ENCUENTRO INEVITABLE


Capítulo 1

Primer Encuentro

Aquella mañana había hecho su aparición con un ambiente fresco, casi primaveral. El invierno estaba por terminar, y aunque aún hacía un poco de frío por las mañanas, los rayos de sol (que aparecían poco a poco por el horizonte) lentamente ofrecían su calor y luminosidad. Los pájaros se encontraban ya posados en las ramas de los árboles, cantando con sus afinadas voces, mientras que las rosas que adornaban los pequeños arbustos ubicados en el alfeizar de las ventanas de la bonita casita color amarillo canario, ofrecían ya su fresco y dulce aroma.

En aquella modesta habitación ubicada en el segundo piso de la casita, una pequeña niña de corto cabello castaño y piel rosada dormía tranquilamente. Aunque no por mucho tiempo. El típico ruido del despertador había inundado con su molesto tintineo toda la habitación, de paredes y techo verde pálido, con el suelo alfombrado en un color capuchino. Si aquella mañana hubiera sido como cualquier otra, la niña hubiera gruñido en sueños, se hubiera girado para que el sol no le diera en la cara, y hubiera intentado seguir durmiendo, arrastrando el despertador hasta perderse ahogado bajo las almohadas.

Pero aquella mañana era diferente. Era especial. Una pequeña mano salió debajo de las cobijas y se apuró a callar aquel molesto sonido. Al instante, las cobijas fueron aventadas a los pies de la cama, con lo que la niña que dormía en ella se sentó en el borde de ésta y se desperezó con un gran bostezo, seguido por una enorme sonrisa.

Y abrió lentamente los ojos. Unos enormes y hermosos ojos color verde esmeralda, los cuales parpadearon un par de veces, hasta ajustarse a la luz que entraba por la ventana. Se levantó de la cama, y casi corriendo se dirigió al armario, de donde sacó el uniforme de la escuela primaria a la cual asistía. Con diligencia, se puso la camisa blanca, la falda azul marino, las pulcras calcetas y se peinó frente a su tocador. Sin perder un segundo más, tomó su mochila que descansaba en la silla de su escritorio color caoba, y corrió escaleras abajo, hasta llegar a la cocina, donde se apuró a saludar a los presentes.

-¡Buenos días papá, buenos días Touya! –dijo a los dos hombres que se encontraban allí, trabajando.

-Buenos días, Sakura –fue la respuesta de su padre, un hombre ya mayor de cabello castaño claro, gafas de montura cuadrada, que vestía una camisa a rayas y un pantalón de vestir, color café oscuro, y el cual se encontraba en aquel momento preparando los almuerzos.

-¿Y ese milagro que bajas sin tener que llamarte? –su hermano mayor, Touya, era un muchacho alto, delgado y un poco fornido, el cual vestía una camisa blanca lisa y un pantalón de vestir negro, y que en ese instante se encontraba frente a la estufa, cocinando el desayuno.

-Hoy es el paseo mensual de mi clase de sociales –fue la respuesta de la niña, la cual se apuró a dejar la mochila en el respaldo de su silla, y sentarse, mientras su hermano servía el desayuno en los platos. Giró su vista rápidamente a una fotografía que descanzaba en el centro de la mesa, y sonrió a la bonita mujer de cabello gris oscuro que se encontraba retratada allí-. Buenos días, mamá -susurró la niña, mientras volvía a desviar su mirada hacia su hermano, y se apuraba a terminar de responder a su pregunta-. Visitaremos la Torre de Tokio.

-Hace años que no voy a la Torre –comentó su padre, mientras él y su hijo mayor, servían los platos en la mesa, y se sentaban, para desayunar en familia-. Me pregunto si aún existirá aquel pequeño restaurante que preparaba repostería francesa…

-¿Repostería francesa? –preguntó la pequeña Sakura, mientras comían el arroz y verduras hervidas-. Pero tú ya sabes hacer postres franceses, y son muy deliciosos…

-Comparados con los de aquel restaurante, los míos dejan mucho que desear. Me gustaría probar alguno, para lograr descubrir aquel ingrediente secreto que utilizan.

La familia siguió conversando, y cuando finalmente terminaron el desayuno, entre los tres limpiaron la mesa, los platos sucios, y acomodaron todo en su sitio.

-Debo irme ya –dijo el hermano mayor, mientras tomaba su bata blanca del respaldo de su silla-. Tenemos práctica en la clínica a primera hora de la mañana.

-Ten un buen día en la escuela –se despidió su padre, mientras le daba su almuerzo, y el muchacho asentía-. Esfuérzate mucho.

-Debo irme yo también –anunció Sakura, tomando ella también su almuerzo, y siguiendo a su hermano a la puerta de la casa-. Nos vemos en la tarde.

-Noche –corrigió su padre dirigiéndoles una enorme sonrisa, a sus dos hijos-. Hoy tengo una reunión importante en la Facultad, y me temo que llegaré un poco tarde.


-¡Buenos días, Sakura! –fue el saludo alegre de aquella bonita muchacha de piel pálida, largo cabello negro y ojos grisáceos.

-Buenos días, Tomoyo –respondió la niña de ojos esmeralda a su mejor amiga, mientras entraba al salón de clases, y se dirigía con paso alegre a su asiento.

-Te ves muy contenta. ¿Emocionada por la visita de hoy?

-¡No tienes ni idea! –contestó Sakura, dejándose caer en su silla-. Nunca he ido a la Torre de Tokio. Me pregunto cómo será por dentro. Mi padre dijo que había restaurantes, ¿no sabes qué más cosas hay?

-Yo he ido varias veces con mi madre –respondió Tomoyo, poniéndose pensativa, pues intentaba recordar aquellos detalles-. Hay restaurantes de todo tipo, una fuente de sodas muy completa, tiendas de recuerdos, y un enorme mirador en la parte más alta.

-¡Estás haciendo que me muera de ganas por ir! –la niña de cabello negro no pudo evitar reír por lo bajo, ante la hiperactividad de su mejor amiga.


Para el pequeño niño de diez años, aquel vuelo había sido la cosa más aburrida que había experimentado en toda su vida. Hasta las largas esperas en el pasillo de la oficina de su madre eran más entretenidas, pues allí aunque no pudiera hacer ruido, podía jugar a lo que quisiera. Pero aquel vuelo… por más que mirara a la ventana, lo único que había podido ver durante aquellas dos horas, había sido el océano. Una gigantesca masa de agua que apenas y se distiguía del azul del horizonte, y que aparentaba no tener fin. Sin embargo, apenas llegaron al aeropuerto, su indiferencia y aburrimiento fueron sustituidos por la emoción y determinación. Era la primera vez que se encontraba fuera de China, su país natal, y aquella sería la primera vez que utilizara en una situación real, aquel idioma que había estado estudiando desde que tenía cinco años.

Syaoran sería apenas un niño, pero en su casa se le había enseñado a ser ya un adulto en miniatura: serio, correcto y educado. Sin embargo, en aquel momento, sus instintos de niño curioso apenas y podían ser controlados, y apenas y podía sentirse apenado por ello. Y es que Japón era completamente diferente de China: los letreros, las calles, las personas, las costumbres… cualquier cosa, por mínima que fuera, le llamaba completamente la atención.

Mientras su madre realizaba unas "importantes llamadas telefónicas" (como ella las llamaba) el niño de cabello castaño oscuro, piel un poco morena, y ojos color avellana, se entretenía mirando por la ventana de la limusina, y veía a aquellas personas entrar y salir del aeropuerto, ya fuese cargados con maletas, con el mínimo de equipaje, o simplemente con las manos vacías.

-Parece ser que todo está listo para nuestra visita –anunció su madre, al tiempo que se guardaba el celular en el bolso, y miraba a su hijo, con su ya acotumbrada expresión seria-. Todo está listo para la reunión de esta mañana. Siento que no tengamos tiempo suficiente como para recorrer la ciudad…

-No hay problema –dijo el muchacho, apurándose a dejar de mirar por la ventana, y prestar su total atención a su madre-. No es como si lo esperara.

La señora lo miró fijamente, con aquellos penetrantes ojos negros. Su largo cabello, tan oscuro como la noche, y sujeto en una alta coleta, resbaló silenciosamente por su hombro. Su piel pálida y tersa apenas y se inmutó cuando ella frunció el entrecejo. Sintió un nudo en el estómago. Había obligado a su hijo a madurar tan rápido, que se sintió culpable de haberle robado la infancia. Se aclaró la garganta con una fingida tos, y volvió a posar su profunda mirada en su único hijo varón.

-¿Sabes por qué estamos en Japón?

-La compañía espera expandirse a este país –fue su simple respuesta. Su madre asintió.

-¿Te gustaría presenciar la reunión? –el niño se encogió de hombros. Sabía que aunque la pregunta hubiese sido formulada, sólo existía una respuesta. Después de todo, sabía que parte de su instrucción en los idiomas no era solo por diversión, sino para que algún día él se encargara de la empresa familiar. Supuso que presenciar aquellas reuniones dentro de poco sería una obligación, y no un privilegio, como su madre intentaba disfrazarlo ahora-. Después podríamos ir a comer a algún lugar, solo tú y yo. ¿Te parece?

-Estaría bien –respondió el niño, y sin poderse contener, volvió a desviar su mirada por la ventana del auto. Su madre no pudo evitar sonreír.

-Conozco un lugar que te gustará mucho.


Cuando llegaron al alto edificio de heladas paredes metálicas, madre e hijo bajaron de la limusina, y se dirigieron con paso veloz pero distinguido, al interior del mismo. En el elegante recibidor color crema, los guardias de seguridad los saludaron cordialmente, mientras un par de secretarias los encaminaron a los elevadores y los dirigieron a la penúltima planta.

-¿Por qué estamos por hacer negocios con japoneses? –preguntó Syaoran a su madre, cuando se encontraron solos dentro de la caja metálica que se dirigía hacia arriba.

-Porque estamos obligados –fue la simple respuesta de su madre. No estaba muy segura de que el tema fuera claro (o apropiado) para un niño de su edad-. Espero y no estemos cometiendo un error.

Syaoran no respondió. Después de todo no estaba muy seguro de haber entendido aquello último. Y aunque así fuera, también estaba seguro de que su madre no le daría más explicaciones. Prefirió quedarse con la duda y no insistir más. Así, madre e hijo quedaron sumidos en un silencio total durante casi un minuto, hasta que las puertas del elevador se abrieron y un nuevo recibidor apareció ante sus ojos.

-Vamos –dijo su madre, y ambos salieron del ascensor.

-Señora Li, buenos días –saludó la secretaria de aquella planta-. La esperábamos ansiosos.

-¿La señorita Mizuki se encuentra lista?

-Ella y todo el personal legal se encuentran ya en la sala de juntas. Si gusta seguirme…

La señora Li no contestó, pero se apuró a seguir a la secretaria (con Syaoran pisándole los talones) por un pasillo amplio, de paredes rojo jade y alfombrilla café oscuro.

Se detuvieron casi al final de este, frente a una puerta doble de madera opaca y perfectamente barnizada, la cual estaba etiquetada por una placa plateada que rezaba "Sala de juntas".

La secretaria abrió la puerta, con lo que la señora Li entró con paso decidido, y antes de que la muchacha pudiera decir cosa alguna, exclamó con voz fuerte y clara:

-Adelante, Syaoran.

Al instante, la media docena de caballeros que se encontraban ya sentados alrededor de aquella mesa ovalada, se levantaron de sus sillas. Realizaron una profunda reverencia, y se quedaron de pie, hasta que madre e hijo entraron a la habitación, recorrieron la mesa, y se detuvieron frente a sus sillas. La señora Li los miró sin decir palabra, y de la misma forma, lenta, silenciosa y elegante, se sentó en su silla, en la cabecera de la mesa. Syaoran (al cual habían acercado una botella de agua y un folleto con el logotipo de la empresa) se sentó al lado derecho de ella.

-Buenos días caballeros –dijo finalmente la señora Li, con lo que los seis hombres (tres a cada lado) finalmente tomaron asiento-. Y buen día para usted también, señorita Mizuki.

En la otra cabecera, se encontraba sentada una sexy y alta mujer, de piel rosada y largo cabello pelirrojo, que en aquel momento se encontraba suelto, y descanzaba sobre su hombro. Ella no se había levantado para mostrar sus respetos a la señora Li. De hecho, parecía que ni se había percatado de su presencia, pues su mirada avellana se encontraba clavada en el ventanal que ofrecía una bonita vista de la ciudad.

-Buenos días, señora Li –saludó finalmente la mujer, lentamente retirando su mirada del paisaje, y posándola en la dama que tenía frente a ella, la cual no pudo evitar fruncir los labios-. Es un honor tenerla entre nosotros.

-Confío en que esta junta será rápida. Después de todo, tengo entendido que sus excelentes abogados se han encargado ya de todo el papeleo –los hombres se movieron de forma nerviosa en sus sillas, y evitaron mirar a ninguna de las dos mujeres. Era como si una guerra silenciosa se estuviera sucediendo entre ellas.

-Efectivamente –contestó la pelirroja, sonriendo maliciosamente-. Todo se encuentra explicado en el folleto que le hemos proporcionado. En pocas palabras, nuestra compañía se afiliará a la suya, como si se tratase de una rama más, pero contaremos con autonomía para tomar nuestras propias decisiones, y nuestra ganancia será de un setenta por ciento por sobre el…

-Había quedado claro que sería a partes iguales.

-Volver a imprimir todos aquellos folletos será una completa pérdida de tiempo -suspiró la señorita Mizuki, mientras realizaba un ademán de desdén, y volvía a mirar por la ventana-. Además... Siempre puedo hablar con la prensa –Syaoran conocía demasiado bien a su madre como para percatar aquella milésima de segundo en que su progenitora había contenido el aliento-. Estoy segura de que mientras más pase el tiempo, más valor tomará lo que tengo que decir.

Mizuki sonrió. La señora Li frunció el entrecejo. Estaba acorralada, lo sabía bien. Desde aquel día, Mizuki tenía el poder de utilizarla como quisiera. Decidió que era mejor no discutir.

-De acuerdo –el decir este par de palabras le provocó arcadas-. Setenta por ciento. ¿Tiene listo el contrato?

Uno de los abogados se apuró a pasarle una carpeta negra de cuero, y la abrió con diligencia. Otro de los hombres se apuró a extenderle una pluma de punto fino, la cual la señora Li tomó lentamente, y de la misma manera, se acomodó sobre aquel fajo de papeles.

Leyó detenidamente lo escrito en ese paquete de cinco hojas, buscando algún detalle que resultara aún más desfavorecedor. Pero no encontró nada. Todo lo que le había sido informado, estaba plasmado allí. Así que tratando de no pensarlo demasiado, sujetó aquellas hojas, y estampó su elegante y estilizada firma en la última página de aquel contrato. Lo soltó velozmente, como si su contacto le quemara, y del mismo modo, dejó caer la pluma. El primer hombre se apuró a recogerla, cerrar la carpeta, y dársela a la señorita Mizuki, la cual volvió a sonreír.

-Ha sido un placer el hacer negocios con usted, señora Li –la aludida simplemente asintió-. En ese caso, esto ha sido todo.

Sin esperar a que alguien dijera algo más, la señora Li se levantó de su asiento. Los seis hombres intentaron levantarse rápidamente, para presentar sus respetos, pero simplemente lograron tropezarse y quedarse a medias. Syaoran, un poco más atento a los sutiles movimientos de su madre, se había levantado casi al mismo tiempo que ella, y sin decir nada a nadie, ambos volvieron a dar la vuelta a la mesa, y salir de aquella fría habitación. Caminaron por el pasillo aún en silencio, cruzaron el recibidor, y entraron al elevador que ya los esperaba.

-Mizuki Kaho –dijo finalmente la señora Li, cuando ella y su hijo se encontraron solos en el elevador, con las puertas cerradas, y la pesada caja de metal bajando velozmente-. Recuerda bien ese nombre, pues tengo el presentimiento de que nos causará problemas durante unos cuantos años más.

Sin comprender del todo, Syaoran se limitó a asentir. La mirada de su madre denotaba enojo. Sin embargo, la señora Li se apuró a suspirar y serenarse, con lo que cuando la campanilla que anunciaba que habían llegado a su piso, la hermosa mujer finalmente miró a su hijo a los ojos, y con una sonrisa, preguntó:

-¿Tienes hambre ya?


Sakura y Tomoyo se habían sentado lado a lado en el camión escolar, durante el camino de una hora y diez minutos que tomó el llegar a la Torre de Tokio. Allí, en la explanada del monumento, todo el salón 2 del 4to grado se acomodó en un semicírculo para poder escuchar las instrucciones del profesor.

-Nuestra visita a la Torre, tiene por motivo un proyecto social. Este edificio, es muy popular entre los turistas, así que vamos a investigar qué clase de personas son las que se deciden a conocer este monumento nacional. ¿Qué es lo que deben hacer? Es muy sencillo, cada uno de ustedes debe preguntar a por lo menos cinco personas su nacionalidad, edad, trabajo y motivo de su visita. Una vez terminado, por equipos de cinco personas deberán interpretar los datos que hayan recolectado, y preparar una presentación para la clase de la próxima semana. Tienen dos horas para hacer este trabajo, al finalizar el tiempo, nos veremos en el mirador del edificio. Es la planta más alta y es un campo abierto, así que no podrán perderse. ¡Adelante pues!

Los niños se apuraron a correr dentro del edificio, mientras que las niñas caminaban a paso más lento, pues estaban más ocupadas en conversar entre ellas.

-¿Lista Tomoyo? –preguntó una emocionada Sakura, mientras ambas niñas caminaban en dirección al edificio-. ¡Estoy impaciente por conocer personas de otros países! ¿Por dónde crees que deberíamos empezar?

-Bueno, las tiendas de regalos se encuentran en la planta baja -explicó la chica de largo cabello negro-. Podríamos empezar por allí e ir subiendo poco a poco.

-Me parece una buena idea –sonrió la chica de ojos verdes, y con esto, ambas niñas se dirigieron con paso alegre a la tienda más cercana que tenían.


La limusina se alejó de aquel alto edificio, y se dirigió velozmente al centro de la ciudad, donde después de un viaje de poco menos de quince minutos, se detuvo frente aquel enorme monumento de metal rojo y blanco, que se alzaba imponente. El chofer se apuró a abrir la puerta posterior para que la señora Li bajara del vehículo, y detrás de ella, con un salto corto, bajó Syaoran.

-Regresa por nosotros en dos horas –dijo la señora Li a su chofer, con lo que el hombre asintió enérgicamente, se despidió con una reverencia, y tras cerrar la puerta, volvió a subir al auto, y se perdió entre el tráfico-. Entonces, ¿qué comeremos hoy? Estoy segura de que tendrán comida tradicional japonesa. Después de todo, espero no tengamos que volver a este país hasta dentro de muchos años…

Dejó el comentario en el aire, y tratando de alejar aquellos pensamientos de su mente, madre e hijo entraron al edificio, donde fueron recibidos por todas aquellas tiendas de recuerdos, que ofrecían desde postales e imanes, hasta peluches y cristalería. Se dirigieron a los elevadores (que se encontraban en el mero centro del piso) y leyeron el listado de lugares que se encontraban en las diferentes plantas.

-Los restaurantes se encuentran en los pisos intermedios –anunció su madre-. ¿Quieres pulsar tú el botón?

Syaoran no se esperó a que se lo preguntaran dos veces, y después de corroborar rápidamente el piso al que se dirigían, pulsó el botón marcado con el número correspondiente. Las puertas se cerraron al instante, y la caja de metal se apuró a subir. Cuando se detuvo y las puertas se abrieron de nueva cuenta, los recibió el dulce aroma de todas aquellas comidas que se ofrecían en el lugar. Entre los dos, se apuraron a escoger algún restaurante, donde fueron atendidos casi al instante. No les tomó más de diez minutos el hacer su orden, y apenas unos quince minutos después, sus platos fueron servidos elegantemente. Comieron mientras conversaban, y cuando terminaron, la señora Li dio permiso a su hijo de pasear y recorrer la Torre.

-No puedes salir del edificio –fue su única petición-. Si se te acerca algún extraño, ya sabes qué hacer.

Syaoran asintió, y caminando con paso veloz, se alejó del restaurante, y comenzó a deambular por aquella planta. Había muchos adultos, pero pudo ver algunos niños también. Especialmente unos que iban de uniforme. Se sintió nervioso de entablar conversación con alguno de ellos, por lo que evitó cruzar miradas, y prefirió acercarse a las paredes de cristal, para intentar admirar la ciudad que se alzaba al otro lado.

-Disculpa… -lo interrumpió una nerviosa voz femenina. Syaoran se detuvo y miró a su alrededor, buscando la fuente de dicha voz-. ¿Hablas japonés?

Quien le hablaba resultó ser una delgada y bajita chica de piel rosada, cabello castaño corto acomodado en dos coletas, y ojos color verde esmeralda, que lo miraban casi sin parpadear, de manera apremiante. Se sintió nervioso y no supo por qué. Sintiéndose incapaz de decir palabra, se limitó a asentir. Al instante la chica, la cual vestía un uniforme escolar de camisa blanca y falda azul marino, sonrió emocionada.

-Me preguntaba si podía hacerte unas preguntas. Es para un proyecto escolar…

-¿Pro… proyecto escolar? –preguntó Syaoran, intentando calmar su nerviosismo, el cual le ocasionaba que su cerebro procesara aquel idioma con lentitud.

-Mi nombre es Kinomoto Sakura –se presentó la niña de ojos verdes, mientras realizaba una pequeña reverencia. Syaoran la imitó, intentando no perder el contacto visual-. Estudio en la Primaria Tomoeda; te realizaré solo unas preguntas relativamente sencillas. ¿Estás listo?

De nueva cuenta, Syaoran sólo fue capaz de asentir. Por su mente, cruzó el fugaz pensamiento de que la chica era realmente muy bonita.

-¿Cuál es tu nombre?

-Li Xiao Lang –respondió prontamente. Miró a la niña anotar su nombre en una libretita de hojas rosa pálido, adornada en una esquina por un osito. Pensó que era un detalle muy infantil, y se las ingenió para contener la risa.

-Syaoran… –repitió ella, aunque no pudo imitar la pronunciación extranjera. Syaoran no pudo evitar sonreír. Su nombre sonaba bien, aunque no sabía si era por el japonés, o por la dulce voz de la niña-. Entonces no eres japonés. ¿De qué país nos visitas?

-De China. Vengo de Hong-Kong.

-¿Cuántos años tienes?

-Diez –respondió más rápido de lo que hubiera querido, sin embargo, la sonrisa de la niña lo tranquilizó.

-Yo también tengo diez –comentó un poco emocionada, al tiempo que volvía a anotar la respuesta-. ¿Trabajas?

-Pues… -Syaoran se detuvo un momento a pensar. Era cierto que algún día heredaría la compañía de su familia, pero por el momento… -. Solo estudio, en casa.

-¿No vas a la escuela? –preguntó Sakura atropelladamente. Syaoran negó lentamente. No le pasó por alto que no había anotado aquella respuesta. Supuso que no formaba parte de su encuesta-. Vaya, que raro… ¿Entonces cómo haces amigos?

El niño se limitó a encogerse de hombros. Se sintió un poco avergonzado. ¿Debería decirlo?

-Pues… es que no tengo. Aparte de mi prima que estudia conmigo, no…

-Bueno, en ese caso, yo seré tu amiga –interrumpió Sakura, con tono firme.

-Pero…

-Nada de peros. He terminado ya con mis encuestas, así que aún tengo… -y confirmó la hora en su reloj de muñeca-, una hora para pasear por la Torre, antes de tener que regresar con el profesor y el resto de mi grupo. ¿Quieres que paseemos? Aunque nunca he estado en la Torre así que no sé qué podamos hacer…

-Caminar y conversar será suficiente –ahora fue el turno de Syaoran de interrumpir. La niña hablaba tanto y tan rápido que no había otra manera de hacerla callar.

-Suena bien –sonrió la pequeña-. Aunque ahora que lo recuerdo, sí tengo que ir a un lugar…

-En ese caso, te acompaño –se ofreció Syaoran, y ante la mirada no muy convencida de Sakura, agregó-. No tengo problema alguno.

Ambos se sonrieron, y sin decirse nada más, comenzaron a andar. Caminaron por delante de varios restaurantes, hasta detenerse en uno que parecía más bien una pequeña cafetería. El letrero sobre el mostrador rezaba "Patisserie Champs Elysées".

-¿Postres franceses? –preguntó Syaoran, deteniéndose frente al lugar.

-Es un encargo de mi padre –contestó Sakura, acercándose al mostrador. Debido a que no había nadie más que ellos, fueron atendidos al instante, y el muchacho que se encontraba detrás de la caja, se apuró a servirle su orden en una bolsita de papel marrón. Syaoran no pudo evitar acercarse también.

-Póngame uno igual –dijo el niño, con lo que el muchacho tomó los mismos postres, y finalmente le tendió también una bolsa marrón-. Yo pago.

-¿Seguro?

-No hay problema –intentaba ser caballeroso. Sí, era eso. Intentó no pensarlo mucho, y concentrarse mejor en sacar el dinero y contarlo, cosa un poco complicada, pues no estaba acostumbrado a la moneda japonesa.

Cuando finalmente logró dar el importe exacto, los dos muchachos salieron de la tienda, y reanudaron el paseo sin rumbo.

-Muchas gracias –dijo Sakura nerviosa, mientras se guardaba la bolsa de papel en la mochila, con cuidado para no aplastar los dulces.

-Tranquila. Los amigos hacen cosas como esa, ¿no? –ambos se sonrojaron, pero intentaron no prestarle atención-. Si no vas a comer tus dulces, entonces podemos compartir los míos. ¿Te parece?

-Pero los compraste con tu dinero…

-No tiene caso que los coma todos yo solo, y tú solo me mires. Vamos –y abrió la bolsa-. Toma uno.

Sakura metió la mano y sacó dos pequeños macarones, uno rosa y uno verde.

-Lo como si tú comes también –dijo mientras le extendía el macaron color verde. Syaoran lo tomó nervioso, y sintió su corazón acelerarse al rozar sus dedos con los de la niña.

-Provecho –dijo intentando calmar su nerviosismo.

Comieron los macarons y siguieron conversando, como si nada hubiera pasado. Después de todo, los niños son así. Mientras recorrían la zona de restaurantes, se toparon con varios compañeros de Sakura, los cuales la niña se apuró a presentarle a Syaoran, pese a que el niño se sentía bastante nervioso. Continuaron platicando y caminando sin rumbo fijo, hasta que el reloj de Sakura anunció que la niña debía regresar con el resto de su grupo. No muy convencido, Syaoran se ofreció a acompañarla, y de este modo, ambos niños subieron en el elevador hasta el último piso, el mirador.

-¡Hay! –exclamó Sakura repentinamente, asustando un poco a Syaoran, con lo que ambos niños se detuvieron a medio mirador-. Se me había olvidado realizarte una pregunta para mi proyecto. La última pregunta es… ¿A qué viniste a Japón?

-Pues… -Syaoran no pudo evitar morderse el labio. ¿Por negocios de su madre? -. Vacaciones –mintió nervioso.

-Entonces, ¿aún te quedarás varios días en la ciudad? Podríamos volver a salir, y podría presentarte nuevos amigos, y…

-No, yo… Yo regreso hoy a China –ambos niños se quedaron callados por un instante.

-¿Eso significa que no volveré a verte nunca? –Sakura no pudo evitar llevarse las manos a la boca, conteniendo una expresión de asombro.

-No, yo… Podría volver algún día.

-¿Cuándo?

-No lo sé… Pero primero debo terminar mis estudios en casa…

-¿Entonces tendrán que pasar años? –Syaoran se encogió de hombros. Por algún extraño motivo no se sentía cómodo viéndola como estaba: demasiado triste que parecía que toda la felicidad le había sido robada.

-¿Qué te parece esto? –dijo de pronto, con lo que la niña lo miró fijamente-. Podemos venir el mismo día, cada año. No estoy seguro cuándo podré regresar, pero… Estoy seguro de que lo haré algún día. Sólo debes prometer que me esperarás, que no dejarás de venir.

Sakura sonrió, de nueva cuenta con aquella expresión que hacía parecer que todo en el mundo era perfecto.

-Lo prometo si tú lo prometes –Syaoran sonrió de igual modo. Los latidos desbocados de su corazón le indicaban que era lo correcto, y siguiendo aquel loco impulso, la tomó de las manos.

-Lo prometo.

-¡Syaoran! –se escuchó en ese momento una voz femenina, con lo que ambos niños respingaron. Se trataba de la señora Li.

-Debo irme ya –dijo Syaoran, sujetando con mayor firmeza las manos de la niña-. Volveré, lo prometo…

Y lentamente, deslizó sus manos de las de la niña. Le dirigió una última mirada, y emprendió el camino, casi corriendo, hasta quedar frente a su madre.

Sabía que no importara lo que pasara, tenía que volver a verla.


¡Hola a todos de nueva cuenta! :v

Espero y les haya gustado este primer capi de mi nuevo fic n.n Es un proyecto en el que he estado trabajando desde antes de publicar mi historia anterior (coffcoff porsiquieren iraleer sellamaRebound coffcoff). La he estado retrasando bastantito porque ya me conocen, quiero entregarles cosas de calidad XD! En fin, este capi es un poco corto, pues funciona como una especie de "prólogo" o introducción. Espero y les haya gustado este tierno (?) encuentro entre una pequeña Sakura y un pequeño Syaoran. Digo pequeños pues en el siguiente capi daremos un brinco en el tiempo (?).

Ojalá y se tomen un tiempecito para dejarme un review, y claro, también para seguirme leyendo, si les gustó este capi XD. Pero ya en serio, les pido de todo corazón que me dejen un review, no importa que sea corto, no importa que sea cruel, lo importante es que me escriban aunque sea un par de líneas, diciéndome que les gusta, y que no, para que me ayuden a mejorar como escritora, y así pueda seguir mejorando las historias que les comparto. Porque los amo :x *derp*

Fiel a mi costumbre de publicar cada semana, pueden esperar el siguiente capi, el próximo domingo. Les mando abrazos y besos, y nos leemos muy pronto. Sigan bellos! n.n*