Disclaimer:Personajes no son míos. Furudate-sensei, aquí sus respectivos derechos.
Advertencias:Posible Ooc.
Notas:En donde los personajes aún no se conocen entre sí. Una especie de AU que me ha comido la cabeza por meses basándome en los días difíciles del primer empleo, entre capítulos no muy largos. Una locura. Poco a poco se irán aclarando los párrafos dudosos y también aprenderé a usar mejor ff. Seriamente lo espero. Sin más, nos leemos.
- TIEMPO PRESENTE -
I. Una camiseta grande y una patada en el trasero.
(Prefacio)
Kenma se quitó ambos audífonos y los guardó dentro del chaquetón azul marino que le cubría las rodillas. Había olvidado los guantes de lana sobre la mesa y la fría llave del casillero donde guardaba sus botas le provocó un respingo. Se encogió sobre su bufanda y giró la llave.
—Apúrate, Ai-chan, no arriesgaré más mi empleo por tus tardanzas eh.
Su uniforme nuevo olía a plástico y se encontraba tieso como el tecnopor. Kenma arrugó la nariz y a duras penas se amarró el cabello. Miró de reojo y notó a dos jóvenes jugando, o mas bien, empujándose tontamente entre las estrechas capas de baldosas húmedas. Una de ellas le golpeó el brazo.
—L-lo siento.
Él solo se limitó a asentir y a colocarse las botas de jebe. Lo malo de aquel lugar, pensó, era el compartir los servicios con el local de al lado. Y es que todo estaba arreglado y no había nada que hacer. A él le tocaría asear el área los martes y jueves y esperaba no encontrar un desastre de nuevo pero...
Miró a las dos chicas entrar juntas al baño.
...Al parecer ese no sería el caso.
Esperó entonces por el servicio de varones que aún parecía estar ocupado. Kenma enrolló ambas manos dentro de las prendas de uniforme perfectamente dobladas y apoyó la espalda sobre los casilleros, aguardando. Aquel lugar de verdad que era estrecho, pensó, había una fila de casilleros frente al suyo que seguramente pertenecían a los empleados del local de hamburguesas con el que compartían los baños.
Suspiró, percibiendo el aroma a jabón y sanitizante.
—¿Kenma-san?
Kenma elevó el rostro al escuchar su nombre acompañado por el chirriante sonido de la puerta del baño abriéndose.
—Akaashi-san, buenos días.
La sonrisa de Akaashi dándole la bienvenida entre turnos era lo más relajante de todo aquello. Llevaba el cabello enmarañado cubierto por una delgada malla que le dejaba la frente casi descubierta. Por la fina capa de sudor perlando su rostro, Kenma dedujo que su turno ya había empezado.
—Buenos días —sonrió Akasshi ligeramente—, ¿nervioso?
Kenma desvió la mirada. Estaba nervioso, pero no lo diría en voz alta. Después de aquella semana dura de capacitación por fin podría hacer frente a su turno, a cargar con las verdaderas responsabilidades del lugar y aquello le hacía encogerse hasta desear desaparecer, arrepintiéndose de haber aceptado un trabajo como ese.
—No.
—Bien —dijo Akaashi mientras se acomodaba el delantal negro, abría su casillero y guardaba algo dentro—, estaré en el lavadero, Kenma-san, hay muchas cosas que sacar del depósito. Te espero allí.
Suspiró.
—Está bien.
Kenma despegó la espalda de aquel lugar una vez estuvo solo y se adentró con desgana al baño. Miró sus ropas y por alguna razón se sintió diminuto. Sacó su celular y cerró la puerta finalmente, deseando con todas sus fuerzas le hayan entregado la talla correcta de camiseta y delantal.
—¿Kozume-san?
—Eh...creo que necesito una camiseta más pequeña.
Akaashi y compañía ahogaron una risa. Kenma se ruborizó y se rascó el codo.
—Akaashi...
—En seguida —le respondió Akaashi a su jefa y guió a Kenma -quien le siguió arrastrando los pies- hacia al depósito.
Una vez allí y luego de memorizar lo que era el camino hacia aquel laberinto compartido, lo primero que Kenma visualizó fueron los miles de globos de colores que se encontraban en fila, adornando algo que no pudo reconocer. Escuchó una especie de gruñido y le sorprendió que viniera de Akaashi.
—Los globos son del área de fiestas y no deben guardarse aquí, de ese modo ocupan mucho espacio como puedes notar.
—Entiendo.
Si no debían guardarse en aquel lugar, ¿qué hacían con todos ellos? Se intrigó Kenma, demasiado avergonzado como para formular la pregunta en voz alta.
—Se los regalamos a los niños presentes en el evento —soltó de pronto Akaashi como si le hubiera leído el pensamiento y Kenma se sobresaltó, asintiendo finalmente mientras intentaba ayudarle a apartar cosas dentro de una enrome caja de plástico. Luego de unos minutos, Akaashi encontró lo que tanto buscaba—, ésta debe ser.
Kenma tomó la bolsa de plástico que le alcanzó Akaashi y la examinó en lo que el de cabellos negros ordenaba los objetos que habían escarbado dentro de aquella caja. Un pequeño papel con la letra "S" se encontraba pegado a la bolsa y Kenma volvió a rascarse el codo. Pensó que tal vez había escasos uniformes de talla pequeña o que tal vez él era el único que necesitaba esa talla y aquello lo apenó un poco. Pero ahí estaba Akaashi dedicándole nuevamente una de sus frescas sonrisas que de alguna manera le hacían sentir más calmado. Atendió cada una de sus explicaciones referentes al lugar y luego de sacar unas bolsas enormes repletas de paños de tela, sobres de jabón líquido y otros químicos, Kenma echó llave a la enorme puerta de metal de aquella habitación tan desastrosa.
—¡Kozume-san!
Al llegar a la oficina del gerente, la cual se encontraba extrañamente justo al lado del lavadero, un muchacho bajito y de aspecto enérgico los esperaba con las manos en la cintura como si se tratara de alguna imitación súper-heroica (o algo así). Kenma se sobresaltó ante su llamado y entrecerró los ojos al notarle sonreír como si le conociera. Llevaba guantes transparentes y un tapaboca, además de una pañoleta negra en la cabeza. ¿Negra? Miró dentro de la bolsa... la suya era roja.
—Kenma-san, él es Yaku-san, uno de nuestros entrenadores —soltó Akaashi tranquilamente mientras acomodaba las bolsas en el escritorio. El mencionado amplió la sonrisa y aquello a Kenma le inspiró cierta confianza.
—Es un gusto, Kozume-san, espero nos llevemos muy bien.
—Lo mism...
—¡YAKU-SAN, YAKU-SAN!
Kenma no pudo terminar de hablar porque un muchacho alto y delgado irrumpió corriendo dentro de la pequeña oficina con unas bandejas en mano. Juró haber apreciado su cabeza estrellada contra el marco de la puerta de no ser porque se encogió a tiempo, además de poseer las manos más largas que jamás había visto en sus 19 años de vida.
—Ya terminé de colocar los paquetes que me pidió acomode en la repisa que usted no alcanza p... ¡AAARGH!
Una patada en el trasero fue suficiente para que dejase de soltar cosas que no debía. Kenma se sorprendió, mucho más porque Yaku parecía estar acostumbrado a elevar tanto la pierna para así poder alcanzar el trasero del larguirucho.
—Y él es Lev, nuestro colaborador y aprendiz especial de Yaku-san.
Yaku lo fulminó con la mirada y Akaashi le devolvió el gesto con una sonrisa ladina.
—¡Es un placer! Yo soy Haiba Lev y me especializo en el área de limpieza y en cargar y colocar objetos que Yaku-san no pued...¡AARGHHH!
Kenma se encogió en su lugar. Aquella patada le había parecido más dolorosa que la anterior y no estaba seguro de cuántas más podría recibir aquel chico de ojos verdes si no se callaba. Pero prefería no estar ahí para presenciarlo, aunque Akaashi pareciera estar acostumbrado a la situación.
—Bienvenido, Kenma-san —logró articular el peli-plateado a pesar del dolor que trataba de calmar con caricias en su espalda baja—, cuento con usted en los turnos y si le doy un consejo... —hizo un ademán de acercarse y Kenma entró en pánico. Lev le susurró—: jamás haga comentarios en público sobre la estatura de Yaku-san, se pone... ¡ARGHHHH! ¡Ya lo ve!
—¡SUFICIENTE!
Yaku tomó a Lev del cuello de la camiseta —Kenma no supo cómo logró hacerlo tan rápido— y lo arrastró hasta la cocina para mandarle a hacer quién sabe qué entre gritos, reproches y patadas.
Akaashi suspiró, serio.
—Él se lo buscó —susurró. Miró a Kenma y le notó inquieto-, Kenma-san, hoy seré yo el encargado de enseñarte los deberes a pedido de Ayane-san, si tienes algún inconveniente por favor, no dudes en decírmelo.
Ayane era la gerente de tienda, no lo había olvidado.
Kenma asintió.
—¿Eres entrenador? —preguntó entonces, recordando el color del uniforme de Yaku-san.
—Lo soy, pero hay otros con más tiempo y experiencia que yo en este lugar, pronto los conocerás y estoy seguro te llevarás bien con ellos.
Kenma apostaba que nadie tenía la paciencia y dedicación de Akaashi hacia su empleo y le alarmó un poco el saber que no sería él su entrenador permanente, después de todo, conocía a Akaashi desde antes de empezar a trabajar en aquel lugar y solo con él se podría sentir cómodo al realizar su turno. Miró a Akaashi y pudo notar la preocupación en sus expresiones.
—Gracias.
—No te preocupes, Kenma-san. Puedes ir a cambiarte, estaré aquí esperándote para presentarte a los demás y marcar el inicio de turno.
—Bien.
Kenma dio media vuelta y caminó hacia el pasillo. Miró a su alrededor y logró visualizar el camino que daba hacia el local de al lado. Notó a sus empleados caminando de un lugar a otro, algunos limpiando y otros encendiendo las freidoras. Observó a Lev calculando el contenido de un recipiente de plástico y a Yaku conectando las máquinas. El área de producción de un local de comida rápida no parecía ser para nada fácil. Tampoco es que pensara que lo fuera, pero...
—¡Oye, Lev, ten cuidado con eso!
Se aferró a su nuevo uniforme y se apresuró en llegar a los baños. Empezaba a arrepentirse cada vez más de haber aceptado el empleo, pero iba a necesitarlo de todos modos. Tal vez sin la ayuda de Akaashi no hubiera podido ser capaz de conseguir algo en otro lugar, pensó. Ya estaba hecho.
—¡Buena suerte, Kenma-san!
Le oyó gritar a Lev. Al parecer iba a necesitar toda la suerte del mundo.
