SÍ, LO SÉ. Tengo otro fanfic de KnB comenzado, pero este es EL fanfic de KnB. Definitivamente.

Pareja: KagaKuro, lo que viene a ser KagamixKuroko.

Advertencias: Ok. Lemon hard y explícito, partes ocultas desveladas(?) y lenguaje duroh(?). Avisados quedáis.

Disclaimer: Amad al senpai Tadatoshi Fujimaki.

Disfrutad tanto como yo escribiéndolo~!


El entrenamiento triplicado de Aida Riko siempre hace que los jugadores de Seirin se cansen tanto como para no darse cuenta ni siquiera de lo que pasa fuera de la cancha. Tanto es así, que, cuando los sobrehumanos ejercicios de la joven entrenadora acaban y los chicos se disponen a irse a casa, se percatan por primera vez que está cayendo una fuerte tormenta.

—Pero si cuando hemos empezado hacía un sol impresionante... —Comenta Koganei mirando impresionado la fuerte lluvia.

—No os preocupéis, en el gimnasio siempre hay algunos paraguas, por si acaso. —Les sonríe Riko, entrando al almacén.— Espero que nadie enferme, ¿entendido? —Dijo con una voz tenebrosa desde dentro de la habitación oscura.

—Más vale hacerle caso. —Susurra Hyuuga a sus compañeros.

—Venid a por ellos, chicos. —La chica sale del almacén con una sombrilla para ella misma en la mano.

Ordenadamente cada uno coge un paraguas, hasta que hay dos personas que se quedan con las manos vacías.

—Vaya, parece que solo había diez... Bueno, ¿podéis compartirlo con alguien, no? —Les dice Riko a los chicos que se han quedado sin protección.— ¡Yo me tengo que ir, tengo prisa! Nos vemos~

—¡Pero...! —Hyuuga se queda con una mano alzada y la frase aún en los labios.— Yo podría haber ido con ella.

—Puedes venir conmigo, Hyuuga. —Le ofrece sonriente Teppei, abriendo el paraguas aún dentro del gimnasio.

—¡Ni de coña! ¡Y cierra eso que da mala suerte!

Por otra parte, la segunda persona que se ha quedado sin sombrilla, es alguien que guarda silencio, mirando la situación. Sus ojos celestes observan ya a la persona con la que piensa compartir el paraguas.

—Kagami-kun...

—Sí, sí... —El pelirrojo rueda los ojos y abre el paraguas, ya en la puerta del gimnasio dispuesto a salir. De una forma u otra, sabía que Kuroko le pediría ir con él.— Venga, vamos.

Aún escuchando la discusión de Hyuuga y Teppei por compartir el paraguas dentro de la cancha, la pareja estrella de Seirin se despide de sus demás compañeros y salen bajo el lluvioso cielo bajo la misma sombrilla.

Caminan durante un rato en silencio, Kuroko mirando distraído el cielo totalmente gris y encapotado, mientras que Kagami, algo turbado, aguanta el paraguas y se maldice por avergonzarse de la situación.

Kagami es consciente de que, cuando dos personas van bajo el mismo paraguas, en Japón es considerado algo así como una cita o cosa de enamorados. Además, el constante roce de su hombro contra el ajeno le desconcentra cada vez más.

No es que se sienta así de repente. Hace ya un tiempo que la presencia -o no presencia- de Kuroko le... ¿le molesta? Ni siquiera sabe si debe describirlo así. Simplemente se siente extraño y nota más que nunca la presencia del menor, no como antes, que le asustaba constantemente. Tal vez sea porque ahora están más compenetrados que nunca. Vaya palabra, por cierto.

Compenetrados...

En sintonía, como si fuesen uno, totalmente compatibles dentro de la cancha y, sobretodo, compenetrados.

—¡Kagami-kun! —Casi grita Tetsuya, algo perplejo por el aturdimiento de su luz.— ¿Es que no me oyes?

—¿E-eh?

—Te decía que si quieres ir a comer algo al burguer antes de volver. —Repite de nuevo el jugador fantasma, dejando de andar y mirando con sus ojos escrutadores al más alto.

—Bueno, si quieres... —Kagami se da cuenta entonces de que Kuroko se ha parado justo en frente del burguer que los dos suelen frecuentar. También se fija en que está más pálido de lo normal.— ¿Te encuentras bien?

—Me he enfriado un poco, así que... —Un estornudo interrumpe al 11 de Seirin.

—Vale, vamos a comer algo mientras entras en calor de nuevo.

Taiga casi empuja a Tetsuya para que entre en el local iluminado. Está algo preocupado porque sabe que si Kuroko enferma de verdad, Riko se enfadará y... bueno, sí, teme a la entrenadora, ¿y qué?

Deja la sombrilla en el paraguero de la entrada para no mojar todo el suelo y, tras pedir, se sientan en una mesa cercana a la pared acristalada del establecimiento, donde siempre.

Mientras comen, el 10 de Seirin no quita ojo del más bajo, abstraído en el sonrojo de las mejillas de su sombra. De verdad parece enfermo.

—En cuanto llegues a tu casa deberías meterte en la cama y descansar. —Comenta Kagami, alzando una mano y tocando la pálida frente de Kuroko; éste, algo sobresaltado, le mira con los labios entreabiertos rodeando la pajita de su bebida. Las mejillas de Tetsu están sonrojadas como si estuviera avergonzado, pero Taiga se repite varias veces antes de hablar que no es por eso.— Creo que... que tienes fiebre...

—Me encuentro bien, Kagami-kun. —Contesta algo esquivo, levantándose de su asiento y tambaléandose hacia un lado.

—Sí, seguro. —La estrella de Seirin se levanta también antes de que el jugador fantasma pierda del todo el equilibrio y le coge por un hombro.— Vámonos ya, anda.

Kuroko asiente y caminan juntos hacia la salida, pero cuando Taiga va a coger el paraguas que había dejado en el paraguero, se da cuenta de que ha desaparecido. Cabreado, mira alrededor, como si alguien de por allí lo hubiese robado. También echa un vistazo a la calle y ve que la lluvia sigue golpeando con furia el suelo.

—¿Pasa algo? —Pregunta Kuroko.

—El paraguas ha desaparecido. —La mirada de Kagami es sombría y furiosa. Tetsuta permanece en silencio y sólo cuando estornuda de nuevo, el pelirrojo se da cuenta de que no hay otra opción.

—¿Qué haces, Kagami-kun? —El peliceleste se pasa la manga por la nariz mientras mira con curiosidad a su luz. Se está quitando la chaqueta del uniforme de Seirin.

—Ten, cúbrete la cabeza. —Y le tira su enorme chaqueta al menor.

—Pero...

—Cállate y date prisa. —Gruñe Kagami metiendo las manos en los bolsillos y saliendo a la calle con manga corta.

—G-gracias. —Susurra el más pequeño, bajando los ojos y algo avergonzado.

El paso de los jóvenes se vuelve acelerado mientras caminan bajo la intensa lluvia. A pesar de la chaqueta del mayor, Kuroko ya está calado hasta los huesos y no deja de temblar, sintiéndose febril y mareado.

Kagami no se da cuenta del estado de su compañero hasta que siente cómo se apoya en él y para en seco de caminar. Cuando se gira a ver qué le pasa, el ojiceleste jadea cansado y tiene las mejillas totalmente coloradas.

—Kuroko, ¿estás bien? —Taiga, muy preocupado por el aspecto del chico, pone una mano en su cabeza con cuidado, como si así pudiese parar la lluvia que le moja.— ¿Puedes caminar?

—N-nh... —Él asiente con la cabeza, aún apoyado contra el 10 de Seirin. Los truenos resuenan sobre sus cabezas, amenazantes.— E-estoy bien...

—No lo estás, idiota. —El ceño del pelirrojo se frunce y suspira. Siente cómo las piernas de Kuroko están por ceder y, mirando antes alrededor por si alguien los ve, coge en brazos a su débil compañero.— A veces te odio...

—Kagami-kun, qué...

—Que te calles y te cogas bien. —Refunfuña el alto jugador de básquet, volviendo a caminar con el chico en brazos.

El 11 de Seirin hace caso a su luz y le rodea el cuello con los brazos, dejando caer la cabeza con su empapado cabello celeste en el hueco entre el cuello y el hombro de Taiga. Es cálido y reconfortante, aunque él también está mojadísimo por la incesante lluvia. Pasa su ágil mano entre el cabello rojo y empapado de Kagami y se deleita en el tacto suave que adquiere cuando se humedece.

Kagami chasquea la lengua y frunce el ceño, apretando a Tetsuya contra su pecho y notando cómo este le acaricia el cabello de la nuca. Aquellas extrañas caricias fuera de lugar hacen que el frío desaparezca de su cuerpo.

"Esto no está bien. No puede estar bien. ¿Qué demonios está haciendo tocándome así?" piensa el tigre, algo enfadado consigo mismo por el cosquilleo que le causa el roce de Kuroko.

—Kagami-kun... —Gime Tetsuya en el oído del mayor, haciéndole estremecer.

—¿Qué? —Contesta algo brusco el chico, sin apartar la mirada del frente.

—Eres cálido. —Kuroko coge las mejillas del pelirrojo con cuidado y hace que le mire a los ojos. Le sonríe con timidez entre unas mejillas rojísimas y una mirada algo vidriosa.— Y también eres muy bueno con los niños.

—No sabía que tú también podías delirar. —Taiga alza una ceja, sin dejar de mirar aquellos orbes celestes que, de algún modo que no le gusta nada, le encandilan.

—No deliro... Ka... gami-kun... —Los ojos de Tetsu se entrecierran y, como si fuese algo natural, acorta centímetros y le da un pequeño beso en los labios al pelirrojo que lo lleva en brazos.

El beso resulta ser tierno y delicado, como si una pluma pasase por los labios con un soplo de aire. También es húmedo por la lluvia, pero para nada frío, pues Kagami se enciende con esa delicada caricia entre sus labios y los ajenos.

Pero entonces la cabeza de Kuroko cae a un lado y vuelve a apoyarse contra el mayor. Se ha dormido. Con cuidado, Taiga pega su mejilla contra la frente empapada del peliceleste y nota lo caliente que está aún con la fría lluvia cayéndole sobre la piel, así que decide que tiene que darse prisa y secarlo antes de que se ponga peor, por lo que se dirige a su apartamento directamente.