Anime: Kuroko no Basket.

Rating: Shounen-ai hasta próximo aviso.

Disclaimer: Fujimaki Tadatoshi es el amo y señor de cualquier color de este anime.


Satsuki: ¿Te habías olvidado…?

Creo que una persona puede tener muchos motivos para enfadarse. Te puede ir de pena un examen y odiar al listillo que ha sacado matrícula, tener que aguantar al típico colega plasta que sólo sabe hablar de sus hijos en el trabajo o encabronarte por cualquier otra cosa sin sentido simplemente porque has tenido un día de mierda. Qué se yo. Nunca me había parado a pensar en los problemas personales de otros o en cómo podría afectar a su carácter. Generalmente, me habrían importado bastante poco si la cosa no fuese conmigo…

El problema es que al parecer lo era, y no tengo ni puta idea de por qué. Lo suyo era que, como todas las mañanas, un hombre sano quisiera desfogar sus primeras necesidades con la pareja con la que vive, y mucho más si tenía esa predisposición a dormir despatarrado y con el pijama a medio cerrar. Creo que después de dos noches seguidas pelándome de frío en los turnos de noche, un merecido restregón mañanero no estaba de más. Vamos, digo yo…

—No, Aomine-kun. Tengo que irme —me dijo. Obviamente, pensé que estaba de coña. Que sería otra de sus cortantes pero cariñosas maneras de decirme "hazlo suave porque siempre te pasas tres pueblos" y que, como siempre, cedería a esos cinco minutitos más que acababan convirtiéndose en treinta. Pero no. El muy capullete se había levantado, arreglado y pirado antes de que yo pudiese asimilar que me había dejado a media erección. No contento con eso, se limitó a echarme aquel mismo medio día de la guardería cuando, aprovechando la media hora para comer, me pasaba a verle. Esa misma noche llegó a las tantas, cortó en seco el intento que tuve de meterme a la ducha con él y se quedó frito antes de que yo pudiera ponerme el puñetero pijama. O tiene un cabreo de cojones o ahora el de la poca presencia soy yo. Quién sabe, ¿eso se pega…?

—…-chan. ¡Dai-chan! —la voz chillona de Satsuki me devolvió al presente, donde por algún motivo estoy pasando mi día libre en una de las cafeterías del centro comercial—. No has escuchado nada de lo que te he dicho, ¿verdad?

—No mucho… —admito. Bastante coñazo es ya estar compensando un día de compras que le pedí hace años, cuando decidí cambiar de equipo para los entrenamientos. A esta mujer no se le pasa una. Bostecé y me dejé caer en el respaldo de la silla, atontado y sin ideas de lo que podría haberle pasado a mi intensa vida sexual. ¿Es que le solté alguna guarrada sin darme cuenta? Imposible, porque se las suelto siempre. ¿Le habrá dolido y le da corte decírmelo? Nah, él no es del tipo de tío que se avergüenza con esas cosas. Pero entonces, ¿qué?

Algo tiene que pasar cuando tu novio te esquiva como si fueras una mala derrota.

—Presta atención, ¿quieres? Aún nos falta pasarnos por…

—Oye —la interrumpí, casi sin darme cuenta—. Tú te ganas la vida con las paranoias de otros, ¿qué significa cuando la persona a la que supuestamente le gustas pasa de ti?

Hubo un silencio que se rompió cuando Satsuki se llevó la mano a los labios y soltó una risita.

—¿Eeh? ¿Qué pasa? ¿Dai-chan se siente solo y abandonado?

—¡C-cállate! No tiene nada que ver conmigo —mentí, intentando que no se notase que aún me costaba sincerarme con respecto a aquellos temas. Que esté rozando los treinta no significa que pueda gritar a los cuatro vientos que estoy enamorado de un tío, que vivo con él y que me muero por saber que maldita mosca le ha picado para poder follármelo de una santa vez.

Si ha colado o no, no lo sé. Satsuki sólo se enderezó en la silla y empezó a juguetear con la espuma del café que se había pedido, sin rebatirme nada más.

—Si la persona a la que le gustas te ignora puede deberse a que ya no le interesas como antes —gracias por el baño de agua fría que acabas de darme, Satsuki…—. O puede que se trate de una técnica para llamar la atención.

—¿Llamar la atención?

—Sí. Es la llamada psicología inversa. Una persona que se siente constantemente deseada puede tener una racha de autoestima que de manera inevitable buscará cuando el objeto en el que despierta ese deseo desaparece —sonrió, de esa manera suya que un día dio miedo a los alumnos de primero—. Las chicas la utilizamos mucho.

Dudo que esté intentando llamar mi atención. No tendría ningún sentido, porque nos vemos la cara todos los días. Además, no creo que a estas alturas le dé por ponerse graciosillo jugando al gato y al ratón conmigo.

—¿Y de verdad os creéis que eso funciona con nosotros...?

—¿Por qué te crees que estás aquí hoy? —touchè—. Además, también hay elementos no relacionados con el explotar o no los sentimientos. Puede que no le gusten según que hábitos o amistades. ¡Incluso que no terminase de satisfacerle el regalo de San Valentín! —su tono de broma me dio una bofetada, y de las buenas.

Hostias.

—Algunos de mis pacientes me trajeron chocolates ayer, ¡tan monos! Y mi prometido propuso… —la dejé de oír, y pude notar como bajaba la taza de café que pretendía terminarse y me taladraba con la mirada durante un minuto entero—… ¿Te habías olvidado?

Completamente. No soy del tipo de persona que presta atención a esas mariconadas, y mucho menos si estoy trabajando dentro de un horario que te hace desear pegarte un tiro. Nunca tuve que preocuparme por seguir el ritual de comprar una caja de bombones y dársela a quien me gustase, más que nada porque me parecía una gilipollez. Aunque tal vez, y siendo el primer San Valentín que pasábamos como pareja, hubiera sido lo suyo celebrarlo de alguna manera. Si estaba enfadado por eso, estoy jodido.

—Te toca redimirte, Dai-chan —y con una mirada misteriosa, Satsuki creyó que una palmada en el hombro ayudaría.