Receta para una sonrisa
Parte I
—Es verdad, mi árbol de navidad ha costado 12 mil yenes
—¡No es verdad!
—¡Claro que si!
—Pues, pues... ¡Yo he comprado un juego de luces de doce mil quinientos yenes!
—Caballeros, por favor, bajen la voz...
Una tercera persona se unió a la conversación, y los hombres que discutían acaloradamente en el restaurante se miraron avergonzados,unas mesas más allá de ellos un chico con una pañoleta amarilla y negra escuchaba en silencio.
—"Imbéciles" —pensó.
Mientras caminaba por la calle, observaba atentamente como todas las casas y negocios de la ciudad estaban adornadas con coronas navideñas, escarcha artificial y un sinfín de objetos más.
A medida que la nieve caía, y el suelo se iba cubriendo, la conmoción por las fechas acrecentaba, la gente corría de aquí para allá despilfarrando dinero sin problemas en conseguir los mejores adornos y todo lo necesario para una fabulosa cena, pagando sumas exorbitantes por nuevos juegos de cubiertos y vajillas;
Los villancicos se escuchaban en la calle desde las casas, bajo el fuego de las chimeneas las familias estaban preparándose para la llegada de papá Noel.
Pero él alguien que no parecía tan feliz, caminaba dejando huellas en la fina capa de nieve con la cabeza baja, y mascullando maldiciones.
"¿Qué le pasa a la gente? "
Es lo que se preguntaba, no podía comprender porque todos se volvían tan locos, a su propio criterio, todo aquello era una tontería y detestaba oír cómo las personas alardeaban de su mal gastado dinero, compitiendo por quién invirtió más miles de yenes para decorar su casa.
—Serán cabrones…
¡Podrían usar ese dinero en algo más útil! — Gritó el enfurecido chico mientras golpeaba con fuerza una pared, la nieve que había acumulada sobre esta empezó a temblar y le cayó encima dejándolo enterrado.
—¿Qué ha sido eso? —una fémina de cabello castaño sosteniendo una espátula gigante, salió corriendo de su restaurante, el Uchan's, tras escuchar el sonoro ruido,se acercó a la montaña de nieve y la examinó, apartando un poco con las manos.
Una figura emergió repentinamente asustándola, parecía un zombie, como los de las películas, y ella solo atinó a darle un espatulazo en la cabeza.
—¿Ryouga? —preguntó tras ver al chico desmayado y con los ojos en espiral.
Minutos después del pequeño accidente, Ryouga estaba sentado frente a la barra, cubierto con una manta y bebiendo algo caliente, cortesía de la casa,mientras Ukyo cocinaba un okonomiyaki para él.
—Lo siento por lo del golpe —explicó ella señalando el chichón en la cabeza de su amigo —Pensé que eras un vago
—¿Entonces vas por la vida golpeando vagabundos? —indagó; Ukyo puso mala cara y le respondió a gritos:
—¡Por supuesto que no!... Yo sólo decía, te ves terrible.
Y no era mentira, Ryouga tenía un aspecto más bohemio que de costumbre, la cara pálida, ojeras bien marcadas, e incluso la escasa barba empezaba a asomarse en su mentón.
—¿No has dormido bien? —esta vez la cocinera pareció preocupada, y no supo porqué, pero eso le conmovió.
—La verdad no… con todo esto de las fiestas, es difícil encontrar un lugar tranquilo para dormir —respondió Ryouga mientras recordaba como había intentado acampar en medio de un parque la noche pasada.
—Exactamente, ¿en dónde intentabas dormir?
—¡Ya estoy de regreso! —anunció una voz masculina, ambos jóvenes volvieron la vista a la entrada del local. Un hombre corpulento y se tupido bigote entraba cargando unas bolsas de compras.
Ryouga lo observó con desconfianza, hasta que vio como la chica sonreía y saludaba con la mano.
—¡Bienvenido de vuelta papá!.
Ukyo acababa de presentarle a su padre, y ahora estaba sentado junto a él sin dejar de observarlo, lo cual le causaba escalofríos, hasta que por fin decidió volver a hablar.
—¿Cómo dices que te llamas?
—Ryouga, señor
Miró al chico cerdo de arriba a abajo una vez más y luego se acercó a él, casi chocando sus narices.
—Y dime hijo…. —le puso la mano en el hombro, a Ryouga comenzaba a aparecerle unas gotas de sudor en la frente —¿acaso tienes algún interés romántico en Ukyo?, ¿eh?
En ese momento la nombrada regresó a la cocina y se encontró con la escena que le hizo poner una cara de cansancio por las tonterías que decía su papá.
—Ryouga, ¿Por qué no te quedas aquí para navidad? —preguntó Ukyo, la noche había caído ya, y, después de cerrar el restaurante se puso a la tarea de limpiar las mesas, pero el chico perdido se acercó a ella y le ofreció su ayuda,así que no sabía qué más hacer aparte de doblar y desdoblar el pañuelo que tenía en las manos.
Ryouga se frenó en su tarea, pero sin voltearla a ver, se sentía apenado por la repentina invitación, miró de reojo más allá, al padre de su amiga, que hasta esa tarde era un extraño para él, lavando los platos y ordenando los ingredientes.
—No se si deba —dijo, pensando en el extraño señor de bigote.
—Vamos… sería agradable tener a alguien más, normalmente siempre lo paso sola aquí… pero este año ha venido papá a visitarme —el muchacho vio la mirada melancólica de Ukyo y se sintió raro, era una sensación desagradable, algo que lo ponía triste, no deseaba verla así, ella siempre era tan enérgica y feliz.
—La verdad es que no me gustan mucho estas fechas… —siguió restregando la mesa con fuerza, las manchas habían desaparecido hacía ya un buen rato, pero él insistía hasta casi pulirlas.
—¿Y eso porque?
Los ojos verdes se abrieron completamente, curiosos.
—Es una larga historia…
—¡Venga ya!, ¡Cuéntame! —
zarandeo al chico hasta casi descolocarle la cabeza luego se sentó en una silla y cruzó piernas y brazos —tengo toda la noche.
—Lamentamos mucho que no puedas quedarte, hijo —el señor Kuonji despedía a Ryouga del restaurante, detrás de él, se hallaba Ukyo, cabizbaja.
—También yo señor, pero ha sido un gusto conocerlo —Ryouga hizo una reverencia y miró a la chica, parecía una niña pequeña y asustada, escondiéndose de un monstruo tras su padre.
—Eres bienvenido… principalmente si deseas regresar para casarte con mi hija —esto último se lo dijo al oído con discreción, pero fue perfectamente audible para ambos jóvenes, a los que se les formó una gota de sudor en la frente.
Al día siguiente, Ukyo paleaba la nieve de la entrada de Uchan's mientras pensaba en el chico cerdo, la noche anterior le había contado una historia sobre su niñez que le pareció muy triste y la cual era la razón de que no le gustase la navidad… pero aun así, ella hubiese querido que se quedara, si no podía pasar esas fechas con su querido Ran-chan, al menos la compañía de un amigo le levantaría el ánimo…
—¿Dónde se habrá ido?
De pronto, un estruendo de nieve cayendo como el del día anterior la sacó de su ensimismamiento, giró la vista hacia la derecha y allí estaba nuevamente el chico cerdo… y,
Sin saber muy bien porque, sonrió.
