Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son propiedad de la escritora S. Meyer. La historia es producto de mi loca imaginación.
"¿Por qué encajar? Cuando naciste para sobresalir. - Dr. Seuss.
Su celular se escucho dentro de su bolso por décimo quinta vez en la última media hora, seguro es Tanya, pensó, decidió ignorarlo y camino hacia el ascensor, odiaba esas cajas metálicas, pero al encontrarse en el piso número 20 no le quedaba de otra que optar por aquel maldito aparato; de niña se había quedado encerrada en uno debido a un desperfecto mecánico, por lo que sentía cierto repelús. Iba tarde a la despedida de soltera de Alice, su mejor amiga. Entro en el ascensor y se apresuro a pulsar el botón del sótano, este cerró sus puertas dejándola encerrada en aquel habitáculo. Eran más de las 10 de la noche y el edificio se encontraba desolado a excepción del jefe de seguridad, suponía.
Había sido un día particularmente agotador debido a su demonio personal, el dueño de sus sueños húmedos, su jefe. Una muralla de casi dos metros, sin exagerar, con perfectos músculos que delataban las horas dedicadas al gimnasio, ojos grises, cabello cobrizo, rostro de ángel y una sonrisa pecadora que era capaz de mojar sus bragas con solo verla. Se le escapo un suspiro de pensar en lo maravilloso que se veía en los trajes a medida que usaba. Le parecía casi utópico que existiera un hombre así. Pero como nada puede ser perfecto el hombre era un maldito sin sentimientos, trataba a sus empleados peor que a una piedra en su impecable zapato de diseñador.
El ascensor siguió bajando, decidió cerrar sus ojos y recostar la cabeza contra la pared, ansiosa por llegar a su auto y partir al pub donde hacía más de una hora la esperaban sus amigas; decidió revisar los mensajes que había recibido esa misma tarde por lo que saco su iPhone y se fue directo a la bandeja de entrada; tenía unos cuantos de las chicas, recordándole lo de esa noche, dos de su madre, avisándole que la semana próxima la iría a visitar, y uno de su hermano anunciándole el próximo cumpleaños de su sobrino.
Justo en el décimo piso se escucho la molesta musiquilla de la caja metálica al detenerse, y cuál fue su sorpresa que al abrir sus puertas, un par de ojos grises le devolvían la mirada desde fuera.
Estaba usando pantalones de vestir gris plomo, junto con una camisa blanca, sin corbata y con los tres primeros botones desatados, dándole una gran vista de su pecho esculpido, su saco iba colgando de una mano junto con su maletín, mientras que la otra la pasaba repetidas veces por su sexy cabello, despeinándolo.
—Buenas noches—espeto al entrar, dedicándole una fría mirada y ubicándose detrás.
Ella le respondió con un asentimiento de cabeza todavía en shock por su presencia, no esperaba encontrarlo y menos en esas fachas. Sus ojos se encontraron a través del espejo, las ojeras bajo estos delatan su cansancio. Tomo un respiro y su aroma la inundo, recorriendo sus fosas nasales y alojándose en la parte baja de su cuerpo, se sentía mareada con solo respirarlo; y es que solo su olor podía transportarla a otro lugar, uno en el que solo existía la lujuria y el deseo carnal.
Decidió apartar la mirada y volver a usar su celular para distraerse, sentía su mirada a través del espejo, recorriéndola, incomodándola, deteniéndose más tiempo de lo habitual en esas cimas que la delataban como mujer. Se removió en su lugar y sintió una gota de sudor recorrer su nuca; eran imaginaciones suyas o el ascensor iba más lento de lo normal. Mando un ruego silencioso al cielo, para que fuera más rápido, parecieran horas en lugar de segundos dentro de esa jodida caja.
Faltaban solo dos pisos para respirar aire fresco y dejar de sentir su penetrante mirada, cuando de repente la maldita cosa se agito hasta detenerse, volviéndose todo rojo debido a la luz de emergencia.
— ¿Que sucedió?—pregunto al hombre. Su voz escuchándose superficial debido al esfuerzo que hacía para respirar. El sudor comenzó a perlar su frente y el pánico recorrió sus venas.
—No lo sé Srita. Pero no se preocupe— expresó este mientras apretaba el botón de emergencia.
Luego de un instante se escuchó una voz a través de las bocinas. —Buenas noches Señor C. ¿Sucede algo?
—Eso quisiera saber yo Rich. El ascensor acaba de detenerse— gruño con furia.
—Espere un momento— le respondió aquel hombre. —Efectivamente Señor. No hay luz en el segundo piso y el generador no responde—le dijo.
¿Esta solo allí dentro?—preguntó. — La cámara dejo de funcionar—añadió.
Quiso responder que no era de su incumbencia pero en su lugar le dijo— La señorita Swan está conmigo—.
—Contactaré de inmediato con el Jefe de Mantenimiento… Podría tardar un poco por la hora, así que le ruego tenga paciencia señor C. — añadió y cortó la comunicación.
—Y ahora ¿Qué haremos?—dijo ella.
—No queda más que esperar—le contesto él.
— ¿Le sucede algo?— preguntó al verla abanicarse con una mano y arrimarse más hacia la pared, con intensiones de deslizarse hasta el suelo.
— ¡Nada!.. No sucede nada—espeto con la voz más fina de lo normal y sintiendo su mirada cerrarse y oscurecerse.
Él, le dedico una mirada que decía "no te creo nada" por lo que tuvo que decirle la verdad.
—Odio los malditos ascensores— le dijo. — Soy claustrofóbica —añadió.
Él, la miraba desde el otro lado del habitáculo con ojos desorbitados no sabiendo que hacer. Podía lidiar con grandes Negocios, pero no con una pequeña mujer en pánico.
—Soy yo o esta hirviendo aquí dentro— dijo ella. Su respiración estaba más superficial que hace algunos momentos, sentía el ataque de pánico formándose dentro de ella.
—Cálmese Señorita— le dijo.
—¡Que me calme! Como quiere que me calme— medio grito. —Ya sabía yo, que no debía subirme a esta caja del mal, si hubiera bajado por las escaleras ya estaría con las chicas— sollozo con lágrimas corriendo por su cara.
Él, no sabiendo que hacer para tranquilizarla, redujo el espacio entre ellos, tomando su cara entre sus manos y mirándola a los ojos estampó sus labios contra los otros. Siempre había deseado besarla, tomarla entre sus brazos y dar rienda suelta a su lujuria. Sabía a fresas y vainilla.
Ella, al sentirlo tan cerca solo pudo quedarse estática, en shock, sin saber qué hacer. Jamás en su vida habría esperado que él la besara. Sintiendo su aroma rodearla por completo, comenzó a mover sus labios a la par de los de él, suave, lento, descubriéndose. De un momento a otro los labios del hombre se tornaron rudos, salvajes contra los propios, como deseando beber de su aliento.
Él, dejando un reguero de besos por su mandíbula, bajo a su cuello, donde se detuvo para probarla, chupando y lamiendo toda su extensión. Con una mano sujetando su cintura, la acorralo contra la pared. Volvió a sus labios, su droga, su adicción. La beso con fervor tomándola por la nuca y acercándola tanto a él que no sabían donde terminaba una y comenzaba otro.
Ella, subió una mano a su indomable cabello cobrizo, no podía creer lo que estaba pasando, se sentía eufórica y excitada, con la otra recorrió su espalda hasta su trasero, el cual apretó y amasó a su antojo. Él, restregando masculinidad contra ella, lo sentía duró contra su abdomen. Lo que hizo que sus bragas se humedecieran más si se puede.
Sintió una mano colarse por debajo de la falda, sobando y apretando su muslo, acercándose a su feminidad, podía sentir el calor irradiando de su mano pecadora, tentando, provocándola a caer en el más profundo de los abismos, y quemarse en las llamas del infierno, su infierno personal. Lo deseaba, deseaba sentirlo duro y profundo dentro de ella, chocando contra sus paredes, produciendo esa deliciosa fricción que la volvería loca.
Su mano avanzo hasta encontrarse con su clítoris por sobre la tela de las bragas, se sintió morir cuando él comenzó a restregar su pequeño montículo de placer, movió sus bragas y enterró dos dedos en ella de un solo tirón, sin dejar de tocar su clítoris.
— ¿Quieres que te folle nena? ¿Quieres que sea mi verga en lugar de mis dedos? ¿Quieres que me entierre en ti?—le dijo con voz suave y ronca, moviéndolos de adentro hacia afuera.
Sacando sus dedos de su interior, subió su falda a su cintura y sin detenerse rompió sus bragas de encaje haciéndola gemir. Se puso de rodillas y acerco su cara a su centro, inhalado su dulce olor, sintiendo la lujuria correr por su cuerpo y sus testículos apretarse.
—Oh! Bebe... Hueles exquisito, te deseo, quiero probarte— y con esto paso su lengua por toda su extensión, subiendo y bajando, lamiendo, mordiendo, comiéndosela, deseando más.
—Joder!... Dios... Si... Así... Justo ahí...—gimió ella. Quejándose cuando lo sintió detenerse.
—Dios no Srita. Swan...Edward, mi nombre es Edward—le dijo con su voz exudando lujuria.
Poniéndose de pie la tomó por los muslos subiéndola a sus caderas. Ella enrolló sus piernas en torno a estas. Se restregó directamente sobre su dulce coño sin importarle nada.
Saboreando los gemidos que salían de los labios de la chica, tomo su pezón en su boca por sobre la camisa de la chica, mordiéndolo hasta hacerla gritar de placer.
Las manos de ella vagaron por su pecho esculpido, rompiendo sin consideración los botones de su camisa. Ahora libre de esta pudo pasar sus manos por su pecho con libertad, sobando y lamiendo lo que estaba a su alcance.
El, se apresuro a quitar la camisa de ella y sacar sus pechos sobre el brasier, amasándolos, besándolo y chupando sus dos picos.
—Edward!—gimió. Y esto lo enloqueció.
— ¿Dime bebe? ¿Qué quieres que haga? Esta noche soy tu esclavo. —le dijo.
— Follame, ah!.. Clávame tu verga, te quiero sentir—medio gimió.
—Tus deseos son órdenes para mí—le dijo. Desabrochando como pudo su pantalón, sacó su pene y se enterró en ella de una sola estocada.
Gemidos, suspiros y el chapoteo de sexos al juntarse fue lo único que se escucho dentro de la caja metálica. Embestida, tras embestida se hundió en ella, disfrutando, sintiendo un infierno recorrer sus venas.
— ¡Más… Maas… Maass rápido!—el aumentó sus embestidas, lo que la hizo chillar de placer, sentía el orgasmo formándose en su bajo vientre.
— ¿Así nena?— El aumento la fuerza de sus estocadas. —Eres mía, solo mía—gruño posesivamente
— Oh!... Edward... sii…—grito.
— Si cariño… Chilla mi nombre... No sabes lo bien que te sientes… Estas tan apretada... Te siento en cada parte de mí— aumentando más si se puede la fuerza de sus embestidas.
— Vente conmigo hermosa— gimió llevando su mano al botón de placer y besándola profundamente.
—Sii… Edward... me vengo—le susurro sintiendo su sexo exprimirlo, ordeñarlo, y la fuerza del orgasmo golpear su cuerpo como una bola de demolición.
Tras unas cuantas estocadas más, él soltó su semilla dentro de ella, llenándola, marcándola como suya.
Sus piernas parecían gelatina después de aquel poderoso orgasmo, por lo que se volteo y se deslizo por la pared con ella todavía sobre el, quedando a horcajadas, y su pantalón enrollado a sus pies. De un momento a otro la luz se volvió blanca, por lo que se despabilaron y se apuraron a acomodar su ropa.
Al instante el ascensor comenzó a descender y una voz se escuchó por las bocinas
—Señor C. Todo bajo control— dijo la voz que reconocía como Rich.
—Muy bien Rich. — respondió con su normal frialdad.
La peculiar campanilla que anunciaba la llegada a un piso sonó y con ello las puertas se abrieron en el sótano.
El Sr. Cullen le dedico una mirada dura, y con una sonrisa traviesa jugando en sus labios, paso a su lado.
—Nos vemos el Lunes Srita. Swan—se despidió. —Que tenga buena noche—.Y con esto camino hacia su automóvil.
Cambio y Fuera
