Dedicatoria: Bueno pues este esta dedicado a la señorita Coft!! Jaja Hace tiempo que tenía ganas de dedicarte algo, no sé si esta historia te guste pero espero que sí!!
Encuentro fortuito
Conducía hacia ningún lugar, sin objetivo fijo, sólo planeaba seguir vagando entre las calles. Había sido un mal día y algo le decía que sería una mala noche. Aunque con algo de suerte quizá no.
Al doblar una esquina vio a un alto y delgado hombre rubio en la esquina, esperando el cambio de señal. El hombre clavó la mirada en él, y casi pierde el control del auto. Derrapando logró dar vuelta en la esquina siguiente, y algo tembloroso estacionó el auto en una doble fila.
A paso rápido volvió sobre el camino que había dejado el auto, aún visible en el asfalto como negras y gruesas líneas.
Al doblar la esquina aún estaba ahí, justo donde lo había visto, pensó para sí que la suerte estaba de su lado y que la señal no había cambiado aún.
Corrió con torpeza hacia él, tropezando a ratos.
-Hola... yo..
El otro negó rápidamente, sonriendo. Su atuendo era tremendamente sensual, un pantalón muy ajustado, y una camisa descaradamente trasparente, sus ojos entrecerrados en un gesto de complacencia. Alzó la mano y rozó su mejilla, Aioria casi se desmaya con ese simple gesto.
El otro sonrió. Y comenzó a caminar, giró la cabeza hacia él, indicándole que le siguiera. Caminaron un par de calles en silencio.
Finalmente entraron a un café artístico, lleno de hippies y de poetas fracasados. Aioria cada vez se sentía más extrañado, con todo lo que le estaba pasando
-Yo qui... quisiera...
Tartamudeó, pero la sonrisa del otro lo hizo tranquilizarse. Se detuvieron en un cuarto, el joven saco una llave de entre sus ropas y abrió la puerta. Antes de entrar de entre sus ropas sacó una tarjetita, tendiéndosela.
Aioria miró el trozo de papel entre sus manos y su cara se llenó de espanto.
En la tarjetita venía un nombre... y un precio.
Miró hacia adentro, donde ya el rubio se había quitado la camisa y comenzaba a destrabarse los pantalones.
De entre todas las personas del mundo, Aioria había terminado siguiendo a un prostituto.
Excitado por lo que veía tiró la tarjeta, restándole toda importancia y metiéndose al cuarto cerró la puerta.
Sus manos comenzaron a desabotonar su propia camisa, pero fueron detenidas por las manos más largas, del otro. Al mismo tiempo que el botón iba cediendo, el rubio le cubría de besos, y más aún, su lengua jugueteaba con su piel.
-No quieres cobrarme ahora?
Sólo le respondió la fresca risa del otro.
-Prefiero disfrutar primero...
Por fin su voz... y más aún dentro de esa frase... Aioria sintió que se derretía, mirando como ese a quien la tarjeta había designado como Shaka se hincaba en el suelo para comenzar a lamer su miembro.
Le acarició los rubios cabellos mientras sentía como si un tropel de hormigas corrían hacia arriba por su columna vertebral y hacia abajo por sus pantorrillas. Se tensó sobre sí mismo, jadeando fuertemente, esperando turbar un poco a todos esos poetas dopados.
Antes de terminar lo separó de sí, y ayudándolo a levantarse lo llevó a la cama. Después de todo, ese mal día, tendría una gran noche.
