Vientos nocturnos.

Desde hace 3 semanas que Misao llegaba tarde a casa, sin decir a donde iba o de donde venía, simplemente se escabullía entre las ventanas y el techo del Aoiya, nadie sabía con quien se dirigía o lo que hacía, siempre era la misma hora, apenas el sol se metía y todos iban a dormir, ella salía entre las sombras de la noche a transitar las calles de Tokio (o eso suponían el resto de los habitantes). Y regresaba ya entrada la madrugada.

Aoshi Shinomori no era indiferente a la reciente actividad nocturna de su protegida, de hecho estaba curioso, sin embargo optaba por esperar (como siempre lo hacía) a que Misao le contará lo que últimamente la mantenía ocupada por tantas horas, pero después de una corta y sustanciosa plática con Okina, quien le expresó con tanta insistencia su preocupación, lo incitó a seguirla.

-Es tu deber como tutor de esa chiquilla, saber de sus actividades y protegerla de cualquier peligro- le dijo Okina con notoria consternación. Se encontraban en la oficina del Aoiya, revisando los informes de la última misión. El más joven, sentado en el escritorio bajo una luz tenue de la lámpara de gas, que alumbraba el espacio.

-Pero no es mi deber interponerme en sus asuntos-Contestó tajante Aoshi. Sin apartar la vista del contenido de informe. Aunque estaba convencido de la última parte del argumento del anciano, era su deber. No, era su obligación proteger a Misao sobre cualquier peligro humano, animal o lo que fuera que pusiera en un hilo la vida de su autonombrada okashira- ¿Por qué no le preguntas directamente?-

-Ya lo hice, lo negó, incluso me dijo que no le preguntara nada más- contestó el jiya haciendo ademán dramático, casi con ojos llorosos para hacer más creíble el acto.- Okón y Omasu tampoco saben nada.

-¿Y Shiro?- preguntó Aoshi, consiente de la cercana amistad que tenía Misao con aquel chico.

-Menos aún, y aunque mandara a ese gorila a averiguar algo, Misao se daría cuenta apenas ese chico pusiera un pie en la puerta.-

El viejo tenía razón, pensó.

-Aoshi, hijo- dijo Okina- ¿En verdad estas tan tranquilo sin saber a dónde se dirige o que hace esa niña?, ¿No te preocupa a los peligros que se expone a altas horas de la noche?- sentenció.

-Confío en sus habilidades kunoichi- Meditó el ojiazul, claro que confiaba en las habilidades de combate de Misao, le había demostrado más de una vez lo fuerte que era, sin embargo, para ser sinceros, tranquilo del todo no estaba, en realidad la última semana, aun durante su meditación en el templo, pese a que Misao le llevaba él té puntualmente, le dedicaba unos minutos de su meditación a tratar de averiguar mentalmente que podría hacer la pelinegra durante esas horas, sin llegar a una respuesta concreta, volvía su concentración de paz. No, no estaba tan tranquilo como quería creer. Esa niña lo sacaba de sus cabales.

-Ah, pero ¿y si es algo peor, un romance tal vez?- mencionó Okina como no queriendo la cosa. Ante esto último no hace falta decir que el anciano dio en el blanco, llamo completamente la atención de Aoshi, quién desvió la vista hacía el hombre mayor.- Kamisama, no lo permita ¿y si se trata de un rufián?, No, nuestra pequeña, envuelta en una ilusión hecha por un ladrón o un asesino, pensando en que ha encontrado al hombre que ama, manipulada por la magia de un romance peligroso, ¡Oh, no, Aoshi no podemos permitirlo!- exageró el abuelo.- Debes averiguar que se trae entre manos, nuestro angel.

-Misao, no es tan tonta- cerró el informe en un pergamino, mirando al viejo a los ojos. Una mirada fría pero con un leve brillo en los ojos.

-Bueno, tonta, no. Pero todos sabemos que esa chiquilla es capaz de seguir por tierra y mar a un hombre por amor, sin medir las consecuencias- Touché, sonrió para sí Okina.

De no ser por las habilidades de sombra de Shinomori, se le hubiera notado en el rostro la sorpresa y leve incomodidad que le resultó el argumento. Era él mismo el ejemplo en vida de lo que Misao era capaz de hacer por amor. Bien se auto convenció de que no estaría mal sólo echar un vistazo, seguirla tal vez, sin ser notado, ver a donde se dirigía y con quién iba pero hasta ahí. No se interpondría, al menos que fuera absolutamente necesario.

-Está bien, lo haré- respondió finalmente el hombre de hielo. Okina asintió satisfecho, jactándose mentalmente de que ha demostrado una vez más de que no importa lo joven y fuerte hombre que seas, la experiencia en las relaciones humanas de un viejo, siempre pueden a ser muy útiles y Aoshi pese a ser un cabezota, no es la excepción para este viejo diablo. Acto seguido el ojiazul se puso de pie y se dirigó a la puerta, pero antes de salir, miró al anciano y de manera amenazante finalizó- Y quita esa cara de satisfacción, casi puedo leer lo que estás pensando, viejo diablo-

Y a Okina se le borró la sonrisa mental que tenía. "Este chico da miedo" pensó.

Aoshi se vistió con un antiguo traje ninja que usaba hace muchos años, negro y azul marino, que cubría la mitad de la cara, muy similar al que usaba en sus años de juventud. Simplemente le pareció apropiado. Desde la ventana de su habitación, observó como Misao salía sigilosa de su habitación hacia el techo, llevaba puesto un traje también obscuro pero similar al que usualmente usaba que dejaba ver sus tornadas piernas. Pegó un salto y estaba en el techo, se fijó en el bolso que llevaba no muy grande no muy chico. Aoshi se preguntó que podía llevar su protegida en ese morral a la espalda.

La siguió oportunamente.