Naruto y sus personajes no me pertenecen.
Hizashi.
La ciudad de Konoha, una de las grandes urbes del país del fuego. Llena de gente pasando apresurada por las calles principales yendo de aquí para allá siguiendo con sus vidas, alguno haciendo compras de último minuto debido a la época y otros más reuniéndose después de tiempo sin verse; mientras una alegría se difundía masivamente a causa de la época navideña sin importar el frio invernal, el bullicio habitual no dejaba ni un momento para descansar a sus habitantes y a pesar de estar llena de vegetación, la mayoría de los arboles se encontraban desnudos de sus hojas y con una capa de nieve sobre sus ramas; las calles cubiertas de un grueso manto de nieve que crecía debido a los copos que se mecían con el viento bajando lentamente, mientras las lucecitas de colores adornaban el anochecer y varias canciones típicas de la época sonaban a cada 3 metros.
De repente una tormenta de nieve, que era algo no tan usual en ese país, azotó los enormes edificios y las casas residenciales haciendo que la gente buscara refugio en los locales, retrasando lo que estuvieran haciendo; el clima era un peligro para cualquiera afuera de las tiendas y más en las autopistas, que llenas de hielo hacían resbalar los autos y sus curvas solo podían llevar a la muerte a quien se atreviera a seguir conduciendo.
Para llegar a Konoha la única manera era cruzar la autopista principal, pues era lo que la comunicaba con el resto del país del fuego. Esa carretera normalmente era fácil de seguir cuando era verano y se conducía lentamente, ya que antes de llegar a la ciudad había una ruta traicionera en medio del bosque, curveada y con bajadas. La carretera fue construida desde la época de guerra para evitar ser atacada fácilmente y la infraestructura de la ciudad la había dejado así más por sentimentalismo que por practicidad.
No era la mejor idea conducir por la carretera con ese clima, eso se seguía repitiendo mentalmente Hizashi Hyuga, pero siempre que ese pensamiento entraba en su mente lo aplacaba con el pensamiento de que todo era por su hijo. Había salido hace cuatro días para un viaje de negocios en la sede de Kumogakure, las cosas habían estado tensas desde hacía tres meses y su hermano había confiado en él para lograr las paces o llegar a un acuerdo.
A los dos días llegó a la conclusión de que no se podía razonar con el jefe de la zona. La familia Hyuga trataba de hacer negocio limpio desde el declive de la yakuza y el mantener contacto con la sede de Kumogakure hacía que la empresa tuviera una mala fama en el bajo mundo pues ellos comerciaban con la trata de blancas y pornografía. Algo inaceptable para Hizashi.
Al tercer día concretó una cita con el jefe, un hombre enorme, de piel oscura y pelo blanco, como la mayoría de los ciudadanos de Kumogakure; se distinguia por su colosal tamaño y el tatuaje enorme de un dragón en su espalda, Hizashi nunca lo había visto completo, pero sabía de su existencia puesto que el final de la cola se encontraba en la muñeca izquierda, la cual el hombre había dejado al descubierto.
Trató de concentrarse en lo que hacía. «Esto no será fácil, se pondrá violento y no podré contenerlo» pensó Hizashi —Lamento hacerlo perder el tiempo, señor Tanaka—La intimidación no se le daba bien, después de todo la cortesía de un caballero era fundamental en los negocios que manejaba normalmente —, pero como verá el negocio va en pique por lo que deberemos negar y anular todo lazo que nos una con usted y su trabajo.
Era obvio que Tanaka no esperaba ese final, después de soltar la bomba Hazashi notó como la cabeza regordeta del señor Tanaka enrojecía de furia, pero después de unos minutos de introspección aceptó dócilmente el acuerdo. Se le pagaría una considerable cantidad por las molestias causadas y para evitar alguna represalia. Hizashi sabía que eso no terminaría ahí, pero tendría que esperar a llegar al día siguiente con su hermano para considerar los daños que podría causar.
Al día siguiente empacó sus cosas, al salir del hotel en el que se hospedaba se encontró con Tanaka quien se despidió de él con una reverencia algo exagerada para su gusto. Subió al corolla negro y solo alcanzó a divisar como la figura de Tanaka desaparecía al dar la vuelta el chofer en la esquina. Hizashi esperaba no ver a Tanaka otra vez en su vida.
La ruta por carretera se le hizo interminable, aun así, se alegró pues iba a ver a su hijo después de varios días; Hizashi al fin lograba divisar el bosque que separaba a Neji de él. El bosque apenas era visible a causa de la fuerte nevada, pero confiaba en Kim, era un chofer que sabía lo que hacía además de eficiente y silencioso.
—Kim, acelera un poco —Hizashi sabía que no debía apresurarse, sin embargo ya podía imaginar la felicidad en la cara de Neji al ver a su padre regresar antes de navidad. Kim asintió, no obstante, Hizashi lo notó nervioso, con las manos sudorosas y más pálido de lo normal. Ahí dedujo todo.
—Dime Kim, ¿Qué hará por ti Tanaka por este favor? —Hizashi trataba de hacer tiempo en lo que buscaba la colt 1911 que escondía en su saco.
—Disculpe señor Hyuga —Kim comenzó a llorar —, él prometió alejarse de mi familia y le ofrecerá a mi hijo un trabajo cuando sea mayor, no sabe cuánto lo siento. No podía negarme —. Kim comenzó a sollozar fuertemente, en el momento que Hizashi logró hacerse con la pistola ya era demasiado tarde; Kim aceleró fuertemente en la curva por la que desafortunadamente iba pasando otro coche. Arremetió contra el otro coche e hizo que ambos coches dieran varios giros por la ladera hasta que una hilera de árboles sostuvo lo que quedaba de ambos autos.
Hizashi sabía que había perdido la conciencia por lo que tal vez fueron horas, pero si quería sobrevivir debía alejarse de allí; la cabeza le dolía, sentía el cerebro martillar contra el cráneo y vio como la tibia de su pierna derecha sobresalía de su muslo. La adrenalina lo mantenía consiente, pero el dolor era lo que más sentía. La puerta del coche se había desprendido por lo que salió como pudo del corolla.
El otro coche no parecía mejor, seguramente los pasajeros habían muerto al igual que Kim, al igual que él debió hacerlo. Pero pudo oír los gritos que suplicaban ayuda, una ayuda que Hizashi no podía dar. Lo peor de todo vino después, una sombra enorme que él conocía se acercó al otro coche y con un bate de madera silenció al hombre que pedía ayuda.
—Si hubieras muerto esta persona seguiría viva —la voz gruesa de Tanaka entró por sus oídos como una advertencia de muerte —; pero ahora la sangre de este hombre y esta mujer están en tus manos. Aunque no por mucho tiempo.
—Solo acaba esto —Hizashi sabia su destino y lo aceptaba con resignación. Cerró los ojos y lo último que pensó antes de que el bate golpeara su cráneo fue en lo solo que quedaría su hijo con su partida.
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