ENTREMESES
1 - Tan cerca y tan lejos
A él le gusta mirar a la gente. Y no es ningún secreto que le gusta que le miren a él. Le encanta que se lo coman con los ojos. Y luego le gusta sonreír y decir con esa sonrisa Ey, mira todo lo que quieras, pero no me tendrás jamás. Y esa persona ya puede hacerlo todo, pero él siempre cumple su palabra. Aunque sea una palabra silenciosa.
Sí. Él no ha estado con nadie aún. Pero al contrario que para el resto de los habitantes del planeta, no haber conocido mujer u hombre no le hace parecer una persona frígida. Paradójicamente, le hace ser un alguien impar. Lo cual consigue hacer a la gente babear más.
Es como esas cosas que en todos los demás quedarían como una patada en el culo, pero que cuando la hace cierta persona se convierte en más que una genialidad. Pero eso sólo lo consiguen algunas personas.
Y él es una de ellas.
Pero aunque ha conseguido que hasta las personas más frías, más impasibles se fijen en él. Vuelvan la cara al verle pasar. Hay una persona con la que aún no lo ha conseguido. Sólo una.
C.E.
No suele fijarse en la gente. Porque no le gusta que se fijen en él. No es de esas personas a las que les gusta ser el centro de atención. No. Lo que en realidad le gusta es pasar desapercibido. Ser invisible. Lástima que no pueda ir a todas partes con su capa de invisibilidad.
Pero más lástima es que no pueda mirar a esa persona. No por falta de costumbre, no porque no quiera. Es que si lo hiciera sería demasiado notado. Él que se hace el despistado, el que parece que nunca está en el suelo. Sí, efectivamente, si de repente se quedara mirando a alguien se notaría. Y mucho. Para su desgracia.
De modo que se conforma en mirar de reojo. En echar miradas en plan distraído, como si mirara hacia otro lugar. En soñar con un quizá…
C.E.
Así que cuando se encuentran esas dos personas. Esos dos chicos con sentimientos comunes y a la vez desconocidos. Se hace el silencio. Y ya no existe nada más. Ellos. Solos los dos en un lugar lleno de gente.
Uno mira fijamente al frente. Otro agacha la cabeza y hace que no ve. Se dirigen el uno al otro. Como imanes. Se atraen como polos opuestos, como una presa a su cazador. Se atraen como las tentaciones atraen al hombre. Y se necesitan. Como si fueran pez y agua, pájaro y aire. Necesitan tocarse, sentirse. Aunque sea a través de sus ropas. Aunque sea sólo un roce de manos infantil.
Pero pasan de largo. Uno al lado del otro. A la vez tan cerca y tan lejos.
Y nada más pasar, el chico al que le gusta mirar se gira. Y observa al otro. Suspira y por un momento sus ojos pierden la frialdad que le caracteriza. Y nota como bajan sus barreras y su corazón se estremece y en su garganta se le atragantan las palabras que quiere gritar. Pero no grita. Y calla. Y se vuelve y sigue caminando. Y se queda a la mitad, siempre a la mitad.
Lo que no sabe es que, justo después de pasar de largo, el chico distraído se para. Se para y se voltea. Lentamente. Y le mira. Le ve alejarse. Anhelo, tortura, afán, deseo, ansia, empeño. Se siente tentado a correr tras el chico que continúa recorriendo el pasillo en silencio. Majestuoso, sublime. Y siente que se muere estamparle contra una pared. Y besarle. Besarle hasta dejarle sin aliento.
Pero no lo hace. Es un león, pero toda su valentía y coraje se esfuma en presencia de la serpiente. Pero es que la serpiente se siente tan perdida como el león.
Y también deja pasar su oportunidad. Y marcha hacia delante.
Y de vez en cuando se giran. No quieren seguir caminando. Pero lo hacen. Y sienten que se alejan cada vez más. Y en un súbito acierto. En un momento de inspiración, se miran a la vez. Y como no han chocado sus cuerpos, lo hacen sus miradas. Y se ven al uno al otro, como no se han visto jamás. Y se sonrojan. Un descarga de electricidad. Desvían la mirada y continúan con su caminar.
Y entonces sonríen para sí, con los ojos, con los labios, sintiendo sus piernas temblar. No se giran de nuevo, pero se prometen un quizás.
Se juran volver a mirar.
Y aquí estoy de nuevo con otra de mis ideas. Espero que les guste. Y prometo terminar las demás historias.
AureaAspen
