Los personajes utilizados en esta historia son propiedad de Masashi Kishimoto.

Historia realizada sin fines de lucro.

No se acepta el plageo, ni publicación de esta obra sin autorización.

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Ella, creación divina destinada a amar y proteger con su vida a su custodio.

Él, escoria del cielo, deseo de mujeres y el miedo de los niños, desea la libertad que tanto se le ha negado.

Ella, defenderá y luchará para enmendar su pasado. Y conseguir el respeto de la jerarquía superior.

Él, romperá las cadenas que lo atan al infierno.

Ella, Ángel de la Guarda. Él, Demonio.

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- Claro, madre, solo estaremos Lee y yo...

- No quiero llegar y encontrarme con bomberos, ni policías - siseo del otro lado de la linea la voz de una mujer.

-... Te preocupas de más, haremos la lamina, estudiaremos y luego Lee se va a su casa - continuó hablando el joven rubio sonriendole al teléfono.

- Te estoy dejando la responsabilidad, cariño.

- ¿Desconfías de tu hijo, madre? - el rubio actuó ofendido.

Desde el altavoz del teléfono que sostenía el chico en una mano se escuchó un suspiro que imploraba paciencia al cielo.

- No, soy precavida, Naruto - dijo Kushina Uzumaki con su tono amable, el cual ocultaba su preocupación. Después de todo Naruto podía ser muy tremendo y de entrada, hacia algunos meses había quemado la alfombra del baño ¡Del baño! ¿Qué hacía ese chico con un fósforo ahí? ¡Y habiendo a su alcance tanta agua! Kushina suspiro nuevamente, llenando sus pulmones de aire para dejar salir las preocupaciones -. Ya no daré más vueltas... ¡Te comportas, jovencito!

- ¿No me conoces acaso? Soy Don responsabilidad - se rió el rubio.

Desde la ubicación de la mujer, en la autopista vía al aeropuerto, ella dejó escapar un bufido después de haber apartado el teléfono del alcance "Ese niño." Volviendo a colocarse el aparato al oído, dijo:

- Quiero a mi hijo completo de píes a cabeza, mi casa con todo su mobiliario adentro y quiero ver a Yugi vivo, y lejos del horno, ¿entendido? - siseo advirtiendo la mayor de los Uzumaki.

- Sólo fue una vez que intente cocinar al loro, ¡Era un niño! - saltó defensivo el rubio, recordando como a los ocho tomó al loro, adoptado como Yugi, y lo había metido dentro del horno para hacer "Loro al horno". Por suerte Minato se había olvidado de su almuerzo e iba a buscarlo a la cocina, grande fue su sorpresa - ¿Pueden olvidarlo?

- Bien, que Dios te bendiga, mi niño - se rindió la pelirroja.

- Bendición, mamá - y al instante corto la comunicación.

El rubio de cabellera rebelde, ojos de un intenso color zafiro y de piel bronceada de nacimiento, se frotó las manos dándole un aspecto de "Mente maestra criminal." Después de arreglar un poco la selva que era su cuarto, descendió por las escaleras saltándose varios escalones. Y, sobre sus costumbres, ordeno la sala de su vivienda. Una vivienda que estaba sola, sin padres, ni niñeras, sin autoridad que le tuviera puesto un ojo encima, sin ninguna clase de límites. Podía hacer lo que quisiese ¡Era libre!

Mientras se debatía entre una soda o un refresco para acompañar su plato de ramen, el timbre anunció la llegada de alguien y luego varios toques desesperados en la puerta lo hicieron mover las piernas.

- ¡Ey, pasen! - Naruto pintó su típica sonrisa en su rostro de mejillas con marcas finas.

- ¡Naruto! - exclamaron al unisono los recién llegados en forma de saludo al cruzar el umbral de la casa. Empujando a un Naruto de poco equilibrio.

Una pelirosa que llevaba a la mano una caja larga y estrecha dio una larga mirada a su alrededor "El chico no vive tan mal" se dijo y en eso volvió su mirada jade al suelo.

- ¿Naruto qué haces allí? - en eso los demás repararon en que su amigo se encontraba estampado contra el suelo.

Este de inmediato se puso de pie con un fuerte sonrojo decorando sus mejillas y, sonriendole a la pelirosa, dijo:

- ¿Cuando empezamos? - cruzó sus brazos tras la nuca, en un intento fallido de ocultar su nerviosismo ante la presencia de la ojiverde.

- Bien... Si nadie más se va a lanzar al piso, comencemos ahora - anunció una rubia de coleta, Ino Yamanaka, arrancando de las manos de Sakura la caja larga que llevaba consigo.

Después de que Rock Lee ayudara a Naruto a colocar la mesa baja sobre la alfombra para una mejor ubicación -Sin descartar los comentarios motivadores del azabache-, las dos chicas del grupo empezaron a dar vueltas por el lugar dejando un camino de leve y gris humo de los incienso que encendieron. Ino se entretenía danzando y Sakura, como toda niña de cinco, hacia dibujos de humo en el aire. Cuando el aire se lleno del olor a lavanda de la fragancia y que los inciensos se consumieran, pararon su recorrido.

- ¿No sería una grandiosa idea quemar ramen para purificar el ambiente? - opinó el dueño de la casa, aun un poco hipnotizado por la oculta y tímida danza de la Haruno.

- No nos drogaremos con ramen, problemático - puntualizó Nara Shikamaru viendo con aburrimiento al Uzumaki.

El resto se hundieron en carcajadas mientras el chico hacía un puchero como solo el Uzumaki podía. Pero él también se alegraba de que la Haruno se riera, "Su risa es tan dulce" para nadie paso desapercibido la cara de idiota que había adoptado el rubio, a excepción de la culpable de las acciones del mismo.

- Cállense, siéntense y empecemos - ordenó la Yamanaka, siendo la primera en tomar puesto al rededor de la mesa arrodilllandose con pies descalzos sobre la alfombra azul.

Los presentes obedecieron. Gracias a la rubia y a Lee, que con anterioridad se habían puesto en complot, Naruto quedó sentado junto a la Haruno. Quien no se sentía del toda cómoda con la cercanía de sus cuerpos, los dos jóvenes rozaban sus piernas por el estrecho espacio que tenían para organizarse los cinco adolescente. Un chico de contextura gruesa se sentó en el sofá con libreta y lapicero a la mano, Choji Akimichi, anotaría cada frase importante.

El Nara dejo caer con cuidado una caja de madera oscura sobre la superficie de la mesa que se decoraba con dos velas en el centro. Todos intercambiaron miradas. Afuera, el sol estaba ausente y a su cargo, la luna imponía en el oscuro manto que era aquella noche. Una noche elegida minuciosamente para los planes de aquellos jóvenes. La única casa que estaba desprovista de padres era la del ruidoso rubio, lo de la exposición era cierto, pero ese asunto estaba resuelto. Así que no tenían inconvenientes, ya que Minato y Kushina Uzumaki llegarían al día siguiente junto al familiar de Naruto, que habían buscado en el aeropuerto, un camino largo.

- Tómense las manos - indicó Ino, que parecía ser la más tranquila sobre el asunto y por ende daba los pasos para la realización de aquella "reunión."

Sus manos quedaron entrelazadas al instante entre sí. Naruto se llenó de un color carmín al sentir el tacto cálido de la mano de la pelirosa, quien apretaba los labios para evitar demostrar sus pensamientos. Esto lo anotó Choji, incluyendo bocetos para hacer más detallado su informe.

- Recuerden que es un juego. No tengan miedo. Y manténgase calmados - aconsejó con aires sabios la Yamanaka. Luego de exhalar largo soltó las manos de su novio y de Lee. Cerró los ojos y mascullo:-. Relajen su mente.

- Omm - cantó una divertida Sakura.

A continuación todos se carcajearon, volviendo el ambiente más sereno.

- Bien... ¡Lee! - el azabache se volvió nervioso hacia ella - ¡Ábrela!

- ¿Qué? ¿Por qué yo?

- ¿Qué ocurrió con tu Llama Heroica? - se burló Naruto.

- El fuego puede consumirse según la situación - se excuso entre risas nerviosas el cejotas.

Sakura entrecerró los ojos.

- Sólo ábrela - exigió con un tono que no debía de ignorarse.

Así que el chico obedeció a regaña dientes. Abrió aquella caja de madera oscura y apariencia antigua para dejar ver el conocido tablero de una ouija. Con su abecedario de letras cursivas, números, los monosílabos si y no, más el "Good Bye" ubicado bajo el abecedario. Todos centraron su atención en aquel juego, hasta Chouji quien había estado distraído dibujando a un lloriqueante Lee clavo su vista en él. El juego de apariencia misteriosa, parecía llevado por el tiempo, con manchas de dudosa procedencia y rasguños echos por algún objeto filoso, obligaba a los osados a jugar con ella a verla y perderse en sus góticos detalles echos a mano, dejarse atrapar por su aire misterioso y, al igual, querer huir con solo mirarla de reojo. Todo de aquella caja intimidaba.

- ¿D-de, de donde la has sacado, a-amor? - Ino trago en seco.

- La encontré mientras reparaba la vieja casa del árbol con mi padre - contestó con ese característico tono aburrido el Nara, sin dar a entender esa extraña sensación que comenzaba a crecer dentro de él. ¿Era una buena idea hacer aquello? comenzaba a dudar Shikamaru.

Cada uno reflejaba su nivel de inquietud en sus rostros a su manera. Algunos comenzaban a boquear para coger más aire, Lee. Otros se mantenían serenos en apariencia para no quedar mal ante ojos ajenos, Naruto e Ino. Otros le restaban importancia, Choji. Mientras que otros se dejaban llevar por el momento, Sakura. Y el resto observaba a detalle los pros y los contra de sus acciones próximas, un precavido Shikamaru que había sido arrastrado a aquello por su problemática novia. "Las mujeres tienen poderes de persuasión... No veo a Choji sonriendo y sacudiendo las pestañas ¡Borra eso de tu mente, borra eso de tu mente!" El Nara se tenso evitando ver a su robusto amigo.

- Bien, calmados y bonitos, chicos - dijo la rubia volviendo a controlar la situación.

Todos posaron sus dedos índices en la tablilla con forma de flecha siguiendo las ordenes de Ino. Suspirando una ultima vez, Ino comenzó, ya que era la "persona sensitiva" encargada de la reunión y soltó el aire en una oración:

- ¿Hay algui...?

- Eh... ¿chicos? - interrumpió dubitativo un Naruto carente de sonrojo. ¿Qué era aquel impulso de lanzar la ouija fuera de su casa? ¿Por qué esa sensación de ser... responsable?

- ¿Hay...? - intentó una vez más, ignorando al otro rubio.

- ¡No! ¡Paren! - gritó, entornando los ojos.

Los presentes subieron las miradas de la ouija.

- ¿Qué te picó ahora, Uzumaki? - interrogó harta Ino.

- Veo que la Llama Heroica no arde en todos - murmuró Lee.

Naruto ignoró el comentario de "la bestia verde" para dirigirse a la Yamanaka.

- No es buena idea - tartamudeo.

Sakura hizo un mohin antes de posar su mano libre en el hombro tenso del chico a su lado, quien dio un pequeño salto por su tacto.

- Ya estamos aquí, Naruto - dijo con una sonrisa que emanaba seguridad -. No tengas miedo, todos estamos contigo... nos apoyamos entre nosotros. Estaremos juntos pase lo que paso, ¿no?

Naruto iba a defenderse por lo de miedo. No quería quedar como el cobarde del grupo, pero Lee apoyo a Sakura en su discurso.

- ¡Así es, bella flor de cerezo! - Naruto gruño por lo bajo ante el comentario y Sakura rió levemente.

Ino, en cambio, rodó los ojos "Si siguen así empezare a actuar como el Nara... problemáticos" Carraspeando, volvió a obtener la atención de sus amigos, que quedaron en un silencio sepulcral.

- De acuerdo, ¿nadie quiere ir al baño o buscar excusas? - recorrió con su mirada amenazadora a los que la rodeaban. Asintió satisfecha al no escuchar protestas -. Bien... ¿Hay alguien ahí?

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Una pelinegra estaba recorriendo con su mirada perla los estantes que contenían juegos de vajillas, juegos de té y más artefactos parecidos. Tomó entre sus manos de piel nívea una taza de porcelana con garabatos dibujados, la hizo girar para ver cada extremo de esta.

- Perfecta para el café de la mañana - sentenció decidida a gastar un poco de su dinero reunido aquel día.

Llevándose una mano al bolsillo de su abrigo para revisar el dinero que poseía, deshizo la sonrisa de su rostro. Su estómago se contrajo en un doloroso quejido que dejo escapar de sus labios. Su cuerpo se tenso por los escalofríos que corrían libremente por sus venas y en el momento la delicada pieza de porcelana que mantenía con dificultad en su temblorosa mano derecha, se resbaló de esta sin mucha ceremonia. En el momento del impacto, un fuerte ruido se produjo al igual que los trozos rotos de la taza se esparcían por el suelo a los pies de la pelinegra.

Un muchacho que estaba cercano a la ojiperla corrió hacia ella.

- Señorita, ¿qué le ocurrió? - el pelirrojo la tomó por los codos para que ella se irguiera y pudiera alzar la cabeza.

Ya que en una contracción de su estómago sus hombros se fueron hacia delante obligando a agazaparse. Y tan desprevenido como había llegado el dolor, este se fue en un parpadear. Subió la mirada hacia el joven que la observaba gritando preocupación en sus ojos oscuros.

- Nada de que preocuparse, amable caballero - musitó avergonzada la pelinegra.

Las mejillas del muchacho se pintaron de inmediato de un fuerte color rojo. Rió y le devolvió la sonrisa a la ojiperla. Quien quería salir corriendo del lugar.

- Eh, ¿segura que puede caminar? - tartamudeo aquel chico viendo como la pelinegra comenzaba su camino hacia la salida de la tienda. Había echo trizas mercancía de la tienda, se metería en problemas si no salía rápido de allí.

- Segura como que me llamo Hinata - dijo ocultando sus deseos de que el pelirrojo no le siguiera el paso.

La cajera observó con el ceño fruncido a las dos personas que salían de la tienda. Una chica de aspecto sospechoso y un chico de la misma edad sonrojado. "Ojos que no ven, corazón que no siente" se dijo, volviendo a organizar los lapiceros dentro de un envase de vidrio "Pero... los he visto" se debatía "¡Ay, diablos! ¿Qué importa?"

La chica de piel blanca y ojos perlas, Hinata, huía del chico que aun seguía sus pasos ignorando las claras indirectas que le lanzaba a su persona.

- Ya no tiene por qué preocuparse - intentó una vez más ella, comenzando a trotar por la calle -. Le agradezco su ayuda - y comenzó a correr esquivando peatones en sus compras nocturnas.

- Pero, señorita...

Después de haber hallado una entrada a lo que parecía ser un callejón inhóspito, se zambulló de un salto al callejón oscuro. Parpadeo algunas veces para acostumbrar a sus pupilas a la atrapante oscuridad. Pudo ver, escondida entre cajas amontonadas como el pelirrojo aun la buscaba por la calle.

- Naruto, ¿qué te esta pasando? - mascullo antes de sentir como una mano inexistente se aferraba a la boca de su estómago y jalaba con fuerza bruta a la pelinegra hacia el vacío.

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"- Ángel de la Guarda, mi dulce compañía, no me desampares, ni de noche ni de día, no me dejes solo, porque sin ti me perdería."

Una joven de largos cabellos negros llegando a azulados, de piel como la porcelana más fina en la realeza, de ropas constituidas por un vestido color verde con movimiento en la falda y sandalias ligeras haciendo juego con la vestimenta, se encontraba tambaleándose con torpeza en una sala oscura.

- Nunca me acostumbraré a esos "viajes" - hizo énfasis en sus palabras haciendo comillas con sus dedos, pero al hacer esto perdió el equilibrio.

Después de aquel "viaje de traslación" de aquel callejón oscuro, había terminado en una sala muy conocida, que, al igual que su antigua ubicación, también permanecía en tinieblas. La chica, luego de haber recuperado estabilidad, siguió el rastro de una opaca luz que se deslizaba por la alfombra del suelo. Con paso rápido ubicó a quien la había llamado en oración.

- Bien, calmados y bonitos, chicos - decía en ese momento una rubia de larga coleta.

Hinata examinó la situación, cinco chicos rodeando agazapados una mesa, que contenía sobre ella una familiar pieza de ouija. Su custodio con aspecto neutral, pero de ojos que decían temor. "El juego maldito" pensó de inmediato la Hyuga.

En largas zancadas llegó a arrodillarse tras su custodio, a ojos humanos la ojiperla era invisible, inexistente, por ello pasó desapercibida por los jóvenes. Tomó a su custodio de los hombros y acercó sus labios a su oído para murmurar:

- Naruto, no hagas esto, es peligroso y lo sabes. Puede acarrearles problemas a tus amigos y a ti - decía -. No lo hagas, eres mejor que supersticiones tontas. No lo hagas.

Un dubitativo Naruto parpadeo repetidamente ante las palabras de la pelinegra. Aunque no fuese escuchado su voz, sus pensamientos se vieron influenciados por el poder de la Hyuga. Ya que esta tenía al alcance sus decisiones y pensamientos. El rubio, creyendo ciegamente que aquella reflexión fueron productos de sus pensamientos, alzó el rostro cortando su linea de "meditación".

- ¿Hay alguien...?

- Eh... chicos - en el rubio la duda empezaba a engatusarlo para parar aquello.

Varios pares de ojos lo observaron sin subir las cabezas. Y Hinata sonrió satisfecha.

- ¿Hay...?

- ¡No!

- ¡No! ¡Paren! - gritó a su vez el rubio apretando más la mano de una extrañada Sakura que no se quejó.

Hinata suspiró victoriosa. Era su obligación, su tarea, su trabajo proteger a su custodio, Uzumaki Naruto. Ya habían pasado tres meses desde que le habían encargado a Naruto como custodio, tres meses verdaderamente difíciles. El chico era demasiado imperativo como para seguirle el paso. Si no era una cosa, era otra. De desobediencia, hasta faltas de respeto. ¿Acaso no podía mantener su boca cerrada? ¿No podía contener sus impulsos? No, así no era la personalidad del rubio "Me recuerda a Kiba..." Se dijo pensativa la chica, recordando al castaño. Al arcángel más alegre de la historia de los cielos, ya que la imagen de arcángel eran de personas serias y centradas. Ese chico no encajaba con esa faceta. Los jóvenes seguían hablando, mientras que la Hyuga seguía adentrada en sus cavilaciones, hasta que Ino pronunció un:

- ¿Hay alguien ahí? - los perlas ojos de la pelinegra se abrieron en su totalidad.

Hinata se puso de pie como resorte, observó como los espectadores quedaban fascinados y horrorizados por la escena ante sus ojos. La tablilla se movía libremente bajo sus dedos por el abecedario de la ouija, esta se detuvo en el "si" de la tabla.

- Bien... - musitó una impresionada Ino, en realidad no creía que fuese a funcionar. Su conocimiento era basado en páginas web en internet, nada de practica - Hola, hmm... ¿Hombre o mujer?

Hinata estaba apunto de susurrar en el oído de Naruto que aquello era una mala idea, cuando de su cuello una presión se apoyó. Soltó un quejido de dolor. Juzgando por la forma de aquella masa que le aprisionaba el cuello, podía decir que eran garras, unas garras muy grandes. Como acto reflejo, la Hyuga se llevó las manos hacia el área lastimada, encontrándose con aquellas garras llenas de callos, impidiéndole respirar.

- Chouji, ¿estas anotando todo esto, no? - interrogó la voz de la Yamanaka.

- Oh, si. Es hombre... - decía, mientras que se escuchaba el lapicero rasgar el papel de su libreta.

La fuerza bruta la obligaba a retroceder, al igual de apartarse de su custodio y del grupo de jóvenes reunidos. Su espalda golpeó contra la pared en un sonido seco, dejando caer algunos marcos colgados en ella. Y al instante, gritos femeninos llenaron el silencio sepulcral de la estancia al escuchar los vidrios quebrarse al impactar contra el suelo. Hinata abrió los ojos en un intento de ver a su agresor, pero al no ver rastro del dueño de las garras que la ahorcaban se preocupo aun más. Aunque el dolor y la necesidad de respirar eran superficiales, si algo le llegaba a ocurrir a su cuerpo físico, su esencia tendría la obligación de volver a donde había nacido. Y de hacerlo, dejaría a Naruto solo y esa no era una opción para ella.

- ¿El veintiuno de diciembre del dos mil doce se acabara el mundo? - pregunto el rubio en su turno con una mirada preocupada. Se podía decir que el Uzumaki era muy supersticioso.

Hinata, mientras su custodio pronunciaba aquellas palabras, lanzaba una patada a quién sabe qué. Pero su intento de librarse de la opresión funcionó, las garras llagozas se habían retirado de su cuello. La Hyuga tomó aire y se masejeó el área lastimada, caminó en linea recta con dificultad, para agazaparse entre la Haruno y el Uzumaki.

Pudo ver como la tablilla se detenía en el monosílabo "no". Ella rodó los ojos, ¿en serio aquel ser iba a contestar todos los disparates de un grupo de adolescentes?

- Hmm, ¿entonces, que ocurrirá en esa fecha? - preguntó a su vez la pelirosa.

- Serás mensa... - mascullo una harta Hinata. Aquella pelirosa era en parte la culpable de las tonterías de su custodio, Naruto quería llamar la atención de la Haruno y sus métodos eran algo peculiares.

Pero la pelinegra no pudo ver la respuesta de aquel ser a la pregunta de la Haruno porque recibió otro golpe asestado a la boca de su estómago. La chica cayó de espaldas al suelo, tomándose con fuerza el torso. Con la mandíbula apretada, se puso en pie, lista para defenderse y de verse la oportunidad, defender a su custodio. Sus perlas pupilas se desplazaban por toda la oscura sala, buscando a su atacante, se encontraba en posición de ataque y sus sentidos alertas.

Y entonces fue cuando escuchó una pesada respiración a su costado, siguiendo su sentido auditivo repartió patadas que en ocasiones llegaban a ser recibidas a aquel ser, pero en otras solo conseguía darle al aire. Su agresor, invisible, proponía más golpes y patadas a la chica, ella tenía que reconocerlo su agresor llevaba la ventaja de la sorpresa. Y mientras, el grupo de jóvenes ignoraba que estaban en medio de un duelo entre dos personajes sobrenaturales. A excepción de Naruto, que aunque no llegaba a su compresión lo que ocurría, podía sentir aquella tan familiar cercanía ¿De qué? No lo sabía, pero desde pequeño la había sentido y ya se había acostumbrado. Desde que su madre le había enseñado la oración al Ángel de la guarda.

Nuevamente la pelinegra fue atrapada del cuello, pero esta vez aquel cuerpo invisible la mantenía inmóvil contra la pared apoyando todo su peso sobre ella.

- ¿Qué eres? - masculló ella, con veneno en sus ojos fijos en donde suponía debía estar su agresor.

- No tiene sentido responder, si acabaré contigo ahora mismo, ángel - y en el momento, la presión en su cuello fue en aumento.

Hinata gritó, pero nadie podía ayudarla. "No, no puedo perder... No puedo dejar a Naruto solo", pero otro quejido brotó de sus labios al no tener absceso de oxígeno. Podía sentir aquel cosquilleo en sus dedos comenzar a alcanzar sus brazos, sentía las piernas entumecidas. Eran pocos los minutos que le quedaban en la Tierra. Tanto era su ensimismamiento que no había reparado en que la reunión aun seguía en marcha.

Lo único que podía llegar a escuchar sobre el sonido de sus latidos golpear contra sus oídos, era el agudo grito de la Haruno. Un bullicio de ruido se formó en el grupo de jóvenes. Gritos, exclamaciones. Hinata abrió los ojos, ¿qué era aquella masa oscura que salía de la ouija? ¿Por qué todos gritaban? ¿Por qué las luces titilaban? ¿Por qué la ouija se estremecía violentamente sobre la mesa? ¿Por qué los jóvenes retiraron sus dedos, eso no estaba contra las reglas? ¿Acaso aquella masa oscura estaba tomando forma? ¿Por qué sus latidos empezaban a menguar? La visión de la Hyuga se tornó borrosa. El cosquilleo había colonizado cada territorio libre del cuerpo de la chica, dejando en el rastro entumecidas sus extremidades. Sentía como empezaba a ser absorbida, cuando logró escuchar:

- Muévete - fue apenas un leve susurro, una orden que dio como resultado que las garras y el cuerpo que la mantenía contra la pared la soltasen.

Hinata cayó al suelo, tosiendo.

- ¿Qué a sido eso? - Sakura explotó tomándose con fuerza la cabeza.

- ¡Imbéciles! ¡Lo hicieron enojar! - regaño una Yamakana histérica.

- ¿No estaba prohibido soltar la tablilla? - comentó aterrorizado por los sucesos anteriores Lee.

- ¡Dijiste que esto era solo un juego, Ino! - bombardeo el rubio.

- ¡No vengas a echarme la culpa a mi! Yo no le pregunte cómo había muerto... - Ino se acomodó su cabello, restandole importancia al asunto.

- Me pareció algo interesante - se excusó el Nara.

Hinata apoyó la frente del frío suelo. Ya no estaba, se había ido aquel ser, sea lo que fuese. Se encargó de la tarea de recuperar su pulso normal.

- Opino... no volvamos a hacerlo - dijo Chouji, levantándose al fin de su puesto en el sofá.

- ¿Anotaste todo? - pregunto Ino intrigada.

- Oh, si.

Ino examino el informe de su amigo y al instante frunció el ceño.

- ¿En este corto tiempo te dio chance de dibujar eso? - la mirada de la Yamanaka se detuvo en un mini-Naruto gritando como bebe abrazado a una mini-Sakura.

Chouji sonrió orgulloso de su trabajo.

- No sabía que sabías dibujar Chibi - comentó Chikamaru observando los bocetos encima del hombro de Chouji.

La pelinegra se levantó del suelo, ya con su respiración normalizada, caminó tranquilamente hacia el rubio. Quien había aprovechado la oportunidad para tomar de la mano a la Haruno, que aun estaba en shock sentada en el sofá De ser posible, Naruto estaría rodeado de corazones voladores. La pelinegra apoyó los codos del respaldo del sofá, tras la cabeza del Uzumaki para tomar una larga exhalación.

¿Cuales serían las consecuencias de aquella reunión? ¿Le acarrearían problemas a su custodio? ¿Aquel ser y el otro dueño de aquella voz serian lo suficientemente poderosos para vencer su guardia? Así era, lo había comprobado momentos antes, algunos segundos más y su cuerpo físico hubiese muerto. Hinata sonrió. No importaba que ocurriera, cualquiera que fuesen las acciones siguientes de aquellos seres, ella defendería con su vida a su custodio, hasta la ultima exhalación, hasta su ultimo latido. Porque ese era su trabajo, su deber, ella era el Ángel Guardián de Naruto.


N.A: ¡Aloha! Esta idea se me vino a la mente una noche cuando jugaba Mario Kart, escuchaba: A Little Piece of Heaven y ¡Bingo! Esta es mi teoría sobre los Ángeles Guardianes y todo eso. Personajes espirituales con pulcras habilidades en las artes marciales. Imagínense a un Ninja con alas blancas... Espero que sea de su agrado. Comentarios, háganme saber en un sexy rewiens.

*Cambio y Fuera*