Aunque me llene de nostalgia dejarte ir, es hora de que sigas tu camino"

Aún resonaban esas palabras en mi mente, sí, al fin y al cabo era por lo cual había pasado los últimos cuatro años de mi vida luchando, y mi madre, aunque llena de inseguridad y temores, lo había comprendido.

Libertad!, al fin podía saborear la independencia. Iba a ser responsable de mí y por mí misma, me emocionaba pensar en eso, y aunque estaba asustada por los cambios, no hallaba la hora de comenzar esta nueva etapa de mi vida.

Estacioné mi nuevo automóvil color gris plata, regalo de mi abuela por mi graduación, y me dirigí a mi apartamento.

Aunque ansiaba usar mis llaves para abrir, decidí tocar el timbre para no parecer demasiado confianzuda en mi primer día. Esperé un momento y abrió la puerta una chica de cabellos aguamarina y muy linda por cierto.

-Hola, tú debes ser Serena- se acercó a mí y me dio un abrazo- bienvenida- se notaba que estaba entusiasmada, eso me tranquilizó

-Sí, hola, muchas gracias- no me sorprendió que supiera quien era, seguramente había investigado mi historial y visto mi fotografía.

Me dejé llevar hasta el interior del lugar. Era una estancia bastante hogareña.

Michiru, como se llamaba la mujer que me recibió, me enseñó el resto de mi nuevo hogar, sorprendiéndome de lo espacioso que era. Me informó que la otra chica con la cual viviría estaba de vacaciones en otra ciudad visitando a su familia y llegaría en una semana.

Ya instalada en mi habitación comencé a pensar. Mañana comenzaría a trabajar y eso me llenaba de nervios. Había escuchado historias bastante graciosas de las bromas que les jugaban a los nuevos, me había reído en su momento, pero ahora no me parecía tan gracioso. Temblaba de sólo imaginarme haciendo el ridículo

Michiru me llamó a cenar, había cocinado una lasaña que se veía bastante bien. Conversamos de todo un poco y ahí logré por fin relajarme al escucharla hablar con tanta comodidad del trabajo, del ambiente y de las labores diarias. También organizamos los gastos mensuales y mencionó algunas reglas de convivencia que a mí me parecieron bastante razonables.

Ya en la noche decidí poner la alarma de mi despertador temprano. Debía estar en el trabajo quince minutos para las ocho de la mañana. Michiru se ofreció a llevarme para que me aprendiera la ruta, se lo agradecí infinitamente ya que ella ese día entraba más tarde.

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Miré el edificio de cinco pisos y me pareció bastante sobrio, tenía un sistema de seguridad al cual, después de cuatro años, yo estaba acostumbrada. Imitando a mi compañera de piso colgué mi identificación que tenía una cadenita plateada al cuello y los guardias nos permitieron la entrada. Pasamos por otro control más antes de que Michiru me dejara en el cuarto piso en las dependencias donde yo trabajaría, dirigiéndose ella al quinto piso donde estaban sus oficinas.

A las ocho con treinta minutos, y después de hablar con el jefe de todo el departamento a nivel regional, éste me guió hasta una sala de reuniones. El hombre, aunque se notaba distante y hasta un poco frío me pareció agradable, mentiría si recuerdo su nombre, menos su apellido, pero ya tendré tiempo para eso.

Al entrar a la sala me sorprendí, era muy espaciosa y tenía muchas sillas ordenadas mirando al frente, era tipo auditorio pero más pequeño. Estaba repleta de personas, pero yo estaba tan ansiosa que no pude más que ver todo como un borrón.

Me presentaron a las demás personas y todos me dieron la bienvenida con un aplauso, señalando mi jefe que debían ser amables y enseñarme ya que acababa de graduarme. Por otra parte me di cuenta que era la única nueva en ese departamento, algo inusual, dado que me había graduado con cien compañeros más, por lo que supuse que habían sido asignados a distintas partes del país.

Parecía un pollito en un rincón, y es que no me encontraba en confianza como para hablar con nadie. Sin embargo mi jefe me comunicó que sería parte del grupo asignado con el número tres, por lo que debía reunirme con mis compañeros para que me enseñaran las dependencias.

Ya en la tarde, después de reunirme con una chica de nombre Amy quien llevaba un año en el lugar, y que ella me instruyera acerca del movimiento y de las labores me instalé en mi oficina la cual compartía con alguien a quien no había visto.

A Amy la conocía de antes, ella era un año mayor que yo y habíamos conversado un par de veces cuando estudiábamos en la academia. De cerca sabía que era una chica muy tranquila y amable, meticulosa en su trabajo, pero que cuando se enojaba había que arrancar y esconderse a por lo menos un kilómetro.

Sentada a mi escritorio y sumergida en mis pensamientos, me sobresalté al escuchar la puerta abrirse de repente.

Levanté la vista y "oh por favor", ahí estaba el espécimen más guapo que había visto en mi vida. No podía creer que esto me pasara a mí. Me levanté de un salto y me quedé mirándolo como idiota hasta que me reprendí mentalmente y adopté mi actitud de siempre, una indiferencia total a encantos masculinos como ese.

-Eres Serena Tsukino?- ahora sí me tiemblan las piernas. No podía tener por lo menos una voz chillona o hablar mal?, No, parece que si debía trabajar con él iba a sufrir una constante tortura y yo no quería eso

-S- sí, soy la Detective Tsukino- rodee la mesa tratando de no mirarlo más de la cuenta, pero sin poder evitar mirar sus manos, sólo para comprobar que estaban limpias de joyas. Maldita mi suerte, hasta ahora no veía nada malo en él.

Me extendió la mano y yo la tomé tratando de no apretar ni muy despacio ni muy fuerte. El contacto con él me excitó, era pura masculinidad. Espalda ancha, muslos fuertes, piel aceitunada, manos grandes.

Después de recorrer su cuerpo involuntariamente con la mirada me di cuenta de mi error. Con mi cara ardiendo levanté la vista sólo para toparme con los ojos más increíbles que había visto en mi vida, de un azul oscuro bordeados de largas y espesas pestañas negras.

Maldije para mis adentros, lo menos que necesitaba era un compañero guapo que estaba para morirse. Tenía que centrarme en mis objetivos, trabajar, aprender, ser profesional.

-Soy el Inspector Darien Chiba- tragué grueso, tenía dos grados más que yo, eso se traducía en por lo menos diez años de diferencia en edad.

-Es usted mi compañero de oficina?- lo vi arquear una ceja y lo escuché reír. Hasta su risa tenía una pequeña connotación sexual. Hay Dios, creo que mojé mis bragas con sólo escuchar ese maravilloso sonido.

"Céntrate Serena, no puedes embobarte con alguien como él, recuerda que son todos iguales"

-Eres parte del equipo de operaciones número tres y yo- hizo una pausa- estoy a cargo, así que directamente soy tu jefe. Todo me lo debes informar a mí- se acercó más a mi rostro y yo estaba paralizada- no puedes ni moverte ni respirar sin que yo lo sepa, si tienes alguna duda acerca de algo rudimentario le preguntarás a cualquiera del equipo, si es algo más importante lo discutirás conmigo, entendido?

Al oír su tono autoritario respiré aliviada, él mantendría las distancias y yo no tendría que huir para no sucumbir a la tentación.

-Sí señor- esbocé una sonrisa deliberadamente tímida.

-Con todo esto aclarado, hay reunión a las 19:30 horas y luego estás despachada por hoy.

-Sí, señor- qué más podía responder?

-Bien

Se dio media vuelta y tuve que sostenerme en el escritorio. Porqué tenía que tener ese trasero de infarto? Firme, prieto y perfectamente proporcional a ese cuerpazo de metro noventa.

Al sentir la puerta cerrarse tras de él me dejé caer en mi silla. Definitivamente iba a ser demasiado difícil mantenerme indiferente ante alguien como él.

Por suerte mi jefe directo mantenía las distancias, porque sino no iba a poder conservar por mucho tiempo mi cordura y tomando en cuenta lo caliente que me había puesto su contacto, mucho menos conservaría… mi virginidad.