Capitulo I

El collar

"¡¡¡Que ese collar que llevas puesto desde el día de tu cumpleaños te lo regalé yo!"

Esas palabras... sus propias palabras seguían resonando en su cabeza.

Había discutido con Evans... como siempre... pero esta vez se pasó... era un secreto, su secreto. Ella no tenía por que saberlo. Él quería que ella lo guardara, aunque no supiera de que se trataba en realidad.

– Que idiota eres Potter – se dijo a si mismo en voz alta – ella estaba de los más alegre con su collar hasta que tu tuviste que abrir tu bocota...

Se sentó en el suelo, apoyando la espalda en la pared. Estaba en medio del pasillo del tercer piso. Seguramente algún profesor lo vería y lo retaría por estar ahí, siendo que todos los alumnos debían estar en los jardines. Pero nadie pasó por ahí.

El castillo estaba silencioso. Desde afuera le llegaban los sonidos de las risas y gritos alegres de sus compañeros. Todos disfrutaban al máximo aquel día libre. Por fin habían acabado con los exámenes de fin de año y tendrían dos semanas completas para hacer lo que quisieran antes de recibir los resultados.

Pero nada de esto le importaba al muchacho que se encontraba sentado en el frío suelo del pasillo con la cabeza entre las manos.

– ¿Por que tuve que hacerlo? – se preguntó – ¿por que no pude quedarme callado?

– ¿De que hablas? – le preguntó una voz amable.

James levantó la mirada y se encontró con un par de hermosos ojos verdes que lo miraban interrogantes.

– Que acabo de hacer una estupidez... – respondió él tristemente.

– ¿Y se puede saber de que se trata? – preguntó la chica sentándose junto a él.

– No quería que ella supiera... y ahora debe estar enojada... furiosa... sentida... cada vez tengo menos posibilidades de estar con ella.

– ¿Quien?

– De... la chica más hermosa de toda la escuela... – dijo él con un suspiro – pero ella me odia… y ahora que le dije eso… va a ser peor aún… – James se volteó a mirar aquellos ojos. Eran iguales a los de "ella" – Gracias.

– No hay por qué – respondió la chica con una sincera sonrisa. Entonces se puso de pie y antes de perderse de vista agregó –: No todo está perdido Potter... – y desapareció escaleras arriba.

James se quedó mirando el punto por donde la chica había desaparecido, meditando las últimas palabras de aquella chica a la que casi no conocía... en ese momento ni siquiera recordaba su nombre... pero daba igual.

Se levantó perezosamente del frío suelo de piedra y miró por la ventana abierta.,

Allá abajo estaban todos los alumnos de la escuela disfrutando del lago, de las sombras de los árboles, de la suavidad del césped bajo sus pies descalzos, y decidió que no todo estaba perdido, tal como ella le había dicho. Bajó las escaleras, sin embargo, lenta y desanimadamente. A pesar de aquel último pensamiento optimista, no podía dejar de pensar en la estupidez que había cometido.

Al llegar a los jardines sus amigos lo divisaron casi instantáneamente y se dirigieron hacia él, sin dejar de preocuparse por su semblante triste.

– ¿Que sucede Cornamenta? – preguntó Sirius preocupado.

– Nada Canuto... sólo... hice una estupidez... pero... – respondió James. La verdad no quería contarles a sus amigos, pero los conocía muy bien como para pensar que se quedarían tranquilos con una evasiva; sobre todo Remus – dije algo que no debí... eso es todo. Y ahora me arrepiento.

Sin esperar comentarios por parte de los chicos, James caminó en dirección a la cabaña de Hagrid, quien estaba sentado en el umbral de la puerta de entrada leyendo el periódico. El muchacho sin decir una palabra se sentó a su lado mirando el paisaje.

Hagrid, que notó desde un comienzo que algo no estaba bien con su amigo, prefirió esperar que el hablara. Siguió leyendo El Profeta con total tranquilidad, o al menos aparentaba leer, pues miraba de reojo a James, quien a ratos abría la boca para decir algo y al momento la cerraba, no muy convencido de que palabras utilizar.

El semi-gigante se levantó de donde estaba y entró a la casa. Regresó un momento más tarde con dos enormes vasos de exquisito y refrescante zumo de calabaza, ofreciéndole uno a su silencioso acompañante.

– ¿Por que tuve que hacerlo? ¿por que no pude quedarme callado? – preguntó por segunda vez en el día.

– Por que eres muy impulsivo. Es por eso que siempre terminas peleado con Lily – respondió Hagrid con total naturalidad.

A pesar que Sirius, Remus y Peter eran los mejores amigos de James, él a veces no se sentía cómo hablando de sus sentimientos con ellos.

Era cierto que James sostenía una fachada de galán y rompe corazones, pero eso era sólo un escudo para esconder sus verdaderos sentimientos. Y la única persona que conocía muy bien aquellos sentimientos, era Hagrid.

– Le grité... peleamos por otra estupidez... y perdí el control de lo que decía – susurró James mirando un caracol arrastrarse sobre el césped – le confesé lo del collar Hagrid... ¿Puedes creerlo? Se lo grité en su propia cara... se suponía que nunca debía saberlo.

Hagrid le dio unas palmaditas torpes en la espalda, que casi lo botaron del taburete donde estaba sentado. Permanecieron en silencio largo rato, hasta que sonó la alarma del almuerzo y James regresó al castillo más confortado.

Desafortunadamente las dos siguientes semanas pasaron lentas y tortuosas.

James hacía lo posible por evitar a Lily por los pasillos, en el comedor, en la Sala Común o en los jardines. Ella había recuperado en solo un par de horas su característico y hermoso semblante alegre, y charlaba y reía con sus amigas.

El viaje a Londres fue un gran alivio para James. Quien, por primera vez en su vida, agradecía el poder estar lejos de Lily, pues no hubiese soportado ver su cuello desnudo o ver esos hermosos ojos verdes cargados de un odio guardados sólo para él.