Capítulo 1.

¿Se puede palpar la felicidad de una persona? Cualquiera que se hubiera cruzado aquella tarde con Akane habría respondido que sí inmediatamente (tanto sus ojos almendrados como su siempre bella sonrisa, brillaban con tonos casi áureos). Por supuesto que el culpable de eso había sido Ranma quien -durante la hora del almuerzo- la había llevado casi a rastras hasta la terraza del instituto y, una vez allí, le había preguntado tartamudeando: "¿tú siempre confiarás en mí, verdad?"; luego había agregado con un hilo de voz: "para mí es muy importante que nunca dejes de hacerlo".

Ya no mediaron más palabras entre los dos; se quedaron disfrutando de la cercanía mutua -hasta que les tocó regresar a clase- como muy pocas veces conseguían hacerlo. Cuando finalizó la jornada escolar, la joven de cabellos azulados regresó a su casa pensando que nada ni nadie podría arruinar aquel día.

-¡Hola! ¡Ya llegué! -anunció Akane desde la puerta de entrada mientras se quitaba los zapatos.

Kasumi que estaba en la cocina eligiendo los ingredientes para empezar a preparar la cena, se limpió las manos con un trapo y luego se dirigió hasta donde se encontraba su hermana pequeña:

-¡Qué bueno que ya estés en casa! ¿No ha venido Ranma contigo?

-No. Tuvo que quedarse en el instituto después de hora; me dijo que iba a tardar y que no tenía sentido que me quedara esperándolo.

-De acuerdo -dijo Kasumi- entonces me iré a seguir con mis tareas. ¡Ay, casi lo olvido! Ha llegado una carta para tí. Aquí está.

Le tendió un sobre papel madera con letras rojas que Akane cogió con una sonrisa de agradecimiento hacia su gentil hermana que se borró en cuanto leyó:

"Para Akane Tendo. Información ALTAMENTE CONFIDENCIAL".

Esto no presagiaba nada bueno. Una punzada de miedo la recorrió por completo y antes de que su nerviosismo se hiciera más evidente, decidió subir a su cuarto para ver el contenido del mismo:

"Mi amada diosa con alma de tigresa:

Al escribir estas líneas, apenas si puedo calmar la algarabía de mi palpitante corazón que late de alegría pues por fín hemos conseguido desenmascarar a ese embustero de Ranma Saotome que todo este tiempo te ha mantenido bajo su yugo con sus malas artes. Adjuntas a esta carta podrás ver las fotos en las que no quedan dudas de su traición. Te envío revelado todo el carrete junto con los negativos para que compruebes que no están trucadas y, si aún así no me crees, vete al gimnasio del Furinkan por la tarde después de clases y lo comprobarás con tus propios ojos.

Completamente tuyo,

Tu admirador secreto que no dudará nunca en gritar a los cuatro vientos que te ama.

Tatewaki Kuno."

Una gota de frío sudor recorrió el rostro de Akane al terminar de leer la carta. ¿Qué pretendía este idiota con ese estilo rimbombante?¿pasar desapercibido? -pensó- . Un tanto más tranquila puesto que se trataba de otra de las estupideces del rayo azul de la escuela Furinkan se dispuso a mirar las fotos enviadas; en todas aparecían Ranma y Ukyo. El fiel esclavo de Kuno había utilizado el carrete para captar la escena cuadro a cuadro: el joven Saotome persiguiendo a la cocinera de okonomiyakis hasta darle alcance y atraparla en un abrazo y… Con las últimas fotos la furia de Akane estalló en un grito volcánico: ¡la está besando! ¡y pensar que me pidió que confiara en él! ¡traidor! ¡Ranma, te odio! -casi sin aire en sus pulmones y con voz ronca gimoteó- ¿cómo pudiste hacerme esto? Grrr… esto no va a quedar así; ya verás.

Akane arrojó el contenido del sobre marrón por la ventana de su cuarto; decenas de papeles cayeron suavemente -como las primeras gotas de lluvia- sobre el jardín de los Tendo. Kasumi se asomó por la puerta del comedor y se dijo: "tendré que salir a recoger la ropa. Se avecina una tormenta". Y no se equivocaba pues su hermana pequeña ya había arrollado con todo lo que se encontraba a su paso mientras salía del dojo rumbo a vaya a saber dónde.

Kasumi intentó preguntarle -le preocupaba que se perdiera la cena- pero la heredera del estilo de combate libre Todo Vale pasó junto a ella como una exhalación. Nabiki, que se había entretenido juntando las fotos que cayeron al estanque, observó su expresión interrogante y como si la mayor de las Tendo hubiera expresado su preocupación en voz alta, le respondió:

-Es evidente que va al gimnasio de nuestro instituto a buscar a Ranma. Estas fotos fueron realizadas allí.

Sentada en el borde del estanque, Nabiki analizó las fotos durante varios minutos; todos los demás ya habían vuelto a sus ocupaciones habituales pero ella seguía cavilando cómo había hecho el imbécil de Tatewaki para conseguir unas fotos tan comprometedoras sin que estuvieran trucadas (pues sabía perfectamente que no lo estaban) y -lo que más le molestaba- sin que ella se enterara. Ya se encargaría de hablar muy seriamente con el imbecil de Kuno; eso no podía volver a repetirse.


Las últimas tonalidades del atardecer cubrían el gran edificio del instituto Furinkan cuando Akane cruzó corriendo su entrada principal. Sin parar, atravesó el patio en dirección a la piscina. Pese a todo, tuvo que detenerse a descansar unos instantes para recuperar el aliento perdido. Se apoyó contra el tronco del árbol más cercano al campo de deportes porque sabía que desde allí podría hacer contacto visual con el gimnasio en cuanto se limpiara el sudor que tapaba sus ojos. Levantó la cabeza y observó el recinto; era evidente que no estaba vacío porque la luz interior se filtraba por sus rendijas.

No pudo evitar preguntarse si dentro estaría Ranma o no; esta incertidumbre le causó tal resquemor que la envolvió en un nuevo torbellino de furia y precipitándose hacia la puerta la derribó de una patada. Las fotos no mentían. Su prometido estaba arrodillado en el suelo abrazando a Ukyo quien estaba recostada sobre su regazo; estaban a punto de besarse. Pero Akane lo impidió levantándolo de la solapa de su camisa china y arrojándolo lejos de la cocinera.

-¿Qué estás haciendo, idiota?-gritó.

-¡Eso quisiera saber yo, Akane! -respondió el chico de la trenza desde la otra punta del gimnasio- ¿qué te pasa a tí? ¿por qué nos interrumpes de ese modo?

-No deberías haberlo hecho -dijo Ukyo que se había quedado recostada en el suelo-. Ahora tendremos que repetirlo -se giró mirando hacia su amigo de la infancia y le dijo con una sonrisa coqueta- por mi, no hay problema aunque es una pena que nos hayan dejado solos para nada.

Ranma se levantó dando un salto y se acercó a Ukyo, le tendió la mano y la ayudó a levantarse.

-U-chan, por favor, es mejor que te vayas -le dijo amablemente- luego hablamos ¿vale?

-Está bien Ran-chan, no tardes mucho. Te estaré esperando con tu plato favorito -le susurró en el oído de tal modo que su rival pudiera escucharla. "A río revuelto, ganancia de pescadores" se fue pensando.

Los sonidos del silencio nocturno retumbaron en el recinto haciendo aún más palpable la tensión que reinaba en el ambiente. Akane estaba demasiado alterada para seguir permaneciendo en ese lugar (quería irse muy lejos de allí donde el dolor no pudiera alcanzarla) y viendo la puerta abierta intentó escaparse. Una misión imposible, dado que su prometido era más rápido y antes de que pudiera darse cuenta le había cerrado el paso con su cuerpo y la sostenía firmemente por los hombros impidiéndole cualquier movimiento.

-¡Suéltame, pervertido! -le gritó ella sin parar de forcejear, buscando soltarse.

-Akane, -le dijo muy seriamente- no irás a ningún lado hasta que me escuches. Por favor, cálmate. Es muy importante que entiendas que nuestro futuro depende de que bese a Ukyo.

-¡Cínico! ¡Te odio -chilló la chica de ojos almendrados y lo abofeteó con todas sus fuerzas.

-¡Bruta! -aulló de dolor el artista marcial más famoso de Nerima mientras se sobaba el cachete. Era evidente que al muchacho, la situación se le estaba yendo de las manos.

De verdad -insistió él-, todo tiene una explicación.

-¡Ya basta, Ranma, no sigas! -sollozó Akane tapándose los oídos. Déjame salir de aquí, no quisiera tener que golpearte otra vez para conseguirlo.

-No esperaría menos de una marimacho violenta como tú -dijo el chico fuera de sí porque ella no lo dejaba hablar.

-¿Te parezco poco femenina, verdad? -dijo la joven de cortos cabellos azulados acercándose de tal modo que casi rozaba sus labios con los de él. Permaneció un instante disfrutando del momento sin darse cuenta del efecto embriagador que su aliento provocaba en Ranma. Sus corazones latían desbocadamente. Sacudió su cabeza enojada consigo misma pues a punto estuvo de ser una más en la lista de ese Don Juan de pacotilla.

-No te preocupes -rompió el silencio Akane-. Pues, estos poco atractivos labios no osarán estar tan cerca de los tuyos nunca más.

Dicho esto, aprovechó la perturbación de su prometido para salir por la puerta sin ser detenida. Apenas la chica se fue de su lado, Ranma procesó las palabras que ella le dijera. Pensar en Akane besandose con otro lo enfureció de tal manera que vociferó:

-¡Quién en su sano juicio se atrevería a besarte!

La joven -que ya había emprendido la carrera- se paró un instante y le replicó:

- Eso ya no será tu problema; idiota, puedo arreglármelas yo sola.

-¡Akane, vuelve! ¡Akane! -pero la chica aprovechó la complicidad de la noche para desaparecer de su vista. Ella ya no se detuvo más, corrió a toda velocidad hasta el dojo; entró a su cuarto resollando por el esfuerzo realizado, se arrojó en su cama y se tapó la cabeza con la almohada para que nadie la escuchara llorar.

Ranma se quedó completamente solo dentro del Furinkan; estaba demasiado furioso como para ponerse a correr detrás de la joven cuya sonrisa lo volvía loco. Lleno de rabia, desató su frustración dando furibundos puñetazos contra el tronco del árbol más cercano. Entre golpe y golpe, exclamaba cada vez más consumido por los celos:

-¡Maldita sea Akane! ¿Así que quieres besar a otro? ¡Ni lo sueñes!

Cuando por fin logró tranquilizarse un poco, se dio cuenta de que las luces del gimnasio permanecían encendidas y la puerta había quedado abierta de par en par. Tanto él como Ukyo debían dejar todo limpio y ordenado al finalizar cada ensayo. Cumplió con todas y cada una de las tareas asignadas e incluso recorrió hasta el último rincón del instituto para comprobar que no se había colado ningún intruso durante el tiempo en que la entrada había permanecido abierta. Recién entonces decidió volver, su madre por mucho que lo considerara un hombre entre los hombres no se iría a dormir hasta que no lo viera atravesar la puerta del dojo y... ¡para qué mentir! necesitaba saber si ella había llegado bien.

-¡Pero hijo! ¡Estas no son horas de llegar! -soltó Nodoka al escuchar a Ranma entrar a la casa. Salió a su encuentro para ofrecerle el plato de cena que le había guardado y cuando lo vio en aquel estado deplorable tuvo que taparse la boca con las manos para acallar su grito de angustia; pues, Ranma tenía la cabellera revuelta, el rostro desencajado, la ropa llena de jirones y sangre. Genma notó la preocupación de su esposa y se acercó a ellos; observó a su hijo detenidamente y, sin que le quedara lugar a dudas, dictaminó:

-Veo que te ha atacado una pandilla de gatos, Ranma. Un artista marcial como tú, no debería…

-¡Cállate, viejo estúpido! -gritó el muchacho dándole un puñetazo en la cara- Estoy muy cansado para aguantar tus tonterías.

-¿Qué te ha pasado, hijo? -intento saber Nodoka.

-Nada, mamá. Estoy bien; quiero tomarme un baño e irme a la cama.

-¿Tú tampoco cenarás?

-No.

-¡Es que nadie cena en esta casa! Antes Akane, ahora tú…

-Hasta mañana -la interrumpió el chico y subió las escaleras aliviado, sabiendo que ella estaba en casa sin tener que preguntarlo.


A pesar de que casi no se dirigían la palabra desde el día anterior y seguían estando enfurruñados el uno con el otro, Ranma y Akane disimularon su enojo -a duras penas- ante el resto de la familia porque ninguno de los dos estaba de ánimos para escucharlos sermonear sobre cómo deberían mejorar su relación, etc… Así pues, desayunaron todos juntos como siempre (solo faltaba Nabiki que se había ido más temprano) y luego los menores de la casa se prepararon para ir al instituto. Nodoka, que había percibido el malestar latente entre los prometidos, quiso aprovechar el instante en que Kasumi le alcanzaba la fiambrera del almuerzo a Ranma para que Akane notara las magulladuras de las manos de su hijo pero como observó que la chica ni siquiera lo miraba, reprendió al muchacho cariñosamente:

- ¡Dios mío, Ranma, mira cómo llevas esas manos! -exclamó mientras se las examinaba con verdadera preocupación- ¿No piensas ponerte ni siquiera unas vendas en esas heridas?

-Mamá, son apenas unos rasguños -le respondió su hijo. Y antes de que su madre pudiera agregar algo más; le dijo:

-Se me hace tarde, me tengo que ir -y salió del dojo corriendo rumbo al Furinkan sin notar que -por primera vez en el día- unos preocupados ojos almendrados se posaban en él.

-¡Ranma, espérame! -le gritó Akane saliendo a su encuentro y alcanzándolo recién cerca de la valla junto al río - ¿Qué te ha pasado para estar tan lastimado? Por favor, cuéntamelo -le preguntó afligida.

Desde lo alto el chico de la trenza pudo observar el rostro angustiado de su prometida, si bien seguía dolido por la discusión de ayer se había dado cuenta de que sus celos le había impedido explicarle lo que había visto en el gimnasio. Entonces decidió aprovechar la inquietud de la chica para acercarse a ella, suavizar los ánimos y entablar la conversación que tenían pendiente.

-No le hagas caso a mi madre Akane -le respondió con una sonrisa que buscaba tranquilizarla- ella siempre exagera.

-De verdad, Ranma, me preocupas ¿cómo te has dañado tanto? -insistió la chica de cortos cabellos azulados que no se había quedado muy convencida con la respuesta del muchacho- ¿te has peleado con alguien?

-No -respondió sin dudar el joven, quien raramente expresaba sus problemas en voz alta-. Aunque si te soy sincero -continuó diciendo mientras atravesaba la entrada del instituto- creo que me he peleado conmigo mismo. Si te cuento por qué, ¿me creerías? -balbuceó Ranma nervioso sintiendo cómo su garganta se iba cerrando poco a poco justo ahora que más precisaba hablar.

Sus ojos azules suplicaron ayuda a esos alarmados pares almendrados. Akane estaba empezando a temer por el bienestar de su prometido cuya tez estaba comenzando a tornarse pálida. Temiendo que fuera a desmayarse ahí mismo, interrumpió su marcha y lo sostuvo por ambos hombros. Casi sollozando le imploró:

-¡Por favor, Ranma, me estás asustando! Explícame lo que has querido decir.

-Está bien -dijo el artista marcial recuperando un poco la compostura gracias a la cercanía de su amada. Tan sólo te pido que me dejes hablar sin interrupciones. Necesito contártelo todo.

Parados en el centro del patio del Furinkan, Intentaron escabullirse a un rincón tranquilo donde pudieran estar solos dado que había llegado el momento de ser francos el uno con el otro. Recién entonces notaron que a su alrededor todos los alumnos cuchicheaban mirándolos de reojo luego de leer unos misteriosos papeles de color amarillo.

-¡Akane, Akane! -la llamaron gritando Yuka y Sayuri mientras corrían a su encuentro-. ¿Es cierto lo que pone aquí? Nabiki está repartiendo esta nota por todos lados.

Horrorizada la chica de cabellos azulados leyó: "Ranma y Akane han roto su compromiso."

-¡Nabiki! ¡Qué significa esto! -chilló la menor de las Tendo alzando su cabeza pues creía que su hermana estaría controlando todo lo que sucedía desde la ventana de su clase.

-A mi qué me preguntas, Akane -le respondió Nabiki sobresaltándola (¿en qué momento había llegado hasta ella?)-. Kuno me ha pagado muy bien para que hiciera correr esta información por todo Nerima. Supongo que pensó que después de las fotos que recibiste ayer no querrías estar más junto a Ranma. Ya sabes, hermanita, negocios son negocios.

Sin tiempo para procesar lo que pasaba, ambos prometidos fueron bombardeados por las consecuencias del rumor. La primera en aparecer fue Shampoo montada en su bicicleta quien exultante de alegría abrazó al muchacho mientras repetía sin cesar:

-¡Airén, ser tan feliz!

Tampoco podía faltar a esta "fiesta" la gimnasta con sus rosas negras, sus leotardos y su molesta risa soberbia.

-Jo, jo, jo, querido Ranma, ya nadie podrá separarnos.

Akane estaba furiosa, había decidido darle una oportunidad de explicarse al verlo tan lastimado; no obstante, saltaba a la vista que él prefería quedarse ahí parado siendo mimado por sus otras prometidas que seguir con la conversación que tenían pendiente. Quería irse corriendo a su salón para evitar seguir siendo humillada. Lamentablemente, todavía faltaba lo peor pues Ukyo se plantó frente a ellos y con mucha tranquilidad dijo:

-¡Ran-chan! ¿Qué haces tonteando con Shampoo y Kodachi? ¿Aún no les has contado nada? No pierdas más el tiempo y ¡hazlo!

-Ukyo… yo…-empezó a tartamudear el muchacho. Miró a Akane buscando auxilio, pero ella simplemente le volteó la cara. Al verla tan enfadada, el muchacho perdió todas sus esperanzas de salir indemne. Por eso no pudo evitar que el miedo lo recorriera por completo cuando la escuchó preguntarle gelidamente:

-¿Qué es lo que tienes que contarnos, Ranma?

Fin del capítulo 1.