decir cosas que no son necesarias.

— Yo simplemente. —Ahí va de nuevo ella, palabras y emociones. — No te entiendo. He querido hacerlo, he tratado, ¡he tratado!—Linda se separó de la pared volviendo sus pasos hacia donde Near se encontraba. — Tienes una gigantesca y dura barrera que siempre me lo ha impedido. —La castaña deja escapar un suspiro de sus labios y fija su mirada cristalizada por las lágrimas sobre él. —Quisiera saber, aunque sea… ¿Qué soy para ti?

Los recuerdos llegan a él casi como si de una película se tratara, recuerdos que le fastidian y sólo logran distraerlo de su objetivo. Él no quiere a Linda. Él no disfruta de su compañía. Él no se alegra por verla sonreír. Él no se pierde en su talentosa forma de tocar el piano. No quiere a Linda. Toda su lógica y razón apunta a eso, todo en Near le asegura que ella no es importante. ¿Por qué lo sería? Él jamás lo permitirá. No obstante, algo pequeño, un algo que le toma con la guardia baja tan fugaz como llega, le grita desesperadamente que Linda es un día soleado. Diferente, molesto, maravilloso.

—Eres una molestia. —La razón gana de nuevo.

—No es cierto —asegura la artista frunciendo el ceño— Tú no piensas eso—prosigue y nunca antes se había sentido tan segura de sus palabras— Tú me dejas acompañarte, tú hablas conmigo, te sientes cómodo, yo-, ¡yo lo he visto en ti!—aprieta los labios, las lágrimas amenazan con volver a salir y cree que puede escuchar a Mello en algún lugar de su mente gritarle que es una estúpida. ¡Pues al diablo si lo es!

Linda se pasa el brazo por el rostro para retirar las lágrimas nacientes. La maleta permanece sobre la cama aún sin terminar porque Nate, en esta ocasión, no es capaz de retirar su mirada de ella.

— Tú eres un egoísta—afirma Linda— Y yo creo que no te queda de otra que serlo porque te asusta… Te asusta bajar la guardia.

El albino da un ligero respingo que ella no logra notar. Le sorprende que Linda llegué a tal conclusión con sólo dejarse llevar por estúpidas e innecesarias emociones, le sorprende porque no ha dicho más que la verdad y Near se descubre a sí mismo deseando algo como nunca deseó nada: que Linda se aleje.

Es sólo una molestia que amenaza su seguridad, su estabilidad, amenaza su tranquila vida y ahora amenaza su futuro. Es sólo una boba niña molesta que se ha arraigado a su vida, es alguien cuya compañía es una costumbre y en ese momento descubre que él no es bueno en abandonar las costumbres.

Linda es la única persona que despierta en él ese lado que no entiende.

Es por eso que Linda no le gusta.

El silencio inunda nuevamente la habitación, parece que ya no hay más que decir. Ella ha dicho todo y como siempre, él no ha dicho nada. Linda forma una mueca en sus labios y las lágrimas resbalan por sus mejillas. Quiere irse ya pero antes de ceder a su lastimoso deseo, el frío tacto de la mano de Near contra su mejilla le detiene.

Su pulgar la recorre con suavidad limpiando las lágrimas que resbalan, sus marrones ojos se abren haciéndolos lucir más grandes de lo que son. Al tiempo que su corazón se acelera siente que pierde la facultad de respirar adecuadamente; él nunca ha estado tan cerca de ella.

Near la examina mientras su mirada fija recorre cada detalle del rostro de su compañera; es casi de su estatura, de cara redonda y una cómica nariz de botón, labios delgados, ojos grandes y del color más común en el mundo.

Pero ella nunca ha sido común.

Linda es amarillo.

—No soy un perdedor.

La voz de Near llega hasta sus oídos a pesar de ser casi un susurro. Linda entiende las palabras, no hay necesidad de preguntar, ella sabe a qué se refiere. Empero, lo que le mortifica es no saber si eso le alegra o sólo le hace sentir peor.

No importa. Ya no importa. No tiene nada que perder. Levanta su mano y la pasa entre los cabellos del joven como tantas veces deseó hacer. No le sorprende que sean suaves tal como lo imaginó en cada sueño. A Near tampoco le sorprende que el tacto de ella sea tan cálido.

Era lógico de ti, Linda.

—Te rindes antes de empezar —musita ella y como no está dispuesta a perder sin jugar el juego, se inclina hacia el frente porque ella sabe de impulsos y sentimientos, no él. Ella es la experta ahora.

Juega a ganar.

Une sus labios, primero un roce pero su intención no es pedir permiso alguno, si Near no juega puede retirarse, mas ella recurrirá a las cartas en su mazo aún si es tan inexperta como toda chica de catorce años. El roce de sus labios cosquillea por todo su cuerpo y entonces los mueve con suavidad contra los de Near. Después de unos segundos, él parece responder torpemente, permitiéndose el sólo dejarse llevar por un momento, derrumbando la barrera que él se esforzó en armar contra Linda. Y el beso dura más, juega entre su labio inferior y superior, ambos lo disfrutan. Es torpe, es lento, como el primer beso siempre debe ser.

Near es quien se separa primero y aparta su mano de la mejilla de la castaña como si su piel quemara. Su rostro vuelve a tomar esa expresión seria, sin emoción alguna. Se retira del juego.

Linda no le gusta.

—No soy un perdedor —repite Nate girándose hacia su maleta. Eso también lo dice todo y Linda lo entiende. La barrera se ha alzado de nuevo, él vuelve a utilizar la razón y la lógica; ella empuja la tristeza hacia dentro y trata de no sentirse una estúpida.

—Adiós, Near. —Hace el ademán de acercarse pero no lo hace. Baja la mirada y sale de esa habitación.

Quizá deba buscarse un nuevo lugar preferido en el orfanato. Un pasillo que no le recuerde a Mello, una sala que no le recuerde a Near.

—Pude perder ante ti, pero no soy un perdedor —dice en un tono tan bajo que él mismo cree que sólo lo ha pensado, por lo que sigue empacando. Ella se ha ido y sabe que sus palabras no fueron escuchadas.

Era mejor así.

.

Los observa fijamente con el entrecejo ligeramente contraído. No le inspiran confianza, principalmente porque han llegado al orfanato buscando información de ellos.

Nadie ahí sabe qué fue de ellos y si lo supieran, no lo dirían; no por nada eran los sucesores de L. Sin embargo, Linda no soporta más esos bocetos sobre su bloc. No quiere tirarlos, ni tampoco romperlos.

Es como una donación.

Así ellos se irán.

Y dejarán de preguntar por esas dos personas que sólo le traen recuerdos incompletos, recuerdos que no le gustan.

Arranca ambas hojas y se las extiende a un oficial sin decir palabra alguna.

Tampoco quiere preguntar.

A Linda no le gustan los acertijos.


¿Les gustó?

Espero que el pequeño triángulo amoroso no les parezca demasiado extraño, aunque a mí me gusta. Gracias a ti Ellie77, con tu maravilloso fic. ¡Sí, culpa de ella! Lamento no haber leído Butterfly antes y acompañarte en el proceso, pero de verdad, ¡créeme! No leía un fic amoroso tan bien estructurado y con tanto drama (del bueno, que me fascina) desde hace ¡AÑOS! Gracias por haber escrito algo así.

Caty es un personaje out-canon que creé para esta historia. Lamento no haber escrito más de Matt, ya habrá oportunidad.

No los distraigo más, nuevamente, ¡feliz año nuevo! Y quizá, cuando mis long-fics de otros fandoms estén avanzados, decida hacer algo con los niños de Wammy's House.

Mis mejores deseos,

M.