Los personajes no me pertenecen.
Más que notas.
Sus dedos se movían hábiles sobre las teclas del enorme piano de cola. El sonido, casi mágico y onírico de las espectrales notas, se alzaba como la bruma a su alrededor, envolviéndolo, cortándole la respiración, elevándolo a un estado de relajación que no creía posible.
Sus dedos no dejaban de moverse. Precisos y rápidos, no erraban en ninguna de las notas que debían tocar, casi volaban sobre los rectángulos blancos y negros que se extendían frente a él.
Cerró los ojos unos instantes, sin dejar de tocar apropiadamente las notas que flotaban cual mariposas, ligeras y hermosas, en su entorno.
El sonido lejano, extraño y ajeno en ese instante, de la puerta al abrirse no lo sacó de su ensimismamiento. Los pasos, aun más inconcebibles dentro de la atmosfera en la que se sumergía, fueron igualmente ignorados.
No fue hasta que la voz masculina a lado suyo (la que para él se materializo de la nada) lo llamó por su nombre que abrió los ojos y dejó de tocar.
Volteó a ver a su interlocutor con suspicacia, molestó por la interrupción.
— ¿Qué haces? —preguntó tranquilo el recién llegado. Era obvio que la mirada de mala leche se la resbaló como mantequilla.
—Tocaba —dijo, resaltando el pasado del verbo— ¿Qué quieres?
—Verte tocar, Sasuke.
El aludido no dijo nada, e intentó retomar lo que estaba haciendo.
Una vez más sus dedos se posaron, agiles y precisos, sobre las teclas, y casi pudo ignorar que el otro se sentaba a lado suyo.
Pasó un rato sin salir del mismo círculo de notas. La improvisación no era lo suyo, y aunque en principio le estaba saliendo bien, ahora no tenía nada. Creyó perdida toda la inspiración de momentos atrás hasta que su acompañante tocó unas notas al azar, justo después de que él terminara un ciclo. Extrañamente sonó bien.
Volvió a tocar el ciclo, el otro toco de nuevo esas notas, y él tocó una variación de las mismas. Sonó bien…muy bien.
Continuaron así un rato, en completa improvisación, sin siquiera mirar lo que el otro hacia antes o después.
Sasuke sabía que Naruto, su compañero, no sabía tocar, sabía que no tenía el más mínimo sentido musical. Sin dejar de tocar lo miró. El chico parecía relajado, tranquilo, y sus dedos se movían…por instinto, como tocando al azar sin tocar al azar.
Él no se detuvo cuando se decidió a preguntar:
— ¿Cómo lo haces?
Naruto no comprendió la pregunta en un principio, pero luego miró la única mano con la que tocaba, y creyó entender.
—Son más que notas —fue su escueta respuesta.
—Es instinto —casi sonó como una pregunta.
—Son sentimientos —lo contradijo Naruto.
Sasuke casi pierde el ritmo. Aunque no dejó de tocar, levantó la cabeza y miró con interés al otro. Naruto no alzó la vista de su propia mano.
Poco a poco (como por instinto) las manos de ambos se fueron acercando poco a poco, creando una gama musical exquisita que iba de lo agudo a lo grave y de lo grave a lo agudo. Cuando sus manos casi se tocaban, las notas (el instinto, los sentimientos) se entremezclaron en una fusión exótica de sonidos.
Sus manos se tocaron, y la música dio paso al suave eco de la última nota, el cual desapareció poco después.
Se miraron.
Al parecer, Naruto si sabía algo de música.
