Postmortem
Another history by N. Kitty
Prólogo: El día en que morí (absurdamente)
Muerte. Un versátil concepto. Yo creo que la muerte tiene una clasificación (bastante amplia y subjetiva).
Primero tenemos la muerte glamurosa, aquella que acaba con actores de vida desenfrenada y duros cantantes de Rock, por sobredosis de cocaína, a manos de un crímen perfecto y sutil, sin demasiada sangre o inquietantes misterios que abarcan un abanico de posibilidades (a cuál más sórdida) y que científicos de medio mundo tardarán décadas a descubrir.
Luego está la muerte natural, a mi gusto, insípida y banal. No le veo la gracia a morirse así, de una forma tan poco agónica, tan discreta y sumamente protocolaria. Sí, al fin y al cabo, sólo tus familiares y allegados se darán cuenta de que te has convertido en un cadáver putrefacto.
Y luego está la tan famosa muerte absurda. Esa que impregna al cadáver de un triste e inconsolable patetismo. Hay varias formas de morir absurdamente, encerrado en el ascensor y víctima de una oleada de pánico descubrir que eres asmático y tu ventolín se encuentras a dos pisos de tu claustrofóbico encierro, o quedarte dormido en el baño y no ver como a tu mujer se le cae accidentalmente – según le contará a los policías – la lamparita que decoraba el baño y tu le regalaste por vuestro decimoquinto aniversario.
Mi intención era morir por todo lo alto, que alguien me pillara desprevenido en mi propio cumpleaños y – BAM – me volara los sesos de un certero y limpio disparo, salir en las noticias y ser el protagonista de un multitudinario entierro lleno de lamentos viscerales y fúnebres convencionalismos.
Sin embargo el destino se giró en mi contra y me hizo morir de la manera más absurdamente patética que se recuerde.
Bueno, el caso es que yo ya lidiaba con la muerte antes de cruzar el umbral que nos separa de los vivos. No sé que es lo que me dio la idea, supongo que estar a esto de palmarla por un paro cardíaco bastante inoportuno, víctima de los nervios y un bistec de ternera que me empeñé en engullir sobre todas las cosas. A partir de ahí caí de que rozaba el sexagenarismo, y que si seguía por ese camino, acabaría siendo un callejón sin retorno a la decrepitud, una espiral que desembocaría en mi propia perdición, postrado en una cama y pidiendo una pastilla más para poder recobrar el sueño y refugiarme en unos recuerdos empañados por el paso del tiempo.
Pues eso. Tenía que morirme de una forma digna. Lo ideal sería mi cumpleaños, y si había una cámara, mejor. ¡A lo mejor mi asesinato servía de base documental para una película de Holywood que sería el blockbuster de la temporada!
Todo estaba decidido, los trámites con mi sicario cerrados, las invitaciones enviadas, mi notario advertido y el detective que se acercaba discretamente vestido con una gabardina color café, a dos pasos de mi puerta, en una céntrica calle de la ciudad.
Cuando el timbre de la puerta sonó, mi mujer acababa de sacar el pastel del horno – nada de chocolate. Advertencia del médico- y mi hija pequeña estaba poniendo la mesa de una forma renacentísticamente simétrica.
Me acerqué a abrirla, enfundado en un esmoquin negro, y repeinando mis últimos blancos pelos con la mano.
- ¡Felicidades! – Corearon los miembros de mi equipo, ahí estaban todos, cada uno con su particular expresión; Hanamichi con un gorro de cartón y tirando serpentinas, Rukawa con su monofacética expresión apoyado en una esquina, Mitsui sosteniendo mi regalo entre sus manos, los demás hablando entretenidamente sobre la jugada del fin de semana pasado y Ayako y Haruko observando de reojo, completamente ensimismadas, a mi hijo, que acababa de llegar cargando una enorme caja de cartón.
Y ahí estaban todos. Mi mujer, mis amigos, mi sicario, mi amante, mis chicos, mis hijos, mi detective, mi inspector de hacienda, mi médico, mi perro y mi gato… Todos cantando el cumpleaños feliz, acercándose a el apoteósico final de la canción. Y ahí estaba yo, soplando las velas y pidiendo mi deseo de morirme en paz. Y ahí estaba ese pastel, y ahí estaba yo a punto de ser asesinado, y ahí estaba ese maldito pastel que acabó obstruyendo mi garganta, y que me dejó sin aire, y que aunque a pesar de que alguien intentó hacer esa conocida maniobra para que alguien no se atragante, me acabó matando antes de la ávida bala que mi sicario tenía que disparar. Y sí, ahí estaban todos viéndome agonizar como si no fuera más que un pingüino del zoo haciendo el numerito, y que no se dieron cuenta hasta que, envuelto entre toses y expectoraciones, dije mis últimas palabras.
- Cof, Cof, Cof… Ho, Ho, Ho… - Y se extinguía mi mirada, mi aliento y mi vida. Y así fue el día en que morí. Y el imbécil del detective, que gritó inoportunamente la frasecita acordada que tanto había ensayado por el camino.
- Que nadie se mueva, señores! Me temo que este hombre ha sido asesinado.
Todos se quedaron boquiabiertos y alguien empezó a gritar. Y yo, desde mi privilegiada posición – tumbado sobre el frío suelo, rodeado por los invitados y viendo ya la luz blanca al fondo del angosto pasillo, supe que ya la habíamos liado.
El rincón/ refugio nuclear de Kitty:
Se que hay mucha gente que quiere matarme. Jajaja, Sorpresa! He vuelto! Aunque no haya actualizado CDV… - Gee se esconde en la pared y mira de reojo. Buf, a lo mejor ya ni se acuerdan, dice para si misma… Pero oye como alguien carga un arma y decide continuar su habitual discursito desde un refugio nuclear-. Bien, se que he desaparecido por muchos meses, pero no fue mi culpa! Fueron los de telefónica, que al ser verano creyeron que no necesita Internet y me dejaron descomunicada con la sociedad! A parte, me fui al extranjero a practicar inglés y me tocó en una casa donde no tenían ordenador T T… Así que todo está bastante justificado… Encima acabo de empezar el bachillerato en una escuela de estas que los profesores guardan un látigo bajo la mesa y juntando esto con que mi vida social se ha multiplicado pues… sigo sin tener tiempo ' Pero tengo el chap. De CDV muy avanzado y creo que lo publicare antes de una semana… o dos… Pero no más, lo prometo! Si queréis guardadme rencor, no os quitaré razón… T T
Volviendo a la historia, he decido probar suerte con este nuevo género, que mezclara humor, misterio y el habitual romance HxR en un contexto bastante surrealista, la muerte de Anzai. Él será el narrador de la historia, y explicará en que puede desembocar la sospecha y los secretos mezclados con una muerte reciente, un detective peliculero, un sicario de incógnito, y variopintos personajes y sentimientos que se irán descubriendo a medida que avance la trama… Es más o menos mi tónica particular mezclada con una paranoia que se me ocurrió hace tiempo, a raíz de escuchar no me acuerdo-qué-canción en estado post-taja mientras me liaba con el tío de mis sueños. O sea, que es una gran ida de olla que pienso que puede estar bien si la actualizo de forma constante y mis musas no me abandonan. No os dejéis influir por este patético capítulo ya que es sólo el prólogo. Bueno, me encantaría saber – más que nunca – vuestra opinión ya que lo considero un proyecto bastante ambicioso xD y me gustaría saber que tal cuadra esta estética aquí – o si debo retirarme de este fandom por la puerta más minúscula de todas-. Pues eso, ya he vuelto a enrollarme más de la cuenta… Ah, me he inventado por ahí un par de palabrejas, dejémoslo en que se las ha inventado Anzai y eso remarca su estrambótica personalidad… Muajaja, creo que empiezo a desvariar… bueno, eso, os quiero un montonazo, Besitos:
Kitty.
