Disclaimer: No soy J.K. y nada me pertenece.
Este fic participa en el minirreto de diciembre para El Torneo de los Tres Magos del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.
Héroe
Un Malfoy se reconoce a 100 kilómetros de distancia. Con cabellos color platino, tan válido estandarte como su creencia en la sangre pura.
Lucius probablemente aprendió a empuñar estos símbolos desde que estaba en el vientre de su madre, una dama muy sofisticada y el sangre pura va implícito, ya que, menos de eso no es aceptable. No mucho de mamá lamentablemente, porque los hombres de la familia Malfoy eran hijos de sus padres y nada más.
A la edad de 11 años ya había comprobado que las enseñanzas que le impartieron eran ciertas, que las personas se apartaban del camino para darles paso, que muchos deseaban conocerlos con ansias y con la mano de su padre sobre el hombro aprendió que Malfoy era sinónimo de orgullo, respeto y superioridad.
(Años después aprendería otros sinónimos que también eran escupidos en su apellido.)
Privilegios era su derecho al nacer, así que cuando entró a Slytherin a esa tierna edad, con esa mirada de superioridad y con el cabello un poco más largo de lo acostumbrado, muchos pensaron que de adorable tenía poco.
Una de las enseñanzas que aprendió en ese periodo de tiempo, ocurrió en una particular noche lluviosa cuando el profesor Slughorn lo sacó de la cama porque su padre requería hablar con él. Normalmente, los padres no podían aparecerse cuando les provocara, pero su apellido abría muchas puertas.
Había un extraño brillo en la mirada de su padre esa noche, no pudo comprenderlo al momento. Apenas el profesor dejo la habitación que les había facilitado, su padre que es un hombre de negocios incluso en temas familiares, no perdió el tiempo.
—Tu abuelo ha fallecido— soltó sin más.
El pequeño Lucius no pudo balbucear palabra alguna, sintiendo sus ojos humedecerse un poco. Su abuelo era un hombre senil y cuya memoria se dificultaba.
—Un gran hombre— escuchó decir a alguien en algún momento (Otros tacharían esa palabra y la sustituirían con cruel)
No obstante, el abuelo en su amnesia era el único que le sonreía genuinamente. Sus cavilaciones fueron interrumpidas por ásperos dedos que le aprisionaron la barbilla. Llorar frente Abraxas era un grave error si compartías su apellido, pero la represalia nunca llegó.
—Me han otorgado un permiso para que asistas al funeral, al menos no tendrás que pretender estar contrito— finalizó con desdén.
Y en su mente solo se preguntaba ¿por qué tendría que fingir?
