Las palabras de Marinette seguían dado vueltas violentamente en su cabeza.
Nada lo había prevenido para esa tarde cuando finalmente pasó, cuando su relación de tantos años realmente terminó luego de una larga agonía; pero de un momento al otro la chica había dejado de besarlo cuando tenían sexo y Adrien no sabía cómo reaccionar a ese tan abrupto cambio de actitud, pero suponía que se debía al temor que ella tenía a la intimidad, a ser dependiente de otra persona.
Ya no estaba enamorado, pero se estaba comenzado a volver dependiente; igual como si la menor fuera una droga y él estuviera en un largo proceso de rehabilitación tratando de deshacerse de las firmes garras de la dependencia.
La última vez que la había mirado a los ojos no sólo la había sentido distante, sino que también algo desconectada de lo que sucedía a su alrededor.
Sin embargo, ella seguía siendo su consuelo en las frías noches de invierno aunque solo con el recuerdo de lo tibia y suave que era su piel. Marinette, sin siquiera enterarse, lo ayudaba a olvidar las duras palabras que ella misma había pronunciado, con su voz más grave de lo usual y la firme expresión que tenía ese día.
No eran amantes o novios, ni siquiera eran amigos. Sólo eran extraños con la necesidad de tocar, besar, de sentir; pero con un orgasmo olvidarlo todo.
Recordaba con una angustiante nostalgia todo el tiempo en el que habían sido amigos, más aún cuando fueron pareja. Lamentablemente, su relación se fue desgastando con el tiempo, se veían poco y a pesar de los planes de pasar el resto de su vida juntos, perdieron el control. El amor ya no estaba, pero si la dependencia y la adicción por el sexo.
Adrien vivía a base de recuerdos pero Marinette, de sexo. Sabía que la chica estaba buscando el consuelo que él le brindaba en los brazos de otras personas.
Era un sábado en la tarde, tenía planeado buscar una serie en netflix para asar la noche despierto sintiéndose miserable, o tal vez salir de fiesta con su amiga Kagami para buscar a alguien con la esperanza de que pudiera sentir al menos un poco de lo que su ex podía provocar.
Pero golpearon la puerta de su departamento y detrás de ella estaba la última persona que pensaba ver. Estaba comenzando un cigarrillo cuando abrió, teniendo el humo mentolado de este inundando sus pulmones, causando un extraño alivio.
— ¡Esta es una de las razones por las que ya no estoy contigo!— Mencionó Marinette, dando un golpe para alejar el cigarro.
—Y esta es una de las razones por las que ya no estoy contigo. — Adrien susurró, agachándose muy lentamente para recogerlo. — ¿Qué haces aquí? Dejaste claro que no querías verme.
La menor sujeto con fuerza su cartera cerca de su pecho, no quería perder el control y decirle lo mucho que lo había extrañado. La mirada del rubio lucía distante y fría, así que dando un pequeño suspiro, se volteó; derrotada comenzó a caminar nuevamente hacia el ascensor.
No sabía en qué estaba pensando cuando creyó que llegar hasta él era una buena idea; no lo sabía ahora, no lo sabía cuándo subió a un taxi con dirección a la casa del chico y probablemente no lo sabría nunca.
— ¡Mari!—Adrien pensó en sujetar su muñeca, pero sabía que tocarla sería volver a caer en su profunda adicción; tuvo que morder su labio hasta sentir el sabor de la sangre en su paladar pero le sirvió para contenerse. Contra todo lo pensado, la otra se volteó luciendo tan indolente cómo siempre. — ¿Por qué no entras? Creo que a eso venías.
La casa del rubio seguía exactamente como la última vez que había estado ahí. Incluso Plagg, quien parecía un objeto de decoración aunque el gato se moviera libremente por la casa. Marinette se quitó el abrigo negro de la colección Vintage de Gabriel's, dejando ver un vestido realmente ceñido en la cintura, fiel al estilo retro del look que traía, mientras dejaba sus pertenencias sobre el sofá.
Ver a Adrien tan desaliñado, dando vueltas por su casa provocaba muchas emociones flotando en su pecho. Pero mayoritariamente era su egoísmo, la necesidad de saber que el rubio era suyo, que lo tenía en la palma de su mano y que básicamente estaba a su disposición.
Pero ahora estaba asustada; se sentía vulnerable después de esa última vez en la que había compartido las sabanas con el mayor, cuando lo miró a los ojos y vio a alguien reteniéndola, a alguien amándola como ella nunca había sabido hacer.
Justo eso era lo que estaba mal, porque ellos ya no eran amantes.
Cuando Marinette comenzó a trabajar para el padre de él, se vio rápidamente cobijada por el mayor de los Agreste; Gabriel veía el talento que ella había luchado tanto por cultivar, veía a la persona que siempre quiso que su hijo fuera y por lo mismo, decidió que era necesario imprimirle características de su personalidad para verla triunfar. Adrien era un estorbo para la chica, al igual que cualquier sentimiento que él provocara.
—Hace tiempo ya no me llamas. Quería saber cómo estabas. —Adrien suspiró ante sus palabras, sentándose muy alejado de la mujer. Quería creer que era verdad lo que escuchaba, pero Marinette se había vuelto una especialista en mentiras.
—No te llame más porque dijiste que no querías escucharme de nuevo. —La verdad era que no quería darse cuenta que cruzó la línea que él mismo se había puesto para evitar perder la cabeza.
—Sabes que estaba exagerando.
—Lo único que sé es que eres una controladora de mierda y te molesta perder el control. —El rubio dio otra calada a su cigarro mientras hablaba; su voz se oía plana, agotada y sin sentimiento aunque su corazón estaba lleno de dolor. La morena lo miro a los ojos y se dio cuenta de que no era capaz de decir lo que sentía, probablemente porque no quería mostrar debilidad. Extrañaba las mañanas que pasaban juntos en la cama, los recuerdos de cuando eran novios, la idea de un para siempre. Pero no estaba dispuesto a recuperarlo, el precio era demasiado alto. — Estás perdiendo tu tiempo, Bichito. Vete si no tienes nada que decir.
En silencio y sintiendo que ahora realmente había perdido todo de él, la menor se levantó para recoger sus cosas. Escucharlo decirle de ese modo tan cariñoso, prácticamente le había provocado nauseas. Buscó nuevamente los lindos ojos del rubio, que ni siquiera se había inmutado al verla caminar hacia la puerta.
Era ahora o nunca.
Así que junto toda la fuerza que tenía, ignoro su orgullo y sin despegar sus ojos ni un solo momento, susurró:
—Te extraño, Adrien.
En ese momento, el recién mencionado soltó una irónica carcajada. Conocía a Marinette hace más de 10 años y con el tiempo comenzó a desarrollar un radar para sus engaños, a pesar de que cuando era joven, era incapaz de decir una mentira.
— ¿Y tu novio?—La menor retrocedió un paso al verse dominada por la situación. — Él debe saber que estás acá, ¿No?
En lo profundo de su corazón, a Adrien le dolió que la chica lo cambiara por un músico punk de pacotilla, que seguía y seguía ganando premios al rededor del mundo, mientras él sólo era un modelo que aún mantenía problemas con su padre. Recordaba muy bien esa noche hace un par de meses, en la que se los había encontrado mientras paseaba a Plagg, iban de la mano y la morena se veía muchísimo más feliz de que lo que había sido en su relación completa.
—Luka está de viaje, descansando. — Marinette contestó, cruzándose de brazos cuando observo al chico levantarse.
—Se debe haber aburrido de ser engañado constantemente. —Muy lentamente, el rubio caminó alcanzándola. —Debe haberse aburrido de darte atención constante y no recibir nada a cambio.
La menor no retrocedió cuando sus cuerpos de tocaron, de hecho pensó en besarlo, pero él tenía otra idea.
Sujeto a la morena por la cintura y la subió hasta la mesa que separaba la sala de estar de la cocina. No estaba pensando, sólo quería que la chica se fuera.
Marinette abrió sus piernas, dejando ver que no llevaba ropa interior, aunque su mirada seguía con una actitud desafiante en el rostro, no era suficiente como para que Adrien se alejara; sin dudarlo e ignorando la perfecta figura de su ex, él se puso en cuclillas entre las piernas de la chica para separarlas aún más.
Sabía perfectamente que hacer, deslizo la punta de su lengua sobre los labios externos de ella, haciendo pequeños círculos hasta llegar a su clítoris para aumentar la presión cuando lo notó endurecer, agitándolo con más fuerza conforme la chica se mojaba.
Poco a poco, fue introduciendo su índice en la entrada de Marinette, mientras el ritmo de su lengua se aceleraba aún más; El siguiente dedo fue inevitable y la menor enredo sus dedos en la rubia cabellera contraria para alejarla de su entrepierna. En el rostro de Adrien había un hilo de saliva que bajaba por su mentón, así que no pudo evitar agacharse y lamerlo hasta llegar a sus labios pero cuando iba a besarlo, él se alejó con el ceño fruncido.
—Voltéate. —Adrien gruñó, no quería ver su cara. La mujer le obedeció; apoyando sus brazos sobre la superficie de la mesa y separando sus piernas. El mayor se volvió a acomodar para luego lamer desde el monte de venus hasta su ano, usando esa saliva para lubricar la entrada de su miembro, sin nada de consideración. La morena se deshacía en gemidos aunque tratara de morder su labio para no meter tanto ruido, sin mucho resultado; pero él había comenzado a golpear su trasero, buscando dejar su mano marcada en aquella piel tan blanca.
No paso mucho tiempo hasta que sintió las rítmicas contracciones que indicaban que la chica está teniendo un orgasmo, usándolo como señal para impulsar sus caderas, moviéndose con ímpetu para llegar cada vez más dentro hasta finalmente correrse en su interior. Ni siquiera se tomó un tiempo para recuperarse, se salió de su interior y se alejó después de limpiar su miembro de todos los fluidos en la piel de la mujer, sin expresión alguna en su cara.
—Vete. Ya tuviste lo que querías. — Gruñó el rubio mientras volvía a acomodar su ropa.
—Adrien... —La menor susurró, mientras trataba de recuperar el aliento. El silencio se situó entre ambos. Ninguno de los dos quiso buscar la mirada ajena, solo olvidar que existían en el mismo universo. —Estás muy cambiado.
Y no solo porque su pelo hubiera crecido o porque la polera blanca ceñida que llevaba hacía parecer sus músculos habían definido aún más. Ya no era el mismo chico divertido, que le encantaba besarla y mirarla a los ojos mientras susurraba lo mucho que la amaba. Los años no habían pasado en vano.
Ya no era su inocente novio de la universidad, lo sabía. También reconocía que había sido su culpa y que el tiempo solo seguiría avanzando.
Marinette se puso de puntitas, llegando a la misma altura que el rubio; lo miró a los ojos, posando su mano sobre su mejilla antes de susurrar muy bajito:
—Hagamos el amor, sólo una vez más. Sólo una.
Los lindos ojos de Adrien estaban al borde de las lágrimas cuando los cerró antes de rendirse y unir sus labios en un beso que llevaban tanto tiempo esperando.
Edición: 28/11/18
