Hola¡ de nuevo vuelvo aquí con una pequeña historia de unos cuantos capítulos largos… creo? XD no importa igual espero que les guste pero será una adaptación de una historia que me gusta un montón ¨Romeo y Julieta¨ pero con los personajes de Frozen ;)
Enemigos mortales
En la bella ciudad de Verona, aquella mañana, cuatros aceros se cruzaban bajo el sol. El sonido de los mandobles retumbaba en el laberinto de las calles, vacías días aún a esas horas tempranas. Un odio antiguo y seco era la única explicación de aquella pelea. La enemistad entre los Montesco y los Capuleto, las familias más poderosas de la ciudad, se remontaba a tiempos lejanos. Hasta los criados más viejos de las dos casas se peleaban cada vez que se encontraban. Y allí estaban, esa mañana, dos criados de los Montesco y dos de los Capuleto, batiéndose por el honor de sus amos.
Las ventanas comenzaron a abrirse y los vecinos salieron a la calle. Estaban hartos ya, muchos de ellos, aquella batallas callejeras.
Eugene, sobrino de Montesco, irrumpió gritando en la pequeña plaza.
´´ ¡Necios!´´, vociferó, desenvainando la espada.
´´¡Deténgase! ¿Cuál es para ustedes el sentido de este combate?"
Eugene trataba de separar los aceros, cuando apareció en escena Hans, sobrino de la señora Capuleto.
"Pero ¿qué es esto?", se dirigió a Eugene. "¿Luchas contra una gacelas? ¡En guardia Eugene! ¡Legó tu hora¡"
"Sólo trato de poner paz", dijo Eugene. "Guarda tu espada o ayúdame a separar a estos hombres."
"¡Paz!", replico Hans. "¿Quién habla de paz con la espada en la mano? Odio esa palabra y odio a los Montesco. ¡En guardia!"
El combate era inevitable. Pero los vecinos estrecharon el cerco sobre los espadachines. Tenían palos y picas en las manos.
"¡Duros con ellos!", gritó uno.
"¡Mueran los Capuleto y los Montesco!", clamaba el pueblo. Los viejos patriarcas de las dos familias, alertados por el ruido, venían ya corriendo pos las calles.
"¡Mi espada de combate!", gritaba el viejo Capuleto.
"Mejor pide tu muleta, ¿para qué una espada?", le respondía su esposa.
"¡Que nadie me detenga!", vociferaba el viejo Montesco.
"Pero si no puedes dar un paso…", replicaba su mujer. De pronto, se hizo silencio: La princesa Elsa, "resultan patéticos tratando de apagar el fuego de la furia con ríos de sangre que brotan de sus propias venas. Viejos Capuleto y Montesco: si siguen provocando peleas en las calles, pagarán caro. Y a quien se quede aquí, ahora, lo condenaré a pena de muerte."
La princesa platinada y su sequito hicieron girar sus cabalgaduras y, con gran ruido de cascos sobre el empedrado, se alejaron. Todos comenzaron a dispersarse.
El viejo Montesco, su mujer y Eugene tomaron el centro de la calle con paso demorado.
"¿Dónde está Kristoff, mi hijo?", le pregunto a su sobrino la señora Montesco. "Es una suerte que no haya participado de la pelea."
"En realidad, señora, no está bien en estos días", contestó Eugene. "Lo vi temprano caminado por una arboleda al oeste de la ciudad y cuando notó mi presencia, corrió a esconderse."
"Sí, de día traba la puerta y los postigos de su cuarto, y vive envuelto en una noche artificial. A veces lo oigo romper cosas. Si supiéramos de donde nace su tristeza, podríamos ayudarlos", dijo la señora.
Los tres caminaban rumbo al palacio de los Montesco, bajo los arcos y balcones de Verona, que ensombrecían las estrechas y sinuosas calles.
"Ahí viene Kristoff", anunció Eugene. "Quizá, si nos dejan a solas, pueda yo averiguar qué es lo que oscurece su corazón."
Los Montesco estuvieron de acuerdo y apuraron el paso, para doblar en la primera esquina.
"¡Eugene!", se asombró Kristoff al encontrar se cara a cara con su primo el castaño. "Pero, ¿Esos que van allá no son mis padres?"
"Sí, tenían apuro y dejaron sus saludos. Están preocupados primos, por el aislamiento en que te has encerrado."
Kristoff suspiró.
"¿Enamorado?", preguntó Eugene
"Privado…"
"¿Del amor?"
"Del favor de la que amo."
"¿Y quién es si se puede saber?"
"Pídele a un enfermo que haga testamento: Sería un ruego tan inoportuno como pregúntame a mí ese nombre." Dijo mientras pateaba una piedra y seguía caminando.
"Debe de ser bella…"
"Muy bella. Pero ha jurado no amar nunca."
"Quebrará su juramento una flecha tuya bien dirigida."
"Las flechas del amor nunca podrán alcanzarla. Ese es mi dolor."
"¿Te puedo dar un consejo? Dales libertad a tus ojos para mirar otras bellezas."
"Sería como leer un poema. Cualquier belleza no haría más que recordármela."
XOXOXO
Mientras, en la casa de los Capuleto, El conde Paris, que era de una persona de la mediana edad vestido con sus mejores ropas, le aconsejaba al viejo jefe de la familia que hiciera de una vez por todas, las paces con los Montesco.
"Creo que Montesco, igual que yo, está atado a un antiguo rencor. Pero a esta altura de nuestros años ya podríamos vivir en armonía", Respondió Capuleto."
"Señor", lo interrumpió entonces París, "me debe aún la respuesta a una proposición que le hecho."
"Sólo repetiré lo que ya dije: mi hija Anna tiene apenas dieciséis años. Sería bueno esperar aunque sea dos años para casarla."
"Sin embargo, otras, aún más jóvenes que ella madres. Y felices."
"También pierden, precoces, su frescura. Pero, sea; si tu deseo es noble, te permito que la cortejes y ganes su Corazón. Tienes una oportunidad esta noche, en la fiesta que doy."
Montesco despidió a Paris y le ordeno a un criado que confirmara a los invitados a la fiesta. "Toma esta lista y recorre con ella la hermosa Verona", le indicó. Desafortunadamente, olvidó, o lo ignoraba, que ese criado no sabía leer, El sirviente salió a buscar a alguien que interpretara los signos que parecían ante sus ojos.
En la calle, se topó con los primos Montesco. Caminando despacio, iban hablando aún del amor y de sus penas.
Kristoff estaba más animado por las palabras de Eugene, el criado de los Capuleto gritó:
"Señor, ¿sabe leer?".
"Se leer mi futuro en mi actual miseria", contestó Kristoff.
Pero tomó el papel y leyó en voz alta. Y así se enteraron los primas de la fiesta de los Capuleto, y todos los que irían.
"Vayamos también", propuso Eugene. "Ocultémonos detrás de las máscaras. Te mostraré tales bellezas, que tu amado cisne te parecerá un cuervo."
XOXOXO
Anna, una joven pelirroja vestida con el vestido más hermoso que todas las chicas de por allá, estuvo largo tiempo preparándose para la velada, Madre y nodriza miraban al bella joven de dieciséis años esa noche, mientras se probaba el vestido ante el espejo.
"Te veo ya tan grande", decía la nodriza, "que no puedo dejar de emocionarme. Recuerdo, como si fuera ayer, El día en que te destetamos. Me puse áloe en el pecho y, al probar el gusto amargo, te pusiste tan rabiosa… Pronte, tal vez, te veré casada."
"Casada", repitió la madre. "De eso quería hablarte, Anna. Dime, ¿qué piensas? ¿No deseas casarte?"
"Ese es un honor que nunca pensé", respondió la joven.
"Deberías pensarlo", continuo la madre. "Aquí, en Verona, hay mujeres más jóvenes, damas distinguidas, que ya son madres. Es mi caso. A tu edad, tú ya eras mi hija. Para abreviar: el conde Paris quiere tu mano."
"Es un hombre al que todas querrían", se entusiasmó la nodriza. La señora Capuleto la miró con un gesto cortante.
Yle dijo a Anna: "Hoy estará en la fiesta ¿podrás amarlo?".
"Lo miraré, si a mirarlo me lleva al amor", respondió Anna
Bueno este es el primer capítulo para mí es larguisiiiimo estoy consada *cae del escritorio* en fin tan tan espero que les guses y comentes claro como siempre sean buenos conmigo
