A Kaiba's Carol (Canción de Navidad de Kaiba)
DISCLAIMER:
El personaje de Kaiba no me pertenece a mí sino al maestro Kazuki Takahashi. Tampoco me pertenecen los demás personajes que aparecen en este fic. La obra "Canción de Navidad" es de la autoría de Charles Dickens. De un fan para fans.
INTRODUCTORIO:
Holaa, DannyGMaster de vuelta, ahora con un fan-fiction de Yu-Gi-Oh!
Mientras leía Canción de Navidad, una obra muy recomendable de Charles Dickens, hace un par de días, no pude evitar comparar la personalidad de Ebenezer Scrooge con la de Seto Kaiba: criados en un orfanato, hombres de negocios, ricos, antipáticos, que odian todo tipo de celebraciones y no creen en la magia ni en los fantasmas. Al pensar en eso, no pude evitar desear con toda mi alma escribir un fan-fiction que relacionara la historia de Scrooge con el personaje de Kaiba. Por supuesto, mi versión es completamente diferente, y el final es completamente diferente e inesperado, según he maquinado.
Espero disfruten este fan-fiction, y deseo que lo critiquen por favor, aunque sea para decir que no sirve solo hagan un review se los agradeceré de todo corazón.
********24 de diciembre de 1999********
Las tres visitas que recibió Seto Kaiba en aquella noche
La oficina del señor Seto Kaiba era, para todos los que la visitaban, un congelador. Por esas épocas la nieve cubría las calles y los alféizares de las ventanas y el frío obligaba a todo transeúnte que se aventurara a salir a las calles de Domino a llevar un grueso abrigo de piel, si es que no deseaba calarse hasta los huesos. Sin embargo a Seto Kaiba no le importaba el frío. Quizás porque era su corazón de piedra, jamás acostumbrado al calor del cariño de alguien, o quizás porque su enorme resistencia se lo permitía.
A pesar de ser joven, Seto jamás había podido disfrutar de los placeres de la vida. Todo placer para él se limitaba a un escritorio sucio repleto de papeles, cuentas, una computadora vieja, y una muy fina capa de polvo. Y es que el trabajo y los negocios eran lo más importante para Seto. Asegurar la situación económica, no malgastar, tener más y más, eran las preocupaciones que lo atormentaban.
Seto no siempre fue así. Muchos años atrás, Seto compartía su vida con muchos amigos y con algunos de sus familiares, iban a tertulias, al cine, a los paseos, y celebraban, en tiempos como estos, la Noche Buena y la Navidad. Era una época sencilla, divertida, una época de experimentaciones, de metas, de sueños por realizar y de descubrimientos. Seto Kaiba había descubierto el amor en aquellos tiempos. Aquella chica de cabellos como el mar, cuyo nombre era Kisara... Seto la conoció en la fiesta del decimo octavo cumpleaños de su mejor amigo, Yami Muto. Desde el momento en que los ojos azules del muchacho se cruzaron con los de la joven, surgió algo entre ellos, un amor a primera vista que pronto se convertiría en una pasión ardiente, hermosa, única en el mundo.
Todo estaba muy bien hasta que Kisara murió. Nadie esperaba que el Buick fuera más rápido que ella, menos que el que lo conducía estuviera ebrio debido a la fiesta de las navidades de la que volvía. Fue un 25 de diciembre, tres años atrás, cuando Kisara murió atropellada, y sin que Seto pudiese hacer nada por ella. Sus amigos nunca olvidaron aquella trágica noche, y jamás podrán olvidar la terrible visión del vestido blanco de la chica manchado de rojo, ni la del joven que gritaba mientras en vano abrazaba el cuerpo, como si su cálido abrazo pudiera devolver el color a las mejillas de la fallecida.
Desde ese día, Kaiba culpó a la Navidad por la muerte de Kisara. Decía que si ese hombre no hubiera ido a esa fiesta por Navidad no se habría emborrachado y su amada estaría viva. No tenía caso animarlo, pobre criatura, sumida en su dolor y en su rencor que creció hasta repudiar cualquier tipo de celebración. Seto Kaiba se sumió en un estado de depresión del que aún tres años después no se libraba. Se había vuelto frío y oscuro, no soportaba ver a nadie sonreír y le causaba placer ver a alguien sufriendo.
Odiaba a los niños que jugaban en las calles, a los vendedores, a los actores, en fin a todas las personas a las que la vida les iba demasiado bien o no tenían muchas preocupaciones. Su negocio no iba muy bien, pero no cejaba en su empeño. Sus únicos dos empleados, dos jóvenes llamados Tristan y Duke Debling, apenas si los soportaba, a pesar del miserable salario que les pagaba y de la forma en que los trataba, aún eran capaces de reír entre ellos y contarse bromas y anécdotas de su familia y amigos.
En el momento que ahora nos ocupa, Kaiba se encontraba parado frente a la ventana de su oficina. Los cristales estaban sucios y empañados, como casi todo en aquel edificio que no recibía cuidados de una persona que solo se preocupaba por sí misma. Afuera abundaban las luces navideñas, familias y parejas se paseaban de un lado a otro por la amplia avenida, reflejando la felicidad y la armonía de sus vidas libres de angustias y preocupaciones.
Kaiba, incapaz de verlo por más tiempo, se dio la vuelta y contempló la oscuridad de su oficina. Ya iba siendo hora de regresar a casa para recontar las ganancias y pérdidas de aquel día. La puerta rechinó y se abrió, dejando pasar a dos jóvenes, uno era rubio y el otro pelinegro.
- Sr. Tristan, Sr. Debling - los saludó fríamente Seto - Supongo que ya quieren irse a casa.
- Exacto, Sr. Kaiba - le respondió Tristan, con la mirada lastimera que siempre ponía cada vez que veía a Seto - Y también...
- Quieren que les deje el día de mañana libre - completó Kaiba. Ambos asintieron - Está bien, pero tengan en cuenta que es un día que perderán y que descontaré de sus respectivos salarios, ¿de acuerdo?
Ambos jóvenes asintieron cansinamente.
- Sr. Kaiba, ¿no va a celebrar la Navidad este año? - le preguntó Duke. Había comenzado recientemente, así que no conocía del todo a Seto Kaiba.
- ¡Eso son estupideces! - exclamó Seto - La Navidad es para los tontos que prefieren desperdiciar su tiempo y su dinero en fiestas estúpidas. Eso no es para mí. En mi opinión, sería mucho mejor que no existiera la Navidad.
Duke estuvo a punto de decirle algo, pero Tristan rápidamente lo tomó por un brazo y lo jaló hacia la salida, dejando a Kaiba solo. Seto estaba acostumbrado a que la gente reaccionara así cuando mencionaba su odio hacia la Navidad. No le molestó, en cambio, sonrió al pensar que sus palabras realmente le dolieron a su empleado.
Con esa misma sonrisa maliciosa en los labios, Seto Kaiba comenzó a recoger sus cosas para marcharse a casa.
Mientras tanto, Tristan y Duke ya habían alcanzado la calle y caminaban juntos hacia sus respectivos hogares.
- ¿Que es lo que le sucede a ese tipo? - preguntó Duke a Tristan.
- Uno de sus seres queridos murió durante una navidad - le explicó Tristan, mientras avanzaban con dificultad sobre la nieve del camino - Fue atropellada por un conductor ebrio que regresaba de una fieta navideña. Es por eso que el señor Kaiba odia tanto la Navidad.
Duke se quedó pensativo.
- Pobre hombre, ¿no hay manera de hacerlo sentir mejor?
- Ese hombre... no creo que exista nada en el mundo que pueda hacerlo sonreir nuevamente, excepto quizás traer a esa chica de vuelta a la vida, lo cual es imposible.
Duke se detuvo de pronto, y Tristan lo miró.
- No tan imposible - dijo Duke - ¿Recuerdas a tu amigo Yugi? Él tenía un fantasma dentro.
- Pero esa es una historia diferente - dice Tristan - Ese fantasma ahora es un ser vivo que camina entre nosotros, lo sé, pero, no lo sé. Sacar un alma de un cuerpo es mucho más fácil que traerla del más allá.
- Podríamos preguntarle al fantasma - dijo Duke, con un brillo en los ojos - Yami, creo que se llamaba. Quizás él sepa algo de ello.
- Ahora que lo pienso, Yami solía ser muy amigo de Kaiba. Fue Yami quien le presentó la chica a Kaiba. Yo estaba en esa fiesta, porque Yugi estaba allí.
- Tristan, ¿qué te parece si vamos a ver a Yugi ahora?
- No está muy lejos de aquí - dice Tristan mientras mira la esquina donde se encuentran - Podemos llegar. Vamos.
Echan a andar calle abajo, sin embargo Yugi no se encuentra en casa, ya que en esos momentos está entrando en el negocio de Kaiba. Kaiba se lo topa a la salida.
- ¿Yugi? - le pregunta con su acostumbrada frialdad - ¿Qué buscas aquí?
- Veo que no has cambiado en nada - le dice Yugi - Kaiba, solo he venido por algo realmente breve. Conozco de antemano tu respuesta, pero Yami me ha pedido de favor que te lo pregunte. ¿Por qué no vienes a cenar con nosotros mañana en la fiesta de Navidad?
- Ya sabes lo que opino sobre eso, Yugi. No tiene sentido que me formules una pregunta tan estúpida como esa.
- Lo suponía - dijo Yugi, decepcionado - Si llegaras a cambiar de opinión, mi puerta estará abierta.
- No me esperen - respondió Seto con sorna.
- Adiós, Seto. Feliz Navidad. - dijo Yugi, y fingió no ver la mueca que hacía Kaiba al escuchar esa frase, mientras se marchaba.
Seto por su parte decidió marchar a su casa.
Mientras Seto volvía, Yugi llegó a su casa justo para encontrarse a Tristan y Duke tocando ya a la puerta.
- Hola, amigos - les saludó - ¿Qué hacen por aquí hoy?
Después de los saludos Tristan le explicó a Yugi lo que planeaban.
- Sí que es difícil - admitió Yugi - Ahora mismo vuelvo de ver a Seto, de invitarlo a venir a mi fiesta de mañana. Sin embargo no parece que quiera venir, como es costumbre.
Al entrar en la casa de Yugi, que nada de especial tenía, excepto por el ambiente de felicidad que le faltaba a los lugares que Seto frecuentaba, su casa y oficina, los tres amigos se encontraron con Yami, el que una vez había sido un fantasma, y que ahora se paseaba en el mundo de los vivos.
- Hola, queridos mortales - los saludó Yami - He tenido a bien espiar vuestra conversación desde este sitio, así que no tenéis la necesidad de explicar vuestras intenciones. Os puedo decir que no tienen por qué preocuparse.
- ¿Por qué dices eso, Yami?
- Porque este año no es como los demás. Es 1999, el fin del milenio, y solo faltan seis días para que comience el siglo XXI. Lo gracioso es, amigos míos, que así como un nuevo milenio da comienzo, da comienzo también una nueva vida para aquellos que en el milenio anterior les tocó sufrirla.
- ¿Y eso qué quiere decir? - preguntó confundido Tristan.
- Quiere decir que a partir de esta noche los sucesos que se desatarán determinarán la vida no solo de Seto Kaiba, sino la de todos ustedes.
El año dos mil pronto llegará
Trayendo vientos nuevos de prosperidad
La vida del triste un cambio dará
Vendrán los fantasmas de la Navidad
Vendrán los fantasmas de la Navidaaaad.
Era una canción sin al aparecer sentido alguno, pero Yami la cantaba como si se tratara de un porvenir, de una profecía.
Y mientras Yami repetía aquella tonada, el joven Seto Kaiba arribó a su morada. Subió a su habitación dispuesto a dormir, sin saber lo que estaba a punto de ocurrir. Y mientras ya entre las sábanas se acomodaba, en instantes vio cómo las luces se apagaban. Y contempló el muchacho con gran espectación, que atravesando la puerta llegaba una aparición. Rodeada por cadenas una joven doncella, tan singularmente transparente como bella, miró a Seto con una sonrisa malvada, "Qué tal, mi buen Seto, aquí está tu amada".
- Ki... Kisara... - dijo Seto, mientras el miedo se apoderaba de su cuerpo y le obligaba a no moverse, aunque su esceptisismo le obligaba a pensar que estaba teniendo un sueño.
El gran reloj dio las doce campanadas.
*****Fin del Capítulo Primero*****
