—Pronto vas a entender pequeña Chelsea.
Me dijo aquel desconocido acariciando mi cabello de una manera protectora.
—No entiendo...es tan confuso.
Para ese entonces yo era una niña indefensa de seis años.
—Solamente quiero que te protegas para cuando seas mayor.
—P-pero...usted es un desconocido y...yo no puedo confiar en desconocidos.
Lamentablemente yo era terriblemente ingenua a diferencia de muchas niñas de seis años, era bastante confiada y solamente con unas pocas palabras mi confianza ya estaba asegurada.
Y este señor, desconocido para mi en ese tiempo, sabía mucho más de lo que pensé sobre mi.
Y para mi mala suerte yo ya había sido elegida por el...y para mi desgracia aún no sabía para que motivo me necesitaba hasta mi muerte.
Claro esta que cuando eres una pequeña niña de seis años tratas de seguir solamente las reglas de tus padres y nada más, pero con mostrarte un dulce difícil de conseguir o tu dulce favorito todas esas reglas pueden perjudicarte a largo plazo, un claro ejemplo de eso soy yo.
El señor desconocido no dijo nada más, simplemente me hizo entrega de un sobre, aquel sobre tenía escrito: "Leer cuando tengas diez y ocho años de edad".
Miré a el hombre desconocido con una mirada confundida y simplemente se limitó a sonreírme de manera agradable y decirme unas palbras que realmente me dejaron congelada.
—Vaya pensé que lo recordarías. Tu misma hiciste esa carta, dijiste que a pesar de no haber entendido nada no querías volver a morir.
El hombre estaba por marchar, a pesar de mi miedo me atreví a preguntar.
—¿Qué contiene el sobre, señor?
—Creí que habíamos superado la faceta de que me llames "señor". La carta contiene un par de indicaciones para que no te mueras.
En ese momento el mejor amigo de mi hermano, Dylan, que me ganaba por tres años llegó y se puso a mi lado, tomando mi brazo de una manera dulce pero firme.
—¿Qué es lo qué haces Chelsea? Con desconocidos no se habla.
—Oh, pero yo no soy ningún desconocido, ella ya me conoce.
El hombre miró a Dylan con el semblante serio.
—¿De verdad Chelsea?
Mis ojos se cristalizaron y negué repetidas veces con la cabeza.
—¿Pero qué dices, pequeña? Ya te dije que me conoces desde que tienes diez y ocho años.
—Escuche señor: No sabemos que tipo de droga se metió, pero esta niña sólo tiene SEIS años, por si usted todavía no lo nota.
El señor rió y se fue dejando, no solamente a mi, también a Dylan confundidos.
—¿Realmente no lo conoces?
Volví a negar con la cabeza. Los ojos de Dylan se dirigieron a mi mano y su rostro se tornó serio.
—¡Chelsea, si ya es grave aceptar hablar con desconocidos es aún peor aceptar cosas que ellos te ofrezcan!
En ese tiempo yo no estaba acostumbrada a los gritos y era muy sensible para no llorar por tonterías como esas, así que no hice otra cosa más quellorar.
—P-pero n-no fue m-i culpa, y-yo quise negarme...y ese señor s-sólo m-e entregó el sobre.
Dylan se adorrilló a mi altura y me abrazó, luego de eso me cargó y me llevó a una banca.
—Esta bien, pequeña...vamos a hacer un trato; tu no vuelves a hablar con desconocidos y yo no le digo a tu hermano lo que acaba de pasar...¿te parece?
Asentí con la cabeza y lo abracé dando mi muestra de agradecimiento.
Pero como una pequeña niña de solamente seis años ¿qué otra cosa podría hacer?
Soy sincera, me duele la cabeza, así que este esta cortito.
El siguiente será más largo, lo prometo...además esto es sólo el prólogo.
Me despido porque tengo que tomar una pastilla para la cabeza.
Adiós.
Nuvil Angela
