El verdadero milagro de Teikou era que nadie hubiese huido por patas tras escuchar el anuncio. Normal. Podían ser unos jugadores prodigiosos, pero seguían siendo chicos de catorce años, tontos y cobardes.

—Pues qué mal —dijo Murasakibara con voz temblorosa—. Yo no quiero ir.

—Sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo con Murasakibara —secundó Midorima—. El año pasado sirvió de escarmiento.

—¿De qué habláis? —preguntó Kise sin enterarse de nada. Como de costumbre, vamos— ¿A qué vienen esas caras? ¡Es el ZOO! ¡El zoo! ¡Hay monos!

Lo que Kise no sabía —aparte de sumar y leer—, era que no iban a ir al Zoológico Ueno. Ni siquiera podrían decir que habían estado en un zoológico más o menos decente. No. El zoológico al que iban a ir era, ni más ni menos, El Peor Zoo Del Mundo.

Todos, salvo Kise y Kuroko, ya habían tenido la desgracia de ir de excursión a El Peor Zoo Del Mundo el año pasado tras haber ganado las nacionales. Lo que en principio parecía una recompensa, resultó ser un castigo en toda regla. El trayecto interminable en autobús, el calor insufrible mezclado con el olor a estiércol de los cuatro animales que sí existían…

Claro que Kise no estaba en el club por aquel entonces y se había perdido aquella "aventura". De lo contrario no estaría dando botes por ahí ni preguntándose en alto por qué nadie quería ir al zoo.

—Yo te lo diré, Kise —Aomine se acercó y posó la mano sobre el hombro de Kise—. Porque es una mierda.

—No puede ser para tanto. ¿A que no, Akashicchi?

Akashi tenía la mirada de alguien que estaba rememorando la batalla más cruenta de una guerra. O su paso por El Peor Zoológico Del Mundo, que venía a ser lo mismo.

—¿Akashicchi…?

—Creo que no ha sido una experiencia satisfactoria para nadie —respondió tras mucho meditar.

Menuda panda de exagerados. Era imposible que un zoológico fuese tan malo.


Menos mal que aún quedaba alguien ilusionado con la excursión. Sí, tras el nubarrón de pesimismo que asolaba las cabecitas multicolor de los milagros, había un rayo de sol trayendo consigo esperanza y buenos sentimientos a tutiplén.

Y no, no era Kise, sino Kuroko.

—A decir verdad, siempre he querido ver una oveja —dijo con una sonrisa tímida.

—Ahí no hay ovejas, Tetsu —Aomine frunció el ceño antes de que alguien viniese a interrumpirle—. Ni monos, Kise.

—Lo que tú digas —Kise pasó un brazo por los hombros de Kuroko que, al contrario que Aomine y compañía, tenía sangre en las venas—. Qué bien nos lo pasaremos Kurokocchi y yo, ¿eh? ¡Vamos a sacar un montón de fotos!

—Ni hablar.

Sí, iba a ser divertidísimo.


La primera en desertar fue Momoi. Se suponía que como era la mánager estrella, ella también tendría el "privilegio" (esa fue la palabra que usó Sanada, sí) de ir a El Peor Zoológico Del Mundo para disfrutar de un día divertido con los chicos. Momoi era buena, no tonta. Si podía escaquearse de aquel martirio, lo haría sin pensárselo dos veces.

Le sabía mal por Kuroko y, desde luego, estaba más que preocupada por la salud mental de Aomine y los demás. Pero tenía que ponerse a salvo y ser fuerte. A fin de cuentas, en toda historia de terror que se precie, hay un superviviente.

—Traidora —espetó Aomine nada más enterarse.

Momoi le sacó la lengua.


Otro que intentó huir por patas fue Nijimura.

A ver, una cosa era que Momoi aprovechase su situación como mánager para lavarse las manos. Otra era que el excapitán del equipo, ojito derecho de Sanada y señor de la guerra, fuese tan cobarde. Eso sí que no.

—Hay que tener en cuenta que Nijimura-san ya ha ido una vez más que nosotros.

—¡Esto no es justo! Primero Satsuki y ahora el Niji…

La suerte les sonrió a todos. Salvo a Nijimura, desde luego. Tanto Nijimura como el vicecapitán, Kubota, habían apelado a su estatus como estudiantes de tercero para escurrir el bulto. Orgulloso de lo responsables que eran sus chicos, Sanada asintió como si acabase de escuchar una excusa lógica y razonable. Que a los ojos de la sociedad podía serlo, pero los demás eran bien conscientes de que Nijimura y compañía lo único que querían era evitar sufrir.

Así que Akashi, capitán responsable donde los haya, se presentó ante Sanada para arrastrar a Nijimura y a Kubota al infierno. No iba a tolerar que el equipo se desmembranase así por las buenas.

—Si bien soy consciente de la situación académica de Nijimura-san y los demás estudiantes de tercero, considero que es necesario que disfruten del último año en el equipo. Esta es la forma de agradecerles estos tres años de esfuerzo.

—Mm, tienes razón, Akashi. Sí, haré que Nijimura y los otros chicos vengan —Sanada miró al infinito y sonrió con orgullo, como si no estuviese arruinando la vida de Nijimura—. Se lo merecen.


El más cauto de todos fue Kuroko al esconderse —no le hacía falta, que total nadie se iba a dar cuenta de que estaba ahí—. Los demás, tontos como solo ellos podían serlo, permanecieron en el vestuario a merced de la tormenta que los iba a matar a todos de un momento a otro.

—¡MIERDA! —Nijimura entró hecho un basilisco al vestuario, seguido de su amigo narizón.

—¿Sucede algo, Nijimura-san? —preguntó Akashi El Falso.

—Nada, que nos obligan a ir al zoológico —respondió Kubota en su lugar—. Nijimura no se lo ha tomado nada bien.

—No te desanimes, senpai. Total, fijo que los monos te subirán el ánimo.

—Que no hay monos, Kise —repitió Aomine.

Nijimura se planteó seriamente cometer una masacre allí mismo.


Kise no sabía qué tenía de malo pasar un día en el zoológico con sus amigos. ¿A qué venían esas caras tan largas antes de subir al bus? Que sí, que madrugar era un bajón para cualquiera. ¿Pero dónde quedaba la ilusión? ¿La garra propia de la juventud? ¿Los monos?

Era la primera vez que Kise iba a divertirse con chicos a los que más o menos consideraba amigos suyos. ¡Eso ya de por sí era un subidón de energía sin parangón!

Tan emocionado debía de estar también Kuroko —el único que comprendía a Kise, por otra parte— que ni tuvo la decencia de peinarse. Sus pintas sí que eran dignas de un zoológico. No de El Peor Zoológico Del Mundo, pero sí de uno con un poquito más de caché.

—Por favor, Kise-kun, no te sientes a mi lado.

—¡Pero qué más te dará!

—¡Que no os sentéis al final de todo, que siempre huele a pedo! —protestó Aomine, al que le salieron de repente unas arrugas inexplicables en la frente. ¿No sería su padre, que se vio obligado a suplantarle la identidad?

—De quién será la culpa, me pregunto yo —murmuró Kise con una sonrisilla sarcástica. Le cayó una patada en el trasero por parte de Aomine.

—Mm, es raro que Niji-chin-senpai aún no haya gritado —comentó Murasakibara mirando a los lados.

Nijimura estaba casi delante de todo, sentado junto a otro chico de tercero. Cualquiera que lo viese, se pensaría que acababa de alcanzar el nirvana. Quien lo conociese un poco más, como Kubota o el mismísimo Akashi, se daría cuenta al canto de que se había quedado afónico.

El muy maldito se había muerto con tal de no ir a El Peor Zoológico del Mundo. ¡Tendrá cara!

—Creo que me estoy mareando —dijo Kuroko tapándose la boca con la mano.

—Pero si aún acabamos de arrancar.

Lo cierto era que aquel bus, que era la miseria misma convertida en vehículo, circulaba por la carretera dando saltitos, como si no hubiese más que baches en el camino. No, la culpa era del autobús. El presupuesto de Teikou no daba para más.


No pasaron ni diez minutos y ya tuvo que parar el autobús para que Kuroko pudiese vomitar con un mínimo de dignidad. Aomine bajó con él (así aprovechaba y echaba un meado rápido) y lo miró con verdadera lástima. Si ya se había puesto así con el autobús, más aún se le iban a revolucionar las tripas con El Peor Zoológico Del Mundo.

—Huye, Tetsu. Me inventaré una coartada.

—Ya te he dicho que sí que tengo ganas de ir al zoológico.

Pobre ingenuo.