Hola otra vez... para aquellos que piensan que Sesshomaru y Rin deberían tener una oportunidad de amara y ser amado por encima de cualquier cosa acá les traigo un nuevo fic.
Esta historia ocurre un año despues del one shot "un fugaz momento" para que se hagan una la idea... en todo caso no es necesario haberlo leído para entenderla.
Bueno espero que les guste aunque en un comienzo es un poco más melancólica que la anterior ya pronto saldra a la luz el verdadero caracter de nuestro amado youkai... despues de todo hay cosas que nunca cambian.
Espero la disfruten
Capítulo 1
EXTRAÑANDOTE
Rin por primera vez en cuatro años vestía correctamente el uniforme de su colegio. El pelo perfectamente peinado, el blazer cerrado, los zapatos negros lustrados y las medias a la altura de las rodillas.
– Sonrían –
Se abrazó a sus compañeras por última vez. Una gran mueca les curvó las comisuras de los labios, tenían que lucir alegres en la fotografía aunque sus ojos estuviesen rojos de tanto llorar. Tardaron horas en la puerta del establecimiento y no se movieron hasta haberse prometido miles de veces que seguirían en contacto, que saldrían todos los veranos a recorrer el país y que serían incluso las madrinas de unos hijos que faltaban años para que vinieran al mundo. Un beso más en la mejilla antes de irse y agitaron las manos desde la ventana de los autos. Por todas partes podías ver los anuarios corriendo de mano en mano para no olvidar ningún numero telefónico, pronto sonarían las llamadas en todas las casa y antes que empezara el otoño habrían reunido cientos de nuevas aventuras juntos.
Rin sacudió con mucha fuerza el brazo para despedir a la última de todas ella, por fin la época de colegio había terminado y era la vida misma la que se le presentaba ante sus ojos. Miro a todos lados y vio la soledad de la acera que la rodeaba. No había ni madre ni padre ni hermanos aguardando por ella, ni siquiera novios. Hacía mucho tiempo que Rin era huérfana y casi se había olvidado de aquella idea pero a veces le asaltaba la soledad.
De eso había pasado un año ya y todas las promesas se fueron diluyendo con el tiempo. En un comienzo se vieron todas las semanas, pero lego aquellos que ingresaron a la universidad empezaron a distanciarse. Para Septiembre sólo aparecieron dos de sus compañeros charlaron largo rato y luego de contarse las buenas nuevas que habían pasado se encontraron con la realidad de que tenían muy poco en común. De cuando en cuando al escuchar sonar el teléfono de la pensión donde vivía el corazón le daba un vuelco de esperanza, aunque nunca resultaba ser para ella.
La monotonía de los días le pasó la cuenta y pronto su única amiga era la señora Lucía que atendía el alojamiento. Se levantaba por las mañanas habiendo dormido poco y nada para dirigirse a la cafetería donde trabajaba. Se quedaba horas extras y tomaba dobles turnos para no tener que pensar mucho en su vida. Al volver de noche tomaba la cena caliente y escuchaba las historias de los universitarios que vivían con ella. No eran malas personas pero es que ese mundo le era ajeno y pocas veces encontraba algo que pudiera aportar. Por eso prefería retirarse a dormir temprano para no fallar a esa cita que le esperaba todas las noches. El mismo sueño se sucedía en forma inalterable, tanto que consideraba a ese hombre como una parte de ella.
Un porte arrogante, unos hombros fornidos y la piel tersa y blanca como la nieve. Una larga cabellera plateada y unos ojos dorados que podrían absorber a la misma noche si quisieran. Iba ataviado con una vestimenta muy antigua de la época feudal, una armadura reluciente a la palidez de la luna llena. Así, recortándose con el astro que emergía gigantesco sobre las negras copas de bosque se acercaba. Venía por el sendero cabizbajo dando cortos pasos sin prisa alguna, como quien ya no tiene ningún lado a donde ir. Todas las noches traía un bulto en su regazo que lentamente empezaba a tomar forma, el cuerpo de una mujer anciana con el rostro curtido por los años y una enorme paz en el semblante, como la de un recién nacido. La palidez de sus mejillas la sobrecogían cada vez que el viento mecía sus cabellos, estaba tan quieta en sus brazos que muchas veces dudaba que respirase. El hombre caminaba directamente hasta Rin y una honda desesperanza se reflejaba en sus pupilas. Un vacío eterno y calmo como el que ella misma sentía en su corazón. Las orbes de sus ojos se empañaba y una única lágrima rodaba por aquellas mejillas hasta caer en los labios violáceos de la anciana. Todas las noches la muchacha sentía unos deseos incontrolables de correr a abrazar a ese triste caminante y consolar su desolación. Todas las noches sentía suya propia aquella angustia porque le recordaba que ella, al igual que el desconocido, tenía un vacío en su interior imposible de llenar. Había tratado de hablarle muchas veces pero la voz no acudía, había tratado de moverse y correr a él pero sus músculos no le respondían, con el tiempo ya solo se quedaba aguardando compartiendo esa carga en un cómplice silencio. El pasaba a su lado sin notarla, demasiado sumido en su desconsuelo, pasaba y podía sentirá aquel aroma a pinos esparcirse con él. Su cabellera blanca se mecía en la noche y sus blancos atavíos terminaban por perderse en el bosque que se cerraba frente a él. Allí se quedaba largo rato sintiendo la brisa y el silencio hasta que inevitablemente llegaba el alba y despertaba. Siempre en su cama cubierta de sudor y lágrimas. Aquel sujeto la visitaba todas las noches en sueños y seguía presente en su alma por las mañanas en el mudo dolor que ambos compartían.
Rin se despertó nuevamente a mitad de la noche con la respiración entrecortada. Pasó los dedos por su rostro para asegurarse de estar despierta y la capa de humedad sobre él le indicó que había llorado.
"Esta pena algún día va a terminar por secarme" – Suspirando por lo cierto de sus pensamientos se sentó en la cama. El calor del verano le agobiaba y enrarecía el aire dentro de la habitación. Se levantó resignada y anduvo el pequeño trecho que la separaba de la ventana, no podía explicar porqué sentir las maderas bajo sus pies descalzos le provocaba tanta nostalgia. Estaba segura que en alguna parte de su infancia había corrido por largos corredores de madera, aunque ella sabía que en su antigua casa el suelo era de baldosas.
"Quizás era algún lugar donde solía ir de pequeña, estoy segura que he estado allí" – tomó con ambas manos el seguro de la ventana para que cediera y de un fuerte empujón destrabó el marco para dejar entrar por fin la brisa nocturna. – "Cuando elija mi departamento será un edificio moderno con ventanas de corredera pero de aluminio" – Se sentó en el umbral y le sonrió a la luna que menguaba melancólica en el cielo. Sabía que lo que decía jamás ocurriría, si vivía en aquella vieja pensión era porque el olor le traía recuerdos de algo que el paso de los años escondía majestuosamente. – " jejeje… quizás de madera… pero serán de corredera para no seguir batallando con los seguros y las bisagras" – Apoyó la cabeza en el postigo y dejó que sus pies se balancearan meciendo su cuerpo entero.
Lejos de allí un hombre alto caminaba por los vacíos corredores de su mansión en las afueras de la ciudad. Los grillos cantaban incesantes en un repicar que lo sacaba de sus casillas. Un paso tras otro arrastraba los torpes pies adormecidos por el efecto del alcohol. Buscó apoyo en la pared del corredor pero sus dedos herraron al calcular la distancia que lo separaba del muro y se deslizaron en el espacio, sin encontrar nunca soporte su cuerpo se fue de medio lado y dándose un fuerte golpe en el hombro se deslizó hasta quedar sentado en la tibia madera bajo él. Se quedó inmóvil viendo el árbol de cerezos que se erguía en el centro del patio interior, aún cuando aquellas raíces estaban yermas hace siglos y las ramas no eran más que roca seca el fantasma del pasado insistía en atormentarlo. Aquella sutil fragancia cruzaba el muro de los días y volvía para inundarlo todo, la vista le engañaba enseñándole delicadas flores rosas batiéndose en la noche y él se perdía añorando una voz que nunca más regresaría.
Batió el Wisky en el aire dando una gran rodeo tembloroso antes de acertarle a los labios, bebió de un sorbo la mitad de la botella y arrojó en envase vacío a los pies del tronco muerto. Ahí fue a parar junto a un alto de otras igual a ella rotas antes de acertarle a la nudosa estructura que se erguía estéril sobre la tierra. Se engañaba a si mismo diciendo que había errado el tiro pero al verdad es que tenía tato temor a que aquel único vestigio de la mujer que amaba desapareciera que no podía derribarlo. Aún odiando aquel esqueleto que le recordaba día tras días de tu eterna existencia que ella lo había abandonado, aún así no podía arriesgarse a olvidar que alguna vez estuvo a su lado.
Abrió inmensamente los ojos dorados para mirar la luna menguante que melancólica hacía reflejo de la que él mismo llevaba tatuada en su frente. Suspiró lleno de una claridad inusitada para alguien que acababa de terminarse la quinta botellas de etiqueta negra.
- "El Wisky es bueno para no pensar en ti, lástima que en mi su efecto se acaba en cuanto dejo de beber " –
Se levantó y volvió a entrar a su gran mansión dejando atrás aquel monumento al pasado que lo ataba a esta vida. Los corredores vacíos de su mansión llena de polvo y objetos antiguos resonaban con los pasos descalzos de su dueño, ninguna otra alma le acompañaba aquella noche ni ninguna otra desde hacía demasiadas lunas. Su gran amigo y lacayo había muerto hacia demasiadas lunas y desde entonces aquel árbol extinto era su única compañía verdadera. - "Si, fue un buen amigo" – Sesshomaru hablaba para si – " Nunca le dije que había llegado a apreciarlo" – miró una vieja fotografía en blanco y negro de un anciano encorvado pequeño y , aunque no se podía apreciar en el retrato, verde. – "Así es como debía ser" – Se alejó de la fotografía que quedó posada sobre la mesa junto a la escalera.
Tiempo atrás se preguntó porque la había puesto allí en un lugar tan escondido. La respuesta fue muy sencilla pese a lo intrincado de la interrogante: "Jaken siempre andaba escabulléndose tras mis pasos, asomándose así desde el corredor pareciera que aún lo sigue haciendo" Atravesó el enorme salón hasta sentarse frente al piano y en la penumbra deslizó los dedos sobre las blancas teclas. La vida había dado muchas vueltas desde la época en que su casta fuera dueñas de aquellas tierras. Demasiados cambios habían sucedido en su ausencia y ahora no le quedaban razones para ser el que una vez había sido. Nadie de los que recordaba estaban ya en este mundo, había resultado ser el más poderos después de todo, burlando incluso el paso del los años. Se vio obligado a darse la oportunidad de probar las nuevas cosas que vinieron con el dominio del hombre, fue así que descubrió que la triste melodía adormecía sus sentidos y le ayudaba a mitigar un poco su soledad, la soledad que había quedado desde que ella muriera. El magnifico óleo sobre el hogar de la chimenea le devolvía una sonrisa chispeante congelada en la tela, pobre reflejo de lo que Rin había sido pero el mejor producto de los más grandes artistas del país, una basura. Se quedó acariciando el piano y rasgándole notas taciturnas hasta que el alba iluminó la estancia y tuvo que preparase para la reunión.
