Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida

Hessefan


Prompt: Agosto #1, Prompt #3. Evil Plot Raven [Fandom Insano]. "Una reacción nuclear de 1.21 gigawatts de energía modificando la continuidad del espacio-tiempo." (Va para [10pairings] también).

Notas: le comentaba a Yami560, en una respuesta a su review en otro fic, que tenía ganas de explotar y de explorar un poco más el universo del "nenja" y del "wakashu", pero que no lograba dar con una idea que me conformara del todo. Es decir, tenía que sentarme a hacer un fic AU, y adoro el universo de Gintama como para hacer un fic AU. Así que no fue hasta que encontré el prompt en Fandom Insano que al fin le pude dar forma. Hay mucho por aclarar, iré poco a poco. Supongo que habrá notas extras en los capítulos, pero lo que es importante ahora lo voy a ir marcando.

Clasificación: Es un fic predominantemente gen, pero con muchísimo trasfondo BL, sin embargo el mundo no es cuadrado, hay grises y triángulos (¿?), es por eso que también habrá hetero y un poco de GL. Nada demasiado explícito, podrá haber alto voltaje BL, pero si buscas un sangrado nasal, solo lo vas a conseguir si te pateo la nariz. Tú me dirás. Ojo que algunos dicen que mis limes son mejores que mis lemons; yo no sé, creo que esas personas me quieren mucho y no andan muy bien de la azotea.

Parejas: Sobre las parejas… es complicado. Es complicado porque al tratar de reflejar lo que Saikaku refleja no podemos quedarnos estancados en la monogamia, más si tomamos en cuenta dónde se sitúa esta historia (el castillo *insertar música siniestra*). No quiere decir, eso sí, que va a haber orgías, descontrol o Shinpachi corriendo desnudo en pos de salvar su virginidad, ¡NO! Pero no se queden solo con la pareja que se ve de antemano, podrían llevarse una sorpresa. O no.

Personajes: no puedo decir que aparecen todos, pero sí una considerable cantidad. Los personajes principales salen casi de inmediato, pero los secundarios tienen muchísima relevancia en la historia. Al ser un longfic habrá mucha interacción.

Canon: No sigo el manga; esto no quiere decir que no me interese hacerlo a futuro (así que nada de spoilers, por favor). El fic estará basado íntegramente en la versión animada. Explico esto porque quizás alguno de los personajes mencionados en el fic mueran en el canon del manga, y solo yo no lo sepa. De hecho, siempre me quedó la duda sobre si Maizô moría o no al final de la saga de Suzuran. Me da la sensación de que sí, que moría con ella, pero ante la duda y la necesidad de tenerlo en la historia, aquí está vivo; sin bracitos, pero vivo XD Por otro lado, en la versión animada sabemos poco y nada del Tendoshu y de la organización feudal predominante, así que pido perdón también si en el manga ya se habló de ello y yo vengo con este fic a cambiar algo del canon (es más, me spoileé sin querer que hay un arco en donde Shige Shige aparece de nuevo). ¡Misericordia!: hincho con esto porque soy muy quisquillosa con eso de hacer fics situados en el canon y los más IC posibles; que lo logre o no, es otra cosa, pero lo intento con muchas ganas.

Idioma: (voy a escribir un capítulo en castellano y otro en swahili… no, mentira, ni siquiera conozco el swahili). No me gusta usar palabras en japonés si puedo evitarlo. Muchas palabras o expresiones pueden "traducirse" al español, pero hay una cantidad considerable que no. En esos casos los empleo, especialmente cuando se tratan de algunos "-kun" o "-san", porque dice demasiado de la persona, no solo que la emplea, sino también de quién recibe ese término. Sí, sí, sí, trato de evitarlos, pero a veces son muy necesarios dado el contexto de la conversación, y sinceramente, digan lo que digan, es imposible reflejar dichas expresiones en castellano, no solo porque sería súper extraño que Shinpachi le diga a Gin-san, "señor Gin" (como sería su ¿transliteración?) sino porque no simboliza tanto eso, no es tan formal como en nuestro idioma, y a la vez sí. ¡Argh!, ni yo me entiendo y eso que estudié japonés cinco años. La cosa es que trato de evitarlo, pero en algunas ocasiones lo considero necesario.

Fuente: El fic está muy, pero muy inspirado (no plagiado) en el libro de Saikaku, "El gran espejo del amor entre hombres". Como no puedo citar todo el libro, y todo el libro es muy interesante, les aconsejo que lo compren. Puede que esté muy caro para algunos, y que solo valga más que nada las notas del traductor (posta, las notas del traductor son más interesantes que los relatos), pero les aseguro que no les va a resultar indiferente, sobre todo si le gustan estos temas. Y porque no puedo citar todo el libro, solo citaré algunas partes para introducirlos en el tema del amor y el honor samurái. Dejaré algunas citas ahora, pero las más importantes las pondré más adelante, ¿qué por qué? Porque no quiero spoilear mi propio fic XD También estuve viendo muchas películas coreanas, así que se me cruzaron los cables mientras escribía el fic. Por cierto, la semejanza con la película Minority report es solo coincidencia ¡ja, ja, ja! Hablando en serio, puede haber similitudes con lo de la clarividencia de Okuni, pero no con la trama (si mal no recuerdo, la peli iba para otro lado... la vi hace muchos años). La saga de Volver al futuro (de donde sale el prompt) es de mis favoritas, pero tampoco tiene mucho que ver. Pueden culpar a Asimov, si quieren un culpable, pero el responsable de que este fic exista es Saikaku. Al final haré otra referencia, pero de momento no porque es como muy... revelador.

Feudalismo: No tomen nada de lo que se refleje en el fic como válido. Dado que Gintama es ciencia ficción y, aunque tenga una base histórica sigue siendo fantasía, me tomé la libertad de inventar algunas cosas y agregar otras por pura necesidad. Es por eso que no deben quedarse con la organización feudal que represento, ni nada de eso… no, por favor. Reitero que esto es ficción y además fantasía, no voy a reflejar nada de la historia japonesa, aunque sí van a encontrar algunos nombres, pero no la figura que representan.

Créditos: bueno, ya se lo di a Saikaku que murió hace varios siglos así que su familia no se puede quejar; el traductor Alejandro López y la Editorial Inter Zona no me pueden demandar porque uso menos de las mil palabras permitidas. Esto es fanfiction, así que Sorachi, si ves esto, primero, te amo y me quiero casar en matrimonio con vos, segundo, no gano nada por vapulear a tu adorable Self Insert-Anti Gary Stue. Ah, el título del fic es una frase atribuida a Woody Allen.

Beta: Neko uke chan, ¡muchas gracias por betear esto! Cualquier error que vean en el texto es responsabilidad mía, ya sea por ser rebelde y no hacer caso (era el terror de los profesores) o por agregar texto sin pasárselo a mi beta. Que conste en acta, por favor.

Gracias a quien leyó estas sartas de pavadas. Si el primer capítulo les parece corto, prepárense para el segundo. No, no van a ser muy largos, pero sí de unas 4000 palabras.


Introducción.

El gran espejo del amor entre hombres (1687) es una colección de cuarenta relatos escritos por Ihara Saikaku que describen las relaciones amorosas homosexuales entre adultos y adolescentes en el Japón del siglo XVII. Una peculiaridad de la cultura japonesa pre moderna era que las relaciones homosexuales entre hombres debían darse entre un adulto y un adolescente llamado wakashu. Cuando un wakashu alcanzaba los 19 años, era sometido a una ceremonia de presentación en sociedad en la que se le otorgaba el estatus de de hombre adulto, y desde entonces era él quien asumía ese rol en las relaciones con otros adolescentes.

Saikaku distingue dos tipos de hombre en las páginas de Nanshoku Ôkagami: los conocedores de muchachos (shôjin-zuki) y los misóginos (onna-girai). Los shôjin-zuki se interesaban por los muchachos, pero no exclusivamente; en general estaban casados, mantenían una familia y seguían teniendo relaciones sexuales con mujeres. Por su parte, los onna-girai no se casaban y rechazaban completamente a las mujeres como compañeras sexuales. El primer grupo mantenía lo que hoy llamaríamos una identidad "bisexual", mientras que la identidad del segundo grupo está más cerca de nuestra percepción moderna del "homosexual". Ya que ambos grupos podían mantener relaciones sexuales con hombres sin ningún estigma, su predilección por los muchachos no era considerada una característica distintiva.


"Aun en plena floración, castigada por un inesperado ventarrón, la campanilla cayó antes de que se hiciera de noche."

(Saikaku Ihara, "Carta de amor enviada dentro de un róbalo", El gran espejo del amor entre hombres)


-1-

Quimeras


Los labios se curvaron en una mueca de malestar emocional, con las mejillas humedecidas por sus propias lágrimas se aferró al velo que la enceguecía. Era demasiado grande el dolor para tolerarlo. Las ancianas se mostraron preocupadas, siendo conscientes de que no debían interrumpir la meditación.

Exigieron explicaciones y, con la voz trémula, Okuni apenas pudo balbucearlo.

—El samurái de pelo plateado… ¡matará al Shogun!

El alarido de una de las ancianas fue la antesala del caos. Pronto todo fue revuelo y confusión, corrieron aterradas de un lado al otro sin saber qué medidas tomar, mientras Okuni permanecía en su trance.

(…)

Como era de esperarse, ofreció resistencia; sabían que Gintoki Sakata no era un hombre fácil de doblegar, menos de aquella manera que pecaba de injusta. Isao Kondo lo comprendía, pero órdenes eran órdenes.

En la Yorozuya, Kagura hizo lo único que podía hacer en esas circunstancias: luchar junto a Gin, pero fue él mismo quien le pidió hacerse a un lado. Supo que lo mejor, de momento, sería dejarse llevar por el Shinsengumi, actuar dócil y mostrar una fingida sumisión.

No pretendía que Kagura saliera lastimada por algo que podía llegar a ser un mal entendido, ni tampoco la vieja tenía por qué pagar las consecuencias del un altercado que tendría solución, porque él estaba seguro de su inocencia.

—¡Tengo derecho a saber por qué estoy preso! —gritó Gintoki tras las rejas de un calabozo que él conocía muy bien. Ya había estado allí, solo que a diferencia de la vez anterior no fue la princesa Soyo quien acudió en su ayuda.

Pasaron horas hasta que Gintoki obtuvo la respuesta que exigía. Afuera, los que aguardaban por él intentaban sin éxito llegar al acusado; comprendían que no tenían ningún derecho o privilegio de pisar aquel suelo sagrado y que por la vía diplomática todo intento era inútil.

Cuando el sol asomó por el horizonte bañando la celda con una luz mortecina, escuchó pasos y las voces de los oficiales. Debido a la conmoción, Gintoki debió suponer quién era la visita. Se puso de pie para acercarse con incredulidad a la reja justo al mismo tiempo que la enorme puerta de dos hojas era abierta, dejando pasar a una procesión de soldados.

El Shogun entró siendo acompañado por una escolta exageradamente numerosa y frenó ante la celda del samurái a una distancia prudencial. Ambos se estudiaron por unos breves segundos mientras los demás hombres permanecían en silencio, aguardando indicaciones.

Por respeto, Gintoki le permitió tomar la palabra, de esa forma y en pocos minutos pudo saber de qué se lo acusaba. Al conocer la imputación no pudo evitar que una sonrisa sarcástica se formara en sus labios.

—No pueden acusarme de un crimen que no cometí y que no piense cometer —se animó a afirmar con vehemencia, incluso sabiendo que hablarle de aquella manera a ese hombre podía considerarse una ofensa digna de la pena de muerte.

Allí, hasta respirar antes que el Shogun, simbolizaba la muerte.

—Lo sé —admitió la eminencia bajando apenas la cabeza, un gesto de respeto que no estaba bien visto en alguien de su clase—. Por eso estoy aquí.

Tokugawa reconocía a ese hombre con la facilidad con la que alguien reconoce a un amigo perdido en una multitud. Le habló con franqueza, usando pocas, pero efectivas palabras; no lo veía como un potencial asesino, sino todo lo contrario, como un potencial aliado.

Los Consejeros Veteranos habían puesto el grito en el cielo cuando les reveló sus intenciones; lo consideraban demasiado joven para el puesto de Shogun y, por eso mismo, lo juzgaban inexperto e ingenuo. Lo que proponía no solo era descabellado sino también imprudente. Arriesgar la vida así, sabiendo que las predicciones de Okuni eran siempre acertadas, era algo muy insensato para los más "ancianos" que lo rodeaban.

Sin embargo era el Shogun quien tenía el poder de decidir. Ellos podían aconsejar, persuadir y manipular a la figura que representaba, pero nunca podrían contradecir una decisión ya tomada y que solo esperaba ser llevada a cabo.

—Si me permites unos minutos de tu tiempo, me gustaría ofrecerte un trato.

Gintoki tragó saliva, incorporándose del todo. Lo volvió a estudiar con más calma, el Shogun lucía sereno ante la presencia de quién debería ser su mayor amenaza.

—Sinceramente… desconozco la predicción, pero —intentó ser educado; aunque se moría por gritarle que era un disparate y una falacia, fue comedido al hablarle—… no sería capaz de matarlo. No tengo motivos, y aunque los tuviera, soy un samurái.

Corrección, pensó Gintoki, y en apariencias era una reflexión compartida: no era un samurái. No todavía, pero de eso pensaba encargarse Tokugawa.

Ante el reproche implícito de sus subalternos, ordenó que liberaran al preso para ser tratado, en cambio, como un invitado.

—Yo no olvido mis deudas.

—Usted no tiene ninguna deuda conmigo, Shogun-sama —Gintoki se arrodilló ante él y le rindió pleitesía. Era él quien se sentía en deuda una vez más.

Tokugawa no lo dijo, pero siendo quien era, sabía lo suficiente sobre Gintoki como para reconocer, en los ojos de este, la leyenda en la que se había convertido; lo había podido comprobar en carne propia en más de una ocasión y lo quería de su lado, a su lado.

Lo condujo hasta el palacio ofreciéndole un cuarto donde descansar, pero Gintoki no estaba tranquilo, quería ir al punto, sabía que el Shogun se traía algo entre manos que lo involucraba de una manera tan directa que lo apabullaba así como también sabía que afuera habían quedado los chicos, preocupados por él.

Aunque teniendo de referencia aquella vez en la que lo habían abandonado a su suerte en la cárcel, no debía inquietarse tanto. Por las dudas lo mejor sería salir antes de que Kagura, Shinpachi y Sadaharu irrumpieran en el palacio de manera violenta, empeorando lo que comenzaba a parecerun gran negocio, el mejor de su vida: un trato con el Shogun.

Para Kagura tener a Gin en libertad era suficiente, poco le importaba los tratos aburridos y tediosos entre los samuráis, por eso estaba afuera jugando con Sadaharu y rompiendo el jardín de los Shimura en el proceso.

Gintoki aceptó la taza que Tae le ofrecía, pero no bebió; sentía que el nudo en el estómago subía hasta la garganta, ahogándolo. Shinpachi lo miró esperando a que quebrara el silencio, los tres se habían sumido en sus reflexiones luego de un intenso parloteo.

Al final fue Tae quien dio ese primer paso.

—Entonces… ¿qué harás, Gin-san?

El aludido levantó la mirada posándola en ella y suspiró, echándose hacia atrás para descansar en una pose despreocupada.

—No se trata de qué haré. Es evidente que no tengo muchas opciones…

Shinpachi lo entendía. Ante esas circunstancias Gintoki no podía decirle que no al Shogun, porque después de todo le había salvado la vida. Nadie dudaba que la predicción de Okuni habría sido una sentencia de muerte para Gin; este lo sabía y el Shogun también.

—Es muy… —Shinpachi trató de encontrar la palabra adecuada que describiese sus emociones—grandioso, Gin-san.

El adulto notó la sonrisa llena de orgullo y complacencia que le regalaba el chico, ¿cómo no sentirse colmado de vanidad ante esa mueca? Chistó con la lengua, frotándose la frente, gesto que denotaba su cansancio tanto físico como mental.

—Lo cierto es que ya le juré lealtad —murmuró—, me agarró con la guardia baja.

Nadie se lo cuestionaba, volvían a decirse que en esas circunstancias era lo menos que podía hacer por su salvador. Y no cualquier salvador, hablaban de la figura que representaba Tokugawa para ellos siendo habitantes de Edo.

—Entonces… lo harás —Shinpachi no lo preguntó, estaba buscando la confirmación en los ojos del samurái al cual seguía, en el presente, con tanto orgullo.

Lo que pretendía el Shogun era algo muy ambicioso. Que alguien como él, un ronin antes inclusivede jurarle lealtad, formase su propia casta de samuráis que lucharan por y para el shogunato, era un arma de doble filo.

—¿No te das cuenta, Gin-san? —Terció Otae con una enorme sonrisa—¡Esto es grande! ¡Es decir, dejarás de ser un pobre perro de la calle!

Gintoki frunció el ceño. Entendía a lo que la mujer se refería pero había formas y formas de llamarle "miserable", no obstante, era cierto: aceptando el trato del shogun no solo tendría un estatus social importante, que poco le importaba, sino que además gozaría de muchos beneficios económicos.

Adiós a comer la comida de Sadaharu, adiós a deberle meses de alquiler a la vieja, adiós a su estilo de vida, a juntar monedas del suelo para poder comprar el arroz, la leche de fresa y la Jump de cada semana.

Suspiró por enésima vez, ese cambio abismal lo agobiaba, no sabía si estaba preparado para tanto, ¿y si lo echaba a perder, como Gintoki Sakata solía hacerlo? Había algo en el trato que no le gustaba. Quizás la fastuosidad, quizás el hecho de saber que la Yorozuya pasaría a convertirse en algo por completo distinto a lo que era en el presente y a él le gustaba su vida, pobre, miserable, pero suya al fin.

La idea de tener dueño, de responder al Shogun desde el lugar que este reclamaba, le obligaría irremediablemente a tomar responsabilidades. Y él era un irresponsable por naturaleza ¿qué tenía de malo su estilo de vida? Era su propio dueño, podía despertarse a la hora que quería y rechazar los trabajos que no quería.

Negó con la cabeza, tratando de armar una oración que diera a entender todo aquello que pensaba, pero la sonrisa de Shinpachi seguía estando ahí y lo atormentaba.

—Dice que pretende devolverles a los samuráis el honor del que fueron despojados —miró al chico—y que quiere empezar conmigo, sin embargo…

—¿Lo vas a rechazar?

—Ya dije que no puedo, estoy atado, Patsuan.

—Pero no te agrada la idea.

—Por empezar hay riesgos a tomar en cuenta —alzó las cejas y se incorporó para hablarle sin rodeos—, ¿por qué crees que quiere formar esta… división, élite, o como quieras etiquetarla?

—Por su seguridad.

Gintoki asintió, aquella obviedad era insultante.

—¿No tiene suficiente con la policía imperial? Ni hablemos del Mimawarigumi.

—Es diferente, porque… —Shinpachi perdió la sonrisa, buscando explicaciones que lo satisficieran incluso a él.

—Se corren rumores, pero el Shogun debe estar al tanto para buscar algo así —apoyó un codo en el suelo y se acomodó con pereza—, los Amanto volverán a invadir la Tierra.

—Ya nos invadieron —dijo Tae logrando que el samurái la mirara con penetrante intensidad. No con enojo o reproche, simplemente con algo que la intimidó—Quiero decir, hace veinte años…

—¿Volveremos a pasar por lo mismo? —el murmullo de Shinpachi lo inquietó, porque sabía que los más jóvenes veían esa guerra con mucho más recelo que aquellos que participaron en ella.

—Eso es lo que quiere evitar el Shogun —resopló—, de cualquier forma si los Amanto planean saquear la tierra cinco veces peor que hace veinte años, para terminar lo que dejaron a medias, en algún lugar estaremos, ¿cierto?

Shinpachi lo miró pestañeando. Le costó entender que Gintoki se refería a la postura, desde ya, ante una probable guerra de gran magnitud solo quedaba huir, refugiarse o luchar. Era evidente que ellos siendo samurái escogerían el último camino mencionado.

—Es decir que terminaré haciendo lo mismo —porque los tres daban por hecho, y así era, que Gintoki no se quedaría de brazos cruzados viendo como los Amanto lo destruían todo. Lucharía hasta eliminarlos para proteger todo aquello que Shôyô-sensei le había legado—, por eso no hay mucha vuelta que darle. Si acepto el trato del Shogun tendré privilegios por algo que igual terminaré haciendo tarde o temprano… dicho de otra forma—reflexionó—, si en verdad está la amenaza de que algún planeta loco planea volver a masacrarnos… —silenció, porque las palabras sobraban.

Comprendían que Gin no tenía demasiadas opciones, que le tocaba aceptar quisiera o no y que entonces estaba allí cavilando sobre otros asuntos más intrincados. En ese silencio Shinpachi aprovechó para motivarlo a aceptar. No podía dejar pasar una oportunidad así por miedos, miedos lógicos, pero que eran imposibles de prever.

—Para mí sí eres un samurái, no vuelvas a decir que solo eres un ronin.

—Ni siquiera tengo dôjô, Shinpachi, ni hablemos de formar un clan —se quejó con desgana.

Ahí habían llegado a una parte del asunto que más inquietaba a Gintoki y que lo había llevado a buscar consejo con los Shimura.

—Bueno, pero eso se puede solucionar… es decir —Shinpachi se ajustó los lentes, arrepintiéndose tarde de lo que pensaba proponer.

Estaba dejando fuera a su hermana, era un tema que primero debía conversar con ella. Los tres se miraron, reflexionando sobre lo mismo, pero ninguno parecía ser capaz de abrir la boca y proponerlo. Era lógico suponerlo, después de todo Gintoki nada tenía que ver con el dôjô de los Shimura, nada los ataba, ningún lazo sanguíneo.

—Prometí ayudarlos —dijo Gintoki con calma; mirando al chico, pero sabiendo que la mujer le prestaba suma atención.

—No tienes por qué… —se animó a opinar Tae con tacto.

Era cierto, Gintoki no tenía ninguna obligación para con ellos; pero Gintoki trataba de reflejar con los ojos lo que su boca callaba porque el escuincle sentado frente a él esperaba de su persona más de lo que a veces se sentía capaz de dar. Shinpachi había elegido seguirlo, con todo lo que eso implicaba, ahora había llegado el momento de probarle en verdad esa lealtad.

Gintoki sonrió, porque podía notar en el cuerpo tembloroso de Shinpachi, la ansiedad. Élesperaba que Gintoki adoptara esa postura, anhelaba poder demostrar con actos algo que era implícito, que ambos daban por hecho. Aunque Gin fuera un desastre en muchísimos aspectos, lo admiraba como samurái.

—Yo… —murmuró Shinpachi—ya he tomado una decisión, así que seguiré a Gin-san, pero… —lo miró, tratando de hacerle entender algo que el mismo Gintoki ya comprendía— no quiero que te sientas obligado a darnos una parte del botín —una manera elegante de tildar el trato con el Shogun—, si lo haces, que sea porque…

—Quiero hacerlo —completó—, no pensaba aceptar el trato sin incluirte —alzó las cejas.

Si la Yorozuya era lo que era, se lo debía en gran parte a los chicos. Primero a Shinpachi, por cruzarse en su camino.

Tae sentía el corazón latir con rabia, su hermano no la miró cuando dijo lo evidente. Después de todo, si servía para salvar el dôjô y se obtenían privilegios, solo un necio podía negarse a ese futuro prometedor, uno que parecía querer darles ese samurái, que ya tanto había hecho por ellos.

—Puedes casarte con mi hermana y hacerte del dôjô.

—Hay tiempo para pensar en esas cuestiones —dijo Gintoki con celeridad, poniéndose de pie para apoyar la espalda contra el marco de la puerta.

Era el camino obvio a tomar, pero no era una idea que le agradase del todo. Atar a Tae Shimura no estaba en sus planes si podía evitarlo, lo cierto es que si no lo unía absolutamente nada al dôjô de ellos, no había mucho para pensar. Y todo era tan jodidamente complicado que quería encontrar aquello que lo frenaba para poder decidirse de una condenada vez; pero por más intentos que hacía, solo hallaba muchos beneficios y pocas desventajas, desventajas que además eran sorteables.

Tae quebró el clima tenso al soltar una risilla de satisfacción.

—Será una buena noticia para Kyûbei-chan.

—No es algo que puedas decir a la ligera, mujer —reprochó Gintoki—, ¿quieres que me corten la cabeza?

Shinpachi alzó las cejas recapacitando; quizás por ser joven le costaba caer en la cuenta de lo que representaba el nuevo orden que quería instalar el Shogun, y tal vez a espaldas del Tendoshu. Eso implicaba muchísimos cambios, algunos más sutiles que otros. Entre ellos, era evidente que los clanes volverían a tener el prestigio de antes.

Claro que dejaba de lado el detalle de que la historia era lenta; pasarían años hasta poder ver cambios más sensibles pero, si Gin aceptaba, significaba que comenzarían. Lo miró con sorpresa, porque por primera vez se daba cuenta de que de la decisión de Gintoki dependían muchas personas, o a lo mejor el país entero.

Y ante esa abrumadora sensación, mezcla de espanto con orgullo, sentía que el respeto por Gintoki Sakata no podía ser mayor; sin embargo no lo manifestó abiertamente. Sentía empatía hacia el hombre y ahora entendía mejor sus temores.

—Tienes muchos aliados, Gin-san —se animó a murmurar—, lo sabes. Todo saldrá bien —asintió.

Gintoki lo miró con seriedad, pero al reparar en que el chico buscaba confortarle, esbozó una tenue y efímera sonrisa. No dijo lo que pensaba, que en la guerra no hay aliados y que el estatus social y los beneficios económicos poco importan cuando un hermano del alma muere en tus brazos, sin embargo comprendía lo que quería decirle. Tendría el apoyo de muchas personas, y sería una buena manera de probar lealtades.

—Imagina la cara de Zura —carcajeó despacio, mirando a Kagura correr tras Sadaharu. Shinpachi acompañó la risa, con sentida emoción. Cuando la chica se quejó, hambrienta, y reclamó la atención que nadie parecía querer prestarle, Gintoki decidió que era hora de partir

—Mañana pasaré a buscarte —estiró un brazo para apoyarle la mano en la nuca y tironearle con afecto el cabello, un gesto poco común en él—, trata de dormir, ¿vale?

—Como si pudiera sabiendo que mañana a la mañana estaré ante el Shogun.

—No va a ser la primera vez —alzó los hombros con indiferencia. Saludó a Tae con una mirada y luego salió al exterior.

—¿Qué? ¿Ya nos vamos, Gin-chan? —preguntó Kagura, desahuciada. Bajó del techo saltando con agilidad.

—¿No eras tú la que se estaba quejando? —reprochó, mirando con resignación el desastre hecho en el jardín— ¡Por kami, ¿qué, estaban jugando a la guerra con Sadaharu?! ¡Esto parece un campo de batalla! —El perro corrió hacia él y lo tumbó.

El pobre can no tenía espacio en la Yorozuya para correr a sus anchas, allí podía gozar de una libertad que no tenía a diario. Gintoki entendió el mensaje; el húmedo mensaje, pues Sadaharu no había tenido mejor idea que pasar la lengua en la cara de su jefe, repleto de felicidad.

Se fue de la casa de los Shimura pensando en que, si todo marchaba bien, hasta Sadaharu podría gozar de una mejor vida.

Gintoki era un hombre que no daba la espalda a los suyos, y los suyos lo sabían.


Me comprometo a subir un capítulo cada semana dependiendo del interés que haya del otro lado (no voy a sacrificar horas de mi vida -sí, claro- si a nadie le interesa); funciono mejor bajo presión y amenazas de muerte. Oh, sí, siempre termino mis fics, así que don´t worry, que no pienso abandonar el bote aunque reciba 0 comentarios, soy una chica responsable.

Muchas gracias de antemano y de antebrazo por leer ^^.