Dije que no, que jamás pero aquí me tienen, uno no sale este pinche vicio. Bueno, la ventaja es que escribo rápido y no puedo quitar esta pareja crack de mi cabeza. Yo sé que igual van a ignorar la historia por los personajes y la pareja, que nada que ver pero quien esté aquí, gracias bienvenido es, espero disfruten.
Me parece que esta pareja es interesante, no sé yo los shippeo y como no quiero a Tsukyy con Gin pues… Hijikata tienes el mismo vicio que esta señorita.
Aún no sé si habrá continuación depende de mis inspiración y así, por eso el tema quedo abierto pero con obviedad de continuar.
Advertencias: No, todo es cool
Disclaimer: Todo pertenece a su autor respectivo menos el fic, es mío.
-o-
Se lo dejamos todo a la suerte
I never tried to be a hero
You took us from the stars to zero
Los colores pastel le quedaban mejor a su piel pálida. Un poco de rubor y dejaría de parecer un cadáver. Aunque era una pena que el maquillaje no pudiera ocultar sus cicatrices de las cuales, desde hace un tiempo ya no se sentía orgullosa. Aunque el espejo le repetía todos los adjetivos que él le dijo en el pasado. La feminidad siempre la mantenía en un comportamiento binario, conflictos internos…
Evitó sonreír.
Estaba preparada para aquellas emergencias. Entendió que la mayor parte de las cortesanas populares y hermosas estaban ocupadas con políticos, comerciales, entre otros burgueses.
Al rizar sus pestañas se preguntó quién era ese personaje tan importante al que debía atender por petición de Hinowa. Al igual qué ella, las criadas que ayudaron a vestirla, se preguntaban quién sería aquel hombre que debía ser atendido con tanto lujo y por la cortesana de la muerte. Debía tratarse de algún burócrata o quizá un extranjero, alienígena, europeo, le daba lo mismo. Haría su trabajo como sabía hacerlo.
Colocó una orquídea como pasador entre sus cabellos. Se miró por última vez en el espejo. Admiró el hermoso kimono rojo sangre con flores blancas que acomodaban las sirvientes.
― Tsukuyo-san se ve mucho más guapa que la vez pasada― admiró una de ellas, recordando aquella vez que Hinowa le tendió una trampa para relajarse de su trabajo después de lo que sucedió con su maestro.
La rubia se sonrojó y dio las gracias de forma tímida.
― Ya está lista― dijo una criada sacudiendo un poco la tela de kimono por los brazos.
Le parecía que el escote delantero y de la espalda eran muy abiertos. Sus uñas se sentían extrañas por las postizas. Parpadeó un par de veces para acomodar las pestañas falsas que le daban a sus ojos una expresión de sorpresa. Tomó el abanico y pensó que él debería verla así, maquillada, firme, bella, radiante…
Fue conducida por un pasillo hasta la habitación donde aquel hombre la esperaba. Las criadas desaparecieron con una inclinación. Antes de abrir la puerta suspiró, tomó aire como si en ese acto absorbiera coraje y valor. En el fondo deseaba con todas sus fuerzas que él estuviera del otro lado esperándola, pero sabía que eso era imposible. Aspiraba muy alto.
Entró a la habitación con los ojos cerrados, con el rostro agachado se inclinó para hacer una reverencia. Con la frente en el suelo y sus manos adelante, habló lacónicamente. Le costó trabajo hacee salir las palabras de su boca cuando lo que quería era llorar.
― Mi nombre es Tsukuyo, soy la cortesana de la muerte, seré su anfitriona esta noche. Gracias por estar aquí. Haré que su estancia sea placentera.
Despacio levantó el rostro para mirar a su invitado. Sus ojos se abrieron lentamente como si despertara de un sueño, sólo para encontrarse con unos ojos azules sorprendidos como los suyos. La ceniza del cigarrillo de aquel hombre caía descuidada sobre el tatami. Iba a decir algo pero ella lo dejo sin palabras. Tsukuyo lo había visto un par de veces, sabía quién era, además su imagen estaba por todo Edo.
Lo oyó tronar la boca. Acomodó sus piernas abiertas de tal forma que resultara más cómoda su estancia. Delante de él, estaba una mesa con sake, vino, whyski, comida y algunos postres. Tsukuyo apretó los dientes y se acercó a él, sonrió fríamente.
― ¿Un poco de alcohol?― preguntó repitiendo la misma escena con Gintoki. Sus manos temblaban al sostener la botella y servir el sake.
Hijikata asintió sin dejar de mirar la mesa, estaba confundido como ella. El aura de ese hombre era oscura, un poco siniestra pero amable. Como un demonio que cultiva flores.
― ¿Qué quiere hacer, señor?― no sabía cómo llamarlo, ¿Vice-comandante, Hijikata-san, Toshiro?
Por lo poco que dijo Hinowa era la tercera visita de él en Yoshiwara pues es del tipo de hombres que prefiere ir a los bares de compañía discretos, rodeado de jovencitas puras y alegres, no un prostíbulo. Aunque él nunca había pedido los servicios completos, sólo apreciaba la discreción que ofrecía la zona roja.
― ¿No vas a beber?― preguntó en tonó serio el vicecomandante.
― Discúlpeme, soy impertinente con el alcohol, pero puedo compensarlo con una animada conversación.
― Me gustaría que dejaras tu papel de cortesana, ambos sabemos que no te va. Sólo se tú, lo que sea que seas.
No sabía si fue el tono de voz que empleó con ella, autoritario y rudo o sus palabras pero el rostro de Gintoki apareció en su lugar. Avergonzada por su recuerdo, agachó la mirada y buscó su kiseru (pipa) dentro de las mangas del kimono.
Enseguida, Hijikata encendió el tabaco y ella sonrió por su forma rudimentaria como si hubiera sacado un pitillo cualquiera.
― Las mujeres que fuman, son interesantes― soltó Hijikata sin mirarla. Ambos preferían observar el anochecer― una mujer que puede darse el lujo de probar accesorios que sólo fueron creados para hombres quiere decir que son firmes en sus ideales y libres…
― ¿Esta es su forma de cortejarme?
― No, sólo es chachara intelectual y estúpida… dijiste que me compensarías con una buena charla en vez de la bebida.
La joven cortesana asintió y dio una fumada. Lo malo era que no tenía idea de que hablar, nunca ha sido buena con las palabras. Le gustaba hablar con Gintoki y los otros porque sacaban sus palabras de forma natural o decían lo que pensaba sin preocuparse. Este hombre en cambio quería escucharla.
― Ser intelectual es muy de moda― dijo entonces, siguiendo el tema.
― No sé de eso, realmente soy un ignorante. No terminé la escuela y el único camino que conozco es el de la espada.
Los ojos de Tsukky brillaron en contraposición de la luna. Sí, era tan parecido a él. La misma actitud, los mismos modales, la misma determinación que da el Bushido a los hombres que no tienen más aspiraciones que proteger lo que aman. Mientras Gintoki era ese cielo despejado que anuncian los domingos, Hijikata era la noche de un sábado relajado.
Se sonrojó.
― Por lo que sé eres un ninja. ¿Qué mueve a ninja?
Antes de hablar meditó un momento. La pregunta la sacó de sus comparaciones y la dejó con el cerebro apagado.
― No es lo que mueve a un ninja, es como se mueve. Cada uno lo hace a su ritmo.
― Bonita metáfora… Sírveme más― dijo levantando la copa. En seguida Tsukuyo sirvió.
― ¿Piensas embriagarte?
― No lo sé, eso de pende, si me aburres sí, si no pues hablaremos toda la noche.
Si no estuviera laborando lo hubiera golpeado en el rostro pero era un cliente, uno exigente y ella inexperta pero responsable no permitiría caer ante tal insulto. Además Hijikata no parecía haberlo dicho con afán de ofender, es que en realidad estaba ahí como comprador, había pagado por un servicio y era justo que ella, hiciera bien su trabajo. No importando si se conocían, si tenían amigos en común o si ambos tenían lazos con el mismo hombre.
Las primeras tres horas, Hijikata habló sobre cuentos, historias que había escuchado de otros, mitos que hablaban de dragones, kappas y doncellas en peligro. Tsukuyo se encontró maravillada con las historias. En ocasiones reía discretamente ante alguna comparación. "Era un simio, igual al comandante" Tal vez era el alcohol pero él se desenvolvía bastante bien y ella también quería aportar alguna historia pero se sabía tan pocas que mejor contaba anécdotas de Yoshiwara.
Para la mitad de la madrugada, Hijikata estaba bastante ebrio como para continuar conversando. Amablemente, Tsukuyo lo dejó en el futon, colocó a su lado derecho un vaso con agua y pastillas para la resaca, justo como era el protocolo. Acomodó el edredón sobre su cuerpo. Antes de marcharse lo observó por un momento. Su rostro había cambiado considerablemente, tranquilo y apacible. Apreció su belleza, los cabellos lacios a diferencia de los rizados, el color de piel era mucho más viva. Sus ojos de un azul profundo le daban un toque misterioso.
― Gracias, Hijikata-san… espero se haya divertido…― susurró haciendo una leve inclinación.
― ¿Cómo? ¿Te vas?― preguntó adormilado pero consiente de lo que sucedía al rededor― se supone que pague por compañía hasta el día siguiente… duerme conmigo.
La rubia no pudo responder, Hijikata tiró de su brazo y ella cayó a su lado, quedando sus rostros muy cerca.
― No pedí sexo, pedí compañía― le remarcó al ver los ojos de sorpresa de la ninja, sentir su cuerpo temblar y su rostro hecho un tomate― cántame una canción, dime algo estúpido que quisieras hacer, no lo sé… sólo necesito que estés.
Después de la petición, Tsukuyo apagó las luces y se acostó a su lado. Percibió su aroma a tabaco y loción, como ella. Su respiración era suave y lenta, suspiraba a ratos. Ese hombre estaba cansado y llegó ahí huyendo, buscando no sólo compañía si no confort.
― Sé cómo es― dijo ella― cargar el peso del mundo en los hombros.
Él no respondió. Aun así, ella siguió hablando, sabía que la escuchaba.
― El cansancio físico pasa a través del alma y es entonces cuando te sofocas. Eres orgulloso como yo.
Las manos de Hijikata buscaron las de la rubia y la apretó fuerte.
― Tienes el corazón roto. Por eso sabes de que hablo― Tsukuyo sollozó, tragó esas lágrimas y dejo escapar una risa fingida― deja esa charla para otro día.
― ¿Piensas volver?
― Sí, ya encontré la compañía que buscaba. ¿Qué? Acaso eso no es bueno. Daré buenas referencias tuyas, pero pagaré un porcentaje extra por exclusividad.
Está vez la risa de Tsukuyo no fue fingida, se rió fuerte, cual chiste le hubieran contado.
― Yo no suelo trabajar de cortesana, soy la líder del Hyakka. ¿Sabes qué es?
― Seguridad privada del prostíbulo. ¿Y? te dije que pagaré un porcentaje extra.
A la mañana siguiente, como lo dicta el protocolo, le ofreció un pequeño desayuno. Hablaron poco, sobre el clima, el trabajo y una fecha tentativa de su siguiente visita. Por un momento, Tsukuyo pensó que no estaba bien que justo ese hombre fuera su cliente, porque ya lo era. No quería que Gintoki se enterara, algún día lo sabría y todas sus esperanzas se irían a la basura o es que ya se fueron.
― Oi, te estoy hablando. Espero que para la siguiente vez dejes de divagar, tienes cara de boba cuando te distraes― dijo a quema ropa su cliente.
― Discúlpame, no volverá a suceder― una ligera reverencia fue su forma de aceptar su error.
― Conozco esa mirada… a pesar de no ser correspondida te aferras. ¡Déjalo ya! Cuando un hombre dice NO es no, deja de fastidiarte la existencia. Te lo digo porque… alguna vez conocí a una mujer necia como tú.
― ¿Cómo es qué lo sabes?― preguntó nerviosa― ¿Soy tan predecible, tan transparente?
― Conozco a las mujeres y tú aún tienes salvación. La siguiente cita conversamos. Ahora tengo que marcharme…
Tsukuyo arregló las ropas de su cliente, acomodó el haori y también los cabellos, torpemente como una esposa primeriza. Hikikata la observaba con fijeza, con esos ojos escudriñándole la piel.
― No me mires así― pidió ella― después de lo que me has dicho… no me sorprendería que sepas lo que pienso.
― Pienso que quieres que te visite de nuevo. Estas confundida. Gracias por la velada.
Lo vio cruzar la puerta por la que ella entró por la noche. La habitación se sintió fría, casi húmeda como si no la hubieran habitado en años. Su corazón estaba latiendo fuerte, como cuando conoció a ese hombre.
We had a love devout without a shred of doubt
We never worried about other people
You broke the spell and wanted something else
-o-
Gracias por leer, la verdad es que… no sé que hice pero tenía ganas de escribirlo, y tengo en hiatus el que según era mi despedida… demonios no duro.
