Renuncia: Soul Eater es de Atsushi Ōkubo.
Notas: No tiene spoilers pero me encanta el angst, y mis nenes que me transportan al 2007 again.
Fairy Blue, don't cry
Anverso
Quiero llorar, más se que no puedo hacerlo. No evito sin embargo pensar en todo lo que solemos hacer; solíamos, supongo: solíamos pasar tanto tiempo juntos que Maka siempre se reía con su carita de sol redondo y al final del día me recordaba lo inseparables que éramos... al menos en Shibusen. E incluso todavía nos encanta- encantaba bajar a La Ciudad de la Muerte a comprar cucherías (simétricamente imperfectas) totalmente innecesarias para ti, me dirías entonces que es hora de regresar, y yo te pediría (una y mil veces, pero ésto nunca te lo diré) otra vez unos cinco minutos más. Supongo que al final del día —de la historia— no sopesé tanto la posibilidad de alejarme de ti. Supongo que debí pasar más tiempo contigo. Supongo que quizá debí haberte demostrado más lo mucho que te quería (aún lo hago). Ahora sólo me queda la sensación de no haber muerto nunca, pero jamás haberme sentido con vida.
Nunca podré reunir el coraje para ser yo quien te invite a salir una tarde a tu restaurante favorito, ya sabes, aquel en que todo era ridículamente simétrico y demorabas más tratando de acomodar tu silla que comiendo. Terminabas llorando sobre el pollo y yo trataba con todas las temblorosas fibras de mi ser en consolarte. N-nunca te dije lo feliz me sentía de tan solo poder ser yo quién estaba para ti. Y... excluyendo a Maka, siempre pensé que todo lo que hacías era majestuoso. Perfectamente perfecto. Contigo todo es- era posible y—
jamás pude terminar de agradecer que exterminaras a las serpientes de mis pesadillas.
Tenía tanto miedo de que la oscuridad en mi sangre terminara por devorarte que no pude detenerme a darme cuenta de que la exterminabas cada día con tus dos pistolas y tus ojos de luna brillando. Siempre has estado para mi. Y aunque en un principio yo creía que lo hacías por Maka, al mirarte pude sentir la calidez y la veracidad de tu cariño. Todavía amo tus ojos. Todavía me queman cuando los observo.
Me hubiese gustado tener una vida normal. Me hubiese gustado poder crecer y quizás, en un tiempo, tener una vida a tu lado. Amaría ver tu rostro llegar a la mansión día tras día y curaría tus heridas en batalla. Quizá Liz y Patty me ayudarían a mantener la simetría de cinco almas conviviendo.
(respira, respira)
He perdido tanto, que todavía no p-puedo llorar. No voy a llorar. Pero aún así me duele recordar cuando te vi por primera vez y me sonreíste perlado, y Liz me observó curiosa durante el resto del día. Pensé que el hijo de Shinigami me odiaría —todo lo que hice, después de todo, merecía tu repulsión—. No fue así, y me alegro tanto de ello... aún ahora.
Me encantaría hablarte por más tiempo, pero a estas alturas no se puede. No puedes vivir para siempre. No puedes quedarte aquí. Además, sé que no has de querer irte conmigo quejándome sobre las injusticias como último recuerdo.
Reverso
Todo hubiese sido más fácil si no hubiese estado malluscando durante ese tiempo, poniendo caras de dolor y viendo como la sangre tibia y las lágrimas dulces rodaban en su camino al frío asfalto. Mis ojos arden y están impregnados en rojo, me estoy ahogando con una serpiente atada en la garganta. Los ratones y los sapos le cantan a la noche fría en algún lugar. Kid me habla, adolorido y pálido. —No me molesta si tu llanto es de lo último que veo—. La sangre no deja de brotar de una herida mortal, ya no puede levantarse y yo me aferro más al traje negro. Al terminar, trata de articular la mejor sonrisa en su repertorio, más es solo una mueca torcida y resquebrajada por el dolor. Intento limpiar la suciedad en su traje. —¿S-sabes?... siempre has tenido una sonrisa hermosa—. Otra mancha de sangre. —Me encantaría verla una...una última vez—. Dolor tatuado en sus pupilas. Le rogué que guardarse silencio, que salvara un poco de su energía. Reposa entonces su cabeza en mis piernas y me observa fijo con aquellos ojos de constelación destellante que sólo le pertenecen a él. Gira por un momento la vista donde yacen sus armas inconscientes, las hermanas Thompson que están en un péndulo entre la vida y el infierno. No las alcanza con los dedos ensangrentados y sé que aquello le corroe el alma, más no puede moverse más. Mis lágrimas le llenan el rostro, no puedo sentir su respiración y su piel pálida es solo un recordatorio más de su muerte.
Hay sangre en el asfalto y yo lo abrazo tanto como me es posible, entre sollozos un secreto.
—Te quiero tanto...
