Cabello rojo.

Disclaimer: Naruto pertenece a Mashasi Kishimoto.

Advertencia: Shonen-ai.


Naruto abrió los ojos lentamente, disfrutando de los escasos minutos que le quedaban para retozar con tranquilidad entre las sábanas de su apartamento en Konoha. Las sábanas olían a suavizante, al suavizante de Gaara, y eso le encantaba. Cada vez que el joven Kazekage iba a Konoha por "x" o "y" motivos acababa hospedándose en su destartalado apartamento.

Una de las primeras cosas que hacía nada más llegar era sonreírle, luego se daban un beso—en los labios—y acto seguido se ponía a limpiar la casa al completo, asegurándose de que brillara como los chorros del oro.

Naruto, con el tiempo, había acabado recogiendo un poco su desorden—solo cuando sabía que Gaara estaría de visita—para quitarle a su querida pareja trabajo de encima. Era un buen detalle.

Eso causaba—para su dicha— que la casa oliese a Gaara: las sábanas olían como las sábanas de su casa, igual que la cocina, los suelos… Todo olía a amor, a un hogar lleno de amor porque era compartido por dos amantes.

Pero lo mejor de todo, pensó mientras enfocaba la vista, era encontrarse con Gaara cada mañana. Allí, dormitando a su lado, con la expresión relajada y el cabello rojo revuelto cayendo alrededor de su cara, en caricias.

Era una visión tan hermosa que le hacía besarlo cada mañana nada más despertar.

Porque Naruto amaba el cabello rojo, la forma en la que se adapta a su pareja, la manera en la que hacía resaltar más… Le encanta como lucía en Gaara, como hacía que sus ojos—enmarcados en negro—resaltasen aún más.

Y, por encima de todas las cosas, Naruto adoraba lo apasionado que resulta el pelo de Gaara y los significados que guarda, pues rebosa de ellos en cada mechón revuelto. Puede sentirlos cada vez que toma uno entre sus dedos, cada vez que besa su cabello o tan siquiera lo mira…

Porque era rojo.

Rojo igual que el amor y la sangre, justamente—e irónica—, la definición exacta de sus vidas.

Fin.