Disclaimer: Si yo tuviera algún tipo de pertenencia sobre los personajes de Death Note más de uno descubriría lo que es ser violado, pero como no son míos debo conformarme con fanfics. Es que Tsugumi Ōba y a Takeshi Obata no querían pasarme los derechos ;_;

Hola! Mi nombre es Neideen y este es mi primer fanfic de Death Note. Tengo otros, pero bajo otro nombre.

La historia se basa en un OC y mi adorado L, pero ya que estamos decidí meterle problemas de ética y moral, homicidios, algo de romance y sobre todo, la línea básica de Death Note, ¿Cuándo está bien y cuando está mal?

Ya les digo que no va a ser corto y que mis problemas escolares me van a impedir una actualización diaria como lo merecen, pero aun así voy a hacer mi mejor esfuerzo.

Me gustaría saber que opinan de esta bazofia y que me alienten a continuar. Y no me maten :'D

En fin, no lancen muchos tomates virtuales, las personas virtuales de la pobreza virtual los necesitan.

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Una amena tarde de lluvia

Eran las cuatro de la tarde y llovía. Eran las cuatro de la tarde en un día de invierno londinense, una tarde de lluvia, una tarde igual de monótona y aburrida como cualquier otra.

A Deyanira le gustaba la lluvia. Le gustaba mucho. Era refrescante, y si, la empapaba toda, cierto, quizás el enfermarse en su situación no era lo conveniente, pero de todas formas a ella le encantaba la lluvia. Le gustaba llorar sin que nadie se diera cuenta.

Sin embargo, deprimirse no era la única actividad que Deyanira practicaba. A ella le gustaba observar.

Por ejemplo, ese gato pasaba siempre por ese callejón a revisar los basureros del restaurant de la esquina. Venia todos los días, pero siempre había dos o tres gatos más los jueves, a lo mejor servían pescado ese día y conseguían algunas sobras, lo cual explicaría por qué el cocinero se lavaba con tanto añico las manos por esos días, ya que había una pequeña gotera que hacia un ruido un poco molesto cuando se usaba el agua.

¡Mira! ¡Un perro con una mancha blanca!

Deyanira se sonrió. También le gustaba recordar.

Ese perro era muy parecido al que una vez había tenido cuando vivía en una casa. Su madre había odiado al pobre animal, a tal punto de dejarlo semanas sin comer esperando que muriese de anemia. De no ser por Deyanira y sus sobras de contra bando, ese hubiese sido su destino. Esa era una muerte muy pacifica considerando lo que ocurrió. No podía olvidar como su hermanastro lo agarro por el cuello un día y se lo rebano con una navaja.

Se dice que el olvido es un tranquilizante que envenena.

Ese día descubrió que ella era inmune a él. Quería olvidar. Quería olvidar a su perrito, Nenji, a su amiga Aida, a su madre, a su padre, a su padrastro, a su hermanastro, a su hermano. A todos.

Pero era inmune al olvido. Recordaba cada evento de su vida con una anormal claridad, incluso sus primeros años de vida.

Su madre le había susurrado cuando nació que se llamaría Deyanira. Dijo que significaba la que vence a los héroes. ¿Eso significaba que era mala? Ella no era mala, Erebus siempre se lo decía.

Erebus.

Era su único amigo. El la protegía, pero solo ella lo podía ver, Erebus dijo que Nira había sido muy afortunada, que muy pocos tenían su suerte. También le dijo que, mientras no perdiera esa libreta negra, él la cuidaría.

Erebus no se veía como las demás personas en la calle. Su cuerpo era esquelético y de color cal, de su espalda salían dos alas negras, sus ojos eran rojos y sus dientes eran afilados y puntiagudos. Su cabello era negro como sus alas y lacio. Si se mantenía calmado, parecía más humano. Por lo general, él le decía Nira, cosa que a la niña le encantaba ya que sonaba bien cuando el Shinigami lo decía con su voz de ultratumba.

Cuando encontró la libreta tenía nueve años. Habia salido de la escuela y aun no quería regresar a casa, donde seguro su padrastro estaba discutiendo con su madre. Fue a un parque cerca del centro de Londres y se sentó en un columpio y comenzó a columpiarse.

Ese día su directora la había citado. Cuando llego a la oficina se encontró a su maestra y para su sorpresa a su madre. Ella tenía una expresión de incomodidad y enojo, apenas entro la fulmino con la mirada.

-Señorita Lepoid, que bueno que ya llego, siéntese- Saludo la amable señora. Nira se sentó en una silla libre junto a su madre- Señora Lepoi…

-Ahora soy Verkel, directora- Interrumpió la madre de Deyanira, Verónica Verkel.

-Disculpe, señora Verkel. Como decía, quería informarle el porqué de su visita- Deyanira tenía una idea de que podía ser. El otro día había pasado junto a unos profesores y ellos casualmente estaban hablando de ella.

-Sea lo que sea que haya hecho Deyanira, no dude que tomare las medidas necesarias. Ahora estoy algo apurada, así que dígame en que problema se metió y yo discutiré el asunto con ella- Nira apretó sus puñitos en su regazo y sintió sus ojos empañarse. Ella no había hecho nada, siempre se portaba bien y hacia todas sus tareas, jugaba con sus amigos en los periodos libres y participaba en clase. ¿Por qué su mama no confiaba en ella?

La maestra algo confundida por la reacción de la madre de su mejor alumna, salió en su defensa.

-Señora Verkel, el comportamiento de su hija es perfecto, no tiene porque reaccionar así- Verónica parecía confundida.

-Como mi colega ha dicho, el comportamiento de la señorita Lepoid es perfecto. De hecho, es muy inteligente y de eso queríamos hablarle. Hace unas semanas unos estudiantes de psicología vinieron a hacer una demostración e hicieron un ejercicio con los alumnos. Sorprendentemente, Deyanira fue la primera en resolverlo y en tiempo record aun para adultos. Después de otros ejercicios, su hija demostró tener una gran facilidad para resolverlos. Creemos que Deyanira tiene un gran potencial y que educarla a este nivel no es más que contraproducente para su desarrollo. Queremos saber si usted quiere dejarla donde esta o hacer algo, como transferirla a un instituto especial o adelantarla de clase.

Verónica se quedo pensativa. Su hija no era muy inteligente a su parecer, siempre jugando sola, viendo la televisión, jamás la había visto con una actitud extraordinaria. De hecho, le parecía tan simple y vulgar, tan alegre, que siempre buscaba motivos para desquitarse con ella. Si ella sufría, entonces su hija también. Todo era culpa de la mocosa y su hermano.

-Déjeme hablarlo con mi esposo, por favor.

Dejaron que Deyanira se fuera a casa antes, para que participara de la decisión familiar. En realidad, Nira hubiera preferido que no hubieran hecho eso.

Su madre le agarro su muñeca con fuerza y la arrastro detrás de un árbol una vez que salieron del lugar.

-¿Qué piensas que haces? No haces más que darnos problemas a mí y a mi esposo-Escupió con ira.

-Perdón mami, no quería hacerte enojar, perdón mam…-Dejo de hablar al sentir la palma de la mano de su madre contra su mejilla húmeda a causa de las lagrimas. Con los ojos abiertos de la sorpresa y el susto, recibió el segundo impacto.

- Te dije que no me llamaras así. Tendría que haberte abortado…- Acomodo su cartera y volvió a mirar con repugnancia a esa niña a la que no quería considerar su hija. Su cabello negro, liso, y sus ojos de un dorado ámbar eran herencia de su padre, lo cual le hacía odiarla aun mas- Ni pienses en aparecerte en casa hasta la noche, escoria.

Nira estaba con sus puños apretados en el pasto y arrodillada llorando cuando su madre se fue.

-¿Por qué no me quieres, mami?- Dijo con suplica a la nada.

Ahora estaba columpiándose alegremente, ocupando su mente en otras cosas, como identificar todas las especies de plantas que había por esa zona.

Estaba en eso cuando vio una libreta completamente negra caer del cielo. Se detuvo abruptamente admirando el anormal espectáculo. Cuando toco el suelo, Nira se levanto para recogerla. Sintió un escalofrió al tocarla, pero lo ignoro.

Por bastantes días no hizo nada con la libreta, pero igual la llevaba a todas partes. Algo en su interior le decía que lo mejor era no escribir en ella.

Luego de seis días, Erebus llego. Al principio Deyanira estaba sorprendida, pero nunca asustada. Su curiosidad la superaba.

Al saber que era un dios de la muerte, un shinigami, y que su nombre era Erebus no puedo evitar reír. Le explico que Erebus era un antiguo dios romano de la oscuridad, al lo que el shinigami se hizo ajeno.

Luego de escuchar y asimilar que tenía en sus manos el poder de asesinar a cualquiera que le hiciera sufrir, Deyanira sonrió.

-¿Shinigami, tu nombre era Erebus, cierto? ¿Puedo preguntarte una última cosa?

-Adelante, humana.

-¿Qué harías si yo no usara la Death Note?

Erebus sonrió.

-Absolutamente nada. Pero al final, no resistirás tu propia curiosidad.

Luego de eso, pasaron unos meses y Deyanira escribió por primera vez en el endemoniado cuaderno. Ashton Verkel, su padrastro y Michael Verkel, su hermanastro.

Luego de eso huyo de su casa. De su hermano, ni una noticia. De su madre, suicidio. Ella no tuvo nada que ver con lo último. De sus amigos, nada. Vivo en las calles los últimos dos años, dormía en callejones y su comida era siempre robada, pero al menos no tenía esa presión constante de su familia.

Lo único que lamentaba era el no saber nada de su hermano, pero por lo que Erebus le había dicho aun estaba con vida.

Con Erebus termino desarrollando una gran relación. No sabía porque, pero el shinigami le tenía mucho aprecio.

-¿En qué piensas ahora, Nira?- Inquirió Erebus, sentado junto a ella bajo la lluvia.

-Tengo hambre- Respondió mirando a la calle, desviando el tema- Veamos que hay en la verdulería, podríamos conseguir alguna manzana- Le guiño un ojo al shinigami y se levanto. Caminaron hacia la verdulería.

"Pienso en que tendría que haber escrito los nombres de ellos hace mucho tiempo, mi querido Erebus"

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Ta dan!

¿Un pequeñito review, porfiss?