Título: Black Roses.

Fandom: Katekyo Hitman Reborn!

Personajes: Gokudera Hayato. Yamamoto, Hibari. Mención de Tsuna & Reborn.

Género: General.

Rating: T.

Advertencias: Shonen Ai, implícito.

Resumen: No era el mejor día de Gokudera, eso estaba claro. ¿Mejoraría con aquella rosa negra en su casillero?

Disclaimer: Katekyo Hitman Reborn!, no es mío. Es de Amano Akira.

29/04/11.

Capítulo 1 Rosas Negras...

Había días hasta en los que Gokudera no se sentía bien, y sentía furia contra todo el mundo —excepto su Décimo, claro está— pero como era precisamente a causa de él que hoy estaba así, no podía calmarse y tranquilizar sus nervios al reprenderse mentalmente el haber sido tan inútil y no poder salvarlo del peligro en turno.

Era frustrante.

Como su Mano Derecha debía estar ahí, en todo momento, cuidando de su bienestar y salud; que nada ni nadie lo atacara; que no saliera herido con las granadas de Lambo, las exposiciones de I-pin o sus propias dinamitas. Estar al pendiente de que el mismo Décimo no tuviera accidentes provocados por su propia persona, como ocurría la mayoría de las veces.

Pero por desgracia… él no podía estar las veinticuatro horas del día con su capo, y justamente en uno de esos lapsos en los que estaban separados fue que el incidente ocurrió.

Según les había dicho esa mañana el Décimo Vongola a por qué no podría asistir a la escuela en un par de semanas, era porque ayer por la noche antes de dormirse y mientras alistaba sus cosas, se vio inmerso en una pequeña disputa con Lambo al no querer regresarle éste el cuaderno que Kyoko-chan le había prestado para pasar sus apuntes. Motivo por el cual, ambos habían terminado en el borde de la escalera, riñendo todavía por la libreta hasta que el joven Bovino la soltó y Tsuna rodó escaleras abajo.

La caída había sido aparatosa y por supuesto que dolorosa. El castaño se había roto una pierna y tenía lastimada una muñeca y el cuello.

Él decía que no era tan grave, y que el dolor era soportable, pero el Guardián de la Tormenta sabía que no era así. Que tras la sonrisa que éste les daba, contenía con dificultad las lágrimas a causa del dolor.

Por supuesto que Lambo recibió unos cuantos golpes, y Gokudera lo hubiera matado si el idiota del béisbol —y Tsuna, que le decía que se detuviera— no lo hubiera retenido con su propio cuerpo para impedir que siguiera dándole su merecido a ésa vaca estúpida.

Y es que por su culpa, su querido Décimo estaba postrado en su cama, con un yeso en la pierna y algunas vendas sobre su cuerpo.

¡Era imperdonable!

Imperdonable, tanto para Lambo como para él, al dejar que algo así pasara.

Por lo que minutos atrás, se había hincado en el suelo, pidiéndole perdón una y otra, y otra vez más a su Décimo, estando a punto de lanzarse desde su ventana al decir que no merecía ser su Mano Derecha y que él necesitaba a alguien más capaz y útil que pudiera salvarlo en todo momento. De nuevo, fue Yamamoto quien impidió que hiciera una locura.

Así que ahí estaban los dos, llegando a la escuela pese a la resistencia que el Huracán de Bombas había mostrado en alejarse y dejar solo a su capo.

"¡Maldición, maldición!". —Gruñe entre dientes el italiano, sin prestarle atención al camino.

Él no debía de estar ahí, debería de estar con su Décimo, pero éste le había dicho que mejor se fueran a la escuela y tomara apuntes por él; que a la salida podían visitarlo de nuevo. Así que Hayato no tuvo más remedio que aceptar, no sin antes encargárselo por favor a Rebon-san, I-pin, y por supuesto a su mamá. E incluso rezó a cuanto Dios y santo conocía para que éste estuviera bien y nada le pasara.

Pues si así fuera... no se lo perdonaría jamás.

—¡Ánimo, Gokudera! —Takeshi le da una palmada en la espalda para reconfortarlo, atrayendo con esto su atención—. Tsuna estará bien. No fue algo tan grave, se pondrá bien. Ya verás. Haha.

Actitud, que no hace sino más que enojarlo más.

—¿Te parece divertido, idiota? —Lo toma con fuerza de la chaqueta, reclamándole por sus palabras—. ¡El Décimo está herido! ¿Y a ti se te ocurre reírte, bastardo?

—B-bueno, yo… —Su amigo lo había entendido mal, se lo había tomado muy apecho, él no quería…

—¡Eres despreciable! –Masculla, sujetándolo con más fuerza—. ¡Te voy a romper la cara a ver si te sigues riendo, idiota del béisbol!

Antes de que el Guardián pudiera lanzarle un golpe, una voz atrae su atención.

—¿Causando alboroto desde temprano, herbívoros?

Era Hibari Kyoya, con su sempiterna sonrisa arrogante y su típico semblante de matón.

—H-Hibari. Buenos días… no, por supuesto que no. Haha. —Le saluda el beisbolista, tratando de no complicar más las cosas—. ¿Verdad, Gokudera?

El aludido simplemente chasquea la lengua y lo suelta.

—Como sea… —Es la simple respuesta que da.

—¿Eh? —La mirada del prefecto observa alrededor, al sentir que algo falta—. ¿El bebé y Sawada Tsunayoshi no vienen con ustedes? Hn. Quería morderlos a todos hasta la muerte. —Su sonrisa maliciosa aparece.

—No. —Yamamoto se ríe nerviosamente, notando como su amigo se pone de inmediato a la defensiva en cuando escucha el nombre de Tsuna.

Y para su sorpresa y la de Hibari, no dice nada. Simplemente sigue con su camino, ignorando a los dos.

—Hn. ¿Qué le pasa al herbívoro? —Pregunta sin mucho interés, recibiendo una respuesta del beisbolista que parece preocupado.

—Nada. Sólo está preocupado y... molesto, por lo que le pasó a Tsuna.

La mirada de Kyoya mira por breves segundos al italiano para luego ver de reojo a Yamamoto Takeshi. No es que le importe lo que le haya pasado a ese herbívoro o al otro, pero como el Prefecto de Disciplina de la escuela Namimori debe de estar al pendiente de los incidentes que les suceden a los estudiantes, sin hacer distinción alguna.

El Guardián de la Lluvia le cuenta lo sucedido, sin notar ningún cambio de expresión en Hibari. Típico de él. Al final, éste sólo dice una oración y se marcha como si nada.

—Estúpidos herbívoros… —Es lo que murmura, dejando al herbívoro beisbolista a mitad del patio confundido.

El timbre suena, y las clases están a punto de comenzar.

.::.

No, es imposible. Gokudera ya no puede soportarlo más.

Falta una clase y media para que el día escolar termine y él ya no puede mantener la calma. Aparentar que está escuchando lo que su profesor de Literatura dice cuando en lo único que piensa es en el Décimo, en cómo estará, si le hará falta algo, etc.

Quizá cumplió con el encargo que éste le hizo las primeras horas, pero ya no puede estar más ahí. Si él quiere que le diga de qué se habló en la clase y las notas, puede hacerlo sin la necesidad de quedarse un poco más. Aquello él ya lo sabe, y de fuentes más confiables, gracias.

Así que se pone de pie y toma su mochila. Se va a casa del Décimo, ahora mismo. Pero alguien nota su intención.

—¡Gokudera!

Su repentina acción lo sobresalta de su ensueño, haciendo que también se ponga de pie y ambos se miren fijamente. El llamado de Yamamoto atrae la atención del profesor que se gira para ver qué está pasando mientras él intenta exponer sobre algunos autores importantes.

—¿Gokudera-kun? ¿A dónde crees que vas? Vuelve a tu asiento. —Exige el hombre, siendo ignorado por éste.

—¿Te vas a casa? —Le pregunta el moreno, confundido por su acción.

—Me voy a casa del Décimo. —Aclara, con el ceño fruncido.

¿Qué no es obvio?

—Pero… las clases aún no terminan y…

—¡Me importa más el Décimo que un patético intento de clases!

—¡Gokudera-kun, a tu lugar ahora mismo o…! —El hombre alza la voz al escuchar las palabras de aquel estudiante —sí, quizá ejemplar con respecto a sus notas— pero que también les crea muchos problemas y sobre todo, los subestima como profesores. El hombre claudica al no saber qué decir exactamente.

—¿O qué? —Cuestiona el otro serio, desafiante—. ¿Qué hará, eh?

El profesor duda, y al final se escuda en el único recurso que tiene.

—Te suspenderé por dos semanas.

—¿Hah? ¡Haga lo que quiera! —Apunta, continuando con su camino pese al llamado de su profesor y el de Yamamoto.

Cómo si le importara que lo suspendieran…

Con el ceñó fruncido se encamina a los casilleros para tomar algunos libros y dejar otras cosas. Al abrir el suyo, se encuentra con algo que no esperaba ver ahí: una rosa negra.

Un tipo de rosa que no es la primera vez que ve, y tampoco la primera vez que la recibe. Definitivamente ha pasado tiempo desde la última vez que se encontró una en su casillero.

Pero... ¿Qué significa eso? ¿Por qué está ahí, y precisamente ese día?

Continuará…


Bueno, primeramente decir que esta historia fue inspirada en la canción de Ten Black Roses del grupo The Rasmus; que fue escucharla, resaltar una frase en específico, y quedaba tan perfecta para mi pareja (Gokudera por, ¿quién? ¿Alguna idea o intuición que tengan?), que esta primera parte prácticamente se escribió sola.

La siguiente y final, revelará la pareja y el significado tras esa rosa negra. Espero que la idea, el fic en sí mismo les haya gustado. Espero saber sus opiniones, sugerencia, etc.

Sin más por ahora... gracias por leer y comentar.